Miércoles 14 de septiembre de 2016. Exaltación de la Santa Cruz
del libro de los Números 21, 4b-9:
En aquellos días, el pueblo estaba extenuado del camino, y habló contra Dios y contra Moisés: -«¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin cuerpo.» El Señor envió contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron muchos israelitas. Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo: -«Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes.» Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió: -«Haz una serpiente venenosa y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla.» Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a uno, él miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado.
Salmo: Sal 77 R. No olvidéis las acciones del Señor
Escucha, pueblo mío, mi enseñanza,inclina el oído a las palabras de mi boca:
que voy a abrir mi boca a las sentencias,
para que broten los enigmas del pasado. R.
Cuando los hacía morir, lo buscaban,
y madrugaban para volverse hacia Dios;
se acordaban de que Dios era su roca,
el Dios Altísimo su redentor. R.
Lo adulaban con sus bocas,
pero sus lenguas mentían:
su corazón no era sincero con él,
ni eran fieles a su alianza. R.
Él, en cambio, sentía lástima,
perdonaba la culpa y no los destruía:
una y otra vez reprimió su cólera,
y no despertaba todo su furor. R.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 13-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:-«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
PARA VIVIR ESTA PALABRA
La fiesta que celebramos con el nombre de Exaltación de la Santa Cruz, recuerda la recuperación de la cruz en que murió Jesús de Nazaret. Había sido trasladada a Persia por el rey Cosroes, como botín de guerra después de apoderarse de Jerusalén en el año 600 y matar a miles de cristianos. Catorce años después, Heraclio, rey de Constantinopla, persiguió y venció a Cosroes y entró victorioso en Jerusalén, portando la cruz que había recuperado. Avisado por el patriarca Zacarías de que esa marcha triunfal y llena de lujo no podía ser aceptable a los ojos de Dios, Heraclio se despojó de su manto y, descalzo, llevó en su hombro el sagrado madero y lo repuso en el monte Calvario. Este hecho tuvo lugar el 14 de septiembre de año 614, y desde entonces el pueblo cristiano celebra con toda solemnidad la fiesta de la Exaltación de la Cruz.
La fiesta que celebramos con el nombre de Exaltación de la Santa Cruz, recuerda la recuperación de la cruz en que murió Jesús de Nazaret. Había sido trasladada a Persia por el rey Cosroes, como botín de guerra después de apoderarse de Jerusalén en el año 600 y matar a miles de cristianos. Catorce años después, Heraclio, rey de Constantinopla, persiguió y venció a Cosroes y entró victorioso en Jerusalén, portando la cruz que había recuperado. Avisado por el patriarca Zacarías de que esa marcha triunfal y llena de lujo no podía ser aceptable a los ojos de Dios, Heraclio se despojó de su manto y, descalzo, llevó en su hombro el sagrado madero y lo repuso en el monte Calvario. Este hecho tuvo lugar el 14 de septiembre de año 614, y desde entonces el pueblo cristiano celebra con toda solemnidad la fiesta de la Exaltación de la Cruz.
En el día de la Cruz, la liturgia nos presenta un texto del evangelio de Juan, lleno de contenido simbólico, cuya comprensión sólo se entiende a la luz del Antiguo Testamento. En este texto, el evangelista Juan expone la realidad del Mesías, que ha bajado del cielo, indicando de este modo que la condición divina del Hijo del hombre no procede de su condición humana ni es el resultado de su desarrollo personal, sino que se debe a la plenitud del Espíritu que ha recibido de lo alto. El hombre no puede alcanzar la plenitud, si no es en comunión con Dios, fuente de la vida.
El evangelista establece un paralelo con el libro de los Números (21,8), donde se cuenta que Moisés, ante una plaga de serpientes venenosas, fabricó por indicación de Dios una serpiente de bronce y la levantó en un poste. Quien era mordido, al mirar a la serpiente alzada, quedaba curado, o según la expresión hebrea, “vivía”, “seguía vivo”. Por ese paralelo “ser levantado en alto” indica una seña destinada a ser vista y mirada (contemplada) y, al mismo tiempo, la localización de una fuerza salvadora, de una fuente de vida.
En el caso de la serpiente, se obtenía la vida física; en el del Hijo del hombre, que es levantado en alto en la cruz, la vida definitiva, que significa no solamente la vida después de la muerte, sino una vida de calidad divina de la que goza el hombre ya durante su existencia mortal. Jesús, portador y dador de esta vida, se presenta de este modo como el prototipo de la nueva humanidad, indicando que lo que salva a los hombres de la muerte es fijar la mirada en el modelo de Hombre, que es Jesús, aspirar a la plenitud humana que resplandece en esa figura que, levantada en alto, destacará sobre todos y será el polo de atracción para la humanidad. Es en el crucificado, en esa figura levantada en alto, donde llega a su culmen el proyecto divino, el Hombre Dios, donde se desvela la capacidad inmensa de amor de Dios, su entrega sin límites a los hombres, para dar vida y librar de la muerte, de la muerte en vida y de la muerte final a todo el que se adhiere a él y fija en él su mirada para poner en práctica su mensaje.