12 septiembre 2012, miércoles. XXIII semana Tiempo
ordinario
DE LA PALABRA DEL DIA
La representación de este mundo se termina. 1Co 7,31
¿Cómo vivir esta Palabra?
¿Una amenaza? ¿Una visión pesadamente negativa
de la vida? ¿O no más bien un estímulo
.para dar a cada cosa su justo valor? Una respuesta nos la da la lectura
atenta y contextualizada de la perícopa que nos propone la liturgia de hoy.
En otras páginas paulinas es posible captar
una actitud totalmente positiva respecto
a los valores humanos. Por ejemplo, cuando Pablo habla de sus orígenes se
nota en sus afirmaciones un matiz
de justo orgullo, y todavía más se puede
captar en sus palabras la gran
estima en que tiene al matrimonio, constituído a imagen del amor esponsal de Cristo a la Iglesia, definido un
gran misterio (cf. Ef 5, 21-33)
Pero también, sin alejarnos del pasaje
que estamos examinando, podemos encontrar
elementos particularmente iluminantes. Leemos :”los que lloran (vivan) como si
no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran,
como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de
él (vv.30-31).
El “como
si” no dice rechazo desdeñoso de
cuanto la vida puede ofrecer, sino atención a no hacer de ello el horizonte
exclusivo, con la plena conciencia que
se está frente a bienes que nos son definitivos: “La representación de este mundo termina”, y arrastra consigo cuanto
le pertenece, sin dañar aún los bienes perennes que nos vienen del Resucitado. Es en
base a tales bienes como también los
otros deben ser valorados y asumidos.
Llevaré hoy todo esto a mi reflexión sobre lo que
verdaderamente cuenta en mi vida.
Todo pasa inexorablemente, pero Tú, Señor,
permaneces luminoso en el horizonte de mis días y los iluminas y los enardeces
con tu presencia. No puedo sino exultar de alegría.
La voz de un leproso
Soy
como una piedra que ya rodó por la pendiente de la vida. Rodando así, me
disgregué en muchos pedazos hasta descubrir dentro de mí un tesoro que Dios tenía allí escondido, un
tesoro capaz de superar toda mi pobreza. Fue maravilloso
porque ahora yo puedo decir a todos que dentro de nosotros Dios nos pone una
riqueza que descubrir: el sentido verdadero de la vida, que no podrá ser nunca
corrompida ni hecha pedazos.
Lino Villachà