VIVE LA PALABRA
12 agosto 2012, domingo. XIX semana Tiempo ordinario (B)
Evangelio según san Juan 6, 41-51
Los judíos murmuraban de él, porque había dicho:
"Yo soy el pan bajado del cielo".
Y decían: "¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: 'Yo he bajado del cielo'?"
Jesús tomó la palabra y les dijo: "No murmuren entre ustedes.
Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.
Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre.
Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida.
Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron.
Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”.
Y decían: "¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: 'Yo he bajado del cielo'?"
Jesús tomó la palabra y les dijo: "No murmuren entre ustedes.
Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.
Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre.
Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida.
Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron.
Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”.
EL CAMINO
PARA CREER EN JESÚS
Según el relato de Juan, Jesús repite cada
vez de manera más abierta que viene de Dios para ofrecer a todos un alimento
que da vida eterna. La gente no puede seguir escuchando algo tan escandaloso
sin reaccionar. Conocen a sus padres. ¿Cómo puede decir que viene de Dios?
A nadie nos puede sorprender su
reacción. ¿Es razonable creer en Jesucristo? ¿Cómo podemos creer que en ese
hombre concreto, nacido poco antes de morir Herodes el Grande, y conocido por
su actividad profética en la Galilea de los años treinta, se ha encarnado el
Misterio insondable de Dios.
Jesús no responde a sus objeciones.
Va directamente a la raíz de su incredulidad: "No critiquéis".
Es un error resistirse a la novedad radical de su persona obstinándose en
pensar que ya saben todo acerca de su verdadera identidad. Les indicará el
camino que pueden seguir.
Jesús presupone que nadie puede
creer en él si no se siente atraído por su persona. Es cierto. Tal vez, desde
nuestra cultura, lo entendemos mejor que aquellas gentes de Cafarnaún. Cada vez
nos resulta más difícil creer en doctrinas o ideologías. La fe y la confianza
se despiertan en nosotros cuando nos sentimos atraídos por alguien que nos hace
bien y nos ayuda a vivir.
Pero Jesús les advierte de algo muy
importante:"Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha
enviado". La atracción hacia Jesús la produce Dios mismo. El Padre que
lo ha enviado al mundo despierta nuestro corazón para que nos acerquemos a
Jesús con gozo y confianza, superando dudas y resistencias.
Por eso hemos de escuchar la voz de
Dios en nuestro corazón y dejarnos conducir por él hacia Jesús. Dejarnos
enseñar dócilmente por ese Padre, Creador de la vida y Amigo del ser humano: "Todo
el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí".
La afirmación de Jesús resulta revolucionaria para aquellos
hebreos. La tradición bíblica decía que el ser humano escucha en su corazón la
llamada de Dios a cumplir fielmente la Ley. El profeta Jeremías había
proclamado así la promesa de Dios: "Yo pondré mi Ley dentro de vosotros y
la escribiré en vuestro corazón".
Las palabras de Jesús nos invitan a
vivir una experiencia diferente. La conciencia no es solo el lugar recóndito y
privilegiado en el que podemos escuchar la Ley de Dios. Si en lo íntimo de
nuestro ser, nos sentimos atraídos por lo bueno, lo hermoso, lo noble, lo que
hace bien al ser humano, lo que construye un mundo mejor, fácilmente no
sentiremos invitados por Dios a sintonizar con Jesús. Es el mejor camino para
creer en él.
José Antonio Pagola