Miércoles 30 de diciembre de 2015
Octava de Navidad


de la primera carta del apóstol san Juan 2,12-17:

Os escribo a vosotros, hijos míos, porque se os han perdonado vuestros pecados por su nombre. Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al Maligno. Os he escrito a vosotros, hijos míos, porque conocéis al Padre. Os he escrito, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, los jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno. No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre. Porque lo que hay en el mundo –las pasiones del hombre terreno, y la codicia de los ojos, y la arrogancia del dinero–, eso no procede del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa, con sus pasiones. Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

Sal 95,7-8a.8b-9.10 R/. Alégrese el cielo, goce la tierra

Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor. R/.

Entrad en sus atrios trayéndole ofrendas,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda. R/.

Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.» R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2,36-40:

En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.


PARA VIVIR ESTA PALABRA - 30 DICIEMBRE

La anciana Ana es otro testimonio entrañable en el ámbito de la Navidad.

Además de Esteban, Juan, los Inocentes, el anciano Simeón, los pastores, los magos, y sobre todo José y María, ahora es esta buena mujer, sencilla, de pueblo, que desde hace tantos años sirve en el Templo, y que ha sabido reconocer la presencia del Mestas y da gracias a Dios, y después habla del Niño a todos los que la quieren escuchar.

Ana no prorrumpe en cánticos tan acertados como los de Zacarías o Simeón. Ella habla del Niño y da gloria a Dios. Es «vidente» en el sentido de que tiene la vista de la fe, y ve las cosas desde los ojos de Dios. Es una mujer sencilla, viuda desde hace muchos años. Y nos da ejemplo de fidelidad y de amor.

En lo sencillo y lo cotidiano anda Dios. Como también sucedió en los años de la infancia y juventud de Jesús. El evangelio de hoy termina diciendo que su familia vuelve a Nazaret, y allí «el niño iba creciendo y robusteciéndose y se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios lo acompañaba». Los vecinos no notaban nada. Sólo José y María sabían del misterio. Pero Dios ya estaba entre nosotros y actuaba.

La carta de Juan nos pone ante el dilema: en nuestra vida, ¿seguimos los criterios de Dios, 0 nos hemos dejado contaminar por los del mundo? ¿de veras nos sentimos libres de esas «pasiones del hombre terreno, la codicia de los ojos y la arrogancia del dinero» a cosas equivalentes?
Seria bueno que, sin angustiarnos ni atormentarnos, pero con lucidez, recordáramos en este ambiente navideño que la vida es lucha, y que se nos pide -como ayer anunciaba Simeón- una continuada decisión: decir «sí» a Cristo y «no» a las fuerzas del maligno. Para que se pueda decir de nosotros que «hemos vencido al maligno» con la ayuda de ese Cristo Jesús, que es el que en verdad le ha vencido.

El que dice «sí» a Jesús, no puede a la vez decir «sí» al maligno. Por eso, celebrar la Navidad es apartarse de los criterios del mundo y seguir las huellas de Jesús, reordenar la jerarquía de los valores en nuestra vida, hacer una clara opción por sus bienaventuranzas, y no por las más fáciles o las de moda, que pueden ser claramente hostiles al Evangelio de Jesús.



Martes 29 de diciembre de 2015
Octava de Navidad


de la primera carta del apóstol san Juan 2,3-11:


Queridos hermanos: En esto sabemos que conocemos a Jesús: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: "Yo le conozco", y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él debe vivir como vivió él.
Queridos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que tenéis desde el principio. Este mandamiento antiguo es la palabra que habéis escuchado. Y, sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo -lo cual es verdadero en él y en vosotros-, pues las tinieblas pasan, y la luz verdadera brilla ya. Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano está aún en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.


Salmo 95,1-2a.2b-3.5b-6 R/. Alégrese el cielo, goce la tierra

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R/.

Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.

El Señor ha hecho el cielo;
honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2,22-35:

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, corno dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.» Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: 

«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»

Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA

La presentación de Jesús en el Templo, cuya primera parte leemos hoy, es una escena llena de sentido que nos ayuda a profundizar en el misterio de la Encarnación de Dios.
José y María cumplen la ley, con lo que eso significa de solidaridad del Mesías con su pueblo, y lo hacen con las ofrendas propias de las familias pobres.

Así, en el Templo sucede el encuentro del Mesías recién nacido con el anciano Simeón, representante de todas las generaciones de Israel que esperaban el consuelo y la salvación de Dios. En la tradición bizantina se llama precisamente «Encuentro» a esta fiesta. 

Simeón, movido por el Espíritu, reconoce en el hijo de esta sencilla familia al enviado de Dios, y prorrumpe en el breve y entusiasta cántico del «Nunc dimittis»: «ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz», que nosotros decimos cada noche en la oración de Completas que concluye la vivencia de la Jornada. En su boca es como el punto final del Antiguo Testamento Describe en unos trazos muy densos al Mesías: «mis ojos han visto a tu Salvador», que es «luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel». Cristo, gloria del pueblo de Israel y luz para los demás pueblos. Pero a la vez esa luz va a ser «crisis», juicio, signo de contradicción. Todos tendrán que tomar partido ante él, no podrán quedar indiferentes. Por eso Simeón anuncia a la joven madre María una misión difícil, porque tendrá que participar en el destino de su Hijo: «será como una bandera discutida... y a ti una espada te traspasará el alma».

La presencia de María en este momento, al inicio de la vida de Jesús, se corresponde con la escena final, con María al pie de la Cruz donde muere su Hijo. Presencia y cercanía de la madre a la misión salvadora de Cristo Jesús.

La carta de Juan nos ha señalado un termómetro para evaluar nuestra celebración de la Navidad: podremos decir que hemos entrado en la luz del Hijo de Dios que ha venido a nuestra historia si estamos progresando en el amor a los hermanos. «Quien ama a su hermano, permanece en la luz y no tropieza». Si no, todavía estamos en las tinieblas, y la Navidad habrá sido sólo unas hojas de calendario que pasan.

Es un razonamiento que no necesita muchas explicaciones. Navidad es luz y es amor, por parte de Dios, y debe serlo también por parte nuestra. Claro que la conclusión lógica hubiera sido: «también nosotros debemos amar a Dios». Pero en la lógica de Jesús, que interpreta magistralmente Juan, la conclusión es: «debemos amarnos los unos a los otros».

Porque el amor de Dios es total entrega: «tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo para que todos tengan vida eterna». El mismo Jesús (Jn 13,34) relaciona las dos direcciones del amor: «yo os he amado: amaos unos a otros».

Se nos invita, por tanto, a que no haya distancia entre lo que decimos creer, lo que celebramos en laNavidad, y lo que vivimos en nuestro trato diario con los demás. «Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él»: el Jesús a quien estamos celebrando como nacido en nuestra familia, es el Jesús que nos ha enseñado a vivir, con su palabra y sobre todo con sus hechos. La Navidad nos está pidiendo seguimiento, no sólo celebración poética.

Habría bastante más luz en medio de las tinieblas de este mundo, si todos los cristianos escucháramos esta llamada y nos decidiéramos a celebrar la Navidad con más amor en nuestro pequeño o grande círculo de relaciones personales.



Lunes 28 de diciembre de 2015
Santos Inocentes
Octava de Navidad


de la primera carta del apóstol san Juan 1,5-2,2

Queridos hermanos: Os anunciamos el mensaje que hemos oído a Jesucristo: Dios es luz sin tiniebla alguna. Si decimos que estamos unidos a él, mientras vivimos en las tinieblas, mentimos con palabras y obras. Pero, si vivimos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos unidos unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia los pecados. Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y no poseemos su palabra.
Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

Sal 123,2-3.4-5.7b-8 R/. Hemos salvado la vida, como un pájaro de la trampa del cazador

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros. R/.

Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes. R/.

La trampa se rompió, y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 2,13-18

Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo." José se levantó, cogió al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: "Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto." Al verse burlado por los magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: "Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos, y rehúsa el consuelo, porque ya no viven".


PARA VIVIR ESTA PALABRA

La carta de Juan nos interpela: ¿caminamos en la luz? Recién estrenada la Navidad, ¿hemos abandonado la oscuridad en nuestra vida? A lo largo de estos días la carta de Juan nos irá invitando a una actitud decidida: hemos visto el amor de Dios, al enviarnos a su Hijo, pero esto va a pedir de nosotros una conducta coherente, hecha de alegría y a la vez de seriedad exigente con nosotros mismos. Porque el pecado no se puede conjugar con la luz.

La luz, en el lenguaje bíblico, es sinónimo de alegría, de vida, de verdad, de bondad, de pureza. Lo contrario de todo esto es la tiniebla, la oscuridad, 0 la penumbra en la que a veces vivimos. ¿Se puede decir que nuestra vida transcurre en la luz, 0 más bien en una penumbra intermedia que no nos deja servir fielmente a Dios ni vivir con alegría interior?

El día de la Epifanía el sacerdote, en la bendición solemne, pide para nosotros: «El Dios que os llamó de las tinieblas a su luz admirable derrame abundantemente sus bendiciones sobre vosotros», «y así lleguéis a encontraros con Cristo, luz de luz».

También nos interpela el evangelio. José y María empiezan a experimentar que los planes de Dios exigen una disponibilidad nada cómoda. La huida y el destierro no son precisamente un adorno poético en la historia de la Navidad.

El sacrificio de estos niños inocentes y las lágrimas de sus madres se convierten en símbolo de tantas personas que han sido injustamente tratadas por la maldad humana y han sufrido y siguen sufriendo sin ninguna culpa.
Desde el acontecimiento de la Pascua de Cristo, todo dolor es participación en el suyo, y también en el destino salvador de su muerte, la muerte del Inocente por excelencia.

¿Aceptamos el esfuerzo y la contradicción en el seguimiento de Cristo? ¿sabemos apreciar la lección de reciedumbre que nos dan tantos cristianos que siguen fieles a Dios en medio de un mundo que no les ayuda nada?

También nosotros, como los niños de Belén, debemos dar testimonio de Dios con las obras y la vida, más que con palabras bonitas.

La Sagrada Familia
27/12/2015


Lectura del Libro del Eclesiástico 3, 3-7. 14-17a

Dios hace al padre más respetable que a los hijos 
y afirma la autoridad de la madre sobre la prole.
El que honra a su padre expía sus pecados, 
el que respeta a su madre acumula tesoros;
el que honra a su padre se alegrará de sus hijos 
y cuando rece, será escuchado;
el que respeta a su padre tendrá larga vida, 
al que honra a su madre el Señor le escucha.
Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, 
no lo abandones, mientras vivas;
aunque flaquée su mente, ten indulgencia, 
no lo abochornes, mientras vivas.
La limosna del padre no se olvidará, 
será tenida en cuenta para pagar tus pecados;
el día del peligro se acordará de ti 
y deshará tus pecados como el calor la escarcha.


Salno 127, 1-2. 3. 4-5 R. ¡Dichoso el que teme al Señor, y sigue sus caminos!

¡Dichoso el que teme al Señor, 
y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, 
serás dichoso, te irá bien. R.

Tu mujer, como parra fecunda, 
en medio de tu casa;
tus hijos como renuevos de olivo, 
alrededor de tu mesa. R.

Esta es la bendición del hombre 
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, 
que veas la prosperidad de Jerusalén, 
todos los días de tu vida. R.


Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses 3, 12-21

Hermanos:
Como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro uniforme: la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión.
Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro.
El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo.
Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo.
Y celebrad la Acción de Gracias: la Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente.
Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados.
Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, ofreciendo la Acción de Gracias a Dios Padre por medio de él.
Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor.
Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.
Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor.
Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos.


Lectura del santo Evangelio según San Lucas 2, 41-52

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua.
Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre, y cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Estos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.
A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas: todos los que le oían, quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
–Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.
El les contestó:
–¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?
Pero ellos no comprendieron lo que quería decir.
El bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.
Su madre conservaba todo esto en su corazón.
Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.


PARA VIVIR ESTA PALABRA

La fiesta de la Sagrada Familia nos recuerda el carácter sagrado de la familia, escuela de amor y humanidad. La vida del ser humano no puede ser sino familiar y el evangelio nos ayuda a vivir en plenitud esta dimensión profundamente humana. La escucha atenta al Espíritu nos permitirá ser fieles al ideal evangélico, especialmente en la familia, en el tiempo presente.

Dios nos ha creado homo familiaris, y en la Encarnación ha asumido también esta maravillosa condición. Reflexionando en torno al conocido relato del niño Jesús perdido y hallado en el Templo descubriremos qué sentido tiene el plante de Jesús a sus padres que nos refiere Lucas, el cual, una vez más, dará especial protagonismo a María, que de nuevo “conservaba todo esto en su corazón”.

Se celebra la fiesta de la sagrada familia el domingo que cae dentro de la octava de navidad. Es una fiesta de devoción, introducida por primera vez como celebración opcional en 1893. 

El culto de la sagrada familia se hizo muy popular en el siglo pasado, sobre todo en Canadá. El papa León XIII lo promovió muchísimo. En unos tiempos en que las fuerzas secularizantes constituían una amenaza clara para la familia cristiana, se propuso a la sagrada familia de Nazaret como modelo, como fuente de inspiración y de ayuda.

La fiesta puede ayudarnos a ver la encarnación en un contexto más amplio, a considerar sus consecuencias culturales y sociales. Efectivamente, no basta con decir que el hijo de Dios se hizo hombre. Esto sucedió en un tiempo y en un lugar concretos. El adoptó una familia, un hogar, una ciudad, un medio cultural determinados; creció en este entorno, fue educado en la fe judía, aprendió el oficio de carpintero e hizo amigos. Los años pasados en Nazaret fueron años de formación, de preparación para su misión.

En una exquisita homilía que se lee en el Oficio de lecturas, el papa Pablo VI llama la atención sobre este aspecto de la encarnación. Y reflexionando sobre la vida familiar de Cristo en Nazaret, dice: "Sobre todo aquí se hace patente la importancia de tener en cuenta el contexto general de su vida entre nosotros, con su concreto entorno de lugar, tiempo, costumbres, lengua, práctica religiosa". Dios se hizo hombre, trabajador, carpintero e hijo de carpintero, nazareno, cuyos padres eran conocidos en aquel lugar. Le reconocemos como verdadero hombre, pero no perdemos de vista jamás su naturaleza divina. Efectivamente, "adoramos al hijo del Dios vivo que se hizo" Hijo en una familia humana".

Navidad es un tiempo hogareño, familiar. Y esto tiene una importancia religiosa y psicológica: necesitamos volver a los orígenes, a las raíces, a la familia. En el plano espiritual hacemos esto en nuestras celebraciones litúrgicas, renovando nuestros "orígenes sagrados" cuando celebramos el nacimiento de nuestro Señor. La cueva, el pesebre..., allí comenzó todo. 

La familia de Nazaret aparece como un modelo amable de muchas virtudes que deberían copiar las familias cristianas: la mutua acogida, la comunión perfecta, la fe en Dios, la fortaleza ante las dificultades, el cumplimiento de las leyes sociales y de la voluntad de Dios. El programa que aparece en los textos de esta fiesta vale para las familias, para las comunidades religiosas, para las parroquias, para la humanidad entera.

Sábado 26 de diciembre de 2015
San Esteban


Hechos de los apóstoles 6,8-10; 7,54-60

En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba. Oyendo estas palabras, se recomían por dentro y rechinaban los dientes de rabia. Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo: «Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios.»
Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos, dejando sus capas a los pies de un joven llamado Saulo, se pusieron también a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación: «Señor Jesús, recibe mi espíritu.»
Luego, cayendo de rodillas, lanzó un grito: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado.»
Y, con estas palabras, expiró.


Salmo 30,3cd-4.6 y Sab 16bc-17 R/. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu

Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirigeme y guíame. R/.

A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás.
Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
Te has fijado en mi aflicción. R/.

Líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia. R/.


Lectura del santo evangelio según san Mateo 10,17-22

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No os fiéis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA DEL DIA DE SAN ESTEBAN -- 26 DICIEMBRE

Después de celebrar el nacimiento del Hijo de Dios como hermano nuestro, nos encontramos con el martirio del joven Esteban. Y es que ese Niño que ha nacido en Belén es el mismo que más tarde por fidelidad a su misión, entregará su vida en la Cruz para salvar a la humanidad. Jesús será el primer mártir, testigo del amor de Dios. Esteban será luego el primero entre sus seguidores que le imite en el martirio.

Esteban es un diácono que la comunidad ha nombrado, junto con otros seis, para cuidar de los aspectos más organizativos y benéficos de su vida. Es de cultura griega. Habla muy bien, se enfrenta con los judíos y les denuncia por su infidelidad: no han sabido reconocer al Mesías que cumple todas las esperanzas del A.T., Jesús de Nazaret. El suyo es un discurso provocativo, que supone la ruptura entre el Israel que no ha querido aceptar a Jesús y el Israel que sí le reconoce como Mesías e Hijo de Dios. Sobre todo se escandalizan cuando Esteban afirma que ve a Jesús de pie a la derecha de Dios.

Esto es lo que le lleva a la muerte. Era muy incómodo su mensaje para los que acababan de deshacerse de Jesús. Le apedrearon hasta la muerte.

El joven Esteban es un buen imitador de Cristo Jesús. Es «diácono», o sea, servidor de la comunidad, como se definía a sí mismo Jesús: he venido a servir y a dar mi vida por todos. Es mártir, o sea, testigo, hasta la muerte: Jesús fue el primero que dio testimonio de la verdad hasta las últimas consecuencias. A Esteban le acusaron, como a Jesús, de blasfemia contra la ley y el Templo. Le ajusticiaron fuera de la ciudad, como a Jesús, y murió perdonando a sus verdugos, como Cristo en la Cruz.
Celebramos el martirio de Esteban. Pero para la Iglesia el día de la muerte de un santo es el «dies natalis», el día de su verdadero nacimiento. No andamos lejos de la fiesta de ayer.
Ahora se trata del nacimiento de Esteban a su vida gloriosa, ya en comunión perfecta con Cristo Jesús.

Cristo anuncia a sus seguidores que les llevarán a los tribunales. Les perseguirán. Creerán que hacen un acto de culto a Dios eliminándolos. Pero no tienen que temer: el Espíritu es el que les inspirará lo que deben decir.

Esta página fue escrita cuando ya la comunidad tenía la amarga experiencia de las detenciones y los martirios, por ejemplo de Santiago. Pero la persecución la experimentaron todos: Pedro, los apóstoles, Pablo en sus varios viajes. Y el primero, Esteban. También aquí la Navidad apunta a la Pascua, con su gran decisión de entrega y de cruz, para Cristo y para sus seguidores.


Las consecuencias de la Navidad son inesperadas. De la alegría de Belén y del Dios-con-nosotros pasamos a la seriedad del testimonio de vida por coherencia con la fe. Navidad es algo más que la ternura del Niño entre pajas, acompañado por María y José y el canto de los ángeles. Creer en Jesús y seguirle comporta decisiones y tomas de postura: es signo de contradicción. Jesús lo había anunciado: sus seguidores serán perseguidos.

Esteban es el primero que ha dado testimonio hasta la muerte. A lo largo de la historia, cuántos cristianos han seguido a Cristo en medio de la persecución y las dificultades. Su respuesta ante las dificultades ha sido perseverar dando testimonio de Jesús y de su evangelio hasta la muerte. Que es el testimonio más creíble.

Hay martirios breves e intensos, como el de Esteban. Hay martirios largos: el testimonio y las dificultades de cada día, a lo largo de años. Tal vez éste es el nuestro. Y hoy se nos invita a no cansarnos de este amor y de esta fidelidad.

