VIVE LA PALABRA
10 agosto 2012, viernes.  XVIII semana Tiempo ordinario
Fiesta de san Lorenzo mártir
Evngelio del día
Juan 12,24-26:En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará.

¿Cómo vivir esta Palabra?
El trigo es la base de la alimentación en la cultura occidental, como el arroz en la asiática o el maíz en zonas de América. El valor nutritivo del trigo y de los productos derivados de sus harinas, principalmente el pan, siempre han sido una fuente importante de alimento para el pueblo de la Biblia. Jesús toma el proceso del trigo como símbolo de cualquier vida humana: vivir según el grano de trigo.

Si el grano no cae, si no muere, si no rompe sus defensas para ponerse en manos de la acción divina, no da fruto; porque el que ama su vida la pierde, mientras que el camino hacia la vida plena consiste, precisamente, en aceptar la muerte, a veces lenta, a veces dolorosa.  

Es triste ver cómo pululan aquí y allá métodos más o menos pseudocientíficos y pseudoespirituales que prometen una y otra vez devolver la paz interior, dar seguridades psicológicas, abrir horizontes de autorrealización. No pocas veces esos métodos buscan sugestionar a las personas para hacerlas pactar con sus pequeñeces, o para pensar que son mucho más de lo que hasta ahora habían pensado, o para invitarlas a “crecer” basadas simplemente en la propia voluntad y en sentimientos “positivos”, llenos no pocas veces de egoísmos y vacíos, profundamente vacíos, de Dios. El camino del Evangelio, en cambio, es otro. Abnegación, renuncia, cruz, muerte. A la mañana de Pascua se llega a través del Viernes Santo. El mundo no sabe entrar en esta lógica, no comprende el camino del Evangelio.

El camino está ahí. Escogerlo es cosa de personas sencillas, que no desean grandezas. Su sencillez, su obediencia, su renuncia, permiten el milagro. Al no querer ser nada, empiezan a serlo todo. 

La voz de un santo

Dejadme que sea entregado a las fieras, puesto que por ellas puedo llegar a Dios. Soy el trigo de Dios, y soy molido por las dentelladas de las fieras, para que pueda ser hallado pan puro. Antes, atraed a las fieras, para que puedan ser mi sepulcro, y que no deje parte alguna de mi cuerpo detrás, y así, cuando pase a dormir, no seré una carga para nadie. Entonces seré un verdadero discípulo de Jesucristo.  (San Ignacio de Antioquía, mártir en tiempos del emperador Trajano – año 107)