DE LA PALABRA DEL DIA
¿Por qué andas hablando, Jacob, y diciendo, Israel: “Mi suerte está oculta al Señor, mi Dios ignora mi causa”? Isaías 40,27
¿Cómo vivir esta Palabra?
Cuando el horizonte se hace oscuro y también Dios parce no prestar oído a nuestro grito de auxilio, puede asaltarnos esta duda desconcertante, a veces acompañada por el interrogante: ¿Pero qué he hecho yo para merecer este castigo? Una pregunta que nace ciertamente de un corazón herido y angustiado, al que nos debemos acercar con delicado respeto, más que pararnos escandalizados ante el gemido que brota de él. Pero es una pregunta mal hecha, que revela la infiltración de la idea de un Dios para el propio uso y consumo.
Es la misma palabra de Isaías la que indica el camino de salida: intentar liberarse del acartonamiento sobre sí mismo en el que la prueba nos ha hecho agazaparnos y tratar de levantar la cabeza para extender la mirada ante un horizonte más amplio, en el que captar puntos de luz que hablen de la presencia de Dios. Una mirada que no excluya, incluidos privilegios, nuestro pasado.
Revivir aquellas experiencias en las que tuvimos la sensación de tocarLo, tan cercano lo sentíamos, padre-madre que se ocupaba de nosotros sin privarnos de la alegría de sentirnos protagonistas activos de nuestra historia. Puntos de luz que tenían la finalidad de que no nos perdiésemos en la penumbra y, a veces, en la oscuridad amenazante en la que se desarrolla ordinariamente la vida. Puntos de luz que no debemos peder nunca de vista para orientarnos: estrella polar que sigue indicándonos la ruta y que infunde seguridad y valor.
Hoy recordaré los pasos de Dios en mi vida y dejaré que su recuerdo enardezca mi corazón y lo abra a la gratitud y al confiado abandono.
Señor, concédeme no perderte nunca de vista. Estrella Polar encendida sobre mi camino, para que no me pierda por caminos tortuosos y ciegos, sino que incluso en las horas de prueba sepa orientarme.
La voz del Papa
Si Dios es amor, ¿el amor no encontrará tal vez una posibilidad para responder a la esperanza de aquel que ama? Benedicto XVI