Sábado 05 de septiembre de 2015
Vigésimo segunda Semana del Tiempo Ordinario
Colosenses 1, 21-23
Hermanos:Antes estabais también vosotros alejados de Dios y erais enemigos suyos por la mentalidad que engendraban vuestras malas acciones; ahora, en cambio, gracias a la muerte que Cristo sufrió en su cuerpo de carne, Dios os ha reconciliado para haceros santos, sin mancha y sin reproche en su presencia.
La condición es que permanezcáis cimentados y estables en la fe, e inamovibles en la esperanza del Evangelio que escuchasteis.
En el mismo que se proclama en la creación entera bajo el cielo, y yo, Pablo, fui nombrado su ministro.
Sal 53, 3-4. 6 y 8 R. Dios es mi auxilio.
Oh Dios, sálvame por tu nombre,sal por mí con tu poder.
Oh Dios, escucha mi súplica,
atiende a mis palabras. R.
Pero Dios es mi auxilio,
el Señor sostiene mi vida.
Te ofreceré un sacrificio voluntario,
dando gracias a tu nombre, que es bueno. R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 1-5
Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos, se comían el grano.Unos fariseos les preguntaron:
-«¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?»
Jesús les replicó:
-« ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre?
Entró en la casa de Dios, tomó los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y les dio a sus compañeros.»
Y añadió:
-«El Hijo del hombre es señor del sábado.»
PARA VIVIR ESTA Palabra
Esta vez, la discusión es sobre el sábado.
Jesús apreciaba el sábado y, como buen judío, lo había incorporado a su espiritualidad: por ejemplo, iba cada semana a la sinagoga, a rezar y a escuchar la Palabra de Dios con los demás. Y cumplía seguramente las otras normas relativas a este día.
Bien vivido, el sábado era y sigue siendo un día sacramental de auténtica gracia para los judíos. Pero lo que aquí critica Jesús es una interpretación exagerada del descanso sabático: ¿cómo puede ser contrario a la voluntad de Dios el tomar en la mano unas espigas, restregarlas y comer sus granos, cuando se siente hambre?
El argumento que él aduce es el ejemplo de David y sus hombres, a quienes el sacerdote del santuario les dio a comer "panes sagrados", aunque en principio no eran para ser comidos así (1 Samuel 21).
Jesús habla realmente con autoridad y poder. Se atreve a reinterpretar una de las instituciones más sagradas de su pueblo. Pero sobre todo les debió saber muy mal a los fariseos la última afirmación: "el Hijo del Hombre es señor del sábado".
Es una difícil sabiduría distinguir entre lo que es importante y lo que no.
Guardar el sábado como día de culto a Dios, día de descanso en su honor, día de la naturaleza, día de paz y vida de familia, día de liberación interior, sí era importante. Que no se trabajara el sábado en la siega era una cosa, pero que no se pudieran tomar y comer unos granos al pasar por el campo, era una interpretación exagerada. No valía la pena discutir y perder la paz por eso. Es un ejemplo de lo que ayer nos decía Jesús respecto al paño nuevo y a los odres nuevos.
Cuántas ocasiones tenemos, en nuestra vida de comunidad, de aplicar este principio.
Cuántas veces perdemos la serenidad y el humor por tonterías de estas, aferrándonos a nimiedades sin importancia. Lo que está pensado para bien de las personas y para que esponjen sus ánimos -como la celebración del domingo cristiano- lo podemos llegar a convertir, por nuestra casuística e intransigencia, en unas normas que quitan la alegría del espíritu. El domingo es un día que tiene que ser todo él, sus veinticuatro horas, un día de alegría por la victoria de Cristo y por nuestra propia liberación.
Viernes 04 de septiembre de 2015
Vigésimo segunda Semana del Tiempo Ordinario
Colosenses 1, 15-20
Cristo Jesús es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Salmo 99, 2. 3. 4. 5 R. Entrad en la presencia del Señor con vítores.
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R.
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R.
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre. R.
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.» R.
evangelio según san Lucas 5, 33-39
En aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los escribas:
-«Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber.»
Jesús les contestó:
-«¿Queréis que ayunen los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que se lo lleven, y entonces ayunarán. »
Y añadió esta parábola:
-«Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo.
Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo revienta los odres, se derrama, y los odres se estropean.
