19 diciembre 2011, lunes. IV semana de Adviento


DE LA PALABRA DEL DIA
Pero mira, guardarás silencio, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento. Lucas 1,20

¿Cómo vivir esta Palabra?
Ayer la liturgia nos puso ante el anuncio del Salvador y hoy resuena el anuncio de su precursor. María creyó las palabras del ángel Gabriel, en cambio Zacarías dudó; razonó humanamente: estaba ya viejo y también su mujer estaba entrada en años y era estéril, por tanto…
La verdadera fe no pone límites a Dios y exige el conocimiento y la libertad de la criatura para una plena colaboración en su proyecto. La pregunta de María al Ángel no fue una duda sino una clarificación para la total adhesión a la voluntad de Dios: “Bienaventurada la que ha creído que se cumplirían las cosas  que le fueron dichas  de parte del Señor”. (Lc 1,45).
Dios realiza lo que promete también en nosotros; realiza cosas grandes si sabemos fiarnos de su Palabra, que es siempre Palabra de vida.


Hoy, en mi  pausa contemplativa, me pondré delante de estas dos figuras: Zacarías y María, que me iluminan sobre la importancia de la Palabra para mi vida y la exigencia de acogerla y hacerla fructificar porque es de Dios. Quizás, la mayor parte de las veces, me encuentre más cercano a la posición de Zacarías, pero el punto de llegada  es el de María, quien, creyendo, se convirtió en morada de Dios.

Señor,  dame un corazón sencillo y confiado,
que busque y acoja tu Palabra con alegría.
 ¡Ven, Señor Jesús!
                       
La voz de un gran santo
¿Puedes no tener piedad de nosotros Tú que te hiciste hombre por nosotros? Grandes son tus maravillas, más grandes aún tus promesas. Tus obras nos hacen volver a buscar los bienes que nos prometes.
                                                                                                                San Agustín