27
abril 2012, viernes. III semana de Pascua
DE LA PALABRA DEL DIA
El
que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el
último día. Juan 6,54
¿Cómo vivir esta Palabra?
Jesús
había afirmado poco antes que Él era la Vida: aquella vida que no pasa, que no se fosiliza, que no se
extingue. Él es la fuente misma de la vida, en cuanto Verbo y Sabiduría del
Padre Creador: “Por medio de Él todo lo
que existe fue creado”. Es desde aquí desde
donde brota la certeza de la vida
eterna. Nosotros no moriremos porque somos hijos de Uno que es la vida por
excelencia. Nacidos de Él, experimentaremos lo que él mismo experimentó: la
resurrección, que es precisamente el dar ‘jaque mate’ a la muerte.
El
enlace vida-resurrección pone también de relieve lo que lo alimenta: el Cuerpo
de Cristo y su Sangre. Por esto el cristiano auténtico es un hombre de
esperanza. Aún inmerso en el trabajo humano, incluso en tareas de gobierno o de
asuntos tecnológicos, el verdadero
cristiano recibe fuerza de Jesús-Vida para llevar
a cabo sus responsabilidades. Y como Giorgio La Pira, Giuseppe Dossetti y
tantos otros, participando en la Eucaristía, incluso cada día cuando es
posible, se llega a ser signo, aquí y
ahora, en el devenir de la historia, de aquella levadura de resurrección que es
soplo de esperanza y premisa
indispensable de una paz duradera.
Señor
Jesús, haz que esté siempre hambriento de Ti. Hazme
eucarísticamente vivo, persona de esperanza y de don gratuito.
La voz de una carmelita del siglo XIX
al XX
Pocos conocen la Fuente
única de donde tomar con seguridad paz y felicidad. Esta fuente es la Divina Eucaristía.
Madre María Cándida de la Eucaristía