Conmemoración de todos los fieles difuntos (2 de Noviembre)

Evangelio según San Juan 14, 1-6

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - No perdáis la calma: creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias, y me voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino. Tomás le dice: - Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? Jesús le responde: - Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí.

Cada año, cuando llega esta fecha, se abre otra vez el arcón de los recuerdos. De él sacamos los rostros y los nombres de todos aquellos seres humanos que han estado vinculados a nosotros. Algunas personas viven este momento con gran tristeza. Si pudieran, evitarían toda conmemoración. No pueden soportar el recuerdo o el dolor de la separación. Otras, por el contrario, superada la fase de desgarro, viven estos momentos con mucha serenidad, como un ejercicio de comunión espiritual con los que han desaparecido físicamente pero "viven en el Señor".

Más allá de nuestra manera personal de evocar a los seres queridos que ya han muerto, ¿cuál es el sentido cristiano de este día? ¿Qué luz nos viene de la Palabra de Dios? Creo que podríamos vivirlo como un día de acción de gracias y de petición.
Damos gracias a Dios por los hombres y mujeres que ha puesto en nuestro camino y que nos han ayudado a ser lo que somos. Cada persona muerta es un germen de vida. Con el paso del tiempo tomamos conciencia de lo que tal vez no comprendimos cuando se estaba produciendo: tantos detalles de amor, de cercanía. La gratitud es el fruto maduro de la gracia. Al mismo tiempo, le pedimos a Dios por nuestros hermanos y hermanas.

¿Qué podemos pedir? En este terreno, tan propicio a las elucubraciones o a las opiniones personales, yo siempre he preferido dejarme guiar por la liturgia. Me parece que la súplica más simple y profunda es pedirle a Dios que "así como (nuestros hermanos y hermanas) han compartido ya la muerte de Cristo, compartan también con él la gloria de la resurrección". Le pedimos que se haga realidad en ellos el sueño de Dios, que Él, por tanto, purifique, perdone, complete las existencias de nuestros seres queridos y de todos los que han muerto en la esperanza de la resurrección.

Me conmueven las palabras de Jesús en el evangelio de Juan: "Voy a prepararos un lugar". No es que nosotros tengamos que asegurarnos nuestro "retiro celestial" a base de cotizar a un extraño sistema de "seguridad social celeste". Para cada ser humano Jesús ha preparado un lugar junto a Dios. La muerte no es, por tanto, el ocaso de la vida, sino la puerta de acceso al encuentro definitivo con Dios, a la vida plena.  (De  CLARETIANOS 2002   gonzalo@claret.org )


1noviembre, dia de todos los Santos y Santas; evangelio según san Mateo 5, 1-12a

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos,
porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia,
porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».

Mal programados – J.A. Pagola

Todos experimentamos que la vida está sembrada de problemas y conflictos que en cualquier momento nos pueden hacer sufrir. Pero, a pesar de todo, podemos decir que la «felicidad interior» es uno de los mejores indicadores para saber si una persona está acertando en el difícil arte de vivir. Se podría incluso afirmar que la verdadera felicidad no es sino la vida misma cuando está siendo vivida con acierto y plenitud.

Nuestro problema consiste en que la sociedad actual nos programa para buscar la felicidad por caminos equivocados que casi inevitablemente nos conducirán a vivir de manera desdichada.

Una de las instrucciones erróneas dice así: «Si no tienes éxito, no vales». Para conseguir la aprobación de los demás e, incluso, la propia estima hay que triunfar.

La persona así programada difícilmente será dichosa. Necesitará tener éxito en todas sus pequeñas o grandes empresas. Cuando fracase en algo, sufrirá de manera indebida. Fácilmente crecerá su agresividad contra la sociedad y contra la misma vida.

Esa persona quedará, en gran parte, incapacitada para descubrir que ella vale por sí misma, por lo que es, aun antes de que se le añadan éxitos o logros personales.

La segunda equivocación es ésta: «Si quieres tener éxito, has de valer más que los demás». Hay que ser siempre más que los otros, sobresalir, dominar.

La persona así programada está llamada a sufrir. Vivirá siempre envidiando a los que han logrado más éxito, los que tienen mejor nivel de vida, los de posición más brillante.

En su corazón crecerá fácilmente la insatisfacción, la envidia oculta, el resentimiento. No sabrá disfrutar de lo que es y de lo que tiene. Vivirá siempre mirando de reojo a los demás. Así, difícilmente se puede ser feliz.

Otra consigna equivocada: «Si no respondes a las expectativas, no puedes ser feliz». Has de responder a lo que espera de ti la sociedad, ajustarte a los esquemas. Si no entras por donde van todos, puedes perderte.

La persona así programada se estropea casi inevitablemente. Termina por no conocerse a sí misma ni vivir su propia vida. Sólo busca lo que buscan todos, aunque no sepa exactamente por qué ni para qué.

Las Bienaventuranzas nos invitan a preguntarnos si tenemos la vida bien planteada o no, y nos urgen a eliminar programaciones equivocadas. ¿Qué sucedería en mi vida si yo acertara a vivir con un corazón más sencillo, sin tanto afán de posesión, con más limpieza interior, más atento a los que sufren, con una confianza grande en un Dios que me ama de manera incondicional? Por ahí va el programa de vida que nos trazan las Bienaventuranzas de Jesús.

30 semana del tiempo ordinario


31.10.2020,

evangelio según san Lucas 14, 1. 7-11

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros
puestos, les decía una parábola:
«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga:
«Cédele el puesto a este”.
Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga:
“Amigo, sube más arriba”.
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido».

Reflexión del Evangelio 31.10.2020

Invitado a comer en casa de un fariseo, Jesús aprovecha para darles una lección plástica de humildad.

No sabíamos decir si se trata de una parábola, o sencillamente, de un hecho observado en la vida. Lo de buscar los primeros puestos era, se ve, un defecto característico de los fariseos. Hace pocos días leíamos cómo Jesús se lo echaba en cara: "Ay de vosotros, que os encantan los asientos de honor en las sinagogas" (Lc 11,43). Hoy les invita a elegir los lugares más humildes. La lección se resume al final: "porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido".

b) No hace falta que seamos fariseos para merecer la reprimenda de Jesús. Porque a todos nos gusta aparecer y ser vistos y alabados por la gente. Eso no pasa sólo en los actos políticos y sociales, en que se sigue un riguroso orden protocolario, sino también en nuestra vida de cada día, en que cada uno intenta deslumbrar a los otros mostrando un nivel de vida y unas cualidades, que a veces son nada más apariencia, pero que provocan la admiración y la envidia.

Jesús nos ha enseñado una y otra vez que su estilo y, por tanto, el de sus discípulos, debe ser el contrario: la humildad y la sencillez de corazón. Aunque eso de ser humildes no esté de moda en el mundo de hoy. A los seguidores de Jesús no les tendría que importar ocupar los últimos lugares. Y no como un truco, para que luego nos inviten a subir, sino con sinceridad, por imitación del Maestro, que no vino a ser servido sino a servir.

¿O somos como los apóstoles, que no acababan de entender la lección de humildad, y discutían sobre quién iba a ocupar los puestos de honor? ¿no tendríamos que moderar nuestro afán de protagonismo y de aparecer?

Si fuéramos humildes, seríamos más felices: nos llevaríamos menos disgustos. Seríamos más aceptados por los demás: a los vanidosos nadie les quiere. Y más agradables a los ojos de Dios: él prefiere a los humildes.

Un ejemplo muy cercano lo tenemos en la Virgen Marta, la madre de Jesús. Humilde y discreta, ella pudo decir, resumiendo también el estilo de Dios en la historia: "enaltece a los humildes y a los ricos los despide vacíos". Y, hablando de sí misma, "ha mirado la pequeñez de su sierva".

"Los dones y la llamada de Dios son irrevocables" (1ª lectura I)

"Para mí la vida es Cristo" (1ª lectura II)

"El que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 236-240




30.10.2020, viernes

evangelio según san Lucas 14, 1-6

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.
Había allí, delante de él, un hombre enfermo de hidropesía y tomando la palabra, dijo a los maestros de la ley y fariseos:
«¿Es lícito curar los sábados, o no?». Ellos se quedaron callados.
Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió. Y a ellos les dijo:
«¿A quién de vosotros se le cae al pozo el asno o el buey y no lo saca en seguida, aunque en día de sábado? ».
Y no pudieron replicar a esto.

Reflexión del Evangelio

Otra curación en sábado. El lunes pasado leíamos una que hizo Jesús con la mujer encorvada. Hoy es con un hombre aquejado del mal de la hidropesía, la acumulación de líquido en su cuerpo.

Pero no importa tanto el hecho milagroso, que se cuenta con pocos detalles. Lo fundamental es el diálogo de Jesús con sus adversarios sobre el sentido del sábado: una vez más da a entender que la mejor manera de honrar este día santo es practicar la caridad con los necesitados. Y les echa en cara que por interés personal -por ejemplo para ayudar a un animal de su propiedad- sí suelen encontrar motivos para interpretar más benignamente la ley del descanso. Por tanto no pueden acusarle a él si ayuda a un enfermo.

Uno de los 39 trabajos que se prohibían en sábado era el de curar. Pero una reglamentación, por religiosa que pretenda ser, que impida ayudar al que está en necesidad, no puede venir de Dios. Será, como en el caso de aquí, una interpretación exagerada, obra de escuelas rigoristas.

¿Qué excusas ponemos nosotros para no salir de nuestro horario, en ayuda del hermano, y tranquilizar así nuestra conciencia? ¿el rezo? ¿el trabajo? ¿el derecho al descanso?

29.10.2020, jueves 

evangelio según san Lucas 13, 31-35

En aquel día, se acercaron unos fariseos a decir a Jesús:
«Sal y marcha de aquí, porque Herodes quiere matarte».
Jesús les dijo:
«Id y decid a ese zorro: “Mira, yo arrojo demonios y realizo curaciones hoy y mañana, y al tercer día mi obra quedará consumada.
Pero es necesario que camine hoy y mañana y pasado, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén”.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían!
Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas, y no habéis querido.
Mirad, vuestra casa va a ser abandonada.
Os digo que no me veréis hasta el día en que digáis: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”».

Reflexión del Evangelio 29.10.2020

Jesús aprovecha la amenaza de Herodes para dar sentido a su marcha hacia Jerusalén y a su muerte, que él mismo ha anunciado y que no va a depender de la voluntad de otros, sino que sucederá porque él la acepta, por solidaridad, y además cuando él considere que ha llegado "su hora". Mientras tanto, sigue su camino con decisión y firmeza.

El lamento de Jesús -"Jerusalén, Jerusalén"- es parecido al dolor que siente luego Pablo (Rm 9-11) al ver la obstinación del pueblo judío que no ha querido aceptar, al menos en su mayoría, la fe en el Mesías Jesús.

El amor de Dios a veces se describe ya en el AT con un lenguaje parecido al de la gallina y sus pollitos: el águila que juega con sus crías y les enseña a volar (Deuteronomio 32,11), o el salmista que pide a Dios: "guárdame a la sombra de tus alas" (Ps 17,8), y otras con un lenguaje materno y femenino: "en brazos seréis llevados y sobre las rodillas seréis acariciados, como uno a quien su madre le consuela, así yo os consolaré" (Is 66,12-13).

¿Estamos dispuestos a una entrega tan decidida como la de Jesús? ¿incluso si aquellos por los que nos entregamos se nos vuelven contra nosotros? ¿tenemos un corazón paterno o materno, un corazón bueno, lleno de misericordia y de amor, para seguir trabajando y dándonos día a día, por el bien de los demás? ¿o nos influyen los Herodes de turno para cambiar nuestro camino, por miedo o por cansancio?


28.10.2020 miercoles, san Simón y san Judas

evangelio según san Lucas 6, 12-19

En aquellos días, Jesús salió al monte a orar y pasó la noche orando a Dios.
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Simón, llamado el Zelote; Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.
Después de bajar con ellos, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.

