VIVE LA PALABRA
6 agosto 2012, lunes. XVIII semana Tiempo ordinario
FIESTA DE LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR
Lecturas del día
Dn 7,9-10.13-14: Su vestido era blanco como nieve
Salmo responsorial 96: El Señor reina, altísimo sobre toda la
tierra
2 Pe 1,16-19: Esa voz llegada del cielo la oímos nosotros
Mt 17,1-9: Su rostro resplandeció como el sol
¿Cómo vivir esta Palabra?
La liturgia nos invita hoy a fijar
nuestra mirada en este misterio de luz. En el rostro transfigurado de Jesús
brilla un rayo de la luz divina que él tenía en su interior. Esta misma luz
resplandecerá en el rostro de Cristo el día de la Resurrección. En este
sentido, la Transfiguración es como una anticipación del misterio pascual.
La Transfiguración nos invita a abrir
los ojos del corazón al misterio de la luz de Dios presente en toda la historia
de la salvación. Al igual que las demás criaturas, la luz es un signo que
revela algo de Dios: es como el reflejo de su gloria, que acompaña sus
manifestaciones. Cuando Dios se presenta, «su fulgor es como la luz, salen
rayos de sus manos» (Habacuc 3,4). La luz -se dice en los Salmos- es el manto
con que Dios se envuelve (Salmo 104,2). En el libro de la Sabiduría el
simbolismo de la luz se utiliza para describir la esencia misma de Dios: la
sabiduría, efusión de la gloria de Dios, es «un reflejo de la luz eterna»,
superior a toda luz creada. En el Nuevo Testamento es Cristo quien constituye
la plena manifestación de la luz de Dios. Su resurrección ha derrotado para
siempre el poder de las tinieblas del mal. Con Cristo resucitado triunfan la
verdad y el amor sobre la mentira y el pecado. En él la luz de Dios ilumina ya
definitivamente la vida y el camino de
la historia. «Yo soy la luz del mundo -afirma en el Evangelio-; el que me siga
no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida» (Juan 8,12).
La expresión de Pedro “Señor, qué bien se está, quedémonos
aquí”, se parece a nuestro deseo de disfrutar “los consuelos” del Señor. Pero
la Transfiguración nos recuerda que las alegrías sembradas por Dios en la vida
no son puntos de llegada, sino luces que él nos da en la peregrinación terrena,
para que «Jesús solo» sea nuestra ley y su Palabra sea el criterio que guíe
nuestra existencia.
La voz de un padre de
la Iglesia
"La manifestación de Dios le es dada primero
a Moisés en la Luz, luego él habló con Él en la nube; y finalmente, devenido más perfecto, Moisés contempla a
Dios en la tiniebla". Gregorio de Nisa (335-395)
5 agosto 2012, domingo. XVIII semana Tiempo ordinario
140 años del nacimiento del Instituto de
las Hijas de María Auxiliadora en Mornese (Italia)
¡ FELICIDADES Y FIDELIDAD!
Lecturas del día
Éx 16,2-4.12-15: Yo les haré llover pan del cielo
Salmo responsorial 77: El Señor les dio pan del cielo
Ef 4,17.20-24: Revístanse del hombre nuevo, creado a imagen de
Dios
Jn 6,24-35: El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en
mí no pasará nunca sed
“Yo soy
el pan de vida” es una fórmula de fuerza extraordinaria, parecida a aquellas
otras que sólo a Jesús se podría atribuir: “Yo soy la luz del mundo”, “Yo soy
el buen pastor”... el que viene a Jesús no tendrá hambre ni sed, no necesita de
otras fuentes de gozo para saciar sus anhelos y aspiraciones. Jesús es fuente
de equilibrio y de gozo, fuente de sosiego y de paz. Jesús es el lugar y
fundamento de la donación de la vida que Dios hace al ser humano. En
Jesucristo, Dios está por completo a favor del ser humano, de tal modo que en
él se le abre su comunión vital, su salvación y su amor, y en tal grado que
Dios quiere estar al lado del ser humano como quien se da y comunica sin
reservas. En la comunión con el revelador –Cristo- se calma tanto el hambre
como la sed de vida que agitan al ser humano.
