28 abril, V domingo de Pascua

Hechos de los Apóstoles 14, 20b-26

En aquellos días, volvieron Pablo y Bernabé a Listra, a Iconio y a Antioquía, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el Reino de Dios.
En cada iglesia designaban presbíteros, oraban, ayudaban y los encomendaban al Señor en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Predicaron en Perge, bajaron a Atalía y allí se embarcaron para Antioquía, de donde los habían enviado, con la gracia de Dios, a la misión que acababan de cumplir. Al llegar, reunieron a la comunidad, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe.


Lectura del libro del Apocalipsis 21, 1-5a

Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, 
porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, 
y el mar ya no existe.
Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, 
que descendía del cielo, enviada por Dios, 
arreglada como una novia que se adorna para su esposo.
Y escuché una voz potente que decía desde el trono:
–Esta es la morada de Dios con los hombres:
acampará entre ellos.
Ellos serán su pueblo
y Dios estará con ellos.
Enjugará las lágrimas de sus ojos.
Ya no habrá muerte, ni luto,
ni llanto, ni dolor.
Porque el primer mundo ha pasado.
Y el que estaba sentado en el trono dijo:
«Ahora hago el universo nuevo.»

Evangelio según San Juan 13, 31-33a. 34-35
Cuando salió judas del cenáculo, dijo Jesús:
–Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él. (Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará).
Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros.
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros.


AMISTAD DENTRO DE LA IGLESIA

            Es la víspera de su ejecución. Jesús está celebrando la última cena con los suyos. Acaba de lavar los pies a sus discípulos. Judas ha tomado ya su trágica decisión, y después de tomar el último bocado de manos de Jesús, se ha marchado a hacer su trabajo. Jesús dice en voz alta lo que todos están sintiendo: "Hijos míos, me queda ya poco de estar con vosotros".
         Les habla con ternura. Quiere que queden grabados en su corazón sus últimos gestos y palabras: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que os conocerán todos que sois mis discípulos será que os amáis unos a otros". Este es el testamento de Jesús.
         Jesús habla de un "mandamiento nuevo". ¿Dónde está la novedad? La consigna de amar al prójimo está ya presente en la tradición bíblica. También filósofos diversos hablan de filantropía y de amor a todo ser humano. La novedad está en la forma de amar propia de Jesús: "amaos como yo os he amado". Así se irá difundiendo a través de sus seguidores su estilo de amar.
         Lo primero que los discípulos han experimentado es que Jesús los ha amado como a amigos: "No os llamo siervos... a vosotros os he llamado amigos". En la Iglesia nos hemos de querer sencillamente como amigos y amigas. Y entre amigos se cuida la igualdad, la cercanía y el apoyo mutuo. Nadie está por encima de nadie. Ningún amigo es señor de sus amigos.
         Por eso, Jesús corta de raíz las ambiciones de sus discípulos cuando los ve discutiendo por ser los primeros. La búsqueda de protagonismos interesados rompe la amistad y la comunión. Jesús les recuerda su estilo: "no he venido a ser servido sino a servir". Entre amigos nadie se ha de imponer. Todos han de estar dispuestos a servir y colaborar.
         Esta amistad vivida por los seguidores de Jesús no genera una comunidad cerrada. Al contrario, el clima cordial y amable que se vive entre ellos los dispone a acoger a quienes necesitan acogida y amistad. Jesús les ha enseñado a comer con pecadores y gentes excluidas y despreciadas. Les ha reñido por apartar a los niños. En la comunidad de Jesús no estorban los pequeños sino los grandes.
         Un día, el mismo Jesús que señaló a Pedro como "Roca" para construir su Iglesia, llamó a los Doce, puso a un niño en medio de ellos, lo estrechó entre sus brazos y les dijo: "El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí". En la Iglesia querida por Jesús, los más pequeños, frágiles y vulnerables han de estar en el centro de la atención y los cuidados de todos.   
José Antonio Pagola
28 de abril de 2013
5 Pascua (C)
Juan 13,31-33a.34-35



27 abril 2013, sábado. IV semana de Pascua

Hechos de los apóstoles 13, 44-52

El sábado siguiente, casi toda la ciudad acudió a oír la palabra de Dios. Al ver el gentío, a los judíos les dio mucha envidia y respondían con insultos a las palabras de Pablo. Entonces Pablo y Bernabé dijeron sin contemplaciones:
-«Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: "Yo te haré luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el extremo de la tierra."»
Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la palabra del Señor; y los que estaban destinados a la vida eterna creyeron.
La palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región. Pero los judíos incitaron a las señoras distinguidas y devotas y a los principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron del territorio.
Ellos sacudieron el polvo de los pies, como protesta contra la ciudad, y se fueron a Iconio. Los discípulos quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo.


Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 7-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Si me conocéis a mi, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.»
Felipe le dice:
- «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»
Jesús le replica:
- «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mi, hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mi. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mi, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre; y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.»