Reflexión del Evangelio 

Hoy celebramos dos apóstoles de "segunda fila" y, quizá por eso mismo, con un gran tirón popular, sobre todo en algunas regiones del mundo.

Un apóstol es alguien escogido por Jesús para ser enviado. El relato del capítulo 6 de Lucas acentúa estos aspectos. Un apóstol, por tanto, no es un iluminado que se arroga experiencias religiosas y que quiere convencer a los demás para que las hagan suyas. Podríamos decir que un apóstol es el eslabón de una cadena. "Viene de" (elegido) y "va hacia" (enviado). Es alguien que no se convierte en centro sino que remite siempre al origen (Jesús) y al final (Jesús).

Uno de los grandes problemas que hoy vivimos es la ruptura de la "cadena de la fe". Los sociólogos de la religión nos hablan de la quiebra de las instancias "transmisoras" (la familia, la parroquia, etc.). Podemos provocar experiencias espirituales intensas, pero si no están conectadas con la gran cadena apostólica, por frescas que parezcan, acabarán muriendo. Me parece que esta es, por desgracia, la suerte de muchos jóvenes que viven con interés la aventura de descubrir a Jesús, pero que han carecido de apóstoles a su lado que les ayuden a vivir la fe "con conexiones", o, por utilizar, una terminología de hoy, una fe "en red". Gonzalo (gonzalo@claret.org)


26.10.2020, lunes, evangelio según san Lucas 13, 10-17

Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga.
Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y estaba encorvada, sin poderse enderezar de ningún modo.
Al verla, Jesús la llamó y le dijo:
«Mujer, quedas libre de tu enfermedad».
Le impuso las manos, y enseguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios.
Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, se puso a decir a la gente:
«Hay seis días para trabajar; venid, pues, a que os curen en esos días y no en sábado».
Pero el Señor le respondió y dijo:
«Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata en sábado su buey o su burro del pesebre, y los lleva a abrevar?
Y a esta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no era necesario soltarla de tal ligadura en día de sábado?».
Al decir estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba por todas las maravillas que hacía.

Reflexión del Evangelio 26.10.2020

En su camino hacia Jerusalén, Jesús realiza otro gesto de "curación en sábado", sanando milagrosamente a una mujer encorvada que no se podía enderezar.

Parece como si Jesús provocara escenas como la presente, que realiza en sábado: quiere mostrar que la fuerza curativa de Dios ya está presente y actúa eficazmente en el mundo.

Llama "hipócritas" a los que se escandalizan de que él haya hecho este gesto en sábado, cuando ellos sí se permitían ayudar a un animal propio llevándolo a abrevar, aunque fuera en sábado. ¡Cuánto más no se podrá ayudar a esta pobre mujer, "que es hija de Abrahán" y que desde hace diez y ocho años "Satanás tiene atada"!

Jesús se dedica a curar, a salvar, a transmitir vida. El sábado -para nosotros, con mayor razón, el domingo- es el día semanal que recuerda a los creyentes la victoria de Dios contra todo mal y toda esclavitud.

Nos enseña que la caridad con las personas es superior a muchas otras cosas: sobre todo a unas leyes exageradas que nos hemos inventado nosotros mismos, y que invocamos oportunamente cuando no queremos gastar nuestro tiempo en beneficio de los demás. Con los muchos "trabajos" que no se podían hacer en sábado, las escuelas más rigoristas de la época lo habían convertido, no en un día de liberación y alegría, sino de preocupación escrupulosa. Se puede ser esclavo también de una ley mal entendida. Jesús se opone a este legalismo exagerado.

Pensemos si también nosotros necesitamos que nos recuerden que "no es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre", si en vez de predicar y practicar una religión de hijos la hemos convertido en un ritualismo de esclavos.


25.10.2020 domingo

evangelio según san Mateo 22, 34-40

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a
prueba:
«Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?».
Él le dijo:
«“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”.
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas».

NO OLVIDAR LO ESENCIAL

No era fácil para los contemporáneos de Jesús tener una visión clara de lo que constituía el núcleo de su religión. La gente sencilla se sentía perdida. Los escribas hablaban de seiscientos trece mandamientos contenidos en la ley. ¿Cómo orientarse en una red tan complicada de preceptos y prohibiciones? En algún momento, el planteamiento llegó hasta Jesús: ¿qué es lo más importante y decisivo? ¿Cuál es el mandamiento principal, el que puede dar sentido a los demás?

Jesús no se lo pensó dos veces y respondió recordando unas palabras que todos los judíos varones repetían diariamente al comienzo y al final del día: «Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser». Él mismo había pronunciado aquella mañana estas palabras. A él le ayudaban a vivir centrado en Dios. Esto era lo primero para él.

Enseguida añadió algo que nadie le había preguntado: «El segundo mandato es: amarás a tu prójimo como a ti mismo». Nada hay más importante que estos dos mandamientos. Para Jesús son inseparables. No se puede amar a Dios y desentenderse del vecino.

A nosotros se nos ocurren muchas preguntas. ¿Qué es amar a Dios? ¿Cómo se puede amar a alguien a quien no es posible siquiera ver? Al hablar del amor a Dios, los hebreos no pensaban en los sentimientos que pueden nacer en nuestro corazón. La fe en Dios no consiste en un «estado de ánimo». Amar a Dios es sencillamente centrar la vida en él para vivirlo todo desde su voluntad.

Por eso añade Jesús el segundo mandamiento. No es posible amar a Dios y vivir olvidado de gente que sufre y a la que Dios ama tanto. No hay un «espacio sagrado» en el que podamos «entendernos» a solas con Dios, de espaldas a los demás. Un amor a Dios que olvida a sus hijos e hijas es una gran mentira.

La religión cristiana les resulta hoy a no pocos complicada y difícil de entender. Probablemente necesitamos en la Iglesia un proceso de concentración en lo esencial para desprendernos de añadidos secundarios y quedarnos con lo importante: amar a Dios con todas mis fuerzas y querer a los demás como me quiero a mí mismo.

29 semana del tiempo ordinario

JUEVES 22.10.2020

evangelio según san Lucas 12, 49-53

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división.
Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».

Reflexión del Evangelio JUEVES 22.10.2020

A veces son las paradojas las que mejor nos transmiten un pensamiento, precisamente por su exageración y por su sentido sorprendente a primera vista.

El Bautista anunció, refiriéndose a Jesús: "yo os bautizo con agua, pero viene el que es más fuerte que yo: él os bautizará en Espíritu Santo y fuego" (Lc 3,16). El fuego con el que Jesús quiere incendiar el mundo es su luz, su vida, su Espíritu. Ése es el Bautismo al que aquí se refiere: pasar, a través de la muerte, a la nueva existencia e inaugurar así definitivamente el Reino.

Ésa es también la "división", porque la opción que cada uno haga, aceptándole o no, crea situaciones de contradicción en una familia o en un grupo. Decir que no ha venido a traer la paz no es que Jesús sea violento. Él mismo nos dirá: "mi paz os dejo, mi paz os doy". La paz que él no quiere es la falsa: no quiere ánimos demasiado tranquilos y mortecinos. No se puede quedar uno neutral ante él y su mensaje. El evangelio es un programa para fuertes, y compromete. Si el Papa o los Obispos o un cristiano cualquiera sólo hablara de lo que gusta a la gente, les dejarían en paz. Serían aplaudidos por todos. ¿Pero es ése el fuego que Jesús ha venido a traer a la tierra, la evangelización que nos ha encargado?

Jesús aparece manso y humilde de corazón, pero lleva dentro un fuego que le hace caminar hacia el cumplimiento de su misión y quiere que todos se enteren y se decidan a seguirle. Jesús es humilde, pero apasionado. No es el Cristo acaramelado y dulzón que a veces nos han presentado. Ama al Padre y a la humanidad, y por eso sube decidido a Jerusalén, a entregarse por el bien de todos.

¿Nos hemos dejado nosotros contagiar ese fuego? Cuando los dos discípulos de Emaús reconocieron finalmente a Jesús, en la fracción del pan, se decían: "¿no ardía nuestro corazón cuando nos explicaba las Escrituras?". La Eucaristía que celebramos y la Palabra que escuchamos, ¿nos calientan en ese amor que consume a Cristo, o nos dejan apáticos y perezosos, en la rutina y frialdad de siempre? Su evangelio, que a veces compara con la semilla o con la luz o la vida, es también fuego. 

Miercoles 21.10.2020 

evangelio según san Lucas 12, 39-48

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Pedro le dijo:
«Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?». Y el Señor dijo:
«¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas?
Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si aquel criado dijere para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles.
El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos.
Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá».

Reflexión del miercoles 21.10.2020 - Todos tenemos el peligro de la pereza en nuestra vida de fe. O del amodorramiento, acuciados como por tantas preocupaciones.

Hoy se nos recuerdan que debemos estar vigilantes. Las comparaciones del ladrón que puede venir en cualquier momento, o el amo que puede presentarse improvisamente, nos invitan a que tengamos siempre las cosas preparadas. No a que vivamos con angustia, pero sí con una cierta tensión, con sentido de responsabilidad, sin descuidar ni la defensa de la casa ni el arreglo y el buen orden en las cosas que dependen de nosotros.

Si se nos ha confiado alguna clase de responsabilidad, todavía más: no podemos caer en la fácil tentación de aprovecharnos de nuestra situación para ejercer esos modos tiránicos que Jesús describe tan vivamente.

La "venida del Hijo del Hombre" puede significar, también aquí, tanto el día del juicio final como la muerte de cada uno, como también esas pequeñas pero irrepetibles ocasiones diarias en que Dios nos manifiesta su cercanía, y que sólo aprovechamos si estamos "despiertos", si no nos hemos quedado dormidos en las cosas de aquí abajo. El Señor no sólo nos "visita" en la hora de la muerte, sino cada día, a lo largo del camino, si sabemos verle.

Martes 20.10.2020  

evangelio según san Lucas 12, 35-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo.
Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos».

Reflexión del MARTES 20.10.10, 

Estos días escucharemos varias recomendaciones de Jesús sobre la vigilancia, la actitud de espera activa y despierta que él pide a los suyos.
La comparación es sencilla: cuando el amo ha ido de boda, no se sabe cuándo llegará. Lo hará seguramente tarde y a una hora imprevista. Dichosos los criados que están preparados, con la casa en orden. Entonces, cosa inaudita, el amo "los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo". 
La primera comunidad tal vez tenía la impresión de que la venida final del Señor era inminente. Aunque ahora no tengamos esa preocupación, sigue válida la invitación a la vigilancia: tanto para el momento de nuestra propia muerte -que siempre es a una hora imprevista- como para la venida cotidiana del Señor a nuestras vidas, en su palabra, en los sacramentos, en los acontecimientos, en las personas. Si estamos despiertos, podremos aprovechar su presencia. Si estamos adormilados, ni nos daremos cuenta.

"Tened ceñida la cintura": era la postura de los judíos al emprender el viaje del éxodo, en la primera Pascua de Egipto. La postura del que está disponible para emprender algo, sin aletargarse ni quedar instalado, con ánimo conformista, en lo que ya tiene. Dispuestos a salir de viaje. (Si vale la comparación: es lo que se dice de los entrenadores de fútbol, que no se hacen ilusiones de que vayan a durar mucho en su puesto, y viven siempre "con las maletas preparadas").

"Y encendidas las lámparas". Como las cinco muchachas prudentes que esperaban al novio. Con el aceite de la fe, de la esperanza y del amor.

Mirar hacia delante. Ayer se nos decía que no nos dejáramos apegar a las riquezas, porque nos estorbarán en el momento decisivo. Hoy, que vigilemos. Es sabio el que vive despierto y sabe mirar al futuro. No porque no sepa gozar de la vida y cumplir sus tareas del "hoy", pero sí porque sabe que es peregrino en esta vida y lo importante es asegurarse su continuidad en la vida eterna. Y vive con una meta y una esperanza.

