16 septiembre 2012. XXIV domingo Tiempo ordinario
Is 50,5-9: Ofrecí la espalda a los que me apaleaban
Salmo responsorial 114: Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida
Sant 2,14-18: La fe, si no tiene obras, está muerta
Marcos 8,27-35: Tú eres el Mesías… El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho
  
DE LA PALABRA DEL DIA
¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? St. 2,14

¿Cómo vivir esta Palabra?
Cogí ayer una nuez de la tierra muy verde, un fruto óptimo. Pero al presionarla fuertemente en la mano se partió, apareciendo vacía.  La fe es como un fruto de nuez sin el contenido alimenticio.  No sirve para nada. Y además desilusiona.
Hay personas que tienen  la “corteza”,  la “cáscara” de la fe,  pero no la sustancia real de ella. ¿Cuál es la causa? Se las ve, tal vez, teniendo comportamientos devocionales. Rezan, o mejor, “dicen” oraciones y son fieles a ciertas prácticas. Todo ello puede darse, pero si se les pide que se esfuercen en algo en favor de algún necesitado, se retraen.
El apóstol Santiago, que vivió con el Señor, afirma sin términos medios, que tal tipo de fe (hecha de exterioridad y apariencias) no sirve para la salvación. La fe se realiza en las obras de caridad: querer bien al prójimo, estar dispuesto a sacrificar, cuando es necesario, tiempo y cosas. Y ante todo tener actitudes  benévolas, afectuosas, gestos de bondad. Las palabras vuelan, aunque tengan apariencia de fe. Las obras la encarnan, haciéndola presente, actualizándola.

Jesús, mi Señor, ayúdame a captar las  incongruencias que hay en mí.  Dame fe verdadera con caridad operante. Líbrame, Jesús, de las apariencias.

La voz de una mujer santa de nuestros días
Toda obra de amor hecha con el  corazón, realiza  la fe y acerca a Dios.
Madre Teresa de Calcuta.

 TOMAR EN SERIO A JESÚS

         El episodio de Cesarea de Filipo ocupa un lugar central en el evangelio de Marcos. Después de un tiempo de convivir con él, Jesús hace a sus discípulos una pregunta decisiva: "¿Quién decís que soy yo?". En nombre de todos, Pedro le contesta sin dudar: "Tú eres el Mesías". Por fin parece que todo está claro. Jesús es el Mesías enviado por Dios y los discípulos lo siguen para colaborar con él.
         Jesús sabe que no es así. Todavía les falta aprender algo muy importante. Es fácil confesar a Jesús con palabras, pero todavía no saben lo que significa seguirlo de cerca compartiendo su proyecto y su destino. Marcos dice que Jesús "empezó a instruirlos". No es una enseñanza más, sino algo fundamental que los discípulos tendrán que ir asimilando poco a poco
         Desde el principio les habla "con toda claridad". No les quiere ocultar nada. Tienen que saber que el sufrimiento lo acompañará siempre en su tarea de abrir caminos al reino de Dios. Al final, será condenado por los dirigentes religiosos y morirá ejecutado violentamente. Sólo al resucitar se verá que Dios está con él.        
         Pedro se rebela ante lo que está oyendo. Su reacción es increíble. Toma a Jesús consigo y se lo lleva aparte para "increparlo". Había sido el primero en confesarlo como Mesías. Ahora es el primero en rechazarlo. Quiere hacer comprender a Jesús que lo que está diciendo es absurdo. No está dispuesto a que siga ese camino. Jesús ha de cambiar esa manera de pensar.
         Jesús reacciona con una dureza desconocida. De pronto ve en Pedro los rasgos de Satanás, el tentador del desierto que busca apartar a las personas de la voluntad de Dios. Se vuelve de cara a los discípulos e increpa literalmente a Pedro con estas palabras:"Ponte detrás de mí, Satanás": vuelve a ocupar tu puesto de discípulo. Deja de tentarme. "Tú piensas como los hombres, no como Dios".
         Luego llama a la gente y a sus discípulos para que escuchen bien sus palabras. Las repetirá en diversas ocasiones. No las han de olvidar jamás. "El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga".
         Seguir a Jesús no es obligatorio. Es una decisión libre de cada uno. Pero hemos de tomar en serio a Jesús. No bastan confesiones fáciles. Si queremos seguirlo en su tarea apasionante de hacer un mundo más humano, digno y dichoso, hemos de estar dispuestos a dos cosas. Primero, renunciar a proyectos o planes que se oponen al reino de Dios. Segundo, aceptar los sufrimientos que nos pueden llegar por seguir a Jesús e identificarnos con su causa.           
 José Antonio Pagola

16 de septiembre de 2012
24 Tiempo ordinario (B)
Marcos, 8,27-35