Comentario:
PAN DE VIDA
¿Por qué seguir interesándonos por Jesús
después de veinte siglos? ¿Qué podemos esperar de él? ¿Qué nos puede aportar a
los hombres y mujeres de nuestro tiempo? ¿Nos va a resolver acaso los problemas
del mundo actual? El evangelio de Juan habla un diálogo de gran interés, que
Jesús mantiene con una muchedumbre a orillas del lago Galilea.
El día anterior han compartido con
Jesús una comida sorprendente y gratuita. Han comido pan hasta saciarse. ¿Cómo
lo van a dejar marchar? Lo que buscan es que Jesús repita su gesto y los vuelva
a alimentar gratis. No piensan en nada más.
Jesús los desconcierta con un
planteamiento inesperado: "Trabajad, no por el alimento que perece,
sino por el que perdura hasta la vida eterna". Pero ¿cómo no preocuparnos por el pan de cada día? El pan
es indispensable para vivir. Lo necesitamos y debemos trabajar para que nunca
le falte a nadie.
Jesús lo sabe. El pan es lo primero.
Sin comer no podemos subsistir. Por eso se preocupa tanto de los hambrientos y
mendigos que no reciben de los ricos ni las migajas que caen de su mesa. Por
eso maldice a los terratenientes insensatos que almacenan el grano sin pensar
en los pobres. Por eso enseña a sus seguidores a pedir cada día al Padre pan
para todos sus hijos.
Pero Jesús quiere despertar en ellos
un hambre diferente. Les habla de un pan que no sacia solo el hambre de un día,
sino el hambre y la sed de vida que hay en el ser humano. No lo hemos de
olvidar. En nosotros hay un hambre de justicia para todos, un hambre de
libertad, de paz, de verdad. Jesús se presenta como ese Pan que nos viene del
Padre, no para hartarnos de comida sino "para dar vida al mundo".
Este Pan, venido de Dios, "perdura hasta la vida
eterna". Los alimentos que comemos cada día nos mantienen vivos
durante años, pero llega un momento en que no pueden defendernos de la muerte.
Es inútil que sigamos comiendo. No nos pueden dar vida más allá de la muerte.
Jesús se presenta como ese Pan de
vida eterna. Cada uno ha de decidir cómo quiere vivir y cómo quiere morir.
Pero, creer en Cristo es alimentar en nosotros una fuerza indestructible, empezar
a vivir algo que no terminará con nuestra muerte. Seguir a Jesús es entrar en
el misterio de la muerte sostenidos por su fuerza resucitadora.
Al escuchar sus palabras, aquellas gentes
de Cafarnaún le gritan desde lo hondo de su corazón: "Señor, danos
siempre de ese pan". Desde nuestra fe vacilante, nosotros no nos
atrevemos a pedir algo semejante. Quizás, solo nos preocupa la comida de cada
día. Y, a veces, solo la nuestra. Jose Antonio Pagola
Mensaje de la Madre sor
Yvonne Reungoat
con ocasión de la
clausura del 140º de fundación del Instituto
5 de agosto 2012
5 de agosto de 2012: ¡Feliz cumpleaños a nuestra grande y hermosa Familia!
Hoy
cumple sus 140 años de edad y se presenta con un corazón joven, abierto a
grandes horizontes, arraigada en profundas raíces, irradiando esperanza y
proyectando la mirada hacia el alba de un tiempo nuevo.
El
5 de agosto de 2011 os envié el mensaje
de apertura del año festivo por la
celebración de los 140 años de fundación de nuestro Instituto.
En
aquella ocasión quise recordar los
lugares de Mornese, visitar de
nuevo los símbolos que trazaron en la Madre Mazzarello y en las
primeras hermanas el itinerario de una vida espiritual-misionera de la que hoy
todavía gozamos de su riqueza.
