29 febrero 2012, miércoles. I semana de Cuaresma

DE LA PALABRA DEL DIA
Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Lc 11,29

¿Cómo vivir esta Palabra?
Esta Palabra de Jesús puede causar asombro, pero es necesario captarla en el contexto de toda la dureza de corazón  que rodeaba al Señor. 
No bastaba a sus enemigos los signos de las curaciones que Jesús realizaba en medio del pueblo. Ni siquiera la resurrección de los muertos. Escribas, fariseos, doctores de la ley ponían continuamente a prueba la paciencia de Jesús,  pretendiendo cosas estrepitosas.  Y el claro rechazo del Señor, agudizaba el odio que nutrían hacia Él. 
Pero ¿cual es el signo de Jonás al que Jesús se refiere? Jonás es el profeta, primero reticente y temeroso frente a la voluntad de Dos, que después abraza fuertemente, tras haber pasado tres días y tres noches en el vientre de la ballena que finalmente lo lleva a la playa, para que cumpla su decisión  de ser y hacer  lo que Dios había proyectado que hiciera,  en función  de la salvación de los ninivitas, un pueblo pagano.
Lo que en la Biblia se narra a propósito de Jonás, se ha convertido en el signo por excelencia que es la resurrección  de Jesús.  “Si Cristo no hubiese resucitado –dice san Pablo- vana sería nuestra fe”.  Pero, puesto que esta es la verdad  en la que se apoya nuestra fe,  este gran signo nos basta.
  
Señor, te pido que yo no debilite mi plena confianza en Ti (por tanto mi fe), con lamentables  peticiones de signos o señales : para esto o para aquello, para mí o para otros.

Señor Jesús, sé Tú el signo esplendente de tu humana-divinidad.


La voz de un pedagogo
Sé a quien creo. Mi fe en Dios pierde todo límite mediante el conocimiento de mí mismo y gracias al conocimiento derivado de éste, él de las leyes del mundo moral.  El concepto del infinito se enlaza en mi naturaleza con el concepto de lo eterno y yo siento nacer en mí la esperanza de una vida eterna. Y cuanto más amo al Eterno, tanto más  espero en una vida eterna; y cuanto mayor es mi fe en Él, cuanto más grato le soy,  cuanto más Lo sigo, tanto más verdadera llega a ser para mi la convicción de mi inmortalidad.
                                                                                               Johann Heinrich Pestalozzi