9 noviembre 2011- Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán

De la PALABRA para este día
"¿Es posible que Dios habite en la tierra"? (1 Reyes 8,27)

¿Cómo  vivir esta Palabra?
La expresión es de Salomón cuando, terminada la construcción del templo, presenció la consagración. En la expresión se capta un sentido de gozoso estupor: ¿Cómo es posible que Dios, el Altísimo, el Inaccesible, el Impronunciable, el Creador y Señor de todas las cosas haya puesto su morada entre nosotros, mejor aún,  según san Juan –‘haya plantado su tienda entre nosotros’- como un nómada que se desplaza con el rebaño para garantizarle pastos ubérrimos e impedir que vague perdido  y sin meta?
Una imagen que hoy quizás nos es menos familiar, pero que profundizada deja en verdad sin respiro: Dios no desdeña establecerse en medio de nosotros, seguirnos por las distintas Babilonias a las que nos dejamos arrastrar sin darnos cuenta que ellas representan  la esclavitud.  Ovejas que vagan lejos del redil, presas de quien mejor  sabe ‘vender’ la  propia  mercancía  ideológica sin escrúpulos, perdidas, inseguras.
Y el Pastor nos sigue. Planta su tienda en las encrucijadas de nuestros caminos, pero con frecuencia pasamos a su lado rápidos y distraídos, encerrados en nuestra soledad, aplastados por nuestros problemas. Iglesias semidesiertas donde la Eucaristía  sigue asegurándonos su presencia de Pastor atento y prudente. Pero quizás, hemos perdido el sentido de las Palabras de Cristo: “Este es mi Cuerpo… Esto es mi sangre derramada por vosotros”.  “Yo estoy con vosotros hasta el final de los tiempos”. Y su estar entre nosotros ya no nos maravilla.

Hoy, si me es posible, buscaré un poco de tiempo para estar con Él, que ha elegido el estar en medio de nosotros.   Y le diré sencillamente:  ¡¡Gracias!!!

 La voz de una carmelita de los siglos XIX-XX
Que tu sagrado asombro, ante tu Dios Eucarístico, se renueve siempre: el Cuerpo del Señor está ahí. Está ahí su Corazón bellísimo, rebosante de llamas Está ahí su Alma inmensa, mar de luz y de santidad. La Comunión de cada día  nos da todo esto…  ¿Sería demasiado enloquecer de amor?    (María Cándida de la Eucaristía)