En las cosas de aquí abajo afinamos mucho los cálculos: para que nos llegue el presupuesto, para conseguir éxitos comerciales o deportivos, para aprobar el curso. Pero ¿somos igualmente espabilados en las cosas del espíritu?

lunes 19.10.2020

evangelio según san Lucas 12, 13-21

En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús:
«Maestro, dije a mi hermano que reparta conmigo la herencia».
Él le dijo:
«Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?».
Y les dijo:
«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».
Y les propuso una parábola:
«Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose:
“¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo:
“Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”.
Pero Dios le dijo:
“Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”.
Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios».

Reflexión del lunes 19.10.2020

La ruina del buen hombre nos puede pasar a nosotros: "así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios". Su pecado no era ser rico, ni preocuparse de su futuro. Sino olvidar a Dios y cerrarse a los demás. Ser ricos ante Dios significa dar importancia a aquellas cosas que sí nos llevaremos con nosotros en la muerte: las buenas obras. En concreto, el haber sabido compartir con otros nuestros bienes sí que es una riqueza que vale la pena ante Dios. El examen final será: "me diste de comer". Y el no hacerlo -como fue el caso del rico Epulón- es, para el evangelio, la mayor necedad. No se nos invita a la pereza. El mismo Jesús nos dijo la parábola de los talentos que hay que hacer fructificar.

Se trata de que no nos dejemos apegar a las riquezas. Hay cosas más importantes que el dinero, en la vida humana y cristiana.

Aunque ya estemos bien orientados en la vida de fe y centrados en los valores de Dios, podemos preguntarnos si de alguna manera no se nos pega también la idolatría del dinero que reina en el mundo, y si no tendríamos que relativizar algo nuestras preocupaciones materiales. 


domingo 18.10.2020, evangelio según san Mateo 22, 15-21

En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta.
Le enviaron algunos discípulos suyos, con unos herodianos, y le dijeron:
«Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie, porque no te fijas en apariencias. Dinos, pues, qué opinas:
¿es lícito pagar impuesto al César o no?».
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
«Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto».
Le presentaron un denario.
Él les preguntó:
«De quién son esta imagen y esta inscripción?».
Le respondieron:
«Del César».
Entonces les replicó:
«Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».

Los pobres son de Dios – J.A. Pagola

A espaldas de Jesús, los fariseos llegan a un acuerdo para prepararle una trampa decisiva. No vienen ellos mismos a encontrarse con él. Les envían a unos discípulos acompañados por unos partidarios de Herodes Antipas. Tal vez, no faltan entre estos algunos poderosos recaudadores de los tributos para Roma.

La trampa está bien pensada: “¿Es lícito pagar impuestos al César o no?”. Si responde negativamente, le podrán acusar de rebelión contra Roma. Si legitima el pago de tributos, quedará desprestigiado ante aquellos pobres campesinos que viven oprimidos por los impuestos, y a los que él ama y defiende con todas sus fuerzas.

La respuesta de Jesús ha sido resumida de manera lapidaria a lo largo de los siglos en estos términos: “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Pocas palabras de Jesús habrán sido citadas tanto como éstas. Y ninguna, tal vez, más distorsionada y manipulada desde intereses muy ajenos al Profeta, defensor de los pobres.

Jesús no está pensando en Dios y en el César de Roma como dos poderes que pueden exigir cada uno de ellos, en su propio campo, sus derechos a sus súbditos. Como todo judío fiel, Jesús sabe que a Dios “le pertenece la tierra y todo lo que contiene, el orbe y todos sus habitantes” (salmo 24). ¿Qué puede ser del César que no sea de Dios? Acaso los súbditos del emperador, ¿no son hijos e hijas de Dios?

Jesús no se detiene en las diferentes posiciones que enfrentan en aquella sociedad a herodianos, saduceos o fariseos sobre los tributos a Roma y su significado: si llevan “la moneda del impuesto” en sus bolsas, que cumplan sus obligaciones. Pero él no vive al servicio del Imperio de Roma, sino abriendo caminos al reino de Dios y su justicia.

Por eso, les recuerda algo que nadie le ha preguntado: “Dad a Dios lo que es de Dios”. Es decir, no deis a ningún César lo que solo es de Dios: la vida de sus hijos e hijas. Como ha repetido tantas veces a sus seguidores, los pobres son de Dios, los pequeños son sus predilectos, el reino de Dios les pertenece. Nadie ha de abusar de ellos.

No se ha de sacrificar la vida, la dignidad o la felicidad de las personas a ningún poder. Y, sin duda, ningún poder sacrifica hoy más vidas y causa más sufrimiento, hambre y destrucción que esa “dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano” que, según el papa Francisco, han logrado imponer los poderosos de la Tierra. No podemos permanecer pasivos e indiferentes acallando la voz de nuestra conciencia en la práctica religiosa.



28 semana del tiempo ordinario


17.10.2020, sabado

evangelio según san Lucas 12, 8-12

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Todo aquel que se declare por mí ante los hombres, también el Hijo del hombre se declarará por él ante los ángeles de Dios, pero si uno me niega ante los hombres, será negado ante los ángeles de Dios.
Todo el que diga una palabra contra el Hijo del hombre podrá ser perdonado, pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará.
Cuando os conduzcan a la sinagoga, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo o con qué razones os defenderéis o de lo que vais a decir, porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir».

REFLEXION SABADO 17.10.2020

Sólo hay una clase de personas sin remedio, los que "blasfeman contra el Espíritu Santo", o sea, los que, viendo la luz, la niegan, los que no quieren ser salvados. Son ellos mismos los que se excluyen del perdón y la salvación.

Nosotros ya estamos empeñados, hace tiempo, en este camino de vida cristiana que no sólo sucede en nuestro ámbito interior, sino que tiene una influencia testimonial en el contexto en que vivimos.

Para este camino necesitamos ánimos, porque no es fácil. Jesús nos asegura el amor de Dios y la ayuda eficaz de su Espíritu. Y además, nos promete que él mismo saldrá fiador a nuestro favor en el momento decisivo. No se dejará ganar en generosidad, si nosotros hemos sido valientes en nuestro testimonio, si no hemos sentido vergüenza en mostrarnos cristianos en nuestro ambiente.

En los momentos en que sentimos miedo por algo -y a todos nos pasa, porque la vida es dura- será bueno que recordemos estas palabras de Jesús, afirmando el amor concreto que nos tiene el Dios Trino para ayudarnos en todo momento. Jesús calmó tempestades y curó enfermedades y resucitó muertos. Era el signo de ese amor de Dios que ya está actuando en nuestro mundo. También nos alcanza a nosotros. No tenemos motivos para dejarnos llevar del miedo o de la angustia.


16.10.20, viernes evangelio según san Lucas 12, 1-7

En aquel tiempo, miles y miles de personas se agolpaban. Jesús empezó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos:
«Cuidado con la levadura de los fariseos, que es la hipocresía, pues nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, ni nada escondido que no llegue a saberse.
Por eso, lo que digáis en la oscuridad será oído a plena luz, y lo que digáis al oído en las recámaras se pregonará desde la azotea.
A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más.
Os voy a enseñar a quién tenéis que temer: temed al que, después de la muerte, tiene poder para arrojar a la “gehenna”. A ese tenéis que temer, os lo digo yo.
¿No se venden cinco pájaros por dos céntimos? Pues ni de uno solo de ellos se olvida Dios.
Más aún, hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados. No tengáis miedo: valéis más que muchos pájaros».

Reflexión del 16.10.2020

Tenemos que ir madurando en nuestra fe y creciendo en nuestra imitación de Cristo.

A medida que vamos leyendo, día tras día, la Palabra de Dios, nos damos cuenta de lo mucho que hay que transformar todavía en nuestra vida.

Podría ser que en nuestro caso también pudiera existir esa "levadura de la hipocresía", que inficiona todo lo que decimos y hacemos. Para otros, el fermento maligno puede ser la vanidad o la sensualidad o el materialismo o el odio. Estas actitudes interiores pueden estropear nuestra relación con los demas, nuestra paz interior y nuestra oración. Lo que tenemos que atacar es la raíz de todo, la levadura interior. Si en nuestro ordenador hay un virus, ya podemos hacer lo posible por extirparlo, porque de lo contrario destruirá todos nuestros archivos.

Por el contrario, nosotros mismos deberíamos ser buen fermento e ir contagiando a otros la mentalidad cristiana, la esperanza y la paz, la amabilidad, el humor. Todos somos levadura: buena o mala. Nuestra vida no deja indiferentes a los que nos rodean. Influye en bien o en mal. En vez de dejarnos inficionar por la levadura sensual y materialista de este mundo, los cristianos debemos mantener nuestra identidad con valentía y además influir en los demás. En vez de acomodarnos a lo que piensa la mayoría, si es que no va de acuerdo con el evangelio de Jesús, debemos ser minoría decidida y eficaz, que da testimonio profético de los valores en que creemos.

¿Que habrá dificultades? Jesús ya nos lo avisa, y nos da también la motivación para no perder los ánimos: Dios no se olvida de nosotros. Como cuida de las aves y las flores, y "tiene contados los cabellos de nuestra cabeza", ¿cómo va a dejar que queden sin recompensa nuestros esfuerzos por vivir en cristiano y por ayudar a los demás? Jesús nos muestra su propia cercanía y nos asegura la ayuda de Dios: "a vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo... pues ni de uno solo se olvida Dios".


15.10.2020, jueves, DIA DE  SANTA TERESA

evangelio según san Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Reflexión del 15.10.2020

Santa Teresa de Jesús, mujer culta del siglo XVI, cuando se puso a buscar a Dios "determinadamente", lo encontró en la sencillez de un Dios que se hace presente en el corazón de quién le buscaba y se entrega a Èl con toda confianza. 

Llegó a  experimentar no solo la presencia de Dios, sino la urgencia de reformar la vida "light" de su ambiente en el Carmelo. Intentó  volver al auténtico espíritu de su orden: la austeridad, la pobreza y la clausura. 

En esta difícil y ardua misión encontró, contratiempos y oposiciones, pero también ayuda de otros, como de san Juan de la Cruz y bienhechores. 

Su familiaridad con Jesús, la sostuvo en su misión de fundadora y en sus escritos podemos aprender un "camino de perfección" que no es otro que la identificación con Cristo en todo.  


14.10.2020

evangelio según san Lucas 11, 42-46

En aquel tiempo, dijo el Señor:
«¡Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de hortalizas, mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios!
Esto es lo que había que practicar, sin descuidar aquello.
¡Ay de vosotros, fariseos, que os encantan los asientos de honor en las sinagogas y los saludos en las plazas!
¡Ay de vosotros, que sois como tumbas no señaladas, que la gente pisa sin saberlo!». Le replicó un maestro de la Ley:
«Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros». Jesús replicó:
«¡Ay de vosotros también, maestros de la ley, que cargáis a los hombres cargas insoportables, mientras vosotros no tocáis las cargas ni con uno de vuestros dedos!»

Reflexión del 14.10.2020

Ahora no pagamos diezmos de cosas tan menudas. Pero igualmente podemos caer en el escrúpulo de cuidar hasta los más mínimos detalles exteriores mientras descuidamos los valores fundamentales, como el amor a Dios y al prójimo.

Por cierto, recojamos la consigna de Jesús: no se trata de no prestar atención a las cosas pequeñas, con la excusa de que son pequeñas. Lo que nos dice él es: "esto habría que practicar (lo importante, lo fundamental), sin descuidar aquello (las normas pequeñas)".

No invita a no atender a los detalles, sino a asegurar con mayor interés todavía las cosas que merecen más la pena.

¿Se puede decir que no andamos buscando los puestos de honor, ansiosos de la buena fama y del aplauso de todos, aunque sepamos interiormente que no lo merecemos?

Podemos ser tan jactanciosos y presumidos como los fariseos. ¿Somos sepulcros blanqueados? Cada uno sabrá cómo está por dentro, a pesar de la apariencia que quiere presentar hacia fuera. Los demás no nos ven la corrupción interior que podamos tener, pero Dios sí, y nosotros mismos también, si somos sinceros.

