22 febrero 2012. Miércoles de Ceniza -----> 8 abril Resurrección

DE LA PALABRA DEL DIA
Mirad: Ahora es tiempo de gracia; ahora es el día de la salvación. 2 Corintios 6,2

¿Cómo  vivir esta Palabra?
La liturgia de hoy nos hace una invitación decisiva: “No endurezcáis vuestro corazón, escuchad la voz del Señor”(Canto al Evangelio).
En este comienzo de un tiempo fuerte del año litúrgico, el Señor hace sentir su voz a través de la Escritura más insistentemente, invitando a la conversión, a la reconciliación. Y mientras trae a la memoria todas las limitaciones de la naturaleza humana, hace recordar su amor  desmesurado por cada persona, creada no para la muerte sino para la vida en Dios.
  Tenemos el inmenso poder, con nuestra libertad, de cerrarle el corazón a Dios, de no dejarle entrar como se merece en nuestra vida, pero Dios nos sigue llamando, porque el amor insiste: “Volved a mí  de todo corazón, con ayunos, con llantos y lamentos”, es decir, con el corazón arrepentido, deseoso de amar y querer estar con Él.
El Evangelio nos anima a vivir la cuaresma con pureza de corazón, evitado toda forma de obtener la admiración de los demás. Estamos invitados, en cambio, a buscar el encuentro con el Señor en el secreto del corazón, donde Él nos espera. Jesús nos asegura  que el Padre, que ve en lo secreto,  nos recompensará.

Hoy, al entrar en mi corazón, me situaré ante este tiempo de gracia, la cuaresma, que pone ante  mi mirada la meta de la Pascua,  pidiendo a Dios que sostenga mi voluntad para que no me deje llevar por cosas de poco valor y, sino todo lo contrario, enderece mis pasos siguiendo al Señor que pasa y me invita a seguirle, llamándome a la reconciliación y a la paz del corazón.

Y rezaré con el salmista:

            Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa, lava del todo mi delito, limpia mi pecado.

La voz de un filósofo rumano
Toda fe es falsa vista desde el exterior. Pero creer es tan importante como respirar.

                                                                                                            Emil Cioran