18 noviembre 2011, viernes. XXXIII semana Tiempo ordinario

Jesús  entró en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: Escrito está: “Mi casa  es casa de oración”, pero vosotros la habéis convertido en una cueva  de ladrones. (Lucas 19,45-46)

El mal que corroía al templo antiguo era la asociación de Dios y el dinero.  Jesús lo había dicho: “No podéis servir a Dios y al Dinero”(Mt 6,24). 
Expulsados los vendedores,  en el templo quedan sólo Jesús  y su enseñanza: la Palabra y el Cuerpo de Cristo son el fundamento del nuevo templo espiritual. Jesús entra en el templo que somos nosotros, entra en el corazón de cada uno de nosotros, y quiere  hacernos casa de oración.
  
Hoy,  meditando la Palabra el día, contemplaré  a Jesús que entra  en mi interior: le pediré lo limpie de todo sentimiento indigno de él (murmuraciones, envidias, etc.) y que  lo llene de su presencia. Y junto a san Pablo pediré:  “Tener los mismos sentimientos  de Cristo Jesús”

Palabras de un Padre del desierto
Si buscas a Dios en los cielos, se encuentra allí, en los pensamientos de los ángeles;  si lo buscas  en la tierra, se encuentra aquí, en el corazón de los hombres.                                                                                                              Pseudo Macario