Si de alguna manera somos "doctores de la ley", porque enseñamos catequesis o educamos o predicamos, pensemos un momento si merecemos la queja de Jesús: ¿imponemos interpretaciones del evangelio que son demasiado exigentes, cargas insoportables? Ya es exigente de por sí la fe cristiana, pero no tenemos por qué añadirle nosotros cargas todavía más pesadas. Jesús se puso como modelo de lo contrario: "venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, porque mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mt 11,29-30). Además, podemos caer en el fallo de ser exigentes con los demás y permisivos con nosotros mismos.


13.10.2020, martes 

evangelio según san Lucas 11, 37-41

En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo le rogó que fuese a comer con él.
Él entró y se puso a la mesa.
Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo:
«Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, pero por dentro rebosáis de rapiña y maldad.
¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Con todo, dad limosna de lo que hay dentro, y lo tendréis limpio todo».

Reflexión del Evangelio 13.10.2020

Continúa el viaje de Jesús, camino de Jerusalén. Lucas sitúa en este contexto una serie de recomendaciones y episodios. Durante tres días escucharemos sus duras invectivas contra los fariseos.

Los fariseos eran buena gente: cumplidores de la ley, deseosos de agradar a Dios en todo. Pero tenían el peligro de poner todo su empeño sólo en lo exterior, de cuidar las apariencias, de sentirse demasiado satisfechos de su propia santidad. Por eso les ataca Jesús, con el deseo de que reflexionen y cambien.

Tal vez no haya que pensar que dijo todo esto precisamente en casa del fariseo que le había invitado a comer. Es un recurso literario de Lucas: agrupar las varias enseñanzas de Jesús contra las actitudes de los malos fariseos. Mateo y Marcos las sitúan en otro contexto.

Hoy la acusación es que los fariseos cuidan lo exterior -limpiarse las manos, purificar los vasos por fuera- y descuidan lo interior: "por dentro rebosáis de robos y maldades". Lo de "dar limosna" es uno de los temas preferidos de Lucas, pero no se sabe a qué se puede referir lo de "dar limosna de lo de dentro": ¿darse a sí mismo, su tiempo, su interés? ¿dar desde dentro, con el corazón, y no sólo con apariencia exterior?

Los detalles exteriores, que pueden ser legítimos, sin embargo no son tan importantes como las actitudes interiores.

Claro que hay gestos externos y ritos celebrativos en nuestra vida de fe. El mismo Jesús nos encargó, por ejemplo, que hiciéramos el doble gesto del pan y del vino en memoria suya. Lo que desautoriza aquí es que nos quedemos en mero formalismo, que nos contentemos con lo exterior, cuando los gestos deben ser signo de lo interior.


12.10.2020, lunes NTRA SRA DEL PILAR

evangelio según san Lucas, 11, 27-28

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío, levantando la voz, le dijo:
«Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron».
Pero él dijo:
«Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».

Reflexión 12.10.2020

Se dice que el Apóstol Santiago el Mayor, hermano de San Juan e hijo de Zebedeo, vino a evangelizar a España.

Los documentos dicen que Santiago, "pasando por Asturias, llegó con sus nuevos discípulos a través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón, Celtiberia, la la Cesaraugusta romana, hoy Zaragoza, en la ribera del Ebro. Allí predicó Santiago y, entre los muchos convertidos eligió a ocho hombres". 

En la noche del 2 de enero del año 40, estando Santiago con sus discípulos junto al río Ebro, "oyó voces de ángeles que cantaban Ave, María, gratia plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol". La Santísima Virgen, que aún vivía en carne mortal, pidió al Apóstol que le construyese allí una iglesia, en torno al pilar donde estaba de pie y prometió que "permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio". 

Desapareció la Virgen y quedó allí el pilar. El Apóstol Santiago y los ocho testigos del prodigio comenzaron a edificar una ermita en aquel sitio. Santiago ordenó presbítero a uno de sus discípulos para servicio de la misma y le dio el título de Santa María del Pilar, antes de regresar a Judea. Fue la primera iglesia dedicada a la Virgen Santísima. 

Muchos historiadores e investigadores defienden esta tradición basados en una serie de monumentos y testimonios que demuestran la existencia de una iglesia dedicada a la Virgen de Zaragoza. El más antiguo de estos testimonios es el sarcófago de Santa Engracia, que se conserva en Zaragoza desde el siglo IV, que representa, en un bajorrelieve, el descenso de la Virgen aparececiéndose al Apóstol Santiago. 

Asimismo, hacia el año 835, Almoino, monje de San Germáin de París, redactó unos escritos en los que habla de la Iglesia de la Virgen María de Zaragoza, "donde había servido en el siglo III el gran mártir San Vicente", cuyos restos fueron depositados por el obispo de Zaragoza, en la iglesia de la Virgen María. También está atestiguado que antes de la ocupación musulmana de Zaragoza, en 714, había allí un templo dedicado a la Virgen. 

 La devoción del pueblo a la Virgen del Pilar está tan arraigada entre los españoles y desde épocas tan remotas, que el Papa permitió el Oficio del Pilar en el que se consigna la aparición de la Virgen del Pilar como "una antigua y piadosa creencia". El Papa Clemente XII señaló la fecha del 12 de octubre para la festividad de la Virgen del Pilar, pero ya desde siglos antes, en todas las iglesias de España y entre los pueblos hispanos, se celebraba la venida de la Madre de Dios en carne mortal. 

Fue una venida extraordinaria de la Virgen, cuando todavía vivía en Palestina: "Con ninguna nación hizo cosa semejante", canta con razón la liturgia del 2 de enero, fiesta de la Venida de la Virgen. Ahí nace la vinculación de la tradición pilarista con la tradición jacobea de Santiago de Compostela. Por ello, Zaragoza y Compostela, el Pilar y Santiago, han constituido dos ejes fundamentales, en torno a los cuales ha girado durante siglos la espiritualidad de España. 

El pilar o columna: la idea de la solidez del edificio-iglesia con la de la firmeza de la columna-confianza en la protección de María. La columna es símbolo y la "manifestación de la potencia de Dios en el hombre y la potencia del hombre con el poder de Dios". Es soporte de los sagrado y de la vida cotidiana. María, la puerta del cielo, la escala de Jacob, ha sido la mujer escogida por Dios para venir a nuestro mundo. En ella la tierra y el cielo se han unido en Jesucristo. 

(https://mercaba.org/FIESTAS/10-12_virgen_del_pilar.htm)


11.10.2020 evangelio según san Mateo 22, 1-14

En aquel tiempo, volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo:
«El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo; mandó a sus criados para que llamaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar otros criados encargándoles que dijeran a los convidados:
“Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda”.
Pero ellos no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás agarraron a los criados y los maltrataron y los mataron.
El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad.
Luego dijo a sus criados:
“La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, llamadlos a la boda”.
Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo:
“Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?”. El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los servidores:
“Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”.
Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos».

Invitación – J.A. Pagola

Jesús conocía muy bien cómo disfrutaban los campesinos de Galilea en las bodas que se celebraban en las aldeas. Sin duda, él mismo tomó parte en más de una. ¿Qué experiencia podía haber más gozosa para aquellas gentes que ser invitados a una boda y poder sentarse con los vecinos a compartir juntos un banquete de bodas?

Este recuerdo vivido desde niño le ayudó en algún momento a comunicar su experiencia de Dios de una manera nueva y sorprendente. Según Jesús, Dios está preparando un banquete final para todos sus hijos pues a todos los quiere ver sentados, junto a él, disfrutando para siempre de una vida plenamente dichosa.

Podemos decir que Jesús entendió su vida entera como una gran invitación a una fiesta final en nombre de Dios. Por eso, Jesús no impone nada a la fuerza, no presiona a nadie. Anuncia la Buena Noticia de Dios, despierta la confianza en el Padre, enciende en los corazones la esperanza. A todos les ha de llegar su invitación.

¿Qué ha sido de esta invitación de Dios? ¿Quién la anuncia? ¿Quién la escucha? ¿Dónde se habla en la Iglesia de esta fiesta final? Satisfechos con nuestro bienestar, sordos a lo que no sea nuestros intereses inmediatos, nos parece que ya no necesitamos de Dios ¿Nos acostumbraremos poco a poco a vivir sin necesidad de alimentar una esperanza última?

Jesús era realista. Sabía que la invitación de Dios puede ser rechazada. En la parábola de “los invitados a la boda” se habla de diversas reacciones de los invitados. Unos rechazan la invitación de manera consciente y rotunda: “no quisieron ir. Otros responden con absoluta indiferencia: “no hicieron caso”. Les importan más sus tierras y negocios.

Pero, según la parábola, Dios no se desalienta. Por encima de todo, habrá una fiesta final. El deseo de Dios es que la sala del banquete se llene de invitados. Por eso, hay que ir a “los cruces de los caminos”, por donde caminan tantas gentes errantes, que viven sin esperanza y sin futuro. La Iglesia ha de seguir anunciando con fe y alegría la invitación de Dios proclamada en el Evangelio de Jesús.

El papa Francisco está preocupado por una predicación que se obsesiona “por la transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de insistencia”. El mayor peligro está según él en que ya “no será propiamente el Evangelio lo que se anuncie, sino algunos acentos doctrinales o morales que proceden de determinadas opciones ideológicas. El mensaje correrá el riesgo de perder su frescura y dejará de tener olor a Evangelio”.


27 semana del tiempo ordinario

10.10.2020, sábado

EVANGELIO según san Lucas 11, 27-28

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío, levantando la voz, le dijo:
«Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron».
Pero él dijo:
«Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».

Reflexión del Evangelio del 10.10.2020

Podemos aprender de María la gran lección que nos indica Jesús: que sepamos escuchar la Palabra y la cumplamos. Es lo que alaba hoy en sus discípulos, lo que había dicho que era el distintivo de sus seguidores (Lc 8,21).  

El mismo Lucas presenta a la madre de Jesús como "feliz porque ha creído", según la alabanza de su Isabel, y la que "conservaba estas cosas en su corazón": la que escucha y asimila y cumple la Palabra de Dios.

La verdadera sabiduría -y por tanto, la verdadera bienaventuranza- la tendremos si, como María, la primera discípula de Jesús, sabemos escuchar a Dios con fe y obediencia. 

Podremos decir que somos buenos seguidores de Jesús -y devotos de la Virgen- si mejoramos en nuestra actitud interna y externa de escucha y de cumplimiento de esa Palabra. Entonces es cuando se podrá decir que construimos nuestra casa sobre roca firme, y no sobre arena movediza.


9.10.2020 viernes

evangelio según san Lucas 11, 15-26

En aquel tiempo, habiendo expulsado Jesús a un demonio, algunos de entre la multitud dijeron:
«Por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios, echa los demonios».
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Él, conociendo sus pensamientos, les dijo:
«Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y cae casa sobre casa. Si, pues, también Satanás se ha dividido contra sí mismo, ¿cómo se mantendrá su reino? Pues vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú. Pero, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros, pero, cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín.
El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama.
Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por lugares áridos, buscando un sitio para descansar, y, al no encontrarlo, dice:
“Volveré a mi casa de donde salí”.
Al volver se la encuentra barrida y arreglada.
Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él, y se mete a vivir allí.
Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio».

Reflexión del Evangelio de 9.10.2020

Todos estamos implicados en la lucha entre el bien y el mal. El mal -el Malo- sigue existiendo y nos obliga a no permanecer neutrales, sino a posicionarnos en su contra, junto a Cristo.

Al leer cómo Jesús libera a los posesos y cura a los enfermos, estamos convencidos de que "el Reino de Dios ya ha llegado a nosotros", que su fuerza salvadora ya está actuando.

A nosotros no se nos ocurrirán las excusas ridículas de los que no querían aceptar a Jesús.

Pero sí podemos caer en una actitud de pereza o de miedo, o bien no ser conscientes de que en efecto existe el mal, dentro de nosotros y en el mundo y en la Iglesia.

Jesús es "el más fuerte" que ha vencido al poder del mal, en su Pascua, y ahora nos invita a que nos unamos a él en esa lucha: "el que no está conmigo, está contra mí". No podemos ser meros espectadores en la gran batalla.