¿Damos nosotros, en nuestra vida, un testimonio así de creíble para los que nos rodean? ¿o nos echamos atrás por cualquier esfuerzo que nos suponga la fe en Cristo?
Cuando surgen estas dificultades en nuestro camino de seguimiento de Cristo, ¿hacemos nuestras las palabras de confianza del salmo: «A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu», que Esteban hizo propias: «Señor Jesús, recibe mi espíritu»?

¿Sabemos hacer nuestras sus últimas palabras de perdón? 

El ejemplo de Esteban que, a imitación del mismo Cristo, muere perdonando, es una lección para nosotros. A nosotros no nos están apedreando físicamente. Pero al cabo de la vida tenemos mil ocasiones para perdonar a nuestros hermanos. Como hemos pedido en la oración del día: «concédenos la gracia de imitar a tu mártir san Esteban, que oró por los verdugos que le daban tormento, para que nosotros aprendamos a amar a nuestros enemigos».

«Imitando a san Esteban, aprendamos a amar a nuestros enemigos» (oración)
«A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu, sé la roca de mi refugio» (salmo)
«El que persevere hasta el final, se salvará» (evangelio)
«Nos salvas por el nacimiento de tu Hijo y nos llenas de júbilo por el triunfo de Esteban» (poscomunión)
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995.Págs. 110 ss.


Natividad del Señor
Misa del día 25/12/2015


Isaías 52, 7-10

¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: «Tu Dios es rey»! Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.

Salmo: Sal 97, 1. 2-3ab. 3cd-4. 5-6 R. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios

Cantad al Señor un cántico nuevo, 
porque ha hecho maravillas: 
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R. 

El Señor da a conocer su victoria, 
revela a las naciones su justicia: 
se acordó de su misericordia y su fidelidad 
en favor de la casa de Israel. R. 

Los confines de la tierra han
contemplado la victoria de nuestro Dios. 
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R.

Tañed la cítara para el Señor, 
suenen los instrumentos: 
con clarines y al son de trompetas, 
aclamad al Rey y Señor. R.

Lectura de la carta a los Hebreos 1, 1-6

En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo. Él es reflejo. de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de su majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado», o: «Yo seré para él un padre, y el será para mi un hijo»? Y en otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: «Adórenlo todos los ángeles de Dios.»

Lectura del santo evangelio según san Juan 1. 1-18

En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra habla vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, ,que alumbra a todo hombre. Al inundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Éste es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”» Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.


PARA VIVIR ESTA PALABRA

En la misa de medianoche se proclama el relato del nacimiento de Jesús según lo narra hermosamente san Lucas. En la misa de madrugada leemos que los pastores fueron a Belén y encontraron al niño tal y como les habían dicho: junto a su madre, una humilde doncella que guardaba en el corazón las cosas tan grandes que Dios manifestaba. Junto a José, un humilde carpintero que debía velar por ambos. Un niño no sentado en un trono de grandeza y poder, sino en la morada de los mansos animales que acompañan a los pobres y a los humildes. Así se nos muestra Dios, así revela su victoria. Sin la prepotencia de los conquistadores ni la violencia de los poderosos. Sin armas, sin ejércitos. No provoca gritos de terror ni sollozos de angustia. Ante su presencia amorosa en el recién nacido, tanto los ángeles como los pastores rompen a cantar de alegría.

Ahora acabamos de leer el prólogo del evangelio de san Juan. Nos dice casi lacónicamente que la Palabra de Dios, por la cual Él hizo los mundos, ha puesto humildemente su morada entre nosotros, como si armara su tienda de pastor entre las ovejas del rebaño, para iluminarlas con la suave luz de su presencia que aleja las tinieblas. Esta Palabra eterna y creadora se ha hecho carne humana para que todos los humanos podamos llegar a ser hijos de Dios.

Sólo sentimientos de alegría y gratitud puede albergar nuestro corazón en este día. Por la cercanía amorosa de Dios, por la salvación y el perdón que nos ofrece tan gratuita y desinteresadamente. Porque nos revela que su voluntad no es otra que nuestra felicidad. Y que Él no quiere ser para nosotros más que un Padre amoroso que nos espera y nos acoge siempre. 

El mundo puede estar muy orgulloso de sus logros y de sus progresos, especialmente comenzando este tercer milenio de tantas maravillas. Lo triste es que todo eso es para unos pocos todavía. Y que la mayoría de los seres humanos, por culpa del egoísmo y la codicia, sufren de muchos males. Nosotros los cristianos, al celebrar el nacimiento de nuestro salvador, tenemos que comprometernos a compartir con todos la alegría que hoy nos embarga, haciendo de cada una de nuestras vidas una oferta y un testimonio del amor de Dios, el amor que se nos ha manifestado de forma tan espléndida. Un amor que sí da vida y trae paz, que cura y consuela, que perdona y acoge.


¡FELIZ NAVIDAD!



Jueves 24 de diciembre de 2015       Cuarta semana de AdvientoResultado de imagen de nacimiento de jesus feliz navidad



segundo libro de Samuel 7,1-5.8b-12.14a.16:

Cuando el rey David se estableció en su palacio, y el Señor le dio la paz con todos los enemigos que le rodeaban, el rey dijo al profeta Natán: «Mira, yo estoy viviendo en casa de cedro, mientras el arca del Señor vive en una tienda.»
Natán respondió al rey: «Ve y haz cuanto piensas, pues el Señor está contigo.»
Pero aquella noche recibió Natán la siguiente palabra del Señor: «Ve y dile a mi siervo David: "Esto dice el Señor: ¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella? Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. Yo estaré contigo en todas tus empresas, acabaré con tus enemigos, te haré famoso como a los más famosos de la tierra. Daré un puesto a Israel, mi pueblo: lo plantaré para que viva en él sin sobresaltos, y en adelante no permitiré que los malvados lo aflijan como antes, cuando nombré jueces para gobernar a mi pueblo Israel. Te pondré en paz con todos tus enemigos, y, además, el Señor te comunica que te dará una dinastía. Y cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Yo seré para él padre, y él será para mi hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre."»

Sal 88 R/. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad.» R/.

Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
«Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades.» R/.

Él me invocará: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora.»
Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable. R/.


Lectura del santo evangelio según san Lucas 1,67-79:

En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo: «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas. Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán. Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días. Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.»



PARA VIVIR ESTA PALABRA

Natán le anuncia de parte de Dios que no será él, David, quien regale una casa a Dios, sino Dios quien le asegura a David una casa y una descendencia duradera, que en primer término es su hijo Salomón, pero que se entendió siempre como un anuncio del rey mesiánico futuro. Dios, que le ha ayudado hasta ahora en sus empresas, le seguirá ayudando a él y a sus sucesores. La palabra «casa» juega así con su doble sentido de edificio material y de dinastía familiar. Son los planes de Dios, y no los nuestros, los que van conduciendo la marcha de la historia.

El salmo nos hace cantar nuestro agradecimiento a la fidelidad de Dios: «cantaré eternamente las misericordias del Señor». Y recuerda expresamente: «sellé una alianza con mi elegido, jurando a David, mi siervo: te fundaré un linaje perpetuo. Le mantendré eternamente mi favor y mi alianza con él será estable».

Nosotros leemos estas expresiones con la convicción de que se han cumplido en Cristo a la perfección. Jesús es llamado muchas veces en el evangelio «hijo de David», o sea, que pertenece, incluso literalmente, a la casa de David, aunque política y socialmente muy venida a menos.

Ayer el cántico del Magnificat, en boca de María, resumía la historia de salvación conducida por Dios. Hoy es el cántico del Benedictus, que probablemente era también de la comunidad, pero que Lucas pone en labios de Zacarías, el que nos ayuda a comprender el sentido que tiene la venida del Mesías. Los nombres de la familia del Precursor son todo un programa: Isabel significa «Dios juró», Zacarías, «Dios se ha acordado», y Juan, «Dios hace misericordia». En el Benedictus cantamos que todo lo anunciado por los profetas se ha cumplido «en la casa de David, su siervo», con la llegada de Jesús. Que Dios, acordándose de sus promesas y su alianza, «ha visitado y redimido a su pueblo», nos libera de nuestros enemigos y de todo temor, y que por su entrañable misericordia «nos visitará el sol que nace de lo alto».

En el nacimiento de Jesús es cuando definitivamente se ha mostrado la fidelidad y el amor de Dios.

Es un hermoso cántico que la comunidad eclesial ha hecho suyo desde hace dos mil años, y lo canta con más motivos aún que Zacarías.
Cada día se reza en la oración matutina de Laudes, y ciertamente con coherencia, recordando «el sol que nace de lo alto», que para nosotros es Cristo Jesús, que quiere iluminar a todos los que caminamos en la tiniebla o en la penumbra, y comprometiéndonos a servirle «en santidad y justicia en su presencia todos nuestros días», y «guiar nuestros pasos en el camino de la paz» a lo largo de la jornada.

Pero hoy, víspera de la Navidad, tras la preparación de las cuatro semanas de Adviento, este himno nos llena particularmente de alegría, pregustando ya la celebración del nacimiento del Señor esta próxima noche.

Como David, tenemos que recordar que no somos nosotros los que le hacemos un favor o un homenaje a Dios celebrando la Navidad, sino que es él quien nos envuelve en su amor, quien nos visita y nos redime, haciéndonos objeto de sus promesas y su fidelidad. Es Dios quien en primer lugar piensa en nosotros, y no nosotros en él. Todo lo que se nos anunciaba a lo largo del Adviento se cumple sacramentalmente en la Navidad que está a punto de iniciarse.

Vale la pena que aprendamos de Zacarías a entonar cantos de alabanza a Dios, porque continuamente estamos recibiendo sus dones, y a vivir nuestros días, nuestros años, en su presencia, llenos de confianza y fidelidad también por nuestra parte.


Miércoles 23 de diciembre de 2015
Cuarta semana de Adviento



Malaquías 3,1-4.23-24:

Así dice el Señor: «Mirad, yo os envió a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar –dice el Señor de los ejércitos–. ¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos. Mirad: os enviaré al profeta Elías antes de que llegue el día del Señor, grande y terrible. Convertirá el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, para que no tenga que venir yo a destruir la tierra.»


Salno 24,4-5ab.8-9.10.14 R/. Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.

El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.

Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
El Señor se confía con sus fieles
y les da a conocer su alianza. R/.


Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 57-66:

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan.»
Le replicaron: «Ninguno de tus parientes se llama así.»
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.»
Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: «¿Qué va a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él.


PARA VIVIR ESTA PALABRA


El anuncio del profeta Malaquías, de que Dios enviará un mensajero, prepara en paralelo el relato evangélico del nacimiento de Juan.
El profeta, en el siglo V antes de Cristo, en un tiempo de restauración política, que él querría que fuera también religiosa, se queja de los abusos que hay en el pueblo y en sus autoridades. El culto del Templo es muy deficiente, por desidia de los sacerdotes. De parte de Dios anuncia reformas y sobre todo el envío de un mensajero que prepare el camino del mismo Señor. 

Una de las características de la misión de este mensajero será que «convertirá el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres».

El salmo nos hace repetir con confianza, ante este día de la venida del Señor: «mirad y levantad vuestras cabezas: se acerca vuestra redención». Eso si, con un compromiso de caminar por las sendas de Dios, con lealtad y rectitud, guardando la alianza con Dios.

Los judíos habían interpretado a este mensajero anunciado por Malaquías como el profeta Elías, que vendría al final de los tiempos. Pero Jesús lo identificó con Juan Bautista.

Hoy hemos escuchado el relato del nacimiento de Juan, el precursor, que se completará mañana con el cántico de su padre Zacarías (el Benedictus) y nos preparará así próximamente a celebrar el nacimiento de Jesús.

El nombre, para los judíos, tiene mucha importancia. Juan significa «gracia de Dios», o «favor de Dios», o «misericordia de Dios». Nadie en la familia se había llamado así, y es que Dios sigue caminos siempre sorprendentes.

Juan nos invita también a nosotros a la conversión, a volvernos hacia ese Señor que viene a salvarnos, y a dejarnos salvar por él.

La voz de Juan, en este Adviento, nos invita a la vigilancia, a no vivir dormidos, aletargados, sino con la mirada puesta en el futuro de Dios, y el oído presto a escuchar la palabra de Dios. 

Haciendo nuestra la súplica que el Apocalipsis pone en boca del Espíritu y la Esposa: «Ven, Señor Jesús». Cada Adviento es ponerse en marcha al encuentro del Dios que siempre viene.

Ojalá que también este año, entre nosotros, en la inminencia de la Navidad, corra la voz de la Buena Noticia entre los conocidos y amigos, y todos se llenen de alegría interior.

Ojalá que también surjan entre nosotros y sean escuchadas las voces de profetas como Malaquías y el Bautista que clamen la llegada de la salvación y convoquen eficazmente a una Navidad auténticamente cristiana.

Ojalá que nosotros mismos seamos evangelizadores, anunciadores de Cristo para el mundo de hoy, ejerciendo la función profética que todos los cristianos tenemos por el bautismo, y de modo especial los religiosos y ministros ordenados.

Una de las señales de la cercanía de una Navidad según el corazón de Dios sería la que anunciaba Malaquías: la reconciliación entre los padres y los hijos, entre los hermanos, entre los vecinos, entre los miembros de la comunidad. Ésa es la mejor preparación para una fiesta que celebra que Dios se ha hecho Dios-con-nosotros, y por tanto, nos invita a ser nosotros-con- Dios, por una parte, y nosotros-con-nosotros, por otra, porque todos somos hermanos.


O Emmanuel
«Oh Emmanuel, Rey y legislador nuestro,
esperanza de las naciones y salvador de los pueblos:
ven a salvarnos, Señor Dios nuestro»

Emmanuel, Dios-con-nosotros, el nombre que ya se anunciaba desde Isaías (7, 14). El que más expresivamente nos muestra el plan de cercanía y de presencia salvadora de Dios.

A la vez hay otros títulos mesiánicos: rey, legislador, esperanza, salvador, Señor, Dios nuestro. Por eso colma de confianza en este Adviento a todos los creyentes. Ante la inminente Navidad, se hace más urgente nuestra súplica: ven a salvarnos.



Martes 22 de diciembre de 2015
Cuarta semana de Adviento



del primer libro de Samuel 1,24-28:

En aquellos días, cuando Ana hubo destetado a Samuel, subió con él al templo del Señor, de Siló, llevando un novillo de tres años, una fanega de harina y un odre de vino. El niño era aun muy pequeño.Cuando mataron el novillo, Ana presentó el niño a Elí, diciendo: «Señor, por tu vida, yo soy la mujer que estuvo aquí junto a ti, rezando al Señor. Este niño es lo que yo pedía; el Señor me ha concedido mi petición. Por eso se lo cedo al Señor de por vida, para que sea suyo.» Después se postraron ante el Señor.

1S 2,1.45.6-7.8abcd R/. Mi corazón se regocija por el Señor, mi Salvador

Mi corazón se regocija por el Señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación. R/.

Se rompen los arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos engordan;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos queda baldía. R/.

El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece. R/.

Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria. R/.



Lectura del santo evangelio según san Lucas 1,46-56:

En aquel tiempo, María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.» María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.



Ana, la esposa de Elcaná, avergonzada por su esterilidad, había pedido insistentemente en su oración poder superar esta afrenta. Vuelve al Templo a dar gracias a Dios por haber sido escuchada, porque ahora es madre de Samuel, que será un personaje importante en la historia de Israel.

El emocionado cántico de Ana lo hemos dicho como salmo responsorial, y es fácil ver cómo las ideas son muy semejantes a las que la Virgen María cantará en su Magnificat: Dios ensalza a los pobres y los humildes, mientras que humilla a los soberbios.

También María, en casa de Isabel, después de escuchar las alabanzas de su prima, prorrumpe en un cántico de admiración, alegría y gratitud a Dios, el Magnificat, que la Iglesia ha seguido cantando generación tras generación hasta nuestros días.

María canta agradecida lo que Dios ha hecho en ella, y sobre todo lo que ha hecho y sigue haciendo por Israel, con el que ella se solidariza plenamente. Le alaba porque «dispersa a los soberbios, derriba del trono a los poderosos, enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos».


Nada extraño que este cántico de María, valiente y lleno de actualidad, por el que manifiestan claramente su admiración Pablo VI en su «Marialis Cultus» (1974) y Juan Pablo II en su «Redemptoris Mater» (1987), se haya convertido en la oración de la Iglesia en camino a lo largo de los siglos, y que lo cantemos cada día en el rezo de Vísperas. La oración de María, la primera creyente de los tiempos mesiánicos, se convierte así en oración de la comunidad de Jesús, admirada por la actuación de Dios en el proceso de la historia.

Saber alabar a Dios, con alegría agradecida, es una de las principales actitudes cristianas. Ana y María nos enseñan a hacerlo desde las circunstancias concretas de sus vidas.

María alabó a Dios ante la primera Navidad. Su canto es el mejor resumen de la fe de Abraham y de todos los justos del A.T., el evangelio condensado de la nueva Israel, la Iglesia de Jesús, y el canto de alegría de los humildes de todos los tiempos, de todos los que necesitan la liberación de sus varias opresiones.

La maestra de la espera del Adviento, y de la alegría de la Navidad, es también la maestra de nuestra oración agradecida a Dios, desde la humildad y la confianza. Para que vivamos la Navidad con la convicción de que Dios está presente y actúa en nuestra historia, por desapacible que nos parezca.

Algunos esperan la suerte de la lotería, como remedio a sus males. A los cristianos nos toca cada año la lotería: el Dios-con-nosotros. Si lo sabemos apreciar, crecerá la paz interior y la actitud de esperanza en nosotros. Y brotarán oraciones parecidas al Magnificat de María desde nuestras vidas. Ella será la solista, y nosotros el coro de la alabanza agradecida a Dios Salvador.



O rex gentium
«Oh Rey de las naciones
y Deseado de los pueblos,
piedra angular de la Iglesia,
que haces de dos pueblos uno solo:
ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra»
Cristo Jesús no sólo es Rey de los judíos, como pusieron en la inscripción de la cruz.
Sino de todos los pueblos.

Su reinado, que es cósmico y humano a la vez, quiere traer paz y reconciliación. Él es la «piedra angular» de la Iglesia (Hch 4,11; 1P 2,4); una piedra angular que «hace de dos pueblos -Israel y los paganos- uno solo» (Ef 2, 14).

El mismo Dios que hizo al hombre del barro de la tierra, es el que ahora le salva por medio de su Hijo, que también ha querido compartir con nosotros la condición y la fragilidad humana, pero que viene a darnos la comunión de vida con Dios.


Lunes 21 de diciembre de 2015
Cuarta semana de Adviento



Cantar de los Cantares 2,8-14:

¡Oíd, que llega mi amado, saltando sobre los montes, brincando por los collados! Es mi amado como un gamo, es mi amado un cervatillo. Mirad: se ha parado detrás de la tapia, atisba por las ventanas, mira por las celosías.Habla mi amado y me dice: «¡Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí! Porque ha pasado el invierno, las lluvias han cesado y se han ido, brotan flores en la vega, llega el tiempo de la poda, el arrullo de la tórtola se deja oír en los campos; apuntan los frutos en la higuera, la viña en flor difunde perfume. ¡Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí! Paloma mía, que anidas en los huecos de la peña, en las grietas del barranco, déjame ver tu figura, déjame escuchar tu voz, porque es muy dulce tu voz, y es hermosa tu figura.»


