21 abril 2012, sábado. Segunda semana de Pascua

Juan 6,16-21. 
Al atardecer, sus discípulos bajaron a la orilla del mar 
y se embarcaron, para dirigirse a Cafarnaún, que está en la otra orilla. Ya era de noche y Jesús aún no se había reunido con ellos. 
El mar estaba agitado, porque soplaba un fuerte viento. 
Cuando habían remado unos cinco kilómetros, vieron a Jesús acercarse a la barca caminando sobre el agua, y tuvieron miedo. 
El les dijo: "Soy yo, no temáis". 
Ellos quisieron subirlo a la barca, pero esta tocó tierra en seguida en el lugar adonde iban

DE LA PALABRA DEL DIA
Jesús se acerca y dice: “¡Yo Soy ! ¡No temáis!” Encontramos elementos del Antiguo Testamento que evocan “situaciones” que tienen que ver con este pasaje. El mar: Israel conducido por Moisés atravesó el mar Rojo. La declaración del nombre de Dios a Moisés “¡Yo soy!” (cf. Ex 3,15). También el libro de Isaías que presenta el retorno del exilio como un nuevo éxodo, donde Dios aparece repitiendo numerosas veces: “¡Yo soy!” (cf. Is 42,8; 43,5.11-13; 44,6.25; 45,5-7).

Para el pueblo de la Biblia, el mar era el símbolo del abismo, del caos, del mal (Ap 13,1). En el Éxodo, el paso del pueblo a través del mar supone hacer el camino hacia la libertad, que alcanzan cuando llegan a la otra orilla; para ello tuvieron que afrontar y vencer el miedo a ser tragados por el mar. Dios hizo posible esa travesía, por su intervención el pueblo lo atraviesa a pie enjuto (Ex 14,22). Otros pasajes la Biblia muestran a Dios que vence el mar (Gen 1,6-10; Sal 104,6-9; Pro 8,27). Vencer el mar significa imponerle sus límites e impedir que engulla la tierra con sus olas. En este pasaje Jesús revela su divinidad dominando y venciendo el mar, impidiendo que la barca de sus discípulos sea tragada por las olas. Esta manera de evocar el Antiguo Testamento, de usar la Biblia, ayudaba a las comunidades a percibir mejor la presencia de Dios en Jesús y en los hechos de la vida. ¡No temáis!

Juan 6,22, expresa que llegaron al puerto deseado. Querían recoger a Jesús en la barca, pero no es necesario, porque llegan a la tierra hacia donde iban antes de lo que calculaban. El samo 107 dice: “Cambió la tempestad en suave brisa, y las olas del mar se aquietaron. Se alegraron al verlas tranquilas, y el los llevó al puerto deseado”. El reconocimiento de la cercanía de Jesús hace que desaparezcan todos los miedos, el mal sea vencido y se llegue a buen puerto.

Jesús, hazme consciente de tu presencia escondida en mi vida diaria; que también yo pueda  oír que me dices; “Soy yo, no temas”.

La voz de una filósofa
Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, (1891-1942), carmelita descalza, filósofa, mártir, co-patrona de Europa. Poesía «La tempestad», 1940

«Soy yo, no temáis»
- Señor, ¡cuán altas son las olas,
y qué oscura la noche!
 
¿No querrás iluminarla
para mi que velo solitaria?

- Mantén firme el timón,
 
ten confianza y quédate tranquila.
 
Tu barca es preciosa a mis ojos,
 
quiero conducirla a buen puerto.

Aguanta sin desfallecer
 
los ojos fijos en la brújula.
Ella ayuda a llegar al final
 
a través de noches y tempestades.

La aguja de la brújula de a bordo
se estremece pero se mantiene.
Ella te mostrará el cabo
 
a donde que quiero verte llegar.

Ten confianza  y quédate tranquila:
 
a través de noches y tempestades
 
la voluntad de Dios, fiel,
 
te guía si tu corazón está en vela.