También haremos bien en escuchar su advertencia: no estamos seguros de haber vencido al mal y al pecado. Puede venir ese espíritu maligno "con otros siete espíritus peores" y "meterse a vivir" en nosotros. Lo que sería una ruina peor. La llamada a la vigilancia es evidente. Cada uno sabe qué demonios le pueden tentar desde dentro y desde fuera. Haremos bien en decir humildemente, con el Padrenuestro, "no nos dejes caer en la tentación".

Cuando comulgamos, se nos invita a participar de Cristo Jesús, que es "el que quita el pecado del mundo". La Eucaristía es la mejor fuerza que Dios nos da en la lucha contra el mal.



8.10.2020, jueves, evangelio según san Lucas 11, 5-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice:
“Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le responde:
“No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?».

Reflexión del Evangelio 8.10.2020

Jesús nos invita a perseverar en nuestra oración, a dirigir confiadamente nuestras súplicas al Padre. Y nos asegura que nuestra oración será siempre eficaz, será siempre escuchada: "si vosotros sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial...?".

La eficacia consiste en que Dios siempre escucha. Que no se hace el sordo ante nuestra oración. Porque todo lo bueno que podamos pedir ya lo está pensando antes él, que quiere nuestro bien más que nosotros mismos. Es como cuando salimos a tomar el aire o nos ponemos al sol o nos damos un baño en el mar: nosotros nos ponemos en marcha con esa intención, pero el aire y el sol y el agua ya estaban allí. Cuando le pedimos a Dios que nos ayude -manifestando así nuestra debilidad y nuestra confianza de hijos-, nos ponemos en sintonía con sus deseos, que son previos a los nuestros.

Lucas tiene una variante expresiva: Dios nos concederá su Espíritu Santo. Nos concederá el bien pleno que él nos prepara, no necesariamente el que nosotros pedimos, que suele ser muy parcial. Es como cuando Jesús pidió que "pasara de él este cáliz", o sea, ser liberado de la muerte. En efecto, dice la Carta a los Hebreos (Hb 5,7) que "fue escuchado", pero fue liberado de la muerte a través de ella, después de experimentarla, no antes. Y así se convirtió en causa de salvación para toda la humanidad. No sabemos cómo cumplirá Dios nuestras peticiones. Lo que sí sabemos -nos lo asegura Jesús- es que nos escucha como un Padre a sus hijos.

Podríamos leer hoy unas páginas del Catecismo que nos pueden ayudar a entender en qué consiste la eficacia de nuestra oración. Son las que dedica al "combate de la oración", describiendo las objeciones a la oración en el mundo de hoy, por ejemplo las "quejas por la oración no.escuchada", a la vez que invita a orar con confianza y perseverancia (números 2725-2745).




7.10.2020 Ntra sra del Rosario, evangelio san Lucas 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo:
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Y María dijo al ángel:
«¿Cómo será eso, pues no conozco varón?».
El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, "porque para Dios nada hay imposible"».
María contestó:
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Y el ángel se retiró.

Reflexión Fiesta de Ntra sra del Rosario

La oración del Rosario parece una de las oraciones más fáciles propuestas por la Iglesia. De hecho, al comienzo de su historia era rezada sobretodo por los hermanos (hermanos legos, conversos, iletrados) que no tenían la posibilidad de participar en la oración litúrgica del coro. En realidad el rosario es una oración contemplativa. Nos hace pasar a través de todos los misterios de nuestra redención. Así comenzando con la oración que nos enseñó Jesús y que nos autoriza a invocar a su Padre como nuestro Padre, repetimos el Ave María -el saludo del Ángel a María -  y, mientras los hacemos somos invitados a contemplar los misterios que enunciamos mientras recitamos las 10 Avemarías.

En los misterios gozosos entramos en la casa de la mujer de Nazareth para escuchar el mensaje salvífico del ángel Gabriel, divino mensajero, vamos a Ain Karim con Santa Isabel y con ella proclamamos la maternidad divina de María. En Belén nos quedamos maravillados y honramos con los pastores a nuestro Redentor. Después la vemos en el templo donde presenta ante Dios a su propio Hijo y lo reencuentra entre los doctores llenos de admiración por su inteligencia.

En los misterios dolorosos contemplamos la pasión de Jesús y de María que lo acompañaba, según la tradición desde Getsemaní hasta el Calvario. En los misterios de la luz contemplamos el inicio de la vida pública y momentos que anticipan la cumbre de la revelación como Caná con María, el Tabor y la institución Eucaristía. En los misterios gloriosos reflexionamos en el triunfo de Jesús, en el que tiene parte su Madre Corredentora.

El Rosario junto a la liturgia de las horas, está inscrito en la vida espiritual.  Sin duda la vida del creyente pasa por momentos gozosos y dolorosos para llegar a los gloriosos que tendrán su cumplimiento en la vida futura a la cual se dirigen las palabras: ¡Venga tu Reino!

La contemplación de los misterios del Rosario puede llegar a ser un examen de conciencia de la devoción a María. Ésta consiste en imitar sus virtudes, como dijo  Pablo VI en la encíclica Marialis Cultus. Nos llama a verificar la fe, la aceptación de la palabra de Dios y la obediencia; la humildad, la caridad solícita y la pobreza; la sabiduría reflexiva; la piedad hacia Dios; la fortaleza en el dolor; el permanecer con Jesús en todos los momentos de la vida.

Muy expresiva en la explicación del rol del Rosario son las palabras del Santo Padre Juan Pablo II: El Rosario es mi oración predilecta. ¡Oración maravillosa! Maravillosa en su simplicidad y en su profundidad. A estas palabras (del Rosario) se asocia toda la Iglesia. El Rosario es un comentario-oración de la admirable presencia de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia. Nuestro corazón puede encerrar en estas decenas del Rosario todos los hechos que componen la vida del individuo, de la familia, de la nación, de la Iglesia y de la Humanidad. Así la simple oración del Rosario lleva el ritmo de la vida humana. (Juan Pablo II, Angelus, 29.10.1978). 



6.10.2020, martes, evangelio según san Lucas 10, 38-42

En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo:
«Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano».
Respondiendo, le dijo el Señor:
«Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».

Reflexión del Evangelio 6.10.2020

No pueden ser opuestas las dos actitudes: la de la caridad detallista y la de la oración y la escucha. Sino complementarias. Hemos de ser hospitalarios (activos) y sentarnos a escuchar al Señor (contemplativos). Con tiempo para los demás, pero también para nosotros mismos y para Dios. Conjugar oración y acción-entrega concreta.

Cada cristiano -no sólo los monjes/as- debe saber conjugar las dos dimensiones: la oración y el trabajo servicial. ¿Cuál es el aspecto que yo descuido? ¿me refugio tal vez en la meditación y luego no doy golpe? ¿o me dedico a un activismo ansioso y descuido los momentos de oración? ¿soy sólo Marta, o sólo María? ¿no debería unir las dos cosas?

El mismo Jesús, cuyo horario de trabajo difícilmente igualaremos, buscaba momentos de oración personal -además de la comunitaria, en el templo o en la sinagoga- para orar a su Padre, dejando por unas horas su dedicación explícita a los enfermos o a los discípulos.

Nuestro trabajo no puede ser bueno si no tiene raíces, si no estamos en contacto con Dios, si no se basa en la escucha de su Palabra. Jesús no desautoriza el amor de Marta, pero sí le da una lección de que no tiene que vivir en excesivo ajetreo: debe encontrar tiempo para la escucha de la fe y la oración.


5.10.2020, TEMPORAS ACCION GRACIAS

Evangelio según san Mateo 7, 7-11

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.
Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!».

Reflexión del Evangelio del 5.10.2020

Jesús nos asegura que nuestra oración nunca deja de ser escuchada por Dios.

Esto nos hace pensar que, aunque a veces no se nos conceda exactamente lo que pedimos tal como nosotros lo pedimos, nuestra oración debe tener otra clase de eficacia. Como decía san Agustín, «si tu oración no es escuchada, es porque no pides como debes o porque pides lo que no debes». Un padre no concede siempre a su hijo todo lo que pide, porque, a veces, ve que no le conviene. Pero sí le escucha siempre y le da «cosas buenas».

Así también Dios para con nosotros. En verdad, nuestra oración no es la primera palabra: es ya respuesta a la oferta de Dios, que se adelanta a desear nuestro bien más que nosotros mismos. Cuando nosotros pedimos algo a Dios, estamos diciéndole algo que ya sabía, estamos pronunciando lo que él aprecia más que nosotros con su corazón de Padre. Nuestra oración es, en ese mismo momento, «eficaz», porque nos hemos puesto en sintonía con Dios y nos identificamos con su voluntad, con su deseo de salvación para todos. De alguna manera, además, nos comprometemos a trabajar en lo mismo que pedimos.

Tenemos un ejemplo en Jesús. Él pidió ser librado de la muerte. Dice la carta a los Hebreos que «fue escuchado». Esto puede parecer sorprendente, porque murió. Sí, pero fue liberado de la muerte... después de haberla experimentado, y así entró en la nueva existencia de Señor Glorioso. A veces es misteriosa la manera como Dios escucha nuestra oración.

Podemos estar seguros, con el salmo, y decir confiadamente: «cuando te invoqué, me escuchaste, Señor»




domingo 4.10.2020, Hoy es san Francisco de Así. 

evangelio según san Mateo 21, 33-43

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«Escuchad otra parábola: “Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos. Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon.
Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: ‘Tendrán respeto a mi hijo’.
Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: ‘Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia’.
Y agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?».
Le contestan:
«Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo».
Y Jesús les dice:
«No habéis leído nunca en la Escritura:
“La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente”
Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».

Crisis Religiosa – J.A. Pagola

La parábola de los “viñadores homicidas” es un relato en el que Jesús va descubriendo con acentos alegóricos la historia de Dios con su pueblo elegido. Es una historia triste. Dios lo había cuidado desde el comienzo con todo cariño. Era su “viña preferida”. Esperaba hacer de ellos un pueblo ejemplar por su justicia y su fidelidad. Serían una “gran luz” para todos los pueblos.

Sin embargo, aquel pueblo fue rechazando y matando uno tras otro a los profetas que Dios les iba enviando para recoger los frutos de una vida más justa. Por último, en un gesto increíble de amor, les envío a su propio Hijo. Pero los dirigentes de aquel pueblo terminaron con él. ¿Qué puede hacer Dios con un pueblo que defrauda de manera tan ciega y obstinada sus expectativas?

Los dirigentes religiosos que están escuchando atentamente el relato responden espontáneamente en los mismos términos de la parábola: el señor de la viña no puede hacer otra cosa que dar muerte a aquellos labradores y poner su viña en manos de otros. Jesús saca rápidamente una conclusión que no esperan: “Por eso yo os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca frutos”.

Comentaristas y predicadores han interpretado con frecuencia la parábola de Jesús como la reafirmación de la Iglesia cristiana como “el nuevo Israel” después del pueblo judío que, después de la destrucción de Jerusalén el año setenta, se ha dispersado por todo el mundo.

Sin embargo, la parábola está hablando también de nosotros. Una lectura honesta del texto nos obliga a hacernos graves preguntas: ¿Estamos produciendo en nuestros tiempos “los frutos” que Dios espera de su pueblo: justicia para los excluidos, solidaridad, compasión hacia el que sufre, perdón…?

Dios no tiene por qué bendecir un cristianismo estéril del que no recibe los frutos que espera. No tiene por qué identificarse con nuestra mediocridad, nuestras incoherencias, desviaciones y poca fidelidad. Si no respondemos a sus expectativas, Dios seguirá abriendo caminos nuevos a su proyecto de salvación con otras gentes que produzcan frutos de justicia.

Nosotros hablamos de “crisis religiosa”, “descristianización”, “abandono de la práctica religiosa”… ¿No estará Dios preparando el camino que haga posible el nacimiento de una Iglesia más fiel al proyecto del reino de Dios? ¿No es necesaria esta crisis para que nazca una Iglesia menos poderosa pero más evangélica, menos numerosa pero más entregada a hacer un mundo más humano? ¿No vendrán nuevas generaciones más fieles a Dios que nosotros?