A vino nuevo, odres nuevos.
Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: "Está bueno el añejo."»
PARA VIVIR ESTA PALABRA
Empiezan las discusiones con los fariseos: ¿por qué no ayunan los seguidores de Jesús, como hacen todos los buenos judíos, los fariseos y los discípulos del Bautista? Acusan a los discípulos de que "comen y beben", lo mismo que achacarán a Jesús (Lc 7,33s).
El tema no es tanto si ayunar o no, o si el ayuno entra en el programa ascético de Jesús.
Él mismo había ayunado cuarenta días en el desierto y la comunidad cristiana, desde muy pronto, dedicó dos días a la semana (miércoles y viernes) al ayuno. Jesús no elimina el ayuno, muy arraigado en la espiritualidad de su pueblo.
El interrogante es si ha llegado o no el Mesías. El ayuno previo a Jesús tenía un sentido de preparación mesiánica, con un cierto tono de tristeza y duelo. Seguir haciendo ayuno es no reconocer que ha llegado el Mesías. Ha llegado el Novio. Sus amigos están de fiesta. La alegría mesiánica supera al ayuno.
Luego, cuando de nuevo les "sea quitado" el Novio, porque no les será visible desde el día de la Ascensión, volverán a hacer ayuno, aunque no con tono de espera ni de tristeza.
Sobre todo, Jesús subraya el carácter de radical novedad que supone el acogerle como enviado de Dios. Lo hace con la doble comparación de la "pieza de un manto nuevo en un manto viejo" y del "vino nuevo en odres viejos".
Aceptar a Jesús en nuestras vidas comporta cambios importantes. No se trata sólo de "saber" unas cuantas verdades respecto a él, sino de cambiar nuestro estilo de vida.
Significa vivir con alegría interior. Jesús se compara a sí mismo con el Novio y a nosotros con los "amigos del Novio". Estamos de fiesta. ¿Se nos nota? ¿o vivimos tristes, como si no hubiera venido todavía el Salvador?
Significa también novedad radical. La fe en Cristo no nos pide que hagamos algunos pequeños cambios de fachada, que remendemos un poco el traje viejo, o que aprovechemos los odres viejos en que guardábamos el vino anterior. La fe en Cristo pide traje nuevo y odres nuevos. Jesús rompe moldes. Lo que Pablo llama "revestirse de Cristo Jesús" no consiste en unos parches y unos cambios superficiales.
Los apóstoles, por ejemplo, tenían una formación religiosa propia del AT: les costó ir madurando en la nueva mentalidad de Jesús. Nosotros estamos rodeados de una ideología y una sensibilidad neopagana. También tenemos que ir madurando: el vino nuevo de Jesús nos obliga a cambiar los odres. El vino nuevo implica actitudes nuevas, maneras de pensar propias de Cristo, que no coinciden con las de este mundo. Son cambios de mentalidad, profundos. No de meros retoques externos. En muchos aspectos son incompatibles el traje de este mundo y el de Cristo. Por eso cada día venimos a escuchar, en la misa, la doctrina nueva de Jesús y a recibir su vino nuevo.
Jueves 03 de septiembre de 2015
San Gregorio Magno
Vigésimo segunda Semana del Tiempo Ordinario
Colosenses 1, 9-14
Hermanos:
Desde que nos enteramos de vuestra conducta, no dejamos de rezar a Dios por vosotros y de pedir que consigáis un conocimiento perfecto de su voluntad, con toda sabiduría e inteligencia espiritual.
De esta manera, vuestra conducta será digna del Señor, agradándole en todo; fructificaréis en toda clase de obras buenas y aumentará vuestro conocimiento de Dios.
El poder de su gloria os dará fuerza para soportar todo con paciencia y magnanimidad, con alegría, dando gracias al Padre, que os ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Sal 97, 2-3ab. 3cd-4. 5-6 R. El Señor da a conocer su victoria.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R.
Tocad la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 5, 1-11
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.
Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
-«Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.»
Simón contestó:
-«Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.»
Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a lo socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:
-«Apártate de mi, Señor, que soy un pecador.»
Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Jesús dijo a Simón:
-«No temas; desde ahora serás pescador de hombres.»
Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
PARA VIVIR ESTA PALABRA
Lucas nos narra la llamada vocacional de Pedro y de los otros primeros discípulos: "desde ahora serás pescador de hombres". Hasta ahora aparecía trabajando solo. Ahora busca colaboradores.
Ya ayer hablaba de Pedro el evangelio: Jesús curó a su suegra de la fiebre. Hoy nos cuenta cómo, para poder apartarse un poco de la gente que se agolpaba en torno, le pide a Pedro que le preste su barca. Qué satisfacción sentiría Pedro: ese predicador que se está haciendo famoso, por su palabra y por sus milagros, le ha pedido a él su barca.
Luego, aunque a regañadientes, porque tiene la experiencia del fracaso de la noche, echa las redes "por la palabra de Jesús". Y sucede lo inesperado: la pesca milagrosa, que provoca en Pedro una reacción de espanto y admiración: "apártate de mí, Señor, que soy un pecador".
No debieron entender mucho lo de ser "pescador de hombres". Pero aquel hombre les ha convencido: "dejándolo todo, lo siguieron".
Ser "pescadores de hombres" no significa nada peyorativo. Pescar a las personas, en este sentido, no es un proselitismo a ultranza, ni hacer que mueran para nuestro provecho -en eso consiste la pesca de los peces- sino lo contrario: evangelizar, convencer, ofrecer de parte de Dios a cuantas más personas mejor la buena noticia del amor y la salvación.
En el origen de nuestra vocación cristiana y apostólica tal vez no haya una "pesca milagrosa" o algún hecho extraordinario. Pero sí, de algún modo, ha habido y sigue habiendo un sentimiento de admiración y asombro por Cristo, y la convicción de que vale la pena dejarlo todo y seguirle, para colaborar con él en la salvación del mundo.
Probablemente lo que sí hemos experimentado ya son noches estériles en que "no hemos pescado nada" y días en que hemos sentido la presencia de Jesús que ha vuelto eficaz nuestro trabajo. Sin él, esterilidad. Con él, fecundidad sorprendente. Y así vamos madurando, como aquellos primeros discípulos, en nuestro camino de fe, a través de los días buenos y de los malos. Para que, por una parte, no caigamos en la tentación del miedo o la pereza. Y, por otra, no confiemos excesivamente en nuestros métodos, sino en la fuerza de la palabra de Cristo.
Miércoles 2 de septiembre de 2015
Vigésimo segunda Semana del Tiempo Ordinario
Colosenses 1,1-8
Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y el hermano Timoteo, a los santos que viven en Colosas, hermanos fieles en Cristo. Os deseamos la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre. En nuestras oraciones damos siempre gracias por vosotros a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, desde que nos enteramos de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis a todos los santos. Os anima a esto la esperanza de lo que Dios os tiene reservado en los cielos, que ya conocisteis cuando llegó hasta vosotros por primera vez el Evangelio, la palabra, el mensaje de la verdad. Éste se sigue propagando y va dando fruto en el mundo entero, como ha ocurrido entre vosotros desde el día en que lo escuchasteis y comprendisteis de verdad la gracia de Dios. Fue Epafras quien os lo enseñó, nuestro querido compañero de servicio, fiel ministro de Cristo para con vosotros, el cual nos ha informado de vuestro amor en el Espíritu.
Salno 51,10.11 R/. Confío en tu misericordia, Señor, por siempre jamás
Pero yo, como verde olivo,
en la casa de Dios,
confío en la misericordia de Dios
por siempre jamás. R/.
Te daré siempre gracias
porque has actuado;
proclamaré delante de tus fieles:
«Tu nombre es bueno.» R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 4,38-44
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella. Él, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en seguida, se puso a servirles. Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando.
De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios.»
Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías. Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese.
Pero él les dijo: «También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.»
Y predicaba en las sinagogas de Judea.
PARA VIVIR ESTA PALABRA
Lo que Jesús anunció en Nazaret lo va cumpliendo. Allí dijo, aplicándose la profecía de Isaías, que había venido a anunciar la salvación a los pobres y curar a los ciegos y dar la libertad a los oprimidos.
En efecto, hoy leemos el programa de una jornada de Jesús "al salir de la sinagoga": cura de su fiebre a la suegra de Pedro, impone las manos y sana a los enfermos que le traen, libera a los poseídos por el demonio y no se cansa de ir de pueblo en pueblo "anunciando el reino de Dios". En medio, busca momentos de paz para rezar personalmente en un lugar solitario.
