Santa Isabel de Hungria
Del santo Evangelio según san Lucas: 19, 41-44
En aquel tiempo, cuando Jesús estuvo cerca de Jerusalén y contempló la ciudad, lloró por ella y exclamó:
"¡Si en este día comprendieras tú lo que puede conducirte a la paz! Pero eso está oculto a tus ojos. Ya vendrán días en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán y te atacarán por todas partes y te arrasarán. Matarán a todos tus habitantes y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no aprovechaste la oportunidad que Dios te daba".
Jesús habla del “camino que conduce a la paz”, del camino a recorrer para tener paz.
El cardenal Martini ha escrito: “Estamos todos de acuerdo en decir que la paz no es objeto de un debate sino un bien que pedir y una vía por la que caminar”. Sí, la paz es ante todo “un bien que pedir” a Dios con oración perseverante, personal y comunitaria; pero es también “una vía por la que caminar”, dando, uno detrás de otro, los pasos de un verdadera y plena aceptación de sí mismo y de los propios límites, de la cosas que se querrían y no se pueden hacer, de los acontecimientos que se desearía que fuesen de un modo y son de otro.
La primera aceptación está dentro de nosotros y atañe a nuestra propia vida para acogerla y entregarla a Dios en adhesión a su voluntad. Inmediatamente después, o simultáneamente, está la aceptación del otro que vive junto a cada uno de nosotros: el marido o la mujer, la suegra o el suegro, el hermano o la hermana., de familia o de comunidad.
La paz crece si estamos dispuestos a morir a nuestro yo.
Hoy, en mi pausa contemplativa, invocaré al Espíritu Santo y le pediré que capacite mi corazón para el don de la paz. Y le pediré que durante este día yo ponga signos de paz.
Construir la paz a través de la confianza quiere decir trabajar para conocerse, para descubrir lo positivo que hay en cada uno; quiere decir escucharnos y comprendernos. Quiere decir mirarnos con amor, cubriendo con la misericordia los eventuales errores pasados, y aceptarnos los unos a los otros para construir una base común de respeto, de estima y de confianza recíproca. Chiara Lubic
MIÉRCOLES 16
santa Margarita
Del santo Evangelio según san Lucas: 19, 11-28
En aquel tiempo, como ya se acercaba Jesús a Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a manifestarse de un momento a otro, Él les dijo esta parábola:
"Había un hombre de la nobleza que se fue a un país lejano para ser nombrado rey y volver como tal. Antes de irse, mandó llamar a diez empleados suyos, les entregó una moneda de mucho valor a cada uno y les dijo: 'Inviertan este dinero mientras regreso'.
Pero sus compatriotas lo aborrecían y enviaron detrás de él a unos delegados que dijeran: `No queremos que éste sea nuestro rey'.
Pero fue nombrado rey, y cuando regresó a su país, mandó llamar a los empleados a quienes había entregado el dinero, para saber cuánto había ganado cada uno.
Se presentó el primero y le dijo: 'Señor, tu moneda ha producido otras diez monedas'. Él le contestó: 'Muy bien. Eres un buen empleado. Puesto que has sido fiel en una cosa pequeña, serás gobernador de diez ciudades'.
Se presentó el segundo y le dijo: 'Señor, tu moneda ha producido otras cinco monedas'. Y el señor le respondió: 'Tú serás gobernador de cinco ciudades'.
Se presentó el tercero y le dijo: 'Señor, aquí está tu moneda. La he tenido guardada en un pañuelo, pues te tuve miedo, porque eres un hombre exigente, que reclama lo que no ha invertido y cosecha lo que no ha sembrado'. El señor le contestó: 'Eres un mal empleado. Por tu propia boca te condeno. Tú sabías que yo soy un hombre exigente, que reclamo lo que no he invertido y que cosecho lo que no he sembrado, ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco para que yo, al volver, lo hubiera recobrado con intereses?'. Después les dijo a los presentes: 'Quítenle a éste la moneda y dénsela al que tiene diez'. Le respondieron: 'Señor, ya tiene diez monedas'. Él les dijo: ‘Les aseguro que a todo el que tenga se le dará con abundancia, y al que no tenga, aun lo que tiene se le quitará. En cuanto a mis enemigos, que no querían tenerme como rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia'".
Dicho esto, Jesús prosiguió su camino hacia Jerusalén al frente de sus discípulos.
La parábola de las diez onzas es una llamada de atención para ejercer y administrar responsablemente los servicios y recursos que nos han sido confiados. Nadie es dueño absoluto de sus aptitudes ni de sus talentos, ni de nada de lo que tiene. Unas y otros tienen una función personal y social que cumplir. Quien se "duerme en sus laureles" y no implementa un plan de acción para hacer fructificar su trabajo y sus recursos, procede de forma irresponsable.