26 semana del tiempo ordinario

3.09.2020, sábado, evangelio según san Lucas 10,17,24

En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron con alegría diciendo:
«Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre».
Jesús les dijo:
«Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo, y nada os hará daño alguno.
Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».
En aquella hora, se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:
«Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron».

Reflexión del Evangelio

Jesús les escucha, les anima y se deja contagiar de su optimismo: "lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó: te doy gracias, Padre...". Y alaba a Dios porque revela estas cosas a los sencillos de corazón y no a los que se creen sabios.

Habla también de su íntima unión con el Padre, que es la raíz de su misión y de su alegría, y entona la bienaventuranza de sus seguidores: "dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis".

b) También hay momentos de satisfacción y éxitos en nuestra vida de testimonio cristiano.

Como aquellos discípulos, sería bueno que tuviéramos alguien con quien poder compartir nuestros interrogantes y dificultades, y también nuestras alegrías. Que sepamos "rezar" nuestra experiencia, tanto si es buena como mala. Que la convirtamos en alabanza y en súplica ante Dios. Que sepamos dar gracias a Dios porque sigue moviendo los corazones de muchos, e iluminando a los de corazón sencillo, y triunfando de los poderes del mal y abriendo las puertas de su Reino a muchas personas.

También personalmente podemos sentirnos satisfechos: lo que han visto nuestros ojos -la riqueza de la fe, de la verdad, de la salvación que Dios nos ha concedido en Cristo Jesús- es una suerte que no todos tienen. Podremos estar contentos, como les dijo Jesús a los suyos, de que "nuestros nombres están inscritos en el cielo". Es legítima y profunda la alegría que sentimos por la fe que Dios nos ha concedido y por haber sido llamados a colaborar en el bien de los demás.



2.10.2020    Santos ángeles custodios evangelio según san Mateo 18, 1-5. 10

En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
-«¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?»
Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo:
-«Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mi. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial. »

Reflexión del Evangelio del 2.10.2020


Los ángeles custodios nos revelan la presencia transcendente de Dios en cada persona, especialmente en los más pobres. El mayor en el Reino de Dios es el niño y el que se hace como niño, porque representa en forma paradigmática el despojo de todo poder. El despojo de la soberbia y de la prepotencia del poder, es la condición para entrar en el Reino. Uno entra en él cuando descubre el poder de Dios: el poder de su Amor, el poder de su Palabra y el poder de su Espíritu. Reino de Dios es Poder de Dios. Los primeros cristianos realizaban signos y prodigios, porque estaban llenos de ese poder. Esta presencia de Dios en los más pobres, que son los más grandes en el Reino, es lo que da a los pobres esa trascendencia: sus ángeles en los cielos ven continuamente el rostro de Dios.

Cada persona, cada familia, cada comunidad, cada pueblo, tiene su propio ángel custodio. El libro del Exodo nos muestra al Pueblo de Dios conducido directamente por el ángel de Dios. El Pueblo debe portarse bien en su presencia, escuchar su voz y no ser rebelde. En el ángel está el Nombre de Dios. El Nombre es lo que Dios es. El ángel es esa presencia de Dios en el Pueblo de Dios.

Nosotros también debemos descubrir nuestro propio ángel custodio, sentir su presencia y escuchar su voz. Hay alguien en nosotros que ve continuamente el rostro de Dios. Debemos vivir conforme a esta presencia trascendente en nosotros y reflejarla continuamente en nuestro rostro.

25 semana del tiempo ordinario

27.09.2020 evangelio según san Mateo 21, 28-32

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él le contestó: “No quiero». Pero después se arrepintió y fue.
Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue.
¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?».
Contestaron:
«El primero».
Jesús les dijo:
«En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis».

Por delante de nosotros – J.A. Pagola

Un día, Jesús pronunció estas duras palabras contra los dirigentes religiosos de su pueblo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas entrarán antes que vosotros en el reino de Dios». Hace unos años pude comprobar que la afirmación de Jesús no es una exageración.

Un grupo de prostitutas de diferentes países, acompañadas por algunas Hermanas Oblatas, reflexionaron sobre Jesús con la ayuda de mi libro Jesús. Aproximación histórica. Todavía me conmueve la fuerza y el atractivo que tiene Jesús para estas mujeres de alma sencilla y corazón bueno. Rescato algunos de sus testimonios.

«Me sentía sucia, vacía y poca cosa, todo el mundo me usaba. Ahora me siento con ganas de seguir viviendo, porque Dios sabe mucho de mi sufrimiento […] Dios está dentro de mí. Dios está dentro de mí. Dios está dentro de mí. ¡Este Jesús me entiende…!».

«Ahora, cuando llego a casa después del trabajo, me lavo con agua muy caliente para arrancar de mi piel la suciedad y después le rezo a este Jesús porque él sí me entiende y sabe mucho de mi sufrimiento […] Jesús, quiero cambiar de vida, guíame, porque tú solo conoces mi futuro».

«Yo pido a Jesús todo el día que me aparte de este modo de vida. Siempre que me ocurre algo yo le llamo y él me ayuda. Él está cerca de mí, es maravilloso […] Él me lleva en sus manos, él carga conmigo, siento su presencia».

«En la madrugada es cuando más hablo con él. Él me escucha mejor, porque en este horario la gente duerme. Él está aquí, no duerme. Él siempre está aquí. A puerta cerrada me arrodillo y le pido que merezca su ayuda, que me perdone, que yo lucharé por él».

«Un día, yo estaba sentada en la plaza y dije: “Oh, Dios mío, ¿será que yo solo sirvo para esto? ¿Solo para la prostitución?” […] Entonces es el momento en que más sentí a Dios cargando conmigo, ¿entendiste?, transformándome. Fue en aquel momento. Tanto que yo no me olvido. ¿Entendiste?».

«Yo ahora hablo con Jesús y le digo: aquí estoy, acompáñame. Tú viste lo que le sucedió a mi compañera [se refiere a una compañera asesinada en un hotel]. Te ruego por ella y pido que nada malo les suceda a mis compañeras. Yo no hablo, pero pido por ellas, pues ellas son personas como yo».

«Estoy furiosa, triste, dolida, rechazada, nadie me quiere, no sé a quién culpar, o sería mejor odiar a la gente y a mí, o al mundo. Fíjate, desde que era niña yo creí en ti y has permitido que esto me pasara. Te doy otra oportunidad para protegerme ahora. Bien, yo te perdono, pero, por favor, no me dejes de nuevo».

¿Qué misterio se encierra en Jesús para tener ese poder en el corazón de las personas? Cómo cambiaría la vida de muchos si le conocieran mejor.

26.09.2020, evangelio según san Lucas 9, 43b-45

En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos:
«Meteos bien en los oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres».
Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro, que no captaban el sentido.
Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.

Reflexión del Evangelio del 26.09.2020

Los discípulos "no entendían este lenguaje: les resultaba tan oscuro que no captaban el sentido". Y, además, "les daba miedo preguntarle sobre el asunto".

En otras ocasiones, los evangelistas nos describen los motivos de esta dificultad: los seguidores de Jesús tenían en su cabeza un mesianismo político, con ventajas materiales para ellos mismos, y discutían sobre quién iba a ocupar los puestos de honor a la derecha y la izquierda de Jesús. La cruz no entraba en sus planes.

Sí, Jesús despierta admiración, por sus gestos milagrosos y por la profundidad de sus palabras. También a nosotros nos gusta fácilmente ese Jesús.

Pero el Jesús servidor, el Jesús que se ciñe la toalla y lava los pies a los discípulos, el Jesús entregado a la muerte para salvar a la humanidad, eso no lo entendemos tan espontáneamente. Quisiéramos sólo el consuelo y el premio, no el sacrificio y la renuncia. Preferiríamos que no hubiera dicho aquello de que "el que me quiera seguir, tome su cruz cada día".

Pero ser seguidores de Jesús pide radicalidad, no creer en un Jesús que nos hemos hecho nosotros a nuestra medida. Ser colaboradores suyos en la salvación de este mundo también exige su mismo camino, que pasa a través de la cruz y la entrega. Como tuvieron ocasión de experimentar aquellos mismos apóstoles que ahora no le entienden, pero que luego, después de la Pascua y de Pentecostés, estarán dispuestos a sufrir lo que sea, hasta la muerte, para dar testimonio de Jesús.





25.09.2020, viernes, evangelio según san Lucas 9, 18-22

Una vez que Jesús estaba orando solo, lo acompañaban sus discípulos y les preguntó:
«¿Quién dice la gente que soy yo?».
Ellos contestaron:
«Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros dicen que ha resucitado uno de los antiguos profetas».
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Pedro respondió:
«El Mesías de Dios».
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie, porque decía:
«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».

Reflexión del Evangelio del 25.09.2020


La pregunta se nos repite periódicamente a nosotros, y no es superflua: ¿quién es Jesús para nosotros? Claro que "sabemos" ya quién es Jesús. No sólo creemos en él como el Hijo de Dios y Salvador de la humanidad, sino que le queremos seguir con fidelidad en la vida de cada día.

Pero tenemos que refrescar con frecuencia esta convicción, pensando si de veras nuestra vida está orientada hacia él, si le aceptamos, no sólo en lo que tiene de maestro y médico milagroso, sino también como el Mesías que va a la cruz, que es lo que él añade a la confesión de Pedro. Esto último es lo que más les costaba a los apóstoles aceptar en su seguimiento de Jesús, porque el mesianismo que ellos tenían en la cabeza era más bien triunfalista y sociopolítico.

¿Quién es Jesús para mi ahora, en esta etapa concreta de la vida que estoy viviendo?

Porque puede haber una evolución -muchas veces saludable- en mi comprensión de la figura de Jesús. A no ser que me haya hecho una imagen a mi medida, con selección de aspectos del evangelio, en vez del Jesús auténtico, con la cruz incluida. Por ejemplo, el Jesús con quien comulgamos en cada Eucaristía es el "Cuerpo entregado por...": y debemos ir asimilando a lo largo de la jornada esa misma actitud de entrega nuestra por los demás.

La pregunta puede completarse en dirección a nuestro apostolado con los demás: en la catequesis, en la predicación, en la reflexión teológica, ¿a qué Jesús anuncio yo? ¿al Jesús del evangelio, o al que nos "gusta" porque lo presentamos más cómodo y según la tendencia ideológica de turno? La Buena Noticia no nos la inventamos. Nos viene de Cristo, consoladora y exigente al mismo tiempo.



24.09.2020, Nuestra Señora de la Merced.  ¡Felicidades Mercedes!!

Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 7-9

En aquel tiempo, el tetrarca Herodes se enteró de lo que pasaba sobre Jesús y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, en cambio, que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía:
«A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?».
Y tenía ganas de verlo.

Reflexión del Evangelio 

Ante Jesús siempre ha habido reacciones diversas, más o menos superficiales.

Entonces unos creían que era Elías, que ya se había anunciado que volvería (Jesús afirmó claramente que este anuncio de Malaquías 3,23 se había cumplido con la venida del Bautista, su Precursor). Otros, que había resucitado Juan o alguno de los antiguos profetas. Por parte de Herodes, el interés se debe a su deseo por presenciar algo espectacular. Otros reaccionaron totalmente en contra, con decidida voluntad de eliminarlo.

En el mundo de hoy, por parte de algunos, también hay curiosidad y poco más. Si lo vieran por la calle, le pedirían un autógrafo, pero no se interesarían por su mensaje. Otros buscan lo maravilloso y milagrero, cosa que no gustaba nada a Jesús: "esta generación malvada pide señales". Para otros, Jesús ni existe. Otros le consideran un "superstar", o un gran hombre, o un admirable maestro. Otros se oponen radicalmente a su mensaje, como pasó entonces y ha seguido sucediendo durante dos mil años. Abunda la literatura sobre Jesús, que siempre ha sido una figura apasionante. Una literatura que en muchos casos es morbosa y comercial.