DE LA PALABRA DEL DÍAQuien me ve a mí, ve al Padre

Juan sitúa el fragmento que hoy leemos en el discurso de la Cena, y está centrado en el Padre, su conocimiento y la relación que podemos establecer con él. El Dios lejano, terrible del A.T, la visión de cuyo rostro causaba la muerte, se ha acercado al hombre y presenta un rostro humano, cercano y amable en Jesús, el  Dios amigo y compañero, el Dios amor. 

Jesús da testimonio del Padre a través de su palabra y de sus obras, pero a los discípulos primero y a nosotros después, nos cuesta verlo. Queremos una manifestación personal espectacular y, si esta se produjera, puede que no la aceptáramos. Creemos, o decimos creer, pero nos negamos a ver el rostro de Dios que se nos manifiesta en toda la creación que nos rodea y, sobre todo, en aquellos que nos rodean. Dios pasa a nuestro lado constantemente, se nos manifiesta sin descanso, pero no terminamos de convencernos de que es él el que nos interpela en lo que nuestros ojos ven, nuestros oídos oyen, todos nuestros sentidos sienten.

El problema para que lo aceptemos puede estar en el compromiso que nos exige: Conocer al Padre es aceptar a Cristo, y aceptar a Cristo es vivir de acuerdo con su mensaje, llevando a nuestra vida la suya, corriendo el riesgo de la cruz, para que nuestras obras sean las obras que Cristo sigue haciendo en el mundo actual, para que nuestras manos sean sus manos, nuestro corazón el suyo, y nuestra vivencia del amor sea un reflejo del suyo. 


La voz de san Ireneo (s. II)
"Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios" .... Ya que los que ven la luz están en la luz y participan de su resplandor, así los que ven a Dios están en Dios y participan de su esplendor. Porque el esplendor de Dios da la vida. Por tanto, los que ven a Dios participan en su vida. 


26 abril 2013, viernes. IV semana de Pascua
 María Virgen. Madre del Buen Consejo
San Isidoro de Sevilla

Juan 14,1-6. 
«Que no tiemble vuestro corazón: creed en Dios y creed también en mí.
En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. De no ser así, no os habría dicho que voy a prepararos un lugar.
Y después de ir y prepararos un lugar, volveré para tomaros conmigo, para que donde yo esté, estéis también vosotros.
Para ir a donde yo voy, ya conoceis el camino.»
Entonces Tomás le dijo: «Señor, nosotros no sabemos adónde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino?»

Jesús contestó: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. 
DE LA PALABRA DEL DIA
Que no tiemble vuestro corazón: creed en Dios y creed también en mí. […] Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Jn 14, 1.6

¿Cómo vivir esta Palabra?
Entre los acontecimientos de la última Cena contados por Juan está consignado el anuncio de la traición de Judas y cómo salió en la noche. Cuando se va Jesús habla de su gloria, de su subida al Padre y del mandamiento nuevo. Todo esto deja inquietos a los discípulos que no consiguen entrar en el sentido profundo de las palabras de Jesús, quien los invita a no turbarse, a sumergirse  en la fe en  Él y en Dios su Padre,  en cuya morada hay un lugar para cada uno.

¿Pero cuál es el camino, por dónde ir? El dilema de Tomás muchas veces es el nuestro: queremos recorrer nuestros caminos, conocidos, sin demasiados obstáculos ni imprevistos. La invitación de Jesús, en cambio es otra:  el camino es Él – y pasa por la cruz;  también la verdad es Él - toda su Palabra, enseñanza,  mandato, todos  abrazados  en aquel “amaos los unos a los otros como yo os he amado”, y es Él también la vida – entregada  por nosotros, vivida eternamente  con Él en la morada del Padre.

Que en este camino de fe nos acompañe siempre la intercesión y el ejemplo  de la Virgen del Buen Consejo:
Oh Madre, tú sabes que nuestros pensamientos son inestables, e inseguros nuestros pasos.
Tú conoces las insidias, las instigaciones, las lisonjas que obstaculizan hoy  nuestro camino de fe.
Tú, llena de gracia, desde siempre has estado unida por el Padre al misterio de Cristo y en toda la extensión de tu itinerario terreno, has llegado a ser partícipe de él, avanzando en la peregrinación de la fe.
Guía ahora nuestro camino, para que junto a ti, con la fuerza del Espíritu Santo, también nosotros sepamos hacer presente a los hombres de hoy, el misterio de Cristo.
Abre, oh Madre, nuestro corazón a la bienaventuranza de la escucha de la Palabra de Dios, y con el poder del Espíritu, haz que también nosotros lleguemos a ser lugar sagrado en el que, hoy, se realice la Palabra de salvación, que encontró en ti pleno cumplimiento, oh Madre  nuestra del Buen Consejo.

                                                                                                                                                                      (cf. Súplica a la SS. Virgen Madre del Buen Consejo)