DE LA PALABRA DEL DIA
Entonces María dijo: Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra
mi espíritu en Dios, mi salvador. Lucas 1, 46
¿Cómo
vivir esta Palabra?
En la medida
que nos acercamos a la Navidad
la liturgia nos hace entrar en la alegría creciente de María: la Alegría que es Dios-Amor que la habita. Hoy esta alegría estalla en el canto del Magnificat. María tiene en verdad motivo para alegrarse porque el Dios,
Creador de todo, ha mirado a su humilde
sierva y la mirada de Dios es activa, produce siempre algo nuevo en la
persona así beneficiada.
María da gracias al Dios de los padres por las
cosas grandes que había hecho en ella, grandeza que después se vierte sobre
toda la humanidad como misericordia. Ella es plenamente consciente que todo es
obra del poder de Dios, que está por encima de todo poder humano: efectivamente invierte la
lógica humana levantando al humilde y al pobre. María reconoce la fidelidad de
Dios que mantiene y cumple en ella las
promesas hechas a Abrahán y a su descendencia.
En mi pausa contemplativa reflexionaré sobre las
implicaciones de este ‘desbordarse’ de
alegría para mí: también yo, por el ‘Sí ‘de
María y la presencia de Jesús, Hijo de Dios en la historia humana, tengo motivo
de gozo: ¡Dios está en mí! Él, con mi libre consentimiento, hace nacer cosas
nuevas y grandes ¡también en mí! Y ¿cuántas
veces ha dirigido su mirada misericordiosa sobre mí en mi debilidad? Él es el
Todo-Amor que realiza su designio a
través de toda mi existencia y, como en María, busca en mí humildad, pobreza de corazón y
solidaridad con todos aquellos que
sufren.
La
voz de un gran guía espiritual
En este himno se manifiesta que
Dios echa por tierra todos nuestros criterios de juicio, levanta en nosotros precisamente aquello que
es de escaso valor y sacia en nosotros aquello de lo que tiene hambre.
Anselm Grün