Sólo los que se acercan a él con fe y sencillez de corazón logran entender poco a poco su identidad como enviado de Dios y su misión salvadora. Nosotros somos de éstos. Pero ¿ayudamos también a otros a enterarse de toda la riqueza de Jesús? Son muchas las personas, jóvenes y mayores, que también en nuestra generación "desean ver a Jesús", aunque a veces no se den cuenta a quién están buscando en verdad. Nosotros deberíamos dar testimonio, con nuestra vida y nuestra palabra oportuna, de que Jesús es la respuesta plena de Dios a todas nuestras búsquedas.


23.09.2020, miercoles, evangelio según san Lucas 9, 1-6

En aquel tiempo, habiendo convocado Jesús a los Doce, les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades.
Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles:
"No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco tengáis dos túnicas cada uno.
Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio.
Y si alguno no os recibe, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de los pies, como testimonio contra ellos".
Se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes.

Reflexión del Evangelio del 23.09.2020

Ésta es la doble misión que Jesús encomendó a la Iglesia: por una parte, anunciar el evangelio y, por otra, curar a los enfermos y liberarlos de sus males también físicos y psíquicos.

Exactamente lo que hacía Jesús: que iluminaba con su palabra a sus oyentes, y a la vez les multiplicaba el pan o les curaba de sus parálisis o les libraba de los demonios o incluso les resucitaba de la muerte. El binomio "predicar-curar" se repite continuamente en el evangelio y ahora en la vida de la Iglesia. Se puede decir que durante dos mil años se está cumpliendo la última afirmación del evangelio de hoy: "ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes". ¡Cuánto bien corporal y social ha hecho la comunidad cristiana, además del espiritual, sacramental y evangelizador!

También deberíamos revisar como comunidad y cada uno personalmente el desprendimiento que Jesús exige de los suyos. Los misioneros -la Iglesia- deben ser libres interiormente, sin demasiado bagaje. No deben buscarse a sí mismos, sino dar ejemplo de desapego económico, no fiarse tanto de las provisiones o de los medios técnicos, sino de la fuerza intrínseca de la Palabra que proclaman y del "poder y autoridad" que Jesús les sigue comunicando para liberar a este mundo de todos sus males y anunciarle la noticia de la salvación de Dios.

No trabajamos a nuestro estilo, sino según las consignas de Jesús. Porque no somos nosotros los que salvamos al mundo: sólo somos conductores -es de esperar que buenos conductores- de la fuerza salvadora del Resucitado y de su Espíritu.

22.09.2020, MARTES,  evangelio según san Lucas 8, 19-21

En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él.
Entonces lo avisaron:
"Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte".
Él respondió diciéndoles:
"Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen".

Reflexión del Evangelio de 22.09.2020

Jesús aprovecha la ocasión para decir cuál es su nuevo concepto de familia o de comunidad: "mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra". No niega el concepto de familia, pero sí lo amplía, dando prioridad a los lazos de fe por encima de la sangre. Continúa, por tanto, el eco de la parábola que leíamos el sábado: la de la semilla que es la Palabra de Dios. Da fruto cuando se acoge bien y se pone en práctica.

La nueva comunidad de Jesús no va a tener como criterio básico la pertenencia a la misma raza o familia de sangre, sino la fe.

Ciertamente en el pasaje de Lucas no podrá entenderse esto como una desautorización de su madre, porque el mismo evangelista la ha puesto ya antes como modelo de creyente: "hágase en mí según tu palabra". Al contrario: es una alabanza a su madre, en la que Jesús destaca, no tanto su maternidad biológica, sino su cercanía de fe. Su prima Isabel la retrató bien: "dichosa tú, porque has creído".

Nosotros pertenecemos a la familia de Jesús según este nueva clave: escuchamos la Palabra y hacemos lo posible por ponerla en práctica. Muchos, además, que hemos hecho profesión religiosa o hemos sido ordenados como ministros, hemos renunciado de alguna manera a nuestra familia o a formar una propia, para estar más disponibles en favor de esa otra gran comunidad de fe que se congrega en torno a Cristo. Pero todos, sacerdotes, religiosos o casados, debemos servir a esa "super-familia" de los creyentes en Jesús, trabajando también para que sea cada vez más amplio el número de los que le conocen y le siguen.


21.09.2020, LUNES,  FIESTA DE SAN MATEO,

evangelio según san Mateo 9, 9-13

En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
"Sígueme".
Él se levantó y lo siguió.
Y estando en la casa, sentado a la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:
"¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?".
Jesús lo oyó y dijo:
"No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “Misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a justos sino a pecadores".

Reflexión del Evangelio 2.09.2020


Mateo significa: "regalo de Dios".

Se llamaba también Leví, y era hijo de Alfeo.

Su oficio era el de recaudador de impuestos, un cargo muy odiado por los judíos, porque esos impuestos se recolectaban para una nación extranjera. Los publicanos o recaudadores de impuestos se enriquecían fácilmente. Y quizás a Mateo le atraía la idea de hacerse rico prontamente, pero una vez que se encontró con Jesucristo ya dejó para siempre su ambición de dinero y se dedicó por completo a colaborar en la construcción del Reino de Dios.

Como ejercía su oficio en Cafarnaum, y en esa ciudad pasaba Jesús muchos días, seguramente Mateo lo había escuchado varias veces y le había impresionado el modo de ser y de hablar de este Maestro formidable. Y un día, estando él en su oficina de cobros, quizás pensando acerca de lo que debería hacer en el futuro, vio aparecer frente a él nada menos que al Maestro Jesús, el cual le hizo una propuesta totalmente inesperada: "Ven y sígueme".

Mateo aceptó sin más la invitación de Jesús y renunciando a su empleo tan productivo, se fue con El, no ya a ganar dinero, sino personas. No ya a conseguir altos empleos en la tierra. San Jerónimo dice que la llamada de Jesús a Mateo es una lección para que todos los pecadores del mundo sepan que, sea cual fuere la vida que han llevado hasta el momento, en cualquier día y en cualquier hora pueden dedicarse a servir a Cristo, y El los acepta con gusto.



20.09.2020 evangelio según san Mateo 20, 1-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
«El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.
Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo y les dijo:
“Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido».
Ellos fueron.
Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.
Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo:
“Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”.
Le respondieron:
“Nadie nos ha contratado”.
Él les dijo:
“Id también vosotros a mi viña».
Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz:
“Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros”.
Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Al recibirlo se pusieron a protestar contra el amo:
“Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno”.
Él replicó a uno de ellos:
“Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”.
Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».

No desvirtuar la bondad de Dios – J.A. Pagola

A lo largo de su trayectoria profética, Jesús insistió una y otra vez en comunicar su experiencia de Dios como “un misterio de bondad insondable” que rompe todos nuestros cálculos. Su mensaje es tan revolucionario que, después de veinte siglos, hay todavía cristianos que no se atreven a tomarlo en serio.

Para contagiar a todos su experiencia de ese Dios Bueno, Jesús compara su actuación a la conducta sorprendente del señor de una viña. Hasta cinco veces sale él mismo en persona a contratar jornaleros para su viña. No parece preocuparle mucho su rendimiento en el trabajo. Lo que quiere es que ningún jornalero se quede un día más sin trabajo.

Por eso mismo, al final de la jornada, no les paga ajustándose al trabajo realizado por cada grupo. Aunque su trabajo ha sido muy desigual, a todos les da “un denario”: sencillamente, lo que necesitaba cada día una familia campesina de Galilea para poder vivir.

Cuando el portavoz del primer grupo protesta porque ha tratado a los últimos igual que a ellos, que han trabajado más que nadie, el señor de la viña le responde con estas palabras admirables: “¿Vas a tener envidia porque yo soy bueno?”. ¿Me vas a impedir con tus cálculos mezquinos ser bueno con quienes necesitan su pan para cenar?

¿Qué está sugiriendo Jesús? ¿Es que Dios no actúa con los criterios de justicia e igualdad que nosotros manejamos? ¿Será verdad que Dios, más que estar midiendo los méritos de las personas como lo haríamos nosotros, busca siempre responder desde su Bondad insondable a nuestra necesidad radical de salvación?

Confieso que siento una pena inmensa cuando me encuentro con personas buenas que se imaginan a Dios dedicado a anotar cuidadosamente los pecados y los méritos de los humanos, para retribuir un día exactamente a cada uno según su merecido. ¿Es posible imaginar un ser más inhumano que alguien entregado a esto desde toda la eternidad?

Creer en un Dios, Amigo incondicional, puede ser la experiencia más liberadora que se pueda imaginar, la fuerza más vigorosa para vivir y para morir. Por el contrario, vivir ante un Dios justiciero y amenazador puede convertirse en la neurosis más peligrosa y destructora de la persona.

Hemos de aprender a no confundir a Dios con nuestros esquemas estrechos y mezquinos. No hemos de desvirtuar su Bondad insondable mezclando los rasgos auténticos que provienen de Jesús con trazos de un Dios justiciero tomados del Antiguo Testamento. Ante el Dios Bueno revelado en Jesús, lo único que cabe es la confianza.

24 semana del tiempo ordinario

19.09.2020, sábado evangelio según san Lucas 8, 4-15

En aquel tiempo, habiéndose reunido una gran muchedumbre y gente que salía de toda la ciudad, dijo Jesús en parábola:
«Salió el
sembrador a sembrar su semilla.
Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros del cielo se lo comieron.
Otra parte cayó en terreno pedregoso, y, después de brotar, se secó por falta de humedad.
Otra parte cayó entre abrojos, y los abrojos, creciendo al mismo tiempo, la ahogaron.
Y otra parte cayó en tierra buena, y, después de brotar, dio fruto al ciento por uno».
Dicho esto, exclamó:
«El que tenga oídos para oír, que oiga».
Entonces le preguntaron los discípulos qué significaba esa parábola.
Él dijo:
«A vosotros se os ha otorgado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los demás, en parábolas, “para que viendo no vean y oyendo no entiendan”.
El sentido de la parábola es este: la semilla es la palabra de Dios.
Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven.
Los del terreno pedregoso son los que, al oír, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan.
Lo que cayó entre abrojos son los que han oído, pero, dejándose llevar por los afanes, riquezas y placeres de la vida, se quedan sofocados y no llegan a dar fruto maduro.
Lo de la tierra buena son los que escuchan la palabra con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia».

Reflexión del Evangelio 19.09.2020


Jesús es consciente de que sus parábolas pueden ser entendidas o no, según el ánimo de sus oyentes. Estas parábolas tienen siempre la suficiente claridad para que el que quiera las entienda y se dé por aludido. O para que no se sienta interpelado: "a vosotros se os ha concedido conocer los secretos del Reino; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan". Depende de si están o no dispuestos a dejarse adoctrinar en los caminos de Dios, que son distintos de los nuestros. Siempre será verdad lo de que "el que tenga oídos para oír, que oiga".

La Palabra de Dios es poderosa, tiene fuerza interior. Pero su fruto depende también de nosotros, porque Dios respeta nuestra libertad, no actúa violentando voluntades y quemando etapas.

¿Dónde estoy retratado yo? Cuando, por ejemplo en la Eucaristía, escucho la palabra, o sea, cuando el Sembrador, Cristo, siembra su palabra en mi campo, ¿puedo decir que cae en buen terreno, que me dejo interpelar por ella? ¿o "viene el diablo" o "los afanes y riquezas y placeres de la vida" y la ahogan, y así no llega nunca a madurar, porque no tiene raíces? ¿Qué tanto por ciento de fruto produce en nosotros la Palabra que escucho: el ciento por uno?

Acoger la Palabra "con un corazón noble y generoso" y perseverar luego en su meditación y puesta en práctica, como hizo María: ésa es la actitud que Jesús espera de nosotros, y que es la que nos conducirá a una maduración progresiva de nuestra vida cristiana y a la construcción de un edificio espiritual que resistirá a los embates que vengan.