A
140 años de su primer sí, todas deseamos renovar aquella alianza de amor vivida
en gozosa fidelidad y que ha hecho fecundo el pequeño germen nacido en tierra
humilde y fecunda que ha llegado a los confines de la tierra en su dimensión
eclesial y social. Se ha realizado una irradiación de esperanza y de confianza
en la vida de los jóvenes, de las familias y de todas nosotras.
La
celebración que en todas nuestras realidades se vivirá el 5 de agosto no cierra
una página sino que la abre al futuro de la historia del Instituto. Nuevas
páginas aguardan ser escritas con los colores de la creatividad evangelizadora,
de la intuición educativa, de la iniciativa misionera, de un camino de santidad
luminosa.
Comparto
co todas vosotras un sueño, a ejemplo de
don Bosco y de la
Madre Mazzarello que han soñado en grande, seguras de la
presencia del Señor que precede, que acompaña, indica caminos de futuro y, sobre todo, es roca en la que
descansa nuestra fidelidad.
El
sueño es éste: quisiera que con audacia, sin vacilar, libres de cargas pesadas,
nos renovásemos en la vida de fe. Ésta es la raíz que da fecundidad al
Instituto y a nuestra vida.
En
octubre empieza el Año de la Fe
que Benedicto XVI ha convocado en
memoria del 50º aniversario del inicio del Concilio Vaticano II y del 20º año
de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica.
En el mismo mes se celebrará también la Asamblea General
del Sínodo de los Obispos que tendrá como tema: La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana.
Son
dos eventos de gran alcance eclesial que interpelan profundamente nuestra vida
personal, comunitaria y la de las comunidades educativas que con nosotras están
comprometidas en anunciar la belleza y
la fuerza del evangelio a través de la misión educativa.
Se
abre, por consiguiente, un año en que nos sentimos comprometidas a dar nuevo
vigor a la experiencia de la fe. La misma que caracterizó el clima de Mornese y
de Valdocco.
Una
fe que favorece la comunión con Dios; que nos hace abrir el corazón a sus
sorprendentes llamadas de cada día; que involucra todo nuestro ser y lo
transforma en fuente de auténtica alegría, en esperanza que no defrauda, en
testimonio místico y profético en el mundo caracterizado por un cambio de época
en el que Dios está olvidado, o más aún, se ha vuelto indiferente en la vida de
las personas, de la cultura, pero sin embargo siempre deseado con nostalgia del corazón humano.
En
este momento pienso en los muchos jóvenes sedientos de sentido, dispuestos a
mirar al futuro con confianza. Pienso en otros
muchos que ya no se atreven a esperar, defraudados por promesas no
realizadas.
Para
todos ellos la verdadera felicidad se llama: Jesús.
Nosotras
tenemos la responsabilidad de anunciarlo con el testimonio de la vida, con una
fe renovada.
No
es obra nuestra, es una gracia del Espíritu Santo que pide con insistencia, con
constancia y convicción.
Estoy
segura que en todas está la voluntad de realizar este sueño que todas llevamos
en el corazón. Es un sueño maravilloso que está en nuestras manos y en la vida
de los jóvenes de todo el mundo.
Pidamos
a la madre Mazzarello que nos transmita la intuición y la disponibilidad del
corazón para escribir con nosotras una nueva página de historia mediante la
alegría de pertenecer a Dios, de servirlo en la fe y en la plenitud del amor y
de hacer de la misión entre las jóvenes generaciones el motivo de nuestra vida.
A
todas vosotras, queridas hermanas, a las
jóvenes y a los jóvenes, al Rector Mayor don Pascual Chávez Villanueva, a los
Grupos de la Familia Salesiana
y a los miembros de las comunidades educativas, les deseo un feliz y radiante 5
de agosto.
Agradezco,
también junto con las hermanas del Consejo, los mensajes que llegan para el
“cumpleaños” de nuestro Instituto. Que el Señor os bendiga y María Inmaculada
Auxiliadora lleve al corazón de todas y todos la alegría de pertenecer a un carisma siempre actual en la Iglesia y en la sociedad.
Roma,
5 de agosto de 2012