Desde luego, el Reino ya está aquí. Ha empezado a actuar la fuerza salvadora de Dios a través de su Enviado, Jesús.
Buen programa para un cristiano y sobre todo para un apóstol. "Al salir de la sinagoga", o sea, "al salir de nuestra misa o de nuestra oración", nos espera una jornada de trabajo, de predicación y evangelización, de servicio curativo para con los demás y a la vez de oración personal.
¿Ayudamos a que a la gente se le pase la fiebre? ¿a que se liberen de sus depresiones y males? ¿atendemos a los que acuden a nosotros, acogiéndoles con nuestra palabra y dedicándoles nuestro tiempo? ¿nos sentimos obligados a seguir anunciando la buena noticia del Reino, sea cual sea el éxito de nuestro esfuerzo? ¿y lo hacemos todo en un clima de oración?
Podemos revisar dos significativos rasgos de esta página. a) Jesús, en medio de una jornada con un horario intensivo de trabajo y dedicación misionera, encuentra momentos para orar a solas. b) Y no quiere "instalarse" en un lugar donde le han acogido bien: "también a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios". Para que evitemos dos peligros: el activismo exagerado, descuidando la oración, y la tentación de quedarnos en el ambiente en que somos bien recibidos, descuidando la universalidad de nuestra misión.
Cristo evangelizador. Cristo liberador. Cristo orante. Fijos nuestros ojos en él, que es nuestro modelo y maestro, aprenderemos a vivir su mismo estilo de vida. Dejándonos liberar de nuestras fiebres y ayudando a los demás a encontrar en Jesús su verdadera felicidad.
Martes 1 de septiembre de 2015
Vigésimo segunda Semana del Tiempo Ordinario
primera Tesalonicenses 5, 1-6. 9-11
En lo referente al tiempo y a las circunstancias no necesitáis, hermanos, que os escriba. Sabéis perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando estén diciendo: «Paz y seguridad», entonces, de improviso, les sobrevendrá la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta, y no podrán escapar. Pero vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, para que ese día no os sorprenda como un ladrón, porque todos sois hijos de la luz e hijos del día; no lo sois de la noche ni de las tinieblas. Así, pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y despejados.
Porque Dios no nos ha destinado al castigo, sino a obtener la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo; él murió por nosotros para que, despiertos o dormidos, vivamos con él. Por eso, animaos mutuamente y ayudaos unos a otros a crecer, como ya lo hacéis.
Sal 26,1.4.13-14 R/. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R/.
Una cosa pido al Señor, eso buscaré:
habitar en la casa del Señor por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. R/.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 4, 31-37
En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente. Se quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad.
Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio inmundo, y se puso a gritar a voces: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
Jesús le intimó: «¡Cierra la boca y sal!»
El demonio tiró al hombre por tierra en medio de la gente, pero salió sin hacerle daño.
Todos comentaban estupefactos: «¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen.» Noticias de él iban llegando a todos los lugares de la comarca.
PARA VIVIR ESTA PALABRA
Rechazado en su pueblo, Nazaret, Jesús va a Cafarnaún. Habla "con autoridad" a la gente y despierta la admiración de todos.
Allí hace el primer "signo": libera a un poseso de su mal. Predica y a la vez libera. La Buena Noticia es que ya está actuando en este mundo la fuerza salvadora de Dios. El mal empieza a ser vencido. Un exorcismo: la primera victoria de Jesús contra el maligno. El demonio lo expresa certeramente: "¿has venido a destruirnos?". Y protesta: naturalmente, el mal no quiere perder terreno.
Los contemporáneos de Jesús unían lo fisico y lo espiritual. La causa del mal de una persona -corporal, anímico, espiritual- la atribuían normalmente a los espíritus malignos.
Sea cual sea el origen de estos males, Jesús libera a toda la persona: a veces le cura de su enfermedad, otras de su posesión maligna, otras de su muerte, y sobre todo, de su pecado.
Hay una visión integral de la persona: de sus males y de su salvación.
El Señor Resucitado quiere seguir liberándonos a nosotros de nuestros males.
¿Cuáles son nuestros "demonios" particulares? ¿cuáles nuestras esclavitudes: envidias, miedo, depresiones, egoísmo, materialismo? Jesús está siempre dispuesto a curarnos.
