20 diciembre 2011, martes. IV semana de Adviento


DE LA PALABRA DEL DIA
El Ángel, entrando en su presencia, dijo. Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. Lucas 1,8

¿Cómo vivir esta Palabra?
Este pasaje del Evangelio se presenta por segunda vez, al acercarse la Navidad. El domingo hemos visto cómo María creyó en las palabras del ángel y quedó plenamente envuelta en el designio salvador de Dios.
Hoy contemplamos la belleza, la maravilla del don  que Dios hizo a María.  La joven se encuentra en su casa de Nazaret, probablemente ocupada en las tareas domésticas. Entra el Ángel Gabriel y la saluda de un modo sorprendente. Sus palabras “llena de gracia, el Señor está contigo” significan que María estaba habitada  por Dios. El Señor Dios estaba prendado de la joven María, que le pertenecía totalmente -pues estaba llena de Él-, virgen, en el sentido más pleno de la palabra, privilegiada desde el seno materno, en vistas a su misión de concebir y dar al mundo  a Jesús, el Salvador.
El “Sí” de María da comienzo a una época nueva, al paso de la muerte a una vida nueva en el Dios-Misericordia. Él “miró la humildad de su sierva” y tuvo piedad de toda la humanidad. Por esto, María está siempre al lado del Hijo, bendita entre todas las mujeres.

En mi pausa contemplativa de hoy, buscaré la compañía de María que por su fe y humildad atrajo la mirada de Dios  sobre sí, y  gustó de  una relación de intimidad  con la Santísima Trinidad. Siempre Dios se complace en quien está enamorado de Él. Le pediré a María arder de amor por Jesús.

 Señor,  ayúdame a toma ren serio tu invitación a una vida interior más intensa que dé fruto también  para los hermanos. María, Madre de Jesús y Madre mía,  dame a conocer  y a amar a tu Hijo con todo mi ser.

 La voz de un gran autor
Hermanos, el amor es un maestro, pero se necesita saber atraerlo, porque se atrae  difícilmente, se paga a caro precio, con un trabajo continuo durante largo tiempo, no debiéndose amar sólo un instante, accidentalmente, sino hasta el final.                                                                                                                                               F. Dostoevskij