18.09.2020, viernes, evangelio según san Lucas 8, 1-3

En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, proclamando y anunciando la Buena Noticia del reino de Dios, acompañado por los Doce y por algunas mujeres, que habían sido curadas de espíritus malos y de enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes; Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.

Reflexión del Evangelio 

¡Cuántas veces aparecen las mujeres en el evangelio con una actitud positiva y admirable! Baste recordar las que estuvieron cerca de él en el momento más trágico, al pie de la cruz, junto con María, su madre. Y que luego fueron las primeras que tuvieron la alegría de ver al Resucitado y anunciarlo a los demás.

Son un buen símbolo de las incontables mujeres que, a lo largo de los siglos, han dado en la Iglesia testimonio de una fe recia y generosa: religiosas, laicas, misioneras, catequistas, madres de familia, enfermeras, maestras... Que ayudaron a Jesús en vida y que colaboran eficazmente en la misión de la Iglesia, cada una desde su situación, entregando su tiempo, su trabajo y también su ayuda económica. La primera persona europea que creyó en Cristo, por la predicación de Pablo, fue una mujer: Lidia (Hch 16).

Deberíamos ser más abiertos en nuestra idea teológica y social de Iglesia: no es comunidad de puros y santos, sino también de personas pecadoras y débiles, como en el evangelio se ve, tanto en cuanto a las mujeres como a los hombres (baste recordar las actuaciones de algunos de los apóstoles). No es comunidad sólo de mayores, sino también de jóvenes y niños. No sólo de hombres, sino también de mujeres. No de una sola raza o lengua, sino pluralista.

En la Iglesia, aunque no se vea actualmente la posibilidad de admitir a las mujeres al ministerio ordenado (diáconos, presbíteros, obispos), es bueno que recordemos que lo principal lo tenemos en común, la fe y la misión evangelizadora. Jesús dijo: "¿quién es mi madre y mis hermanos? El que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica". Y en eso las mujeres han sido, ya desde el principio (la Virgen Maria: "hágase en mi según tu palabra") las que más ejemplo nos han dado a toda la comunidad. No serán obispos ni párrocos, como tampoco las que acompañaban a Jesús fueron elegidas y enviadas como apóstoles, pero las mujeres cristianas, religiosas o laicas, siguen realizando una misión hermosísima y meritoria en la vida de la comunidad.

Es interesante recordar que, en la lenta y progresiva valoración de la mujer por parte de la Iglesia, Pablo VI nombró a dos mujeres insignes "doctoras de la Iglesia", santa Teresa de Jesús y santa Catalina de Siena, y últimamente Juan Pablo II hizo lo mismo con santa Teresa del Niño Jesús.

(J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 82-86)

17.09.2020, jueves, evangelio según san Lucas 7, 36-50

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él y, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. En esto, una mujer que había en la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino trayendo un frasco de alabastro lleno de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con las lágrimas, se los enjugaba con los cabellos de su cabeza, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo:
«Si este fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que lo está tocando, pues es una pecadora».
Jesús respondió y le dijo:
«Simón, tengo algo que decirte».
Él contestó:
«Dímelo, Maestro».
Jesús le dijo:
«Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó abs dos. ¿Cuál de ellos le mostrará más amor?».
Respondió Simón y dijo:
«Supongo que aquel a quien le perdonó más».
Le dijo Jesús:
«Has juzgado rectamente».
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
«¿Ves a esta mujer? He entrado en tu casa y no me has dado agua para los pies; ella, en cambio, me ha regado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de paz; ella, en cambio, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo:
sus muchos pecados han quedado perdonados, porque ha amado mucho, pero al que poco se le perdona, ama poco».
Y a ella le dijo:
«Han quedado perdonados tus pecados».
Los demás convidados empezaron a decir entre ellos:
«¿Quién es este, que hasta perdona pecados?».
Pero él dijo a la mujer:
«Tu fe te ha salvado, vete en paz».

Reflexión del 17.09.2020

La escena nos hace repensar nuestra conducta con los que consideramos "pecadores". ¿Cómo los tratamos: dándoles ánimos o hundiéndoles más?

Podemos actuar con corazón mezquino, como los fariseos que juzgan y condenan a todos, o como el hermano mayor del hijo pródigo que le recrimina de una manera intransigente lo que ha hecho, o como Simón y los otros convidados, que no deben ser malas personas (han invitado a Jesús a comer), pero no saben ser benévolos y amar. O podemos portarnos como el padre del hijo pródigo, y sobre todo como el mismo Jesús, que perdona a la mujer adúltera que le presentan, y a Zaqueo el publicano, y tiene palabras de ánimo para esta mujer que ha entrado en la sala del banquete y le unge los pies.

¿Dónde quedamos retratados, en los fariseos o en Jesús? No se trata de que lo aprobemos todo. Como Jesús no aprobaba el pecado y el mal. Sino de imitar su actitud de respeto y tolerancia. Con nuestra acogida humana, podemos ayudar a tantas personas -drogadictos, delincuentes, marginados de toda especie- a rehabilitarse, haciéndoles fácil el camino de la esperanza. Con nuestro rechazo justiciero les podemos quitar los pocos ánimos que tengan.

Claro que, para ser benévolos en nuestros juicios con los demás, antes tendremos que ser conscientes de que Dios ha empleado misericordia con nosotros. Se nos ha perdonado mucho a nosotros y por tanto deberíamos ser más tolerantes con los demás, sin constituirnos en jueces prestos siempre a criticar y a condenar.

Dios es rico en misericordia. Lo ha demostrado en Cristo Jesús. Y lo quiere seguir mostrando también a través de nosotros.



24 semana del tiempo ordinario

16.09.2020 evangelio según san Lucas 7, 31-35

En aquel tiempo, dijo el Señor:
«¿A quién, pues, compararé los hombres de esta generación? ¿A quién son semejantes?
Se asemejan a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros aquello de:
“Hemos tocado la flauta
y no habéis bailado,
hemos entonado lamentaciones,
y no habéis llorado”.
Porque vino Juan el Bautista, que ni come pan ni bebe vino, y decís: Tiene un demonio; vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: “Mirad qué hombre más comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”.
Sin embargo, todos los hijos de la sabiduría le han dado la razón».

Reflexión del Evangelio

La comparación de los dos grupos de niños es expresiva: ni con música alegre ni con triste consiguen unos que los otros colaboren. Cuando no se quiere a una persona, se encuentran con facilidad excusas para no hacer caso de lo que nos propone.

Eso mismo nos puede pasar a nosotros, en pasiva y en activa.

A la comunidad cristiana -desde sus responsables últimos, el Papa o los Obispos, hasta aquella familia que vive en un piso de la misma escalera dando ejemplo de vida cristiana íntegra- se la rechaza muchas veces, desacreditándola por cualquier motivo. Hay personas siempre críticas, con mecanismos de defensa contra todo. Como decía Jesús de los fariseos, ni entran ni dejan entrar. En el fondo, lo que pasa es que resulta incómodo el testimonio de alguien y por eso se le persigue o se le ridiculiza. Es muy antiguo eso de no creer y de no aceptar lo que Cristo o su Iglesia proponen.

Pero también, por desgracia, podemos hacer lo mismo nosotros con los demás. Cuando no nos interesa aceptar un mensaje, sacamos excusas -a veces ridículas o contradictorias- para justificar de alguna manera nuestra negativa a aceptarlo. Eso puede pasar en nuestra vida de cada día, en esa sutil y complicada relación interpersonal que sucede en toda vida comunitaria: si nos invitan a fiesta, mal, y si nos sugieren duelo, peor. Podemos llegar a ser caprichosos en extremo en nuestras reacciones de cerrazón y sordera voluntaria, a veces por un instinto continuado de contradicción a lo que dicen los demás.

Ya dijo Jesús que sólo "los discípulos de la Sabiduría" entienden estas cosas, los de corazón sencillo y humilde, los que no están llenos de sí mismos.

15.09.2020, Virgen de los Dolores,

evangelio según san Juan 19, 25-27

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena.
Jesús, al ver a su madre, y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
- "Mujer, ahí tienes a tu hijo".
Luego dijo al discípulo:
- "Ahí tienes a tu madre".
Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.

Reflexión del Evangelio del 15.09.2020

Contemplamos en esta escena a una madre que ve morir a su hijo clavado en una cruz. ¿Hay dolor semejante a ese dolor? Esa madre es, en este evangelio, María de Nazaret, la Madre de Jesús, el Cristo. Una mujer no sólo presente, sino asociada al suplicio que su Hijo sufre por la humanidad. El sufrimiento de ambos se funde en una aceptación y una entrega a la voluntad de los hombres, que matan por odio e ignorancia, y a la voluntad de Dios, que consiente esa ignominia, pero que libera de la muerte y perdona ese pecado.

María es también, en esa escena, símbolo de la Iglesia. El discípulo amado, que está también al pie de la cruz y acoge a María por encargo de Jesús, representa a los creyentes, que acogen como algo suyo a la Iglesia, que se sienten unidos a ella porque son parte de ella.

Como madre de Jesús, que es Dios, María suscita respeto y veneración en la comunidad. De ahí deriva toda la devoción que los cristianos, especialmente los católicos, han tenido desde muy antiguo a la que llamamos Santísima Virgen. Es una actitud que ha arraigado profundamente en el corazón de los fieles, que la han visto siempre como Madre espiritual recibida del mismo Cristo.

Como símbolo de la Iglesia, los cristianos se ven reflejados en ella, porque es el mejor ejemplo de seguimiento de Cristo sobre la tierra, y es a la vez signo de consuelo y de esperanza cierta para el pueblo que peregrina hacia el cielo. Nos invita a seguir sus pasos sin rechazar el sufrimiento, aceptándolo como una forma de estar nosotros también al pie de la cruz, prolongando como Iglesia la obra de reconciliación humano-divina que él vino a realizar y que continúa realizando a través de sus discípulos.

¿Entendemos también nosotros así nuestro sacerdocio bautismal? Nuestra devoción a María ¿responde a esa invitación a seguir sus pasos?

Fray Emilio García Álvarez O.P.
Convento de Santo Tomás de Aquino (Sevill


14.09.2020. Exaltación de la santa Cruz

evangelio según san Juan 3, 13-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios».

Reflexión del Evangelio

La cruz: signo del amor hasta el extremo

Cuando Cristo nos regala la cruz, nos obsequia la oportunidad de amar en plenitud. Pero debemos evitar la trampa de creer que la cruz está presente en nuestra vida sólo en los grandes momentos de dolor, como puede ser la muerte de un ser querido, una enfermedad o un fracaso. La cruz es nuestra inseparable compañera, porque Cristo quiere que experimentemos su amor constantemente, y que cada día le amemos más y mejor. Ésta se manifiesta muchas veces en la fidelidad a nuestro deber cotidiano hecho por amor.

En su última cena, Jesucristo nos dio ejemplo e invitó a amar “hasta el extremo”. Esta manera de amar quiere decir estar dispuestos a afrontar esfuerzos y dificultades por Cristo. Significa que debemos olvidarnos un poco, “desaparecer” un poco nosotros para que Cristo aparezca.

Naturalmente, ser seguidor de Cristo nunca a sido una tarea fácil. Amar como Él nos ha amado significa también no temer insultos ni persecuciones por nuestra vida coherente, por nuestra fidelidad al Evangelio. La historia de la Iglesia está jalonada por los testimonios de hombres y mujeres que han sabido amar así. Muchos de ellos son mártires cuya sangre se ha mezclado con la de Cristo crucificado. Pero también existen otros mártires, que son los que han despreciado su honra, su fama, su triunfo personal antes de traicionar a Cristo.

Finalmente, el amor hasta el extremo que es la cruz nos exige estar dispuestos a amar a nuestros enemigos y rogar por los que nos persigan. Ahí está, precisamente, el núcleo de nuestro mensaje y el detonador de la revolución que ha causado la encarnación, muerte y resurrección de Cristo: la caridad, el perdón, la entrega sin reserva.

¿Acepto yo la cruz en mi vida? ¿La llevo con alegría, como el medio privilegiado para amar como Cristo me ha amado y ha amado a los hombres?