Cuando se nos dice, al invitarnos a comulgar en la misa, que él es "el que quita el pecado del mundo", entendemos que nos quiere totalmente libres, en el sentido más pleno de la palabra.
Pero también quiere que colaboremos con él en la curación de los demás. La fuerza curativa de Jesús pasó a su comunidad: por eso Pedro y Juan curaron al paralítico del Templo "en nombre de Jesús". La Iglesia, sobre todo por sus sacramentos, pero también por su acogida humana, por su palabra de esperanza, por su anuncio de la Buena Noticia del amor de Dios, debería estar curando males y "posesiones" de todos. Repartiendo esperanza. Liberando de esclavitudes. Venciendo al mal.
Lunes 31 de agosto de 2015
Vigésimo segunda Semana del Tiempo Ordinario
1 Tesalonicenses 4, 13-17
Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza.Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él.
Esto es lo que os decimos como palabra del Señor:
Nosotros, los que vivimos y quedamos para cuando venga el Señor, no aventajaremos a los difuntos.
Pues él mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar.
Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras
Lectura evangélica: Lucas, 4,16-30
En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:« El espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres,
para anunciar a los cautivos la libertad,
y los ciegos la vista;
para dar libertad a los oprimidos,
para anunciar el año de gracia del Señor.»
Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó.
Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:
–«Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.»
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.
Y decían:
–«¿No es éste el hijo de José?»
Y Jesús les dijo:
–«Sin duda me recitaréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti mismo"; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.»
Y añadió:
–«Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.»
Al oir esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso enre ellos y se alejaba
PARA VIVIR ESTA PALABRA
Lucas va a ser para nosotros un buen maestro para que sepamos presentar a Jesús, también a nuestro mundo de hoy, como el salvador de los pobres. "Me ha ungido y me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres". En la Plegaria Eucarística IV damos gracias a Dios Padre porque nos ha enviado a su Hijo Jesús, el cual "anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo (la alegría)". Es un buen retrato de Jesús, que se irá desarrollando durante las próximas semanas: el que atiende a los pobres, el que quiere la alegría para todos, el que ofrece la liberación integral a los que padecen alguna clase de esclavitud. ¿Es éste también el programa de su comunidad, o sea, de nosotros? ¿se puede decir que estamos anunciando la buena noticia a los pobres? ¿y somos nosotros mismos esos pobres que se dejan alegrar por el anuncio de Jesús?
La admiración, primero, y el rechazo y la persecución, después, son ya desde el inicio la síntesis de las reacciones que Jesús va a suscitar a lo largo de su ministerio, acabando en la cruz. Y también de lo que pasará a su Iglesia a lo largo de los siglos, como muy bien se encargó de describir el mismo Lucas en su libro de los Hechos. Con la convicción de que después de la cruz viene la resurrección. Pero, mientras tanto, no nos extraña que fracasen muchos de nuestros esfuerzos, como fracasó Jesús en muchas ocasiones.
Jesús es en verdad el "año de gracia" que Dios ha preparado para la humanidad, al enviarlo -hace ahora dos mil años- como salvador y "evangelizador". Ojalá también nosotros le miremos como sus paisanos al principio: "toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él". El encuentro con la Palabra de cada día es una nueva ocasión para que esta mirada nuestra hacia Jesús renueve su intensidad y para que nuestro conocimiento de él sea más profundo.
XXII Domingo del tiempo ordinario
30/08/2015
Deuteronomio 4, 1-2. 6-8
Habló Moisés al pueblo diciendo:
–Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os mando cumplir. Así viviréis y entraréis a tomar posesión de la tierra que el Señor Dios de vuestros padres os va a dar.
Estos mandatos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos que, cuando tengan noticia de todos ellos, dirán:
–Cierto que esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente.
Y, en efecto, ¿hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está el Señor Dios de nosotros siempre que lo invocamos? Y, ¿cuál es la gran nación, cuyos mandatos y decretos sean tan justos como toda esta Ley que hoy os doy?
Sal. 14, 2-3a. 3bc-4ab. 5 R: Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda ?
El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua.
El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor.
El que no retracta lo que juró
aun en daño propio,
el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará.
Lectura de la carta del Apóstol Santiago 1, 17