Salmo 32,2-3.11-12.20-21 R/. Aclamad, justos, al Señor, cantadle un cántico nuevo

Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones. R/.

El plan del Señor subsiste por siempre,
los proyectos de su corazón, de edad en edad.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad. R/.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos. R/.


Lectura del santo evangelio según san Lucas 1,39-45:

Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre.
Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA


Preparando la visita de María a su prima Isabel, escuchamos en la primera lectura un hermoso cántico de amor tomado del Cantar de los cantares: el amor humano, elevado en la Biblia a símbolo y encarnación del amor de Dios a su pueblo.

Es hermoso que la lectura bíblica nos hable de amor, de enamoramiento, de primavera, poesía y gratuidad: en medio de un mundo lleno de interés comercial y de cálculos medidos. Y que este amor juvenil sea precisamente el lenguaje con el que, en vísperas de la Navidad, se nos anuncia la buena noticia: Dios, el novio, se dispone a celebrar la fiesta una vez más, si la humanidad y la Iglesia, la novia, le acepta su amor.


El salmo expresa bien los sentimientos de júbilo: «aclamad, justos, al Señor, cantadle un cántico nuevo». Parece escrito para que lo recemos en los últimos días del Adviento: «nosotros aguardamos al Señor, con él se alegra nuestro corazón, en su santo nombre confiamos». Son actitudes que nos preparan a una Navidad vivida desde dentro.

La visita de María a su prima Isabel está llena de resonancias bíblicas:como cuando se trasladó el Arca de la Alianza entre danzas y saltos de alegría a casa de Obededom, donde estuvo tres meses, llenando de bendiciones a sus habitantes.

María es portadora en su seno del Salvador, ella misma Arca de la Alianza, y es por tanto evangelizadora: la Buena Noticia la comunica con su misma presencia y llena de alegría a Isabel y al hijo que salta de gozo en sus entrañas, el que será el precursor de Jesús, Juan Bautista.

Es significativo el encuentro de Isabel y María, dos mujeres sencillas del pueblo, que han sido agraciadas por Dios con una inesperada maternidad y se muestran totalmente disponibles a su voluntad. Son un hermoso símbolo del encuentro del Antiguo y del Nuevo Testamento, de los tiempos de la espera y de la plenitud de la venida.

Llena de alegría, Isabel canta a voz en grito -María lo hará mañana- las alabanzas de Dios y de su prima, en quien reconoce a «la madre de mi Señor».

Con su alabanza, Isabel traza un buen retrato de María: «dichosa tú, que has creído».

Todas las lecturas rebosan de alegría.
Alegría que ante todo llena el corazón de Dios: «él se goza y se alegra con júbilo como en día de fiesta». Alegría de los novios al poder verse después de la separación del invierno.
Alegría de las dos mujeres, María e Isabel, que experimentan la venida del Dios salvador.
¿Sabremos experimentar nosotros esta alegría que Dios nos quiere comunicar? Para ello debemos tener ojos de fe, y saber reconocer la presencia de Dios en las personas y los acontecimientos de la vida, como Isabel y María supieron reconocer la presencia del misterio en sus respectivas experiencias.
Saber ver a Dios actuando en nuestra vida de cada día, en las personas que nos rodean.
¿Viviremos la Navidad con gozo interior, o sólo de palabras, cantos y regalos externos, «porque toca»?

Y a la vez deberíamos ser, en estos días, portadores de esa alegría a los demás.
¿Sabemos, en nuestra vida, «visitar» a los demás? O sea, ¿estamos siempre dispuestos a salir al encuentro, a comunicarnos, a compartir la experiencia gozosa y la triste, a ofrecer nuestra ayuda? 


O Oriens
«Oh Oriente, Sol que naces de lo alto,
resplandor de la luz eterna,
sol de justicia:
ven ahora a iluminar
a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte»

En el día más corto del año, el día en que el sol cósmico brilla menos horas, invocamos a Cristo, nuestro verdadero Sol, «el Sol que nace de lo alto», como dice Zacarías en el Benedictus.
Cristo es la luz que refleja para nosotros la luz de Dios: «Oh luz gozosa de la santa gloria del Padre celeste», como decían las primeras generaciones en uno de los mejores himnos cristológicos que compusieron, y que todavía cantamos.

Simeón anunció que Jesús venía «para alumbrar a las naciones». Y el mismo Jesús dijo: «yo soy la Luz del mundo». Él es el que de veras puede venir a iluminar nuestras tinieblas en esta Navidad, como tantas veces nos ha anunciado el profeta Isaías.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995 . Págs. 85-89


IV Domingo de Adviento
20/12/2015



Miqueas 5, 2-5a

Esto dice el Señor:
Pero tú, Belén de Efrata, 
pequeña entre las aldeas de Judá, 
de ti saldrá el jefe de Israel.
Su origen es desde lo antiguo, 
de tiempo inmemorial.
Los entrega hasta el tiempo 
en que la madre dé a luz, 
y el resto de sus hermanos 
retornarán a los hijos de Israel.
En pie pastoreará con la fuerza del Señor, 
por el nombre glorioso del Señor su Dios.
Habitarán tranquilos porque se mostrará grande 
hasta los confines de la tierra, 
y ésta será nuestra paz.

Sal 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19 R. Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

Pastor de Israel, escucha, 
tú que te sientas sobre querubines, resplandece. 
Despierta tu poder y ven a salvarnos. R.
Dios de los ejércitos, vuélvete: 
mira desde el cielo, fíjate, 
ven a visitar tu viña, 
la cepa que tu diestra plantó 
y que tú hiciste vigorosa. R.
Que tu mano proteja a tu escogido, 
al hombre que tú fortaleciste, 
no nos alejaremos de ti; 
danos vida, para que invoquemos tu nombre. R.


Lectura de la carta a los Hebreos 10, 5-10

Hermanos:
Cuando Cristo entró en el mundo dijo: 
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, 
pero me has preparado un cuerpo; 
no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias.
Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: 
«Aquí estoy, oh Dios, 
para hacer tu voluntad».
Primero dice: No quieres ni aceptas 
sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias, 
–que se ofrecen según la ley–.
Después añade: Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.
Niega lo primero, para afirmar lo segundo.
Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados 
por la oblación del cuerpo de Jesucristo, 
hecha una vez para siempre.


Lectura del santo Evangelio según San Lucas 1, 39-45

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías, y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo, y dijo a voz en grito:
–¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.
¡Dichosa tú, que has creído! porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.


PARA VIVIR ESTA PALABRA DEL 4º DOMINGO DE ADVIENTO



LA MEJOR DISCÍPULA DE LA NAVIDAD DE JESÚS: SU MADRE

Cada año, este cuarto domingo de Adviento parece como si fuera una fiesta de la Virgen.  La madre del Mesías nos prepara a recibirle con fe y profundidad. Así lo expresa el prefacio III de Adviento, que tiene por título "María, nueva Eva". En él aparece María  como una síntesis de todos los justos del AT que esperaron al Mesías, la verdadera "hija de  Sión", la Madre del que ha traído a la humanidad la paz y la salvación y ha abierto caminos  de vida, al contrario de Eva.

La primera lección que María da a los cristianos para esta Navidad es la de la fe  mesiánica: ella creyó a Dios y acogió a su Enviado en su seno con entrañable amor de  Madre. Su prima le dirá "dichosa tú, que has creído". Ya parece el anuncio de otras  "bienaventuranzas" que en el Evangelio, y por boca del mismo Jesús, se dirán de ella: su  actitud mejor es la de haber oído la Palabra de Dios y haberla creído.

Este año, con el evangelio concreto de la Visitación (cada año es distinta la "escena  mariana" de este domingo), se pone de manifiesto también la disponibilidad de la Virgen, su  entrega por los demás. En lo que también se muestra discípula aprovechada en la escuela  de su Hijo. Llena de la presencia mesiánica, corre a ayudar a su prima: encuentra tiempo,  sale de su programa y de su horario, recorre distancias y va a pasar unos meses con ella.  No es egoísta. No se encierra en sí misma a rumiar gozosamente su alegría.

¿No es exactamente la actitud de Cristo, que viene a entregarse por los demás? ¿No es  también la actitud que se espera de un cristiano y de la comunidad entera: que no sólo  crezca en su fe cara a Cristo, sino que esta fe se traduzca en una caridad de entrega por los  más necesitados de nuestra ayuda? Precisamente porque Ella (y nosotros) ha  experimentado la cercanía y el favor de Dios, (en la Navidad tenemos una experiencia  todavía más intensa de este don), aprendemos de Ella a "visitar" a los demás.

María aparece en esta escena, y a lo largo de estas fechas que se acercan, como  portadora de Dios a los demás. El Mesías está ya en su seno y ella es la "evangelizadora",  la portadora de la buena noticia de la salvación.

Esta es la misión de la Iglesia y de cada cristiano en su ambiente: llevar a Cristo, anunciar  la noticia palpitante -hecha testimonio de vida en nosotros- de que Dios es el  Dios-con-nosotros. Esta faceta "misionera" de María completa y traduce en vida su  entrañable fe mesiánica. Si nosotros celebramos al Dios que nace en Navidad, es para  "darlo" también a los demás: a los hijos, a los padres, a los hermanos, a la sociedad que nos  rodea, a la comunidad religiosa a la que pertenecemos...

María, símbolo de una Iglesia que quiere ser apóstol y testigo de Cristo en el mundo de  hoy. Celebramos que Dios es el Dios-con-nosotros. Y la consecuencia es doble: que  nosotros queremos ser nosotros-con-Dios, pero también nosotros-con-los-demás.

J. ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1988, 24


Sábado 19 de diciembre de 2015
Tercera semana de Adviento




Jueces 13, 2-7. 24-25

En aquellos días, había en Sorá un hombre de la tribu de Dan, llamado Manoj. Su mujer era estéril y no había tenido hijos.
El ángel del Señor se apareció a la mujer y le dijo: «Eres estéril y no has tenido hijos. Pero concebirás y darás a luz un hijo; ten cuidado de no beber vino ni licor, ni comer nada impuro, porque concebirás y darás a luz un hijo. No pasará la navaja por su cabeza, porque el niño estará consagrado a Dios desde antes de nacer. Él empezará a salvar a Israel de los filisteos.»
La mujer fue a decirle a su marido: «Me ha visitado un hombre de Dios que, por su aspecto terrible, parecía un mensajero divino; pero no le pregunté de dónde era, ni él me dijo su nombre. Sólo me dijo: "Concebirás y darás a luz un hijo: ten cuidado de no beber vino ni licor, ni comer nada impuro; porque el niño estará consagrado a Dios desde antes de nacer hasta el día de su muerte."»
La mujer de Manoj dio a luz un hijo y le puso de nombre Sansón. El niño creció y el Señor lo bendijo. Y el espíritu del Señor comenzó a agitarlo.


Salmo 70,3-4a.5-6ab.16-17 R/. Que mi boca esté llena de tu alabanza y cante tu gloria

Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R/.

Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R/.

Contaré tus proezas, Señor mío,
narraré tu victoria, tuya entera.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R/.


Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 5-25

En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, del turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón llamada Isabel. Los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y leyes del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos eran de edad avanzada. Una vez que oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, según el ritual de los sacerdotes, le tocó a él entrar en el santuario del Señor a ofrecer el incienso; la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso. Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor.
Pero el ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del Señor: no beberá vino ni licor; se llenará de Espíritu Santo ya en el vientre materno, y convertirá muchos israelitas al Señor, su Dios. Irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacía los hijos, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto.»
Zacarías replicó al ángel: «¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada.»
El ángel le contestó: «Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado a hablarte para darte esta buena noticia. Pero mira: te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento.»
El pueblo estaba aguardando a Zacarías, sorprendido de que tardase tanto en el santuario. Al salir no podía hablarles, y ellos comprendieron que había tenido una visión en el santuario. Él les hablaba por señas, porque seguía mudo. Al cumplirse los días de su servicio en el templo volvió a casa. Días después concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir cinco meses, diciendo: «Así me ha tratado el Señor cuando se ha dignado quitar mi afrenta ante los hombres.»



PARA VIVIR ESTA PALABRA

Dios interviene preparando el nacimiento del precursor del Mesías.

También aquí los padres son estériles: así se ve siempre más claro que es Dios el protagonista de nuestra historia de salvación. El hijo de Zacarías e Isabel se llamará Juan, llenará de alegría a todos, también estará consagrado por el nazireato (no beberá vino, por ejemplo), estará lleno del Espíritu y convertirá a muchos israelitas al Señor. Será el precursor de Jesús. En el anuncio del ángel se describe muy bien esta misión: «irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia los hijos, y a los desobedientes a la sensatez de los justos, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto».

Es Dios quien salva, también hoy. No debemos fiarnos de nuestras propias fuerzas: ni de las físicas como las de Sansón ni de las intelectuales o espirituales, si creemos tenerlas. 

Nuestra actitud en vísperas de la celebración navideña es la de una humilde confianza.

Como Dios escuchó la oración de aquella buena mujer israelita y le concedió un hijo que fue decisivo para la liberación de Israel, como se fijó en aquel buen matrimonio de ancianos, Isabel y Zacarías, para hacerlos padres del profeta precursor de Jesús: así se fija en nosotros, escucha nuestra oración, nos llena de su alegría y además nos llama a ser colaboradores suyos. 

Cada uno colabora con las cualidades que tiene, pocas o muchas. 

Dios puede hacer brotar la salvación de un tronco seco o de un matrimonio estéril o de una persona sin cultura. Lo importante es que pongamos lo que podemos y sabemos al servicio de Dios, y así contribuyamos a que la Navidad sea un tiempo de gracia para nosotros y para nuestra familia, comunidad o parroquia.

Lo podemos hacer si ayudamos a que sucedan este año y entre nosotros las señales que el ángel describía: si hay más alegría en nuestro entorno, si preparamos los caminos al Señor, si hacemos que haya reconciliación entre padres e hijos, si colaboramos a que las personas sean más sensatas...



O Radix Iesse  - ANTÍFONA DIA 19 DICIEMBRE

«Oh Renuevo del tronco de Jesé,
que te alzas como un signo para los pueblos,
ante quien los reyes enmudecen
y cuyo auxilio imploran las naciones:
ven a librarnos, no tardes más»

Jesé fue el padre de David. Por tanto «la raíz o el renuevo de Jesé» es la descendencia de la familia de David. El padre de Jesús, José, era de la familia de David, como se había anunciado que seria el Mesías.

Pablo ve en este anuncio la universalidad del reinado de Cristo: «Como dice Isaías (11,1.10), aparecerá el retoño de Jesé, el que se levanta para imperar sobre las naciones. En él pondrán los gentiles su esperanza» (Rm 15,12).
Nosotros también deseamos que venga a liberarnos de nuestros males.


VIERNES 18 de diciembre de 2015. Faltan 6 días para Navidad

Tercera semana de Adviento



Jeremías 23,5-8:

«Mirad que llegan días –oráculo del Señor– en que suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro. Y lo llamarán con este nombre: "El-Señor-nuestra-justicia". Por eso, mirad que llegan días –oráculo del Señor– en que no se dirá: "Vive el Señor, que sacó a los israelitas de Egipto", sino que se dirá: "Vive el Señor, que sacó a la raza de Israel del país del Norte y de los países adonde los expulsó, y los trajo para que habitaran en sus campos."»

al 71,1-2.12-13.18-19 R/. Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R/.

Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres. R/.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
el único que hace maravillas;
bendito por siempre su nombre glorioso;
que su gloria llene la tierra. ¡Amén, amén! R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 1,18-24:

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.



PARA VIVIR ESTA PALABRA

Esta vez es Jeremías el que pronuncia una profecía llena de esperanza.
Dios tiene planes de salvación para su pueblo, a pesar de sus infidelidades. Le promete un rey nuevo, un vástago de la casa de David. En contraste con los dirigentes de la época, éste será un rey justo, prudente, que salvará y dará seguridad a Israel, y se llamará «el Señor, nuestra justicia».
Sigue en pie el amor de Dios a su pueblo. Le libró una vez de Egipto, en el primer éxodo, prototipo de todos los demás. Pero será igual de famosa la próxima intervención de Dios, cuando los libere del destierro de Babilonia y les haga volver a Jerusalén. Sigue en marcha la historia de la salvación: con debilidades continuas por parte del pueblo y con fidelidad admirable por parte de Dios.

De nuevo el salmo 71 canta al rey ejemplar, que gobierna con justicia, que escucha los clamores de los pobres y oprimidos y sale en su defensa.

Ningún rey del A.T. cumplió estas promesas. Por eso, tanto el pasaje de Jeremías como el salmo se orientaron claramente hacia la espera de los tiempos mesiánicos. Nosotros, los cristianos, los vemos cumplidos plenamente en Cristo Jesús.

El anuncio del ángel a José nos sitúa ya en la proximidad del tiempo mesiánico.
La interpretación que de esta escena hacen ahora los especialistas nos sitúa a José bajo una luz mucho más amable. No es que él dude de la honradez de María. Ya debe saber, aunque no lo entienda perfectamente, que está sucediendo en ella algo misterioso. Y precisamente esto es lo que le hace sentir dudas: ¿es bueno que él siga al lado de María? ¿es digno de intervenir en el misterio?
El ángel le asegura, ante todo, que el hijo que espera María es obra del Espíritu. Pero que él, José, no debe retirarse. Dios le necesita. Cuenta con él para una misión muy concreta: cumplir lo que se había anunciado, que el Mesías sería de la casa de David, como lo es José, «hijo de David» (evangelio), y poner al hijo el nombre de Jesús (Dios-salva), misión propia del padre.

«Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel». Admirable disponibilidad la de este joven israelita. Sin discursos ni posturas heroicas ni preguntas, obedece los planes de Dios, por sorprendentes que sean, conjugándolos con su profundo amor a María. Acepta esa paternidad tan especial, con la que colabora en los inicios de la salvación mesiánica, a la venida del Dios-con-nosotros. Deja el protagonismo a Dios: el Mesías no viene de nosotros. Viene de Dios: concebido por obra del Espíritu.
La alabanza que se hizo a María, «feliz tú porque has creído», se puede extender también a este joven obrero, el justo José.

¿Acogemos así nosotros, en nuestras vidas, los planes de Dios?
La historia de la salvación sigue. También este año, Dios quiere llenar a su Iglesia y al mundo entero de la gracia de la Navidad, gracia siempre nueva.

Nos quiere salvar, en primer lugar, a cada uno de nosotros de nuestras pequeñas o grandes esclavitudes, de nuestros Egiptos o de nuestros destierros. Durante todo el Adviento nos ha estado llamando, invitándonos a una esperanza activa, urgiéndonos a que preparemos los caminos de su venida.
Él nos acepta a nosotros. Nosotros tenemos que aceptarle a él y salirle al encuentro.


O Adonai
«Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel,
que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente
y en el Sinaí le diste tu ley:
ven a librarnos con el poder de tu brazo»


«Adonai» es otro nombre de Yahvé, que subraya su cualidad de Señor, Guía y Pastor de la casa de Israel.
En el A.T. en verdad Dios guió y salvó a su pueblo, con brazo poderoso, de la esclavitud de Egipto, sirviéndose de su siervo Moisés.

Ahora le pedimos que también nos salve a nosotros de tantas esclavitudes que nos pueden agobiar, enviándonos al nuevo Moisés, Cristo Jesús. A pesar de la humildad de Belén, vemos en Jesús al Señor que Dios ha enviado para salvarnos con brazo poderoso.



