VIVE LA PALABRA
26 agosto 2012, domingo. XXI semana Tiempo ordinario
Evangelio del día
Juan 6,60-69.
Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?".
Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza?
¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?
El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les he dicho son Espíritu y Vida.
Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.
Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede".
Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.
Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?".
Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”.
Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?".
Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza?
¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?
El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les he dicho son Espíritu y Vida.
Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.
Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede".
Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.
Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?".
Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”.
¿Cómo vivir esta Palabra?
El discurso que
encontramos en el capítulo sexto de san Juan es muy profundo y de gran altura
teológica. Conecta con grandes temas del Antiguo Testamento como el maná (pan
del cielo) que Yavé dio a su pueblo Israel en el desierto. Pero el Pueblo “murmuró”
en el desierto. Ahora también los seguidores de Jesús murmuran. Es la llamada crisis Galilea. Muchos
discípulos se retiran, abandonan a Jesús. No le entienden, les resulta demasiada
elevada su propuesta. Y es que “la carne”, la materialidad que somos también
todos si no se acompaña del aliento del Espíritu, rebaja nuestros propios niveles y nos hace perder de vista la altura y la potencia a la que estamos llamados con el
Espíritu, que es “el Señor y dador de vida” como confesamos en el credo.
Las Palabras de Jesús
son Espíritu y vida, te dan la vida, te hacen vivir de otro modo, respirar, alimentarte con
algo sustancioso, no light ni superficial. … Pero no todos lo ven. Jesús no retiene a la
fuerza ni con amenzas al que se va. Sólo les recuerda que estar con él es un
regalo y ahora ¿lo dejas?
Menos mal que Pedro,
aun con sus impulsividad y meteduras de pata, sabe y confiesa que “Tu Tienes
palabras de vida eterna”. Es decir, le dice que me quedo contigo hasta el final. Sabemos
que Pedro no fue perfecto, pero sí sincero y aprendiendo de sus errores llegará hasta
dar su vida por Jesús.
Renovemos nuestra fe
como Pedro y reconozcamos que Jesús es nuestra vida. Sin Ti, no sería la/el
misma/o. No es que me des la vida (que ya es mucho) sino que ¡eres mi vida! (la
única que tengo). Sin Ti mi vida no sería "mi vida".
La voz de san Pío de Pietrelcina (capuchino-siglo
XIX)
Ocurre
a menudo que las abejas, al atravesar los prados, recorren grandes distancias
antes de llegar a las flores que han escogido; seguidamente, fatigadas pero
satisfechas y cargadas de polen, vuelven a entrar en la colmena para realizar
allí la transformación silenciosa, pero fecunda, del néctar de las flores en
néctar de vida. Haz tú lo mismo: después de escuchar la Palabra, medítala
atentamente, examina los diversos elementos que contiene, busca su significado
profundo. Entonces se te hará clara y luminosa; tendrá el poder de transformar
tus inclinaciones naturales en una pura elevación del espíritu; y tu corazón
estará cada vez más estrechamente unido al corazón de Cristo.