JUEVES 17 de diciembre de 2015. Comienzan los días que nos acercan a la Navidad

Tercera semana de Adviento


Génesis 49,1-2.8-10:

En aquellos días, Jacob llamó a sus hijos y les dijo: «Reuníos, que os voy a contar lo que os va a suceder en el futuro; agrupaos y escuchadme, hijos de Jacob, oíd a vuestro padre Israel: A ti, Judá, te alabarán tus hermanos, pondrás la mano sobre la cerviz de tus enemigos, se postrarán ante ti los hijos de tu padre. Judá es un león agazapado, has vuelto de hacer presa, hijo mío; se agacha y se tumba como león o como leona, ¿quién se atreve a desafiarlo? No se apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta que venga aquel a quien está reservado, y le rindan homenaje los pueblos.»

Salmo 71,1-2.3-4ab.7-8.17 R/. Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R/.
Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre. R/.
Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que domine de mar a mar,
el Gran Río al confín de la tierra. R/.
Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra. R/.


Lectura del santo evangelio según san Mateo 1,1-17:

Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán. Abrahán engendró a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá y a sus hermanos. Judá engendró, de Tamar, a Farés y a Zará, Farés a Esrón, Esrón a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a Salmón, Salmón engendró, de Rahab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed a Jesé, Jesé engendró a David, el rey. David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón, Salomón a Roboam, Roboam a Abías, Abías a Asaf, Asaf a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozías, Ozías a Joatán, Joatán a Acaz, Acaz al Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amás, Amos a Josías; Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando el destierro de Babilonia. Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel a Zorobabel, Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliaguín, Eliaquín a Azor, Azor a Sadoc, Sadoc a Aquirn, Aquim a Eflud, Eliud a Eleazar, Eleazar a Matan, Matan a Jacob; y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. Así, las generaciones desde Abrahán a David fueron en total catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta el Mesías, catorce.



PARA VIVIR ESTA PALABRA- jueves 17 diciembre

 La escena del Génesis nos prepara para escuchar luego la genealogía de Jesús.

La salvación futura se perfila de un modo ya bastante concreto en este poema en boca del anciano Jacob que se despide de sus hijos. Es la familia de su hijo Judá la elegida por Dios para que de ella nazca el Mesías. Las imágenes del león y del cetro o bastón de mando, indican que Judá dominará sobre sus hermanos, su tribu sobre las demás.
El anuncio de Jacob se podía entender muy bien como cumplido en David, y luego en Salomón. Pero el pueblo de Israel lo interpretó muy pronto como referido al futuro Mesías.
La linea mesiánica estaría ligada a la tribu de Judá.
Y así, en efecto, aparecerá en Jesús de Nazaret, en quien se cumplen todas las profecías y esperanzas.

El salmo 71, el salmo del rey justo y su programa de gobierno, canta lo que será el estilo del rey mesiánico: la justicia, la paz, la atención preferente a los pobres y humildes. Y además, la universalidad: él será la bendición de todos los pueblos y lo proclamarán dichoso todas las razas de la tierra.


GENEALOGIA. Mateo empieza su evangelio con la página que hoy leemos (y que volvemos a escuchar en la misa de la vigilia de Navidad, el 24 por la tarde): el árbol genealógico de Jesús, descrito con criterios distintos de los de Lucas, y ciertamente no según una estricta metodología histórica. Mateo organiza los antepasados de Jesús en tres grupos, capitaneados por Abrahán, David y Jeconias (éste, por ser el primero después del destierro).

Esta lista tiene una intención inmediata: demostrar que Jesús pertenecía a la casa de David. Es la historia del «adviento» de Jesús, de sus antepasados.
Pero no se trata de una mera lista notarial. Esta página está llena de intención y nos ayuda a entender mejor el misterio del Dios-con-nosotros cuyo nacimiento nos disponemos a celebrar.

El Mesías esperado, el Hijo de Dios, la Palabra eterna del Padre, se ha encarnado plenamente en la historia humana, está arraigado en un pueblo concreto, el de Israel. No es como un extraterrestre o un ángel que llueve del cielo. Pertenece con pleno derecho, porque así lo ha querido, a la familia humana.
Los nombres de esta genealogía no son precisamente una letanía de santos. Hay personas famosas y otras totalmente desconocidas. Hombres y mujeres que tienen una vida recomendable, y otros que no son nada modélicos.
En el primer apartado de los patriarcas, la promesa mesiánica no arranca de Ismael, el hijo mayor de Abrahán, sino de Isaac. No del hijo mayor de Isaac, que era Esaú, sino del segundo, Jacob, que le arrancó con trampas su primogenitura. No del hijo preferido de Jacob, el justo José, sino de Judá, que había vendido a su hermano.

En el apartado de los reyes, aparte de David, que es una mezcla de santo y pecador, aparece una lista de reyes claramente en declive hasta el destierro.
Aparte tal vez de Ezequías y Josías, los demás son idólatras, asesinos y disolutos. Y después del destierro, apenas hay nadie que se distinga precisamente por sus valores humanos y religiosos. Hasta llegar a los dos últimos nombres, José y María.


Aparecen en este árbol genealógico también cinco mujeres. Las cuatro primeras no son como para que nadie pueda estar orgulloso de que aparezcan en su libro familiar. Rut es buena y religiosa, pero extranjera; Raab una prostituta, aunque de buen corazón; Tamar una tramposa que engaña a su suegro Judá para tener descendencia; Betsabé adúltera con David. La quinta sí: es María, la esposa de José, la madre de Jesús.
Entre los ascendientes de Jesús hay tantos pecadores como santos. De veras los pensamientos de Dios no son los nuestros (Is 55,8). Aparece bien claro que él cuenta con todos, que va construyendo la historia de la salvación a partir de estas personas. Jesús se ha hecho solidario de esta humanidad concreta, débil y pecadora, no de una ideal y angélica. Como luego se pondrá en fila entre los que reciben el bautismo de Juan en el Jordán: él es santo, pero no desdeña de mostrarse solidario de los pecadores. Trata con delicadeza a los pecadores y pecadoras. Ha entrado en nuestra familia, no en la de los ángeles. Será hijo del pueblo. No excluye a nadie de su Reino.


También la Navidad de este año la vamos a celebrar personas débiles y pecadoras. Dios nos quiere conceder su gracia a nosotros y a tantas otras personas que tal vez tampoco sean un modelo de santidad. A partir de nuestra situación, sea cual sea, nos quiere llenar de su vida y renovarnos como hijos suyos.

Es una lección para que también nosotros miremos a las personas con ojos nuevos, sin menospreciar a nadie. Nadie es incapaz de salvación. La comunidad eclesial nos puede parecer débil, y la sociedad corrompida, y algunas personas indeseables, y las más cercanas llenas de defectos. Pero Cristo Jesús viene precisamente para esta clase de personas. Viene a curar a los enfermos, no a felicitar a los sanos. A salvar a los pecadores, y no a canonizar a los buenos. Esto para nosotros debe ser motivo de confianza, y a la vez, cara a los demás, una invitación a la tolerancia y a una visión más optimista de las capacidades de toda persona ante la gracia salvadora de Dios.



Hoy 17 diciembre, en Vísperas recitamos la Antífona Oh...



O Sapientia
«Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo,
abarcando del uno al otro confín
y ordenándolo todo con firmeza y suavidad:
ven y muéstranos el camino de la salvación»

Todos queremos un corazón lleno de sabiduría, como ya había pedido el joven Salomón al principio de su reinado. Tener sabiduría es ver la historia desde los ojos de Dios.




Miércoles 16 de diciembre de 2015

Tercera semana de Adviento

Isaías 45 y 6b-8. 18. 21b-25

«Yo soy el Señor, y no hay otro: artífice de la luz, creador de las tinieblas, autor de la paz, creador de la desgracia; yo, el Señor, hago todo esto. Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad la victoria; ábrase la tierra, y brote la salvación, y con ella germine la justicia; el Señor, lo he creado.» Así dice el Señor, creador del cielo -él es Dios-, él modeló la tierra , la fabricó y la afianzó; no la creó vacía, sino que la formó habitable: «Yo soy el Señor, y no hay otro. No hay otro Dios fuera de mí. Yo soy un Dios justo y salvador, y no hay ninguno más. Volveos hacia mí para salvaros, confines de la tierra, pues yo soy Dios, y no hay otro. Yo juro por mi nombre, de mi boca sale una sentencia, una palabra irrevocable: "Ante mí se doblará toda rodilla, por mí jurará toda lengua"; dirán: "Sólo el Señor tiene la justicia y el poder" A él vendrán avergonzados los que se enardecían contra él; con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.»


Sal 84, 9ab-10. 11-12. 13-14 R. Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad al justo.

Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos.»
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R.

La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R.

El Señor nos dará la lluvia,
nuestra tierra dará su fruto
la justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 7, 19-23

En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar al Señor: - «¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?» Los hombres se presentaron a Jesús y le dijeron: -«Juan, el Bautista, nos ha mandado a preguntarte: "¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?"» Y en aquella ocasión Jesús curó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista. Después contestó a los enviados: - «ld a anunciar a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Y dichoso el que no se escandalice de mí.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA - miércoles III semana adviento

Los profetas intentaban recordar al pueblo -siempre olvidadizo y distraído- la existencia y la actuación de ese Dios trascendente, el único, el «todo Otro», lleno de poder y de misericordia a la vez, Señor del cosmos y de la historia.


De esta convicción brota la oración más propia del Adviento: «cielos, lloved vuestro rocío, ábrase la tierra y brote el Salvador». El único que puede concedernos eso es Dios: «yo, el Señor, lo he creado. ¿Quién anunció esto desde antiguo? ¿no fui yo, el Señor?». El salmo 84 es uno de los más propios del tiempo de Adviento: «la salvación está ya cerca de sus fieles». Seria bueno que lo rezáramos entero, reposadamente, por ejemplo después de la comunión, o en un momento de oración personal.

Este poder salvador de Dios se manifestaba ya en el A.T., pero sobre todo en Cristo Jesús.

El Bautista, que sigue siendo el personaje de esta semana, no sabemos si para cerciorarse él mismo, o para dar a sus discípulos la ocasión de convencerse de la venida del MesÍas, les envía desde la cárcel con la pregunta crucial: «¿eres tú, o esperamos a otro?». El Bautista orienta a sus discípulos hacia Jesús. Luego ellos, como Andrés con su hermano Simón Pedro, Irán comunicando a otros la buena noticia de la llegada del Mesías.

La respuesta de Jesús es muy concreta y está llena de sentido pedagógico.
Son sus obras las que demuestran que en él se cumplen los signos mesiánicos que anunciaban los profetas y que hemos ido escuchando en las semanas anteriores: devuelve la vista a los ciegos, cura a muchos de sus achaques y malos espíritus, resucita a los muertos, y a los pobres les anuncia la Buena Noticia. Ésa es la mejor prueba de que está actuando Dios: el consuelo, la curación, la paz, el anuncio de la Buena Noticia de la salvación.

En el mundo de hoy son muchos los que siguen en actitud de búsqueda, formulando, más o menos conscientemente, la misma pregunta: «¿eres tú o esperamos a otro?, ¿de dónde nos vendrá la felicidad, el pleno sentido de la vida? ¿de la Iglesia, de las ideologías, de las instituciones, de las religiones orientales, de las sectas, de los estimulantes? Porque no vemos que vayan reinando la justicia y la paz en este mundo».

Nuestra respuesta debería ser tan concreta como la de Jesús, y en la misma dirección.
Sólo puede ser evangelizadora una comunidad cristiana que cura, que atiende, que infunde paz y esperanza, que libera, que se muestra llena de misericordia. La credibilidad de la Iglesia, y de cada uno de nosotros, se consigue sólo si hacemos el bien a nuestro alrededor. Como en el caso de Jesús, de quien se pudo decir que «pasó haciendo el bien».

Como el Bautista ayuda a reconocer a Jesús, ¿actuamos también nosotros de precursores a nuestro alrededor? No hace falta ser sacerdote u obispo para eso. Todo cristiano puede, en este Adviento, ante todo crecer él mismo en su fe, y luego transmitirla a los demás, evangelizar, conducir a Jesús. 

Pueden ser precursores de Jesús los padres para con los hijos, los amigos con los amigos, los catequistas con su grupo. Y a veces al revés: los hijos para los padres, los discípulos para con el maestro. Según quién ayude y acompañe a quién, desde su fe y su convicción. Todo el que está trabajando a su modo en el campo de la evangelización, está acercando la salvación a este mundo, está siendo profeta y precursor de Adviento para los demás. Para que no sigan esperando a otro, y se enteren que ya ha venido el Salvador enviado por Dios.

Martes 15 de diciembre de 2015
Tercera semana de Adviento


Sofonías 3,1-2.9-13:

Así dice el Señor: «¡Ay de la ciudad rebelde, manchada y opresora! No obedeció ni escarmentó, no aceptaba la instrucción, no confiaba en el Señor, no se acercaba a su Dios. Entonces daré a los pueblos labios puros, para que invoquen todos el nombre del Señor, para que le sirvan unánimes. Desde más allá de los ríos de Etiopia, mis fieles dispersos me traerán ofrendas. Aquel día no te avergonzarás de las obras con que me ofendiste, porque arrancaré de tu interior tus soberbias bravatas, y no volverás a gloriarte sobre mi monte santo. Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, que confiará en el nombre del Señor. El resto de Israel no cometerá maldades, ni dirá mentiras, ni se hallará en su boca una lengua embustera; pastarán y se tenderán sin sobresaltos.»


Salmo 33,2-3.6-7.17-18.19.23 R/. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias. R/.
Pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias. R/.
El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él. R/.


Lectura del santo evangelio según san Mateo 21,28-32:

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña." Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor. " Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»
Contestaron: «El primero.»
Jesús les dijo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»




PARA VIVIR ESTA PALABRA



Un siglo después de Isaías, y un poco antes de Jeremías, alza su voz el profeta Sofonías, recriminando al pueblo de Judá (el reino del Sur) y advirtiéndole que le pasará lo mismo que antes a Samaria (el reino del Norte): el castigo del destierro.

Israel se cree una ciudad rica, poderosa, autosuficiente, y no acepta la voz de Dios. Aunque oficialmente es el pueblo de Dios, de hecho se rebela contra él y se fía sólo de sí misma. Se ha vuelto indiferente, increyente. Ya no cuenta con Dios en sus planes.



El profeta les invita a convertirse, a cambiar el estilo de su vida, a abandonar las «soberbias bravatas», a volver a escuchar y alabar a Dios con labios puros, sin engaños: sin prometer una cosa y hacer otra, como va siendo su costumbre.



Anuncia también que serán los pobres los que acojan esta invitación, y que Dios tiene planes de construir un nuevo pueblo a partir del «resto de Israel», el «pueblo pobre y humilde», sin maldad ni embustes, que no pondrá su confianza en sus propias fuerzas sino que tendrá la valentía de ponerla en Dios.

Se repite la constante de la historia humana que cantará María en su Magnificat: Dios ensalza a los pobres y humildes, y derriba de sus seguridades a los que se creen ricos y poderosos.



En torno a la figura de Juan, el Precursor, y más tarde del mismo Mesías, Cristo Jesús, también hay alternativas de humildad y orgullo, de verdad y mentira.

Jesús, con su estilo directo y comprometedor, interpela a sus oyentes para que sean ellos los que decidan: ¿quién de los dos hijos hizo lo que tenía que hacer, el que dijo sí pero no fue, o el que dijo no, pero luego de hecho sí fue a trabajar?


Al Bautista le hicieron caso los pobres y humildes, la gente sencilla, los pecadores, los que parecía que decían que no. Los otros, los doctos y los poderosos, los piadosos, parecía que decían que sí, pero no fue sincera su afirmativa.

Muchas veces en el evangelio Jesús critica a los «oficialmente buenos» y alaba a los que tienen peor fama, pero en el fondo son buenas personas y cumplen la voluntad de Dios. El fariseo de la parábola no bajó santificado, y el publicano, sí. Los viñadores primeros no merecían tener arrendada la viña, y les fue dada a otros que no eran del pueblo. Los leprosos judíos no volvieron a dar las gracias por la curación, mientras que sí lo hizo el tenido por pecador, el samaritano.

Aquí Jesús llega a afirmar, cosa que no gustaría nada a los sacerdotes y fariseos, que «los publicanos y prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios», porque sí creyeron al Bautista.

Jesús no nos está invitando a ser pecadores, o a decir que no. Sino a decir sí, pero siendo luego consecuentes con ese sí. Y esto, también en tiempos de Jesús, lo hace mejor el pueblo «pobre, sencillo y humilde» que se está reuniendo en torno a Jesús, siguiendo su invitación: «venid a mí, que soy sencillo y humilde de corazón».

Ahora puede pasar lo mismo, y es bueno que recojamos esta llamada a la autocrítica sincera.
Nosotros, ante la oferta de salvación por parte de Dios en este Adviento, ¿dónde quedamos retratados? ¿somos de los autosuficientes, que ponen su confianza en sí mismos, de los «buenos» que no necesitan la salvación? ¿o pertenecemos al pueblo pobre y humilde, el resto de Israel de Sofonías, el que acogió el mensaje del Bautista?


Lunes 14 de diciembre de 2015
San Juan de la Cruz
Tercera semana de Adviento


Números 24,2-7.15-17a:

En aquellos días, Balaán, tendiendo la vista, divisó a Israel acampado por tribus.
El espíritu de Dios vino sobre él, y entonó sus versos: «Oráculo, de Balaán, hijo de Beor, oráculo del hombre de ojos perfectos; oráculo del que escucha palabras de Dios, que contempla visiones del Poderoso, en éxtasis, con los ojos abiertos: ¡Qué bellas las tiendas de Jacob y las moradas de Israel! Como vegas dilatadas, como jardines junto al río, como áloes que plantó el Señor o cedros junto a la corriente; el agua fluye de sus cubos, y con el agua se multiplica su simiente. Su rey es más alto que Agag, y su reino descuella.»
Y entonó sus versos: «Oráculo de Balaán, hijo de Beor, oráculo del hombre de ojos perfectos; oráculo del que escucha palabras de Dios y conoce los planes del Altísimo, que contempla visiones del Poderoso, en éxtasis, con los ojos abiertos: Lo veo, pero no es ahora, lo contemplo, pero no será pronto: Avanza la constelación de Jacob, y sube el cetro de Israel.»


Salmo 24,4-5ab.6-7bc.8-9 R/. Señor, instrúyeme en tus sendas

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R/.
El Señor es bueno y es recto,
enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 21,23-27:

En aquel tiempo, Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?»
Jesús les replicó: «Os voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestáis, os diré yo también con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?»
Ellos se pusieron a deliberar: «Si decimos "del cielo", nos dirá: "¿Por qué no le habéis creído?" Si le decimos "de los hombres", tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por profeta.» Y respondieron a Jesús: «No sabemos.» Él, por su parte, les dijo: «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.


PARA VIVIR ESTA PALABRA


De nuevo Jesús habla del Bautista y le presenta como profeta enviado por Dios.
Después de expulsar a los mercaderes del Templo, las autoridades le interpelan en público: «¿con qué autoridad haces esto?». Jesús, como tantas veces en el evangelio, elude elegantemente la cuestión, que no era sincera, y contraataca con la pregunta sobre el bautismo de Juan, o sea, sobre la persona misma del Bautista: ¿hay que considerarlo como del cielo o de los hombres?

Es una disyuntiva crucial, que desenmascara a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo. No pueden contestar que es meramente autoridad humana, porque el pueblo tiene a Juan como profeta de Dios. Pero si su autoridad -la de Juan y en el fondo, la de Jesús- viene del cielo, entonces no se le puede ignorar, hay que aceptarle y hacerle caso, cosa que el pueblo sí ha hecho, pero muchos de las clases dirigentes no. El mensaje que hay detrás de una persona condiciona la aceptación de la misma persona. Los dirigentes de Israel no quieren aceptar a Juan, como tampoco el rey de Moab quedó nada satisfecho con las profecías del vidente Balaán, a quien él había contratado con la intención contraria. La peor ceguera es la voluntaria. Aquí se cumple una vez más lo que decía Jesús: que los que se creen sabios no saben nada, y los sencillos y humildes son los que alcanzan la verdadera sabiduría.

Estas lecturas nos interpelan hoy y aquí a nosotros.
Balaán anunció la futura venida del Mesías. El Bautista lo señaló ya como presente.
Nosotros sabemos que el Enviado de Dios, Cristo Jesús, vino hace dos mil años y que como Resucitado sigue estando presente. La pregunta es siempre incómoda: ¿le hemos acogido, le estamos acogiendo de veras en este Adviento y nos disponemos a celebrar el sacramento de la Navidad en todo su profundo significado?


Tercer domingo de Adviento. 13 de diciembre: santa Lucía

Sofonías 3, 14-18a

Regocíjate, hija de Sión, 
grita de júbilo, Israel, 
alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén.
El Señor ha cancelado tu condena, 
ha expulsado a tus enemigos.
El Señor será el rey de Israel, 
en medio de ti, y ya no temerás.
Aquel día dirán a Jerusalén: No temas, Sión, 
no desfallezcan tus manos.
El Señor tu Dios, en medio de ti,
es un guerrero que salva.
El se goza y se complace en ti, 
te ama y se alegra con júbilo 
como en día de fiesta.

Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6 R.Gritad jubilosos: «Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.»

El Señor es mi Dios y salvador;
confiaré y no temeré, 
porque mi fuerza y mi poder es el Señor, 
él fue mi salvación. 
Sacaréis aguas con gozo 
de las fuentes de la salvación. R.
Dad gracias al Señor, invocad su nombre, 
contad a los pueblos sus hazañas. R.
Tañed para el Señor, que hizo proezas, 
anunciadlas a toda la tierra; 
gritad jubilosos, habitantes de Sión: 
«Qué grande es en medio de ti 
el Santo de Israel.» R.

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses 4, 4-7

Hermanos:
Estad siempre alegres en el Señor; 
os lo repito, estad alegres.
Que vuestra mesura la conozca todo el mundo.
El Señor está cerca.
Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, 
en la oración y súplica con acción de gracias, 
vuestras peticiones sean presentadas a Dios.
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, 
custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos 
en Cristo Jesús.

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 3, 10-18

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:
–¿Entonces, qué hacemos?
El contestó:
–El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.
Vinieron también a bautizarse unos publicanos; y le preguntaron:
–Maestro, ¿qué hacemos nosotros?
El les contestó:
–No exijáis más de lo establecido.
Unos militares le preguntaron:
–¿Qué hacemos nosotros?
El les contestó:
–No hagáis extorsión a nadie, ni os aprovechéis con denuncias, sino contentaos con la paga.
El pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos:
–Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará con Espíritu Santo y fuego: tiene en la mano la horca para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.
Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia.


PARA VIVIR ESTA PALABRA

Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Estas palabras encabezan toda la liturgia de la Palabra de este domingo, que por esa razón ha sido llamado siempre como el "domingo de la alegría". Dios sigue en su empeño de que SEAMOS felices. Así lo expresa el relato popular y entrañable del paraíso en el que Dios colocó al hombre. Es urgente transmitir al mundo este proyecto de Dios, este deseo de Dios que quiere vernos felices de verdad. 

Cuando Pablo escribe esta carta está en la cárcel injustamente privado de libertad por el testimonio en favor de Jesús y de su Evangelio. No escribe Pablo desde un confortable despacho, sino desde aquellas lóbregas cárceles de la antigüedad. Desde esta dolorosa experiencia Pablo insiste en la alegría como fruto de la esperanza cristiana y no de otra alegría. Es necesario aprovechar estas fechas (como las de Pascua) para transmitir al mundo mensajes de verdadera alegría; mensajes que revelen el verdadero rostro de Dios y el verdadero rostro de la Iglesia. No podemos empañar este proyecto. Ya sabemos que no es fácil esta proclamación; pero es urgente y necesaria. No se trata de una alegría superficial. Por eso se trata de un mensaje válido para todos.

El Señor está cerca. Nada os preocupe. Mesura, cordura, saber estar, prudentes como las serpientes. Todos estos términos pueden traducir, de alguna manera, las expresiones paulinas. El Apóstol invita a estar siempre atentos a los tiempos y a los momentos para sacarles todo el provecho, incluso las dificultades pueden transformarse en oportunidades de mejora, de sacar bien del mal. 

Los creyentes viven en un mundo hostil, por tanto deben vivir y actuar sobriamente, aunque sin angustias. El comportamiento de los creyentes ha de ser conocido por el mundo, porque han sido destinados a ser testigos de Jesús en medio de los hombres de su tiempo. Como él, deben estar en el mundo, aunque el Reino no es de este mundo. Este equilibrio que el Apóstol solicita de sus comunidades es urgente y necesario. Viven en la esperanza que engendra una alegría (Rm 12,12) que alcanza al corazón del hombre y da sentido a su experiencia dolorosa. Ha de ser una alegría creíble y convincente. Escribió Santa Teresa: Nada te turbe, nada te espante. Y Pablo: Que la paz de Dios custodie vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.






Sábado 12 de diciembre de 2015
Segunda Semana de Adviento



del libro del Eclesiástico 48,1-4.9-11:

Surgió Elías, un profeta como un fuego, cuyas palabras eran horno encendido. Les quitó el sustento del pan, con su celo los diezmó; con el oráculo divino sujetó el cielo e hizo bajar tres veces el fuego. ¡Qué terrible eras, Elías!; ¿quién se te compara en gloria? Un torbellino te arrebató a la altura; tropeles de fuego, hacia el cielo. Está escrito que te reservan para el momento de aplacar la ira antes de que estalle, para reconciliar a padres con hijos, para restablecer las tribus de Israel. Dichoso quien te vea antes de morir, y más dichoso tú que vives.


Salmo 79,2ac.3b.15-16.18-19 R/. Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve

Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece;
despierta tu poder y ven a salvarnos. R/.

Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa. R/.

Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre. R/.


Lectura del santo evangelio según san Mateo 17,10-13:

Cuando bajaban de la montaña, los discípulos preguntaron a Jesús: «¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?»
Él les contestó: «Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido, y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos.»
Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista.





PARA VIVIR ESTA PALABRA



De nuevo la persona de Juan el Bautista, del que Jesús hablará en el evangelio, es prefigurada por el profeta Elías, uno de los personajes más importantes del A.T.



El libro del Eclesiástico le describe como «un fuego». Su temperamento era vivo, enérgico. Sus palabras, «un horno encendido». Anunció sequías como castigo de Dios, luchó incansablemente contra la idolatría de su pueblo, fue insobornable en su denuncia de los atropellos de las autoridades, hizo bajar fuego sobre las ofrendas de Yahvé en su reto con los dioses falsos, y al final desapareció misteriosamente en un carro de fuego, arrebatado por un torbellino que le llevó a la altura.



Pero en el fondo Elías, que vivió nueve siglos antes de Cristo, fue el profeta de la esperanza escatológica, el que por tradición popular iba a volver para preparar inmediatamente el día del Señor. Su misión entonces seria «aplacar la ira» de Dios, «reconciliar a padres con hijos» y «restablecer las tribus de Israel». Por eso en el salmo hemos cantado: «Oh Dios, restáuranos».



Jesús, al bajar del monte de la Transfiguración, donde los discípulos le han visto acompañado de Elías y de Moisés, les dice que Elías ya ha venido «a renovarlo todo», aunque muchos no le han sabido reconocer.



Los discípulos entienden que habla de Juan Bautista. Y en efecto, Juan es el Precursor, el predicador de la justicia y la conversión, el que prepara con su ejemplo y su voz recia la inmediata venida y luego señala la presencia del Mesías en medio de su pueblo, el que denuncia la situación irregular del rey Herodes y muere mártir por su entereza y coherencia.

Pero muchos no le aceptan, como hicieron con Elías y como harán con el mismo Jesús, «que padecerá a manos de ellos». La dureza del pueblo es grande. No saben leer los signos de los tiempos. Son «lentos y tardos de corazón», como tuvo que reprochar Jesús a los discípulos de Emaús. O como oró en la cruz, «no saben lo que hacen». Tanto Elías como el Bautista y Jesús son incómodos en su testimonio personal y en su mensaje: aceptarles es aceptar los planes de Dios en la propia existencia, y eso es comprometedor.



Las lecturas de hoy nos sitúan a todos ante una alternativa. ¿Sabemos leer los signos de los tiempos, sabemos distinguir la presencia de los profetas y de Jesús mismo en nuestra vida? ¿y la aceptamos?

A nuestro alrededor hay muchos testigos de Dios, hombres y mujeres que nos dan testimonio de Cristo y de su Evangelio, personas fieles que sin actitudes espectaculares nos están demostrando que sí es posible vivir según las bienaventuranzas de Cristo. Lo que pasa es que tal vez no queremos verlas.

Como los apóstoles no querían entender el mesianismo de Jesús, que era distinto del que ellos esperaban. Como los fariseos y autoridades de Israel no querían reconocer en Jesús de Nazaret al esperado de tantos siglos, porque no encajaba en sus esperanzas.

Está terminando la segunda semana de este Adviento. Si todo iba a consistir sólo en introducir cantos propios de este tiempo en nuestro repertorio, o en cambiar el color de los vestidos de la liturgia, o en colocar coronas y velas junto al libro de la Palabra, entonces sí que es fácil celebrar el Adviento. Pero si se trataba de que hemos de preparar seriamente la venida del Señor a nuestras vidas, que es la gracia de la Navidad, y no sabemos darnos cuenta de los signos de esta venida en las personas y los acontecimientos, y no nos hemos sentido interpelados para «renovarlo todo» en nuestra existencia, entonces el Adviento son sólo hojas del calendario que van pasando, y no la gracia sacramental que Dios habla pensado.

Tenemos que decir desde lo profundo de nuestro ser: «Oh Dios, restáuranos», «que amanezca en nuestros corazones tu Unigénito, y su venida ahuyente las tinieblas del pecado y nos transforme en hijos de la luz» (oración). Y decirlo con voluntad sincera de dejar que Dios cambie algo en nuestra vida.


Más aún, los cristianos somos invitados a ser Elías y Bautista para los otros: a ser voz que anuncia y testimonio que contagia, y contribuir a que otros también. en nuestra familia, en nuestra comunidad, se preparen a la venida del Señor, y se renueve algo en nuestro mundo, y suceda de veras esa señal que anunciaba el profeta, que «se reconcilien padres e hijos».

Viernes 11 de diciembre de 2015
Segunda Semana de Adviento


Isaías 48,17-19:
Así dice el Señor, tu redentor, el Santo de Israel: «Yo, el Señor, tu Dios, te enseño para tu bien, te guío por el camino que sigues. Si hubieras atendido a mis mandatos, sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar; tu progenie sería como arena, como sus granos, los vástagos de tus entrañas; tu nombre no sería aniquilado ni destruido ante mí.»


Salmo 1,1-2.3.4.6 R/. El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.

Será como un árbol plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,16-19:

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: "Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado." Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: "Tiene un demonio." Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores." Pero los hechos dan razón a la sabiduría de Dios.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA


Jesús echará en cara a su generación que no reciben a los enviados de Dios, ni al Bautista ni a Jesús mismo.

Ya en la primera lectura el profeta se lamenta con tristeza de que el pueblo era rebelde y no había querido obedecer a Dios. No eligió el camino del bien, sino el del propio capricho.

Y así le fue. Si hubiera sido fiel a Dios, hubiera gozado de bienes abundantes, que el profeta describe con un lenguaje cósmico lleno de poesía: la paz sería como un río, la justicia rebosante como las olas del mar, los hijos abundantes como la arena. Si Israel hubiera seguido los caminos de Dios, no habría tenido que experimentar las calamidades del destierro.



El tono de lamento se convierte en el salmo en una reflexión sapiencial: «el que te sigue, Señor, tendrá la vida de la vida». «Dichoso el hombre para el que su gozo es la ley del Señor. Será como árbol plantado al borde de la acequia», lleno de frutos. «Porque el camino de los impíos acaba mal».



Tampoco hicieron caso al Bautista muchos de sus contemporáneos, ni al mismo Jesús, que acreditaba sobradamente que era el Enviado de Dios.

«Vino al mundo y los suyos no le recibieron».



Esta vez la queja está en labios de Jesús, con la gráfica comparación de los juegos y la música en la plaza. Un grupo de niños invita a otro a bailar con música alegre, y los otros no quieren. Les cambian entonces la música, y ponen una triste, pero tampoco. En el fondo, es que no aceptan al otro grupo, por el motivo que fuera. Tal vez por mero capricho o tozudez.



La aplicación de Jesús es clara. El Bautista, con su estilo austero de vida, es rechazado por muchos: tiene un demonio, es demasiado exigente, debe ser un fanático. Viene Jesús, que es mucho más humano, que come y bebe, que es capaz de amistad, pero también le rechazan: «es un comilón y un borracho». En el fondo, no quieren cambiar. Se encuentran bien como están, y hay que desprestigiar como sea al profeta de turno, para no tener que hacer caso a su mensaje. De Jesús, lo que sabe mal a los fariseos es que es «amigo de publicanos y pecadores», que ha hecho una clara opción preferencial por los pobres y los débiles, los llamados pecadores, que han sido marginados por la sociedad. La queja la repetirá Jesús más tarde: Jerusalén, Jerusalén, cuántas veces quise reunir a tus hijos como la gallina a sus polluelos, y no quisiste.



¿Cuál será la excusa de nuestra negativa. si no nos decidimos a entrar en el Adviento Y a vivir la Navidad?

El retrato de muchos cristianos que no se toman en serio a Cristo Jesús en sus vidas puede ser en parte el mismo que el de las clases dirigentes de Israel, al no aceptar a Juan ni a Jesús: terquedad, obstinación y seguramente también infantilismo e inmadurez.

Hay personas insatisfechas crónicas, que se refugian en su crítica, o ven sólo lo malo en la historia y en las personas, y siempre se están quejando. Esta actitud les resulta, tal vez sin pensarlo explícitamente, la mejor excusa para su voluntad de no cambiar. 

Nos cuesta comprometernos. Y es que si tomamos en serio a Cristo, y a su Iglesia, y los dones de su gracia, eso cambia nuestra vida, y se ponen en juicio nuestros criterios, y se nos coloca ante la alternativa del seguimiento del Evangelio de Cristo o del de este mundo.

¿Cuántos Advientos hemos vivido ya en nuestra historia? ¿De veras acogemos al Señor que viene? Cada año se nos invita a una opción: dejar entrar a Dios en nuestra vida, con todas las consecuencias. Pero nos resulta más cómodo disimular y dejar pasar el tiempo.
En vez de decir o cantar tantas veces el «ven, Señor Jesús», podríamos decir con sinceridad este año: «voy, Señor Jesús».




Jueves 10 de diciembre de 2015
Segunda Semana de Adviento



Isaías 41,13-20:

Yo, el Señor, tu Dios, te agarro de la diestra y te digo: «No temas, yo mismo te auxilio.» No temas, gusanito de Jacob, oruga de Israel, yo mismo te auxilio –oráculo del Señor–. Tu redentor es el Santo de Israel. Mira, te convierto en trillo aguzado, nuevo, dentado: trillarás los montes y los triturarás; harás paja de las colinas; los aventarás, y el viento los arrebatará, el vendaval los dispersará; y tú te alegrarás con el Señor, te gloriarás del Santo de Israel. Los pobres y los indigentes buscan agua, y no la hay; su lengua está reseca de sed. Yo, el Señor, les responderé; yo, el Dios de Israel, no los abandonaré. Alumbraré ríos en cumbres peladas; en medio de las vaguadas, manantiales; transformaré el desierto en estanque y el yermo en fuentes de agua; pondré en el desierto cedros, y acacias, y mirtos, y olivos; plantaré en la estepa cipreses, y olmos y alerces, juntos. Para que vean y conozcan, reflexionen y aprendan de una vez, que la mano del Señor lo ha hecho, que el Santo de Israel lo ha creado.

Salmo 144,1.9.10-11.12-13ab R/. El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad

Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
El Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que té bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas; R/.

explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. R/.


Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,11-15:

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él. Desde los días de Juan, el Bautista, hasta ahora se hace violencia contra el reino de Dios, y gente violenta quiere arrebatárselo. Los profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo. El que tenga oídos que escuche.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA



A partir de hoy, y hasta el día 17, el hilo conductor de las lecturas lo llevará el evangelio de cada día, con la figura de Juan Bautista, el precursor del Mesías. Mientras que las lecturas del A.T. nos Irán completando el cuadro de los pasajes evangélicos.



Si Isaías había sido hasta ahora quien nos ayudaba a alegrarnos con la gracia del Adviento, como admirable profeta de la esperanza, ahora es el Bautista quien, tanto en los domingos como entre semana, nos anuncia que se acaba el A.T. y el tiempo de los profetas, que con Jesús de Nazaret empiezan los tiempos definitivos. Más tarde será María de Nazaret quien nos presente a su Hijo, el Mesías enviado por Dios.



Dios asegura de nuevo que estará cerca de su pueblo, con un lenguaje lleno de ternura: «yo, el Señor, tu Dios, te cojo de la mano y te digo: no temas, yo mismo te auxilio», «y tú te alegrarás con el Señor». Las imágenes que usa el profeta para dibujar esta salvación mesiánica están llenas de poesía y de futuro. Dará de beber a los sedientos, responderá a todo el que le invoque, hará surgir ríos en terrenos áridos, transformará el desierto llenándolo de árboles de toda especie. Es, de nuevo, la escenografía paradisíaca: la vuelta a la felicidad inicial estropeada por el pecado del hombre.

En la página que leemos hoy es a todo el pueblo de Israel a quien se dirige Dios diciéndole que le convertirá en trillo aguzado, o sea, en instrumento eficaz de preparación a los tiempos mesiánicos, roturando y preparando el terreno para la salvación. Dios cuida de su pueblo y a su vez éste es llamado a ser instrumento de salvación para los demás.



Ese Dios volcado hacia su pueblo decidió, al cumplirse la plenitud de los tiempos, enviar a su Hijo al mundo. Y quiso también que su venida estuviera preparada por un precursor, Juan Bautista.

Hemos escuchado cómo Jesús alaba a Juan. Dice de él que es el profeta a quien se había anunciado cuando se decía que Elías volvería. Ya ha venido, aunque algunos no le quieran reconocer. Y es el más grande de los nacidos de mujer.



El Bautista es el último de los profetas del A.T., el que establece el puente a los tiempos nuevos, los definitivos. Por eso dice también Jesús que «el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él»: ahora que viene el Profeta verdadero, todos los demás quedan relativizados; ahora que se congrega el nuevo Pueblo en torno al Mesías, ha llegado a la plenitud el pueblo primero, la primera alianza.



Aprovecha Jesús para decir que su Reino supone esfuerzo, que hace violencia. Sólo los esforzados se apoderan de él. Es un orden nuevo de cosas exigente y radical. El Bautista ya anunció que el hacha estaba dispuesta para cortar el árbol. El Reino es gracia y es alternativa: salvación y juicio a la vez.

Él, el Bautista, hombre recio donde los haya, fue de los que recibieron con entereza este Reino. Supo mantenerse en su lugar, humilde: «conviene que yo mengüe y que él crezca», porque no era él el Salvador, sino el que le preparaba el camino. Vivió en la austeridad y predicó sin recortes el mensaje de conversión. Fue la voz que clama en el desierto para preparar la venida del Mesías. Además, encaminó a sus discípulos hacia Jesús, el nuevo y definitivo Maestro: «éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo».



Juan el Bautista nos invita a un Adviento activo, exigente.
Celebrar la venida de Dios, en la próxima Navidad, no es sólo cosa de sentimiento y de poesía. La gracia del Adviento, de la Navidad y de la Epifanía pide disponibilidad plena, apertura a la vida que Dios nos quiere comunicar. Supone, como predicaba Isaías y repetía el Precursor, preparar caminos, allanar, rellenar, enderezar, compartir con los demás lo que tenemos, hacer penitencia, o sea, cambiar de mentalidad.

Si Navidad no nos cuesta ningún esfuerzo, será seguramente porque no hemos profundizado en su significado sacramental. El don de Dios es siempre a la vez tarea y compromiso. Es palabra de consuelo y de conversión.

Miércoles 09 de diciembre de 2015
Segunda Semana de Adviento


Isaías 40,25-31

«¿A quién podéis compararme, que me asemeje?», dice el Santo. Alzad los ojos a lo alto y mirad: ¿Quién creó aquello? El que cuenta y despliega su ejército y a cada uno lo llama por su nombre; tan grande es su poder, tan robusta su fuerza, que no falta ninguno. Por qué andas hablando, Jacob, y diciendo, Israel: «Mi suerte está oculta al Señor, mi Dios ignora mi causa»? ¿Acaso no lo sabes, es que no lo has oído?
El Señor es un Dios eterno y creó los confines del orbe. No se cansa, no se fatiga, es insondable su inteligencia. Él da fuerza al cansado, acrecienta el vigor del inválido; se cansan los muchachos, se fatigan, los jóvenes tropiezan y vacilan; pero
los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas corno las águilas, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse.


Salmo 102,1-2.3-4.8.10 R/. Bendice, alma mía, al Señor

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R/.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R/.


Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,28-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»




PARA VIVIR ESTA PALABRA



En nuestra vida las dificultades nos vienen a veces de fuera. Y otras muchas veces, de dentro: el cansancio, la desilusión, la desorientación.

Las dos lecturas de hoy nos hablan de los que están cansados, y tanto el profeta como Jesús nos aseguran que Dios quiere ayudar a los desfallecidos comunicándoles su fuerza. Podría haber una duda: Dios es todopoderoso, eterno y creador de los confines del orbe.



¿A quién le podemos comparar? Por tanto, podríamos pensar que, perfecto en su omnipotencia, seguramente estará muy lejano. El pueblo de Israel tiene la tentación de pensar: «mi suerte está oculta al Señor, mi Dios ignora mi causa».



Pero el profeta nos dice lo contrario: Dios está cerca, nos conoce, no ignora nuestros problemas. Está siempre dispuesto a dar fuerza a los débiles y a los cansados. Incluso los jóvenes quedan a veces rendidos, y los guerreros tropiezan y caen: pero el que se fía de Dios renueva sus fuerzas, le nacen alas como de águila, y podrá correr sin cansarse, y marchar sin fatigarse.

Esta imagen la completa poéticamente el salmo: Dios se preocupa de los suyos, perdona, cura, rescata de la fosa, está lleno de gracia y ternura. En este salmo encontramos una de las mejores definiciones de Dios que se repite en el A.T.: «el Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia».





Pero la cercanía de Dios ha quedado todavía más manifiesta en Cristo Jesús: una cercanía llena de misericordia y comprensión, como en el anuncio del profeta.

Las palabras de Jesús son un pregón de esperanza: «venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré». Es el aspecto principal de la figura de Jesús. Hace milagros, predica maravillosamente, anuncia el Reino: pero sobre todo atiende a los que sufren, a los desorientados, a los que buscan, a los pobres y débiles, a los pecadores y marginados de la sociedad. Tiene buen corazón. Quiere liberar a todos de sus males. Nunca pasa al lado de una persona que sufre sin atenderla. «Venid a mí, yo os aliviaré». Es lo suyo: libera de angustias y da confianza para vivir. Ofrece paz y serenidad a los que han sido zarandeados de cualquier manera por la vida. A él le tuvo que ayudar un día el Cireneo a llevar la cruz. Pero él había ayudado y sigue ayudando a otros muchos a cargar con la cruz que les ha tocado llevar.



Quién más quién menos, todos andamos un poco agobiados por la vida. Somos débiles y sentimos el cansancio de tantas cosas como llevamos entre manos. La enfermedad del «estrés» es la que más caracteriza al hombre moderno, juntamente con la soledad y la desorientación. Y además nos sentimos muchas veces bloqueados por el pesimismo, el materialismo, la búsqueda de la comodidad, la intransigencia, los rencores, las pasiones, la sensualidad.



El Adviento nos invita a no dudar nunca de Dios. Nos hace el anuncio cargado de confianza: Cristo Jesús vino y sigue viniendo a nuestra historia para curarnos y fortalecernos, para liberarnos de miedos y esclavitudes, de agobios y angustias. No nos sucederán milagros. Pero si de veras acudimos a él, siguiendo su invitación, encontraremos paz interior y serenidad, y fuerza para seguir caminando.
El Adviento es escuela de esperanza y espacio de paz interior. Porque Dios es un Dios que siempre viene, en Cristo Jesús, y está cerca de nosotros y conoce nuestra debilidad.

Esta imagen acogedora de Cristo debería ser también la que ofreciera a todos la Iglesia, su comunidad, o sea, cada uno de nosotros. Este tiempo de Adviento nos invita a que seamos personas que acogen, que al dolor o a la búsqueda de las personas no responden con legalismos y exigencias, sino con comprensión; personas que infunden paz y regalan ánimos a tantos y tantos que están desfallecidos por el camino; testigos y heraldos de esperanza, que es lo que más falta hace a este mundo.

La Inmaculada Concepción

08/12/2015

Génesis 3, 9-15. 20

Después que Adán comió del árbol, el Señor llamó al hombre: «¿Dónde estás?». Él contestó: «Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí». El Señor le replicó: «¿Quién te informó de que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?». Adán respondió: «La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto, y comí». El Señor dijo a la mujer: «¿Qué es lo que has hecho?». Ella respondió: «La serpiente me engañó, y comí». El Señor Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho eso, serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón». El hombre llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.

Sal 97, 1-4: Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.

Cantad al Señor un cántico nuevo, 
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria, 
su santo brazo. R. 

El Señor da a conocer su victoria, 
revela a las naciones su justicia: 
se acordó de su misericordia y su fidelidad 
en favor de la casa de Israel. R. 

Los confines de la tierra han contemplado 
la victoria de nuestro Dios. 
Aclama al Señor, tierra entera; 
gritad, vitoread, tocad. R.

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Efesios 1, 3-6. 11-12.

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por su medio hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38:

El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».Y la dejó el ángel.

PARA VIVIR ESTA PALABRA

Cuanto más pienso en María más alegría me da su persona y se enciende en mi como un rayo de luz interior que disipa otras preocupaciones. ¡Que grande es lo que Dios ha realizado en ella y lo que ella ha realizado dejando hacer a Dios y colaborando con Él! Gracias a los dos, a ti Señor y a Ella.

La creó Inmaculada y ella ni lo sabía. Su ser estaba abierto a Dios totalmente. Tenía una sensibilidad exquisita pero no era susceptible, era inteligente y reflexiva, pero no vivía en un mundo aparte. Vivía una vida normal de niña, mujer hebrea. Amaba a su pueblo, su tierra, sus gentes y la Ley recibida por Moisés. La cumplían en familia y ella como mujer fue educada en ser pilar de un hogar creyente. Recitaba sus oraciones de corazón, con alma y mente unidos. La consolaba pensar en un Dios tan presente y pendiente de la historia de Israel y le dolía el pecado y el alejamiento de muchos de su Amor.

Pobre era María, pero rica de interioridad. Trabajaba mucho con alegría interior y pendiente de muchos detalles de su alrededor. Conservo su pureza interior y exterior. Un alma blanca y radiante, humilde y feliz de ser de Dios.
Le causó una gran impresión la llamada de Dios cuando ya estaba prometida a José como joven esposa, pero se fió de Dios después de meditarlo en su corazón. Con su libertad liberada del pecado pudo dar un sí consciente a Dios. Cuidaría y educaría al Hijo de Dios. José le ayudaría porque el Espíritu Santo tiene sus caminos cuando uno se abre a la Gracia. Ella ya estaba abierta y no se iba a cerrar ante un deseo que parecía imposible pero que el Dios creador y libertador realizaría en la historia con ella. Una nueva irrupción de Dios en la historia que contaba con ella, una humilde joven de Nazaret.

Gracias María por tu Sí. En él todos dijimos Sí a Dios. Gracias por haberlo dicho por todos nosotros. Queremos como tu vivir abiertos a la Gracia para que el Señor siga obrando maravillas en la historia como las realizó contigo.
Dios tomó la iniciativa en tu vida y tu le dijiste que Sí, que muy bien hecho, que adelante y gracias. Con personas como tu va adelante la historia de salvación. Luego vendría tu Hijo y siempre tuvo donde mirarse: en ti y en san José. Dos seres humanos coherentes y creyentes. No entendían todo pero se fiaron del todo.
Gracias María por tu Sí. Gracias Padre santo por María. Gracias Jesús por regalarrnosla como Madre. Gracias Espíritu Santo por actuar desde ella y enseñarnos que si nos dejamos seguirás haciendo maravillas en la historia, desde los sencillos y pequeños, desde los que confían siempre en Dios.


Lunes 07 de diciembre de 2015
San Ambrosio de Milán
Segunda Semana de Adviento



Isaías 35,1-10:

El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría. Tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarión. Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios. Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará.» Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa; el páramo será un estanque, lo reseco, un manantial. En el cubil donde se tumbaban los chacales brotarán cañas y juncos. Lo cruzará una calzada que llamarán Vía Sacra: no pasará por ella el impuro, y los inexpertos no se extraviarán. No habrá por allí leones, ni se acercarán las bestias feroces; sino que caminarán los redimidos, y volverán por ella los rescatados del Señor. Vendrán a Sión con cánticos: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán.


Salmo 84,9ab-10.11-12.13-14 R/. Nuestro Dios viene y nos salvará

Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos.»
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R/.

La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R/.

El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos. R/.


Lectura del santo evangelio según san Lucas 5,17-26:

Un día estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor lo impulsaba a curar. Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de introducirlo para colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, separando las losetas, lo descolgaron con la camilla hasta el centro, delante de Jesús.
Él, viendo la fe que tenían, dijo: «Hombre, tus pecados están perdonados.»
Los escribas y los fariseos se pusieron a pensar: «¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados más que Dios?»
Pero Jesús, leyendo sus pensamientos, les replicó: «¿Qué pensáis en vuestro interior? ¿Qué es más fácil: decir "tus pecados quedan perdonados", o decir "levántate y anda"? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados... –dijo al paralítico–: A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa.»
Él, levantándose al punto, a la vista de ellos, tomó la camilla donde estaba tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios.
Todos quedaron asombrados, y daban gloria a Dios, diciendo llenos de temor: «Hoy hemos visto cosas admirables.»




PARA VIVIR ESTA PALABRA



1. Sigue el profeta ISAIAS con su mensaje de alegría y sus imágenes poéticas, para describir lo que Dios quiere hacer en el futuro mesiánico.

Las imágenes las toma a veces de la vida campestre: el yermo se convierte en vergel, brotan aguas en el desierto, hay caminos seguros sin miedo a los animales salvajes. Y otras, de la vida humana: manos débiles que reciben vigor, rodillas vacilantes que se afianzan, cobardes que recobran el valor, el pueblo que encuentra el camino de retorno desde el destierro y lo sigue con alegría, cantando alabanzas festivas. Es un nuevo éxodo de liberación, como cuando salieron de Egipto.

Todo son planes de salvación: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos» (salmo). Ya no caben penas ni aflicción. Curará a los ciegos y a los sordos, a los mudos y a los cojos. Y a todos les enseñará el camino de la verdadera felicidad. La caravana del pueblo liberado la guiará el mismo Dios en persona.



De nuevo nos quedamos perplejos ante un cuadro tan idílico. Es como un poema gozoso del retorno al Paraíso, con una mezcla de fiesta cósmica y humana. Dios ha perdonado a su pueblo, le libra de todas sus tribulaciones y le vuelve a prometer todos los bienes que nuestros primeros padres malograron al principio de la historia.



2º. El evangelio de hoy nos invita también a adoptar una actitud activa en nuestra vida: ayudar a los demás a que se encuentren con Jesús. Son muchos los que, a veces sin saberlo, están buscando la curación, que viven en la ignorancia, en la duda o en la soledad, y están paralíticos. Gente que, tal vez, ya no esperan nada en esta vida. O porque creen tenerlo ya todo, en su autosuficiencia. O porque están desengañados.



¿Somos de los que se prestan gustosos a llevar al enfermo en su camilla, a ayudarle, a dedicarle tiempo? Es el lenguaje que todos entienden mejor. Si nos ven dispuestos a ayudar, saliendo de nuestro horario y de nuestra comodidad, facilitaremos en gran manera el encuentro de otros con Cristo, les ayudaremos a comprender que el Adviento no es un aniversario, sino un acontecimiento nuevo cada vez. No seremos nosotros los que les curemos o les salvemos: pero les habremos llevado un poco más a la cercanía de Cristo, el Médico.



Si también nosotros, como Jesús, que se sintió movido por el poder del Señor a curar, ayudamos a los demás y les atendemos, les echamos una mano, y si es el caso les perdonamos, contribuiremos a que éste sea para ellos un tiempo de esperanza y de fiesta.




II Domingo de Adviento
06/12/2015


del Profeta Baruc 5, 1-9

Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción 
y viste las galas perpetuas de la gloria que Dios te da; 
envuélvete en el manto de la justicia de Dios 
y ponte a la cabeza la diadema de la gloria perpetua, 
porque Dios mostrará tu esplendor 
a cuantos viven bajo el cielo.
Dios te dará un nombre para siempre: 
«Paz en la justicia, Gloria en la piedad».
Ponte en pie, Jerusalén, sube a la altura, 
mira hacia oriente y contempla a tus hijos, 
reunidos de oriente a occidente, a la voz del Espíritu, 
gozosos, porque Dios se acuerda de ti.
A pie se marcharon, conducidos por el enemigo, 
pero Dios te los traerá con gloria, 
como llevados en carroza real.
Dios ha mandado abajarse a todos los montes elevados, 
a todas las colinas encumbradas, 
ha mandado que se llenen los barrancos 
hasta allanar el suelo, 
para que Israel camine con seguridad, 
guiado por la gloria de Dios; 
ha mandado al bosque y a los árboles fragantes 
hacer sombra a Israel.
Porque Dios guiará a Israel entre fiestas, 
a la luz de su gloria, 
con su justicia y su misericordia.

Sal 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6 R. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, 
nos parecía soñar;
la boca se nos llenaba de risas, 
la lengua de cantares. R.
Hasta los gentiles decían: «El Señor 
ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros, 
y estamos alegres. R.
Que el Señor cambie nuestra suerte 
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas, 
cosechan entre cantares. R.
Al ir, iban llorando, 
llevando la semilla,
al volver, vuelven cantando, 
trayendo sus gavillas. R.

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses 1, 4-6. 8-11

Hermanos:
Siempre que rezo por vosotros, lo hago con gran alegría.
Porque habéis sido colaboradores míos en la obra del evangelio, desde el primer día hasta hoy.
Esta es nuestra confianza: que el que ha inaugurado entre vosotros una empresa buena, la llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús.
Testigo me es Dios de lo entrañablemente que os quiero, en Cristo Jesús.
Y ésta es mi oración: que vuestra comunidad de amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores.
Así llegaréis al Día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, a gloria y alabanza de Dios.

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 3, 1-6

En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la Palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del Profeta Isaías:
«Una voz grita en el desierto: 
preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; 
que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. 
Y todos verán la salvación de Dios.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA

Lucas tiene interés en precisar con detalle los nombres de los personajes que controlan en aquel momento las diferentes esferas del poder político y religioso. Ellos son quienes lo planifican y dirigen todo. Sin embargo, el acontecimiento decisivo de Jesucristo se prepara y acontece fuera de su ámbito de influencia y poder, sin que ellos se enteren ni decidan nada.

Así aparece siempre lo esencial en el mundo y en nuestras vidas. Así penetra en la historia humana la gracia y la salvación de Dios. Lo esencial no está en manos de los poderosos. Lucas dice escuetamente que «la Palabra de Dios vino sobre Juan en el desierto», no en la Roma imperial ni en el recinto sagrado del Templo de Jerusalén.
En ninguna parte se puede escuchar mejor que en el desierto la llamada de Dios a cambiar el mundo. El desierto es el territorio de la verdad. El lugar donde se vive de lo esencial. No hay sitio para lo superfluo. No se puede vivir acumulando cosas sin necesidad. No es posible el lujo ni la ostentación. Lo decisivo es buscar el camino acertado para orientar la vida.

Por eso, algunos profetas añoraban tanto el desierto, símbolo de una vida más sencilla y 
mejor enraizada en lo esencial, una vida todavía sin distorsionar por tantas infidelida
des a Dios y tantas injusticias con el pueblo. En este marco del desierto, el Bautista anuncia el símbolo grandioso del «Bautismo», punto de partida de conversión, purificación, perdón e inicio de vida nueva.

¿Cómo responder hoy a esta llamada? El Bautista lo resume en una imagen tomada de Isaías: «Preparad el camino del Señor». Nuestras vidas están sembradas de obstáculos y resistencias que impiden o dificultan la llegada de Dios a nuestros corazones y comunidades, a nuestra Iglesia y a nuestro mundo. Dios está siempre cerca. Somos nosotros los que hemos de abrir caminos para acogerlo encarnado en Jesús.

Las imágenes de Isaías invitan a compromisos muy básicos y fundamentales: cuidar mejor lo esencial sin distraernos en lo secundario; rectificar lo que hemos ido deformando entre todos; enderezar caminos torcidos; afrontar la verdad real de nuestras vidas para recuperar un talante de conversión. Hemos de cuidar bien los bautizos de nuestros niños, pero lo que necesitamos todos es un «bautismo de conversión».


DISCERNIMIENTO, DIÁLOGO Y ORACION    Koinonia


Para la revisión de vida

ü  Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas... ¿qué caminos torcidos hay en mi vida? ¿Qué es lo que El quiere que yo enderece en mi vida personal? Y, ¿sobre qué caminos torcidos de la sociedad puedo y debo influir para enderezarlos? 

Para la reunión de grupo

ü  ¿Cuáles son los grandes caminos torcidos que hay en la sociedad de hoy, las causas más influyentes en el malestar de la sociedad mundial, conmocionada por la inseguridad, la tensión, el terrorismo?
ü  ¿Qué caminos se puede construir para la esperanza en esta sociedad? ¿Cómo enderezar caminos para que llegue mejor el Reino de Dios?
ü  ¿Cómo vive este tiempo inmediato a la Navidad la gente?
ü  Se dice que "cambió el paradigma", y "ya no es tiempo de profetismo, sino de sabiduría", ya no es tiempo de denuncias, sino de exilio y de contemplación… ¿Estamos de acuerdo? ¿Por qué?
Comentar: la misión del Bautista como precursor de Jesús y la misión de los cristianos hoy como preparadores de los caminos de Dios en un tiempo de pluralismo religioso. ¿Qué ideas u opiniones tenemos acerca de la conversión?

Preces.

v  Para que en este tiempo de Adviento, alimentemos nuestra esperanza y la de los demás, dando testimonio concreto, con nuestro compromiso, de que el mundo puede cambiar y de que la esperanza es posible, roguemos al Señor.
v  Por todos los que gritan y claman proféticamente: para que no se cansen, aunque se sientan "voz que clama en el desierto"...
v  Ante el aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos, (día 10) oremos por la sociedad civil, para que cada vez cale más en ella una conciencia de su obligatoriedad, su necesaria observación y cumplimiento, roguemos…


Oración final

Dios Padre y Madre, que hiciste a Juan Bautista preceder a tu hijo Jesús; haz que también nosotros seamos siempre "precursores" de tu Hijo, enderezadores de los caminos por los que cada día estás queriendo venir a nosotros. Que nosotros los cristianos reconozcamos tu presencia en todas las personas, y nos alegremos de tu acción constante y callada en todos los pueblos y en todas las religiones, hasta el día en que llegue el Adviento de tu Reinado para todos los seres humanos. Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo, nuestro hermano mayor. Amén.


Sábado 05 de diciembre de 2015
Primera semana de Adviento


Isaías 30,19-21.23-26:

Así dice el Señor, el Santo de Israel: «Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén, no tendrás que llorar, porque se apiadará a la voz de tu gemido: apenas te oiga, te responderá. Aunque el Señor te dé el pan medido y el agua tasada, ya no se esconderá tu Maestro, tus ojos verán a tu Maestro. Si te desvías a la derecha o a la izquierda, tus oídos oirán una palabra a la espalda: "Éste es el camino, camina por él." Te dará lluvia para la semilla que siembras en el campo, y el grano de la cosecha del campo será rico y sustancioso; aquel día, tus ganados pastarán en anchas praderas; los bueyes y asnos que trabajan en el campo comerán forraje fermentado, aventado con bieldo y horquilla. En todo monte elevado, en toda colina alta, habrá ríos y cauces de agua el día de la gran matanza, cuando caigan las torres. La luz de la Cándida será como la luz del Ardiente, y la luz del Ardiente será siete veces mayor, cuando el Señor vende la herida de su pueblo y cure la llaga de su golpe.»


Salmo146,1-2.3-4.5-6 R/. Dichosos los que esperan en el Señor

Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel. R/.

Él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre. R/.

Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados. R/.


Lectura del santo evangelio según san Mateo 9,35–10,1.6-8:

En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor.
Entonces dijo a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies
Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. 
A estos doce los envió con estas instrucciones: «Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA

Toda la semana estamos escuchando a Isaías, el maestro de la esperanza. Él nos va proponiendo el programa que tiene Dios, lleno de gracia salvadora. Nos sigue llamando cada día a dejar el pesimismo y mirar con ilusión hacia el futuro.
Los símiles están tomados de la vida agrícola, que todos entendían y entendemos fácilmente: Dios quiere que ya no haya lloros ni hambre, que no falte la lluvia para los campos, que las cosechas sean abundantes y no le falten pastos al ganado.
El profeta nos asegura que nuestro Dios es un Dios cercano, que nos escucha y nos conoce por nuestro nombre: «Apenas te oiga, te responderá». Si andamos desorientados, oiremos muy cerca su voz que nos dice: «éste es el camino, caminad por él». «No se esconderá tu Maestro». «Cuenta el número de las estrellas, a cada una la llama por su nombre» (salmo). Y si estamos heridos, o nuestros corazones están destrozados, él vendará nuestras heridas y reconstruirá lo que estaba destruido.
El profeta tiene permiso para soñar. Habla a un pueblo que está desanimado, destrozado política y religiosamente. Es a los pobres y a los afligidos a quienes se dirige su palabra de ánimo, para anunciarles que Dios no les olvida, que se apiada de ellos, porque es rico en misericordia.
2. El anuncio de esperanza del profeta se cumple en Cristo Jesús. Como en tantas otras páginas del evangelio, en la de hoy se ve cómo él está muy cercano y camina con su pueblo, ayuda a todos, no sólo a los que están llenos de vida, sino a los cansados, a los sumergidos en enfermedades y dolencias, a los que andan como ovejas sin pastor, y de modo particular si se trata de ovejas perdidas. Como su Padre, Jesús es rico en misericordia. Su corazón se compadece de los que sufren.
No pretende aportar soluciones políticas ni económicas: lo que da Jesús a los que se encuentran con él es esperanza, sentido de la vida. Les predica la Buena Noticia. Orienta a los desorientados, como prometía Isaías.
Y es éste precisamente el encargo que transmite a sus discípulos: les envía como trabajadores a la mies para que hagan lo mismo que él, que expulsen demonios, curen enfermedades y proclamen a todos la Buena Nueva de la salvación. Y que lo hagan gratis, como gratis lo han recibido. Que comuniquen esperanza a los que la han perdido.
3. a) Ese Dios que sana corazones destrozados, ese Cristo que se apiada de los que sufren, es quien hoy nos invita a nosotros a tener y a repartir esperanza.
La humanidad sigue igual, hambrienta, desorientada, desilusionada. Si estamos desanimados, o más o menos hundidos en una situación de pecado o de tibieza, la llamada del Adviento, o sea, el anuncio de la venida de Jesús a nuestra historia, va dirigida preferentemente a nosotros. Son nuestras lágrimas las que quiere enjugar, y nuestras heridas las que quiere vendar con solicitud.
Eso es Adviento y eso es Navidad. Que se repite año tras año. Si Isaías podía decir que Dios está cerca, ahora, con Cristo, esta cercanía es mucho mayor.

Esto, en primer lugar, nos da confianza a nosotros. Pero a la vez que buscadores de Dios, se nos invita a ser anunciadores de Dios, a comunicar nuestra esperanza a los demás. ¿Haremos el papel de Isaías en medio de nuestra sociedad? ¿anunciaremos a alguien, cerca de nosotros, la Buena Noticia de la salvación a través de nuestra cercanía y de la esperanza que le contagiamos? ¿seremos «adviento» para alguien, porque comunicamos alegría, porque cuidamos de los enfermos o de los abandonados, porque nos acercamos al que sufre o está solo? Y eso no sólo a los que son de trato agradable, sino también a los que han sido menos agraciados por la vida, menos simpáticos y cultos, menos fáciles de tratar.

Dios quiere vendar nuestras heridas. Pero a la vez nos encarga que nosotros también vendemos heridas a nuestro alrededor. Ahora Cristo no va por las calles curando y liberando a los posesos. Pero sí vamos los cristianos, con el encargo de que seamos adviento y profeta Isaías en nuestra familia, en nuestra comunidad, en la parroquia, en la sociedad. Y eso lo cumpliremos si a nuestro alrededor crece un poco más la esperanza, y las personas que conviven con nosotros se sienten amadas y ven cómo se les curan las heridas y se va remediando su desencanto. Si inspiramos serenidad con nuestra actitud, y sabemos quitar hierro a las tensiones, y aliviar el dolor de tantas personas, cerca de nosotros, que sufren de mil maneras.
Eso es lo que hacia Cristo Jesús hace dos mil años. Y será Adviento y Navidad si vuelve a suceder lo mismo, ahora por medio de los cristianos que estamos en el mundo.

La Virgen María también nos da ejemplo, en las páginas del evangelio, de saber mostrarse cercana a los que la necesitan. Está contenta con el anuncio del ángel, pero corre a ayudar a su prima en los trabajos de su casa. En Caná está al quite del apuro de los novios e intercede ante su Hijo para que les proporcione vino. La Virgen creyente, y a la vez, la Virgen servicial.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS

Viernes 04 de diciembre de 2015
Primera semana de Adviento

Isaías 29, 17-24:

Esto dice el Señor: Pronto, muy pronto, el Líbano se convertirá en vergel, el vergel parecerá un bosque; aquel día oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos. Los oprimidos volverán a alegrarse con el Señor y los pobres gozarán con el Santo de Israel; porque se acabó el opresor, terminó el cínico; y serán aniquilados los despiertos para el mal, los que van a coger a otro en el hablar, y al que defienden en el tribunal con trampas y por nada hunden al inocente.
Así dice a la casa de Jacob el Señor, que rescató a Abrahán: Ya no se avergonzará Jacob, ya no se sonrojará su cara, pues cuando vea mis acciones en medio de él santificará mi nombre, santificará al Santo de Jacob y temerá al Dios de Israel. Los que habían perdido la cabeza comprenderán, y los que protestaban aprenderán la enseñanza.

Sal. 26, 1.4.13-14 R. El Señor es mi luz y mi salvación

El Señor es mi luz y mi salvación;
¿A quién temeré? Una cosa pido al Señor,
eso buscaré: Habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida. R.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.R.

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 9,27-31

Dos ciegos seguían a Jesús, gritando: «Ten compasión de nosotros, hijo de David». Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo: «¿Creéis que puedo hacerlo?». Contestaron: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos, diciendo: «Que os suceda conforme a vuestra fe».Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Cuidado con que lo sepa alguien!». Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.

PARA VIVIR ESTA PALABRA

El Adviento lo estamos viviendo desde una historia concreta. Feliz o desgraciada. Y las lecturas nos están diciendo que este mundo nuestro tiene remedio: éste, con sus defectos y calamidades, no otros mundos posibles.
Que Dios nos quiere liberar de las injusticias que existen ahora, como en tiempos del profeta. De las opresiones. De los miedos.

Cuántas personas están ahora mismo clamando desde su interior, esperando un Salvador que no saben bien quién es: y lo hacen desde la pobreza y el hambre, la soledad y la enfermedad, la injusticia y la guerra. Los dos ciegos tienen muchos imitadores, aunque no todos sepan que su deseo de curación coincide con la voluntad de Dios que les quiere salvar.

Pero nos podemos hacer a nosotros mismos la pregunta: ¿en verdad queremos ser salvados? ¿nos damos cuenta de que necesitamos ser salvados? ¿seguimos a ese Jesús como los ciegos suplicándole que nos ayude? ¿de qué ceguera nos tiene que salvar? Hay cegueras causadas por el odio, por el interés materialista de la vida, por la distracción, por la pasión, el egoísmo, el orgullo o la cortedad de miras. ¿No necesitamos de veras que Cristo toque nuestros ojos y nos ayude a ver y a distinguir lo que son valores y lo que son contravalores en nuestro mundo de hoy? ¿o preferimos seguir ciegos, permanecer en la oscuridad o en la penumbra, y caminar por la vida desorientados, sin profundizar en su sentido, manipulados por la última ideología de moda?

El Adviento nos invita a abrir los ojos, a esperar, a permanecer en búsqueda continua, a decir desde lo hondo de nuestro ser «ven, Señor Jesús», a dejarnos salvar y a salir al encuentro del verdadero Salvador, que es Cristo Jesús. Sea cual sea nuestra situación personal y comunitaria, Dios nos alarga su mano y nos invita a la esperanza, porque nos asegura que él está con nosotros.

La Iglesia peregrina hacia delante, hacia los tiempos definitivos, donde la salvación será plena. Por eso durante el Adviento se nos invita tanto a vivir en vigilancia y espera, exclamando «Marana tha», «Ven, Señor Jesús».

Al inicio de la Eucaristía, muchas veces repetimos -ojalá desde dentro, creyendo lo que decimos- la súplica de los ciegos: «Kyrie, eleison. Señor, ten compasión de nosotros». Para que él nos purifique interiormente, nos preste su fuerza, nos cure de nuestros males y nos ayude a celebrar bien su Eucaristía. Es una súplica breve e intensa que muy bien podemos llamar oración de Adviento, porque estamos pidiendo la venida de Cristo a nuestras vidas, que es la que nos salva y nos fortalece. La que nos devuelve la luz.

En este Adviento se tienen que encontrar nuestra miseria y la respuesta salvadora de Jesús.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995 . Págs. 27-30

Jueves 03 de diciembre de 2015
San Francisco Javier
Primera semana de Adviento



Isaías 26,1-6:

Aquel día, se cantará este canto en el país de Judá: «Tenemos una ciudad fuerte, ha puesto para salvarla murallas y baluartes: Abrid las puertas para que entre un pueblo justo, que observa la lealtad; su ánimo está firme y mantiene la paz, porque confía en ti. Confiad siempre en el Señor, porque el Señor es la Roca perpetua: doblegó a los habitantes de la altura y a la ciudad elevada; la humilló, la humilló hasta el suelo, la arrojó al polvo, y la pisan los pies, los pies del humilde, las pisadas de los pobres.»

Sal 117,1.8-9.19-21.25-27a R/. Bendito el que viene en nombre del Señor

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los jefes. R/.

Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
Ésta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación. R/.

Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina. R/.


Lectura del santo evangelio según san Mateo 7,21.24-27:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre aren Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.»

PARA VIVIR ESTA PALABRA

Tener una ciudad fuerte, asentada sobre roca, inexpugnable para el enemigo, era una de las condiciones más importantes en la antigüedad para sentirse seguros. Sus murallas y torreones, sus puertas bien guardadas, eran garantía de paz y de victoria.

La imagen le sirve al profeta para anunciar que el pueblo puede confiar en el Señor, nuestro Dios. Él es nuestra muralla y torreón, la roca y la fortaleza de nuestra ciudad. Y a la vez, con él podemos conquistar las ciudades enemigas, por inexpugnables que crean ser
-¿Babel, Nínive?-, porque la fuerza de Dios no tiene límites.

Sólo acertaremos en la vida si ponemos de veras nuestra confianza en Él: «mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres» (salmo). Un pueblo que confía en el Señor, que sigue sus mandatos y observa la lealtad, es feliz, «su ánimo está firme y mantiene la paz, porque confía en ti». Mientras que los que confían en las murallas de piedra, y se sienten orgullosamente fuertes, se llevarán pronto o tarde un desengaño. Nuestra Roca es Dios. En él está nuestra paz y nuestra seguridad. Él nos llevará a la Jerusalén celestial, la ciudad de la fiesta perpetua.

El evangelio también nos habla de edificar sobre roca.
Jesús -al final del sermón de la montaña- nos asegura que está edificando sobre roca, y por tanto su edificio está garantizado, aquél que no sólo oye la Palabra sino que la pone por obra. Edifica sobre arena, y por tanto se expone a un derrumbamiento lastimoso, el que se contenta con oír la Palabra o con clamar en sus oraciones ¡Señor, Señor!
Cuando Jesús compara la oración con las obras, la liturgia con la vida, siempre parece que muestra su preferencia por la vida. Lo que quedan descalificadas son las palabras vacías, el culto no comprometido, sólo exterior.

¿Cómo estamos construyendo nosotros el edificio de nuestra casa, de nuestra persona, de nuestro futuro? ¿cómo edificamos nuestra familia, nuestra comunidad, nuestra Iglesia y sociedad?

La imagen de las dos lecturas es clara y nos interpela en este Adviento, para que reorientemos claramente nuestra vida.

Si en la construcción de nuestra propia personalidad o de la comunidad nos fiamos de nuestras propias fuerzas, o de unas instituciones, o unas estructuras, o unas doctrinas, nos exponemos a la ruina. Es como si una amistad se basa en el interés, o un matrimonio se apoya sólo en un amor romántico, o una espiritualidad se deja dirigir por la moda o el gusto personal, o una vocación sacerdotal o religiosa no se fundamenta en valores de fe profunda. Eso sería construir sobre arena. La casa puede que parezca de momento hermosa y bien construida, pero es puro cartón, que al menor viento se hunde.

Debemos construir sobre la Palabra de Dios escuchada y aceptada como criterio de vida.
Seguramente todos tenemos ya experiencia, y nuestra propia historia ya nos va enseñando la verdad del aviso de Isaías y de Jesús. Porque buscamos seguridades humanas, o nos dejamos encandilar por mesianismos fugaces que siempre nos fallan. Como tantas personas que no creen de veras en Dios, y se refugian en los horóscopos o en las religiones orientales o en las sectas o en los varios mesías falsos que se cruzan en su camino.

El único fundamento que no falla y da solidez a lo que intentamos construir es Dios.

Seremos buenos arquitectos si en la programación de nuestra vida volvemos continuamente nuestra mirada hacia él y hacia su Palabra, y nos preguntamos cuál es su proyecto de vida, cuál es su voluntad, manifestada en Cristo Jesús, y obramos en consecuencia. Si no sólo decimos oraciones y cantos bonitos, ¡Señor, Señor!, sino que nuestra oración nos compromete y estimula a lo largo de la jornada. Si no nos contentamos con escuchar la Palabra, sino que nos esforzamos porque sea el criterio de nuestro obrar.
Entonces sí que serán sólidos los cimientos y las murallas y las puertas de la ciudad o de la casa que edificamos.

Tenemos un modelo admirable, sobre todo estos días de Adviento, en María, la Madre de Jesús. Ella fue una mujer de fe, totalmente disponible ante Dios, que edificó su vida sobre la roca de la Palabra. Que ante el anuncio de la misión que Dios le encomendaba, respondió con una frase que fue la consigna de toda su vida, y que debería ser también la nuestra: «hágase en mí según tu Palabra». Es nuestra maestra en la obediencia a la Palabra.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995 . Págs. 25-27

2 diciembre 2015. Miércoles Primera semana de Adviento


Isaías 25,6-10:

Aquel día, el Señor de los ejércitos preparará para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos generosos. Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones. Aniquilará la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país. Lo ha dicho el Señor.
Aquel día se dirá: «Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación. La mano del Señor se posará sobre este monte.»


Sal 22,1-3a.3b-4.5.6 R/. Habitaré en la casa del Señor por años sin término

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.


Lectura del santo evangelio según san Mateo 15,29-37:

En aquel tiempo, Jesús, bordeando el lago de Galilea, subió al monte y se sentó en él. Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los echaban a sus pies, y él los curaba. La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y dieron gloria al Dios de Israel.
Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da lástima de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen en el camino.»
Los discípulos le preguntaron: «¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?»
Jesús les preguntó: «¿Cuántos panes tenéis?»
Ellos contestaron: «Siete y unos pocos peces.»
Él mandó que la gente se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete cestas llenas.






El poema de Isaías ofrece un anuncio optimista: después de la victoria, Dios invitará a todos los pueblos, en el monte Sión, a un banquete de manjares suculentos, de vinos generosos, al final de los tiempos. No quiere ver lágrimas en los ojos de nadie. Se ha acabado la violencia y la opresión.



Así ven la historia los ojos de Dios. Con toda la carga poética y humana que tiene la imagen de una comida festiva y sabrosa, regada con vinos de solera, que es una de las que más expresivamente nos ayuda a entender los planes de Dios, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. La comida alimenta, restaura fuerzas, llena de alegría, une a los comensales entre sí y con el que les convida.



El salmo prolonga la perspectiva: el Pastor, Dios, nos lleva a pastos verdes, repara nuestras fuerzas, nos conduce a beber en fuentes tranquilas, nos ofrece su protección contra los peligros del camino. "Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida».



En nadie mejor que en Jesús de Nazaret se han cumplido las promesas del profeta.

Con él ha llegado la plenitud de los tiempos.

También él, muchas veces, transmitía su mensaje de perdón y de salvación con la clave de comer y beber festivamente. En Caná convirtió el agua en vino generoso. Comió y bebió él mismo con muchas personas, fariseos y publicanos, pobres y ricos, pecadores y justos.



Hoy hemos escuchado cómo multiplicó panes y peces para que todos pudieran comer. Y cuando quiso anunciar el Reino de Dios, lo describió más de una vez como un gran banquete preparado por Dios mismo.

Jesús ofrece fiesta, no tristeza. Y fiesta es algo más que cumplir con unos preceptos o resignarse con unos ritos realizados rutinariamente.



Está bien que en medio de nuestra historia, llena de noticias preocupantes de cansancio y de dolor, resuenen estas palabras invitando a la esperanza, dibujando un cuadro optimista, que hasta nos puede parecer utópico.



Podemos y debemos seguir leyendo a los profetas. No se han cumplido todavía sus anuncios: no reinan todavía ni la paz ni la justicia, ni la alegría ni la libertad. La obra de Cristo está inaugurada, pero no ha llegado a su maduración, que nos ha encomendado a nosotros.



La gracia del Adviento y de la Navidad, con su convocatoria y su opción por la esperanza, nos viene ofrecida precisamente desde nuestra historia concreta, desde nuestra vida diaria. Como a la gente que acudía a Jesús y que él siempre atendía: enfermos, tullidos, ciegos. Gente con un gran cansancio en su cuerpo y en su alma. ¿Como nosotros? Gente desorientada, con experiencia de fracasos más que de éxitos. ¿Como nosotros?



Tendríamos que «descongelar» lo que rezamos y cantamos. Cuando decimos «ven. Señor Jesús». deberíamos creerlo de veras.

El Adviento no es para los perfectos, sino para los que se saben débiles y pecadores y acuden a Jesús, el Salvador. Él, como nos aseguran las lecturas de hoy, compadecido, enjugará lágrimas, dará de comer, anunciará palabras de vida y de fiesta y acogerá también a los que no están muy preparados ni motivados. No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos.



El Adviento nos invita a la esperanza ante todo a nosotros mismos. «Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara: celebremos y gocemos con su salvación». Para que acudamos con humildad a ese Dios que salva y convoca a fiesta. Nos invita a mirar con ilusión hacia delante, a los cielos nuevos y la tierra nueva que Cristo está construyendo.

1 DICIEMBRE 2015. MARTES PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO

Isaías 11, 1-10

Aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor. Le inspirará el temor del Señor.
No juzgará por apariencias ni sentenciará sólo de oídas; juzgará a los pobres con justicia, con rectitud a los desamparados. Herirá al violento con la vara de su boca, y al malvado con el aliento de sus labios. La justicia será cinturón de sus lomos, y la lealtad, cinturón de sus caderas.
Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastorea. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará en la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. No harán daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país de ciencia del Señor, como las aguas colman el mar. Aquel día, la raíz de Jesé se erguirá como enseña de los pueblos: la buscarán los gentiles, y será gloriosa su morada.

Sal 71,1-2.7-8.12-13.17 R/. Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R/.

Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra. R/.

Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del robre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres. R/.

Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol:
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra. R/.

evangelio según san Lucas 10, 21-24

En aquel tiempo, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús:
- "Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla.
Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.
Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar." Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: "¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron"


PARA VIVIR ESTA PALABRA




Así como en la escena de su bautismo en el Jordán apareció el Espíritu, en forma de paloma, que se posaba sobre él, proclamando su mesianidad, del mismo modo en la página que hemos escuchado el Espíritu le llena de alegría. Jesús se deja contagiar del buen humor de los suyos, que vuelven de un viaje apostólico y cuentan lo que han hecho en su nombre.



Y lleno de esta alegría y de esta sabiduría del Espíritu, pronuncia una de sus frases llenas de paradoja e ironía: sólo a los sencillos de corazón les revela Dios los secretos del Reino. 



 Los sencillos de corazón son en verdad los sabios a los ojos de Dios. Es lo que también dirá María de Nazaret en su canto del Magníficat: a ella la ha mirado Dios con predilección porque es humilde y es la sierva del Señor, del mismo modo que llenará de sus bienes a los pobres, y a los ricos los despedirá vacíos.



También ahora, en un mundo autosuficiente, orgulloso de los progresos de la ciencia y la tecnología, sólo entran de veras en el espíritu del Adviento los sencillos de corazón. No se trata de gestos solemnes o de discursos muy preparados. Sino de abrirse al don de Dios y alegrarse de su salvación. Y esto no lo hacen los que ya están llenos de sí mismos.



La alegría profunda de la Navidad la vivirán los humildes, los que saben apreciar el amor que Dios nos tiene. Ellos serán los que llegarán a conocer en profundidad al Hijo, porque se lo concederá el Padre. No se contentarán de una alegría exterior y superficial: sabrán reconocer la venida de Dios a nuestra historia. Mientras que habrá muchos «sabios» para los que pasará el Adviento y la Navidad y no habrán visto nada, saturados de su propia riqueza riqueza que no conduce a la salvación. O le seguirán buscando en los libros o en los hechos milagrosos.



¿Seremos nosotros de esas personas sencillas que saben descubrir la presencia de Dios y salirle al encuentro? ¿mereceremos la bienaventuranza de Jesús: «dichosos los ojos que ven lo que véis?». Cristo Jesús quiere seguir «viniendo» este año, a nuestra vida personal y a la sociedad, para seguir cumpliendo el programa mesiánico de paz y justicia que está en marcha desde su venida primera, pero que todavía tiene mucho por recorrer, hasta el final de los tiempos. Porque la salvación «ya» está entre nosotros, pero a la vez se puede decir que «todavía no» está del todo.



En el mundo de hoy hay muchas personas que esperan, muchos corazones que sufren y buscan: ¿cómo notarán que el Salvador ya ha venido, y que es Cristo Jesús? ¿quién se lo dirá? ¿qué profeta Isaías les abrirá el corazón a la esperanza verdadera?



También hoy, como en el panorama que dibuja el profeta, el mejor signo de la venida del Mesías será si se ve más paz, más reconciliación y más justicia, en el nivel internacional y también en el doméstico, en cada familia, en cada comunidad religiosa, en la parroquia, en nuestro trato con las demás personas, aunque sean de diferente carácter y gusto. Así podremos anunciar que el Salvador ya está en medio de nosotros, que es Adviento y Navidad. Y del tronco que parecía seco brotará un renuevo, y dará fruto, y nos invitará a la esperanza.



En cada Eucaristía, además de hacer memoria de la Pascua del Señor, y de dejarnos llenar de su gracia y su alimento, también lanzamos una mirada hacia el futuro: «mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo». El «ven, Señor Jesús» lo cantamos muchas veces después del relato de la institución eucarística. Como dijo Pablo, «cada vez que comáis y bebáis, proclamáis la muerte del Señor hasta que venga».



La esperanza nos hace mirar lejos. No sólo a la Navidad cercana, sino a la venida gloriosa y definitiva del Señor, cuando su Reino haya madurado en todo su programa.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995 . Págs. 19-22




30 noviembre 2015. FIESTA DEL APOSTOL  SAN ANDRES


Pablo a los Romanos 10, 9-18

Si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justificación,- y por la profesión de los labios, a la salvación. Dice la Escritura: «Nadie que cree en él quedará defraudado.»
Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan. Pues «todo el que invoca el nombre del Señor se salvará.» Ahora bien, ¿cómo van a invocarlo, si no creen en él?; ¿cómo van a creer, si no oyen hablar de él?; y ¿cómo van a oír sin alguien que proclame?; y ¿cómo van a proclamar si no los envían? Lo dice la Escritura: « ¡Qué hermosos los pies de los que anuncian el Evangelio! » Pero no todos han prestado oído al Evangelio; como dice Isaías: «Señor, ¿quién ha dado fe a nuestro mensaje?» Así, pues, la fe nace del mensaje, y el mensaje consiste en hablar de Cristo. Pero yo pregunto: «¿Es que no lo han oído?» Todo lo contrario: «A toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los limites del orbe su lenguaje. »


Sal 18, 2-3. 4-5 R. A toda la tierra alcanza su pregón.

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. R.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje. R


Mateo 4, 18-22

En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo:
-«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.


PARA VIVIR ESTA PALABRA




El Evangelio de San Mateo nos describe la vocación de los primeros discípulos. Y lo hace inmediatamente después que, con las mismas palabras de Juan el Bautista, Jesús proclame la llegada del Reino y la necesidad de Conversión. Ante esta invitación de Jesús, que es una llamada a una conversión radical de vida, las dos parejas de hermanos pescadores responden con total disponibilidad, dejando sus rutinas y hasta su familia.



La actitud de estos discípulos es todo un paradigma de lo que debe ser un cristiano realmente comprometido con el Evangelio del Reino. Jesús invita a cada uno a vivir en plenitud, a no conformarse con la rutina de la pesca, sino a compartir la aventura apasionante de otra pesca, la de anunciar a los hombres esa otra vida que han encontrado con Él.



En la festividad del apóstol San Andrés, uno de los cuatro primeros discípulos, experimentemos la alegría de dejar en la orilla nuestro «hombre viejo» y seguir la vocación de Jesús.



¿Cuáles son las rutinas que tendríamos que dejar en la orilla para seguir a Jesús?
¿Somos conscientes de nuestra vocación cristiana?
¿A qué «caladeros» nos llevaría la llamada del Señor?


PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO - 29 noviembre 2015 - ciclo C

Día 1, de la novena de la Inmaculada


Jeremías 33, 14-16

Mirad que días vienen-oráculo de Yahveh- en que confirmaré la buena palabra que dije a la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquella sazón haré brotar para David un Germen justo, y practicará el derecho y la justicia en la tierra. En aquellos días estará a salvo Judá, y Jerusalén vivirá en seguro. Y así se la llamará: "Yahveh, justicia nuestra."

Sal. 24 R. A ti, Señor, levanto mi alma

Señor, enséñame tus caminos, 
instrúyeme en tus sendas, 
haz que camine con lealtad; 
enséñame porque tú eres mi Dios y Salvador.

El Señor es bueno y recto, 
y enseña el camino a los pecadores; 
hace caminar a los humildes con rectitud, 
enseña su camino a los humildes. 

Las sendas del Señor son misericordia y lealtad, 
para los que guardan su alianza y sus mandatos. 
El Señor se confía con sus fieles 
y les da a conocer su alianza.


Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 3,12-4,2

En cuanto a vosotros, que el Señor os haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos, como es nuestro amor para con vosotros. Sabéis, en efecto las instrucciones que os dimos de parte del Señor Jesús.


Lectura del santo Evangelio según San Lucas 21,25-28.34-36

En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: "Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustias de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación." "Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por la preocupaciones de ka vida, y venga aquel Día de improvisto sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre."

PARA VIVIR ESTA PALABRA

 ¡Estad siempre dispuestos! ¿Cómo velar? Ante todo, sabemos que vela bien precisamente el que ama. Lo sabe la esposa que espera al marido que se ha quedado hasta tarde en el trabajo o que debe volver de lejos después de un viaje; lo sabe la madre que está intranquila porque el hijo todavía no ha vuelto a casa; lo sabe el enamorado que no ve la hora de encontrarse con su amada... El que ama sabe esperar también cuando el otro tarda. 

Esperamos a Jesús si lo amamos y deseamos ardientemente encontrarnos con Él. Y se le espera amando concretamente, sirviéndolo, por ejemplo, en el que está cerca de nosotros, o comprometiéndose en la construcción de una sociedad más justa. El mismo Jesús nos invita a vivir así en la parábola del siervo fiel que, esperando a su señor, se encarga de los criados y de los asuntos de la casa; o la de los siervos que, en espera siempre del señor, se ponen a trabajar para que los talentos recibidos fructifiquen. 

El Adviento es tiempo de espera y esperanza. ¡Velad! ¡Estad atentos! Es lo que les pide Jesús a sus discípulos, y es también lo que nos pide a nosotros en este tiempo de Adviento. ¡Tened los ojos abiertos! ¡Estad siempre dispuestos!... nos invita a ser centinelas. El centinela es el que vela, el que está atento a lo que pasa alrededor del castillo. ¿Estamos nosotros atentos a lo que pasa a nuestro alrededor? ¿Nuestros ojos son capaces de descubrir, como el centinela, quien se acerca a nosotros y qué necesita? Piensa en un momento la cantidad de personas que a lo largo del día se acercan a ti ¿les miras con ojos de centinela? Quien mira con ojos de centinela y descubre la realidad que le rodea es difícil que no esté dispuesto y responda. 

Pedimos en este comienzo de Adviento: unos ojos que estén en vela, que sean capaces de mirar a las personas y descubrir en ellas sus alegrías, sus preocupaciones, sus ilusiones, sus tristezas y además una actitud para estar dispuestos a responder a los que nos necesitan. Os ofrezco para terminar esta oración de Chiara Lubich:

«Jesús,
hazme hablar siempre
como si fuese la última
palabra que digo.

Hazme actuar siempre
como si fuese la última
acción que hago.

Hazme sufrir siempre
como si fuese el último
sufrimiento que tengo 
para ofrecerte. 

Hazme rezar siempre
como si fuese la última posibilidad 
que tengo aquí en la tierra
de hablar contigo.»  

¡Feliz camino de ADVIENTO con MARIA!  29 noviembre Día 1 novena Inmaculada


Sabado 28 de noviembre de 2015

Trigésimo cuarta semana del Tiempo Ordinario



 evangelio según san Lucas 21, 34-36

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.»

PARA VIVIR ESTA PALABRA



Ultima recomendación de Jesús en su "discurso escatológico", último consejo del año litúrgico, que enlazará con los primeros del Adviento: "estad siempre despiertos".

Lo contrario del estar despiertos es que se "nos embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero". Y el medio para mantener en tensión nuestra espera es la oración: "pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir". La consigna final es corta y expresiva: "manteneos en pie ante el Hijo del Hombre".



"Manteneos en pie ante el Hijo del Hombre".

Todos necesitamos un despertador, porque tendemos a dormirnos, a caer en la pereza, bloqueados por las preocupaciones de esta vida, y no tenemos siempre desplegada la antena hacia los valores del espíritu.



Estar de pie, ante Cristo, es estar en vela y en actitud de oración, mientras caminamos por este mundo y vamos realizando las mil tareas que nos encomienda la vida. No importa si la venida gloriosa de Jesús está próxima o no: para cada uno está siempre próxima, tanto pensando en nuestra muerte como en su venida diaria a nuestra existencia, en los sacramentos, en la Eucaristía, en la persona del prójimo, en los pequeños o grandes hechos de la vida.



Los cristianos tenemos memoria: miramos muchas veces al gran acontecimiento de hace dos mil años, la vida y la Pascua de Jesús. Tenemos un compromiso con el presente, porque lo vivimos con intensidad, dispuestos a llevar a cabo una gran tarea de evangelización y liberación. Pero tenemos también instinto profético, y miramos al futuro, la venida gloriosa del Señor y la plenitud de su Reino, que vamos construyendo animados por su Espíritu.

En la Eucaristía se concentran las tres direcciones, como nos dijo Pablo (1 Co 11,26): "cada vez que coméis este pan y bebéis este vino (momento privilegiado del "hoy"), proclamáis la muerte del Señor (el "ayer" de la Pascua) hasta que venga (el "mañana" de la manifestación del Señor)". Por eso aclamamos en el momento central de la Misa: "Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven, Señor Jesús".





"Estad siempre despiertos y manteneos en pie ante el Hijo del Hombre" (evangelio)

Viernes 27 de noviembre de 2015

Trigésimo cuarta semana del Tiempo Ordinario

Daniel 7,2-14

Yo, Daniel, tuve una visión nocturna: los cuatro vientos del cielo agitaban el océano. Cuatro fieras gigantescas salieron del mar, las cuatro distintas. La primera era como un león con alas de águila; mientras yo miraba, le arrancaron las alas, la alzaron del suelo, la pusieron de pie como un hombre y le dieron mente humana. La segunda era como un oso medio erguido, con tres costillas en la boca, entre los dientes.
Le dijeron: «¡Arriba! Come carne en abundancia.»
Después vi otra fiera como un leopardo, con cuatro alas de ave en el lomo y cuatro cabezas. Y le dieron el poder. Después tuve otra visión nocturna: una cuarta fiera, terrible, espantosa, fortísima; tenía grandes dientes de hierro, con los que comía y descuartizaba, y las sobras las pateaba con las pezuñas. Era diversa de las fieras anteriores, porque tenía diez cuernos. Miré atentamente los cuernos y vi que entre ellos salía otro cuerno pequeño; para hacerle sitio, arrancaron tres de los cuernos precedentes. Aquel cuerno tenía ojos humanos y una boca que profería insolencias. Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó; su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Yo seguía mirando, atraído por las insolencias que profería aquel cuerno; hasta que mataron a la fiera, la descuartizaron y la echaron al fuego. A las otras fieras les quitaron el poder, dejándolas vivas una temporada. Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.

Dn 3,75.76.77.78.79.80.81 R/. Ensalzadlo con himnos por los siglos

Montes y cumbres,
bendecid al Señor. R/.

Cuanto germina en la tierra,
bendiga al Señor. R/.

Manantiales,
bendecid al Señor. R/.

Mares y ríos,
bendecid al Señor. R/.

Cetáceos y peces,
bendecid al Señor. R/.

Aves del cielo,
bendecid al Señor. R/.

Fieras y ganados,
bendecid al Señor. R/.



Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,29-33

En aquel tiempo, expuso Jesús una parábola a sus discípulos: «Fijaos en la higuera o en cualquier árbol: cuando echan brotes, os basta verlos para saber que el verano está cerca. Pues, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. Os aseguro que antes que pase esta generación todo eso se cumplirá. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA



Jesús toma una comparación de la vida del campo para que sus oyentes entiendan la dinámica de los tiempos futuros: cuando la higuera empieza a echar brotes, sabemos que la primavera está cercana.  
Así, los que estén atentos comprenderán a su tiempo "que está cerca el Reino de Dios", porque sabrán interpretar los signos de los tiempos. Algunas de las cosas que anunciaba Jesús, como la ruina de Jerusalén, sucederán en la presente generación. Otras, mucho más tarde. Pero "sus palabras no pasarán".  

Jesús inauguró ya hace dos mil años el Reino de Dios. Pero todavía está madurando, y no ha alcanzado su plenitud.  
Eso nos lo ha encomendado a nosotros, a su Iglesia, animada en todo momento por el Espíritu. Como el árbol tiene savia interior, y recibe de la tierra su alimento, y produce a su tiempo brotes y luego hojas y flores y frutos, así la historia que Cristo inició.  

No hace falta que pensemos en la inminencia del fin del mundo. Estamos continuamente creciendo, caminando hacia delante. Cayó Jerusalén. Luego cayó Roma. Más tarde otros muchos imperios e ideologías. Pero la comunidad de Jesús, generación tras generación, estamos intentando transmitir al mundo sus valores, evangelizarlo, para que el árbol dé frutos y la salvación alcance a todos.  

Permanezcamos vigilantes. En el Adviento, que empezamos mañana por la tarde, en vísperas del primer domingo, se nos exhortará a que estemos atentos a la venida del Señor a nuestra historia. Porque cada momento de nuestra vida es un "kairós", un tiempo de gracia y de encuentro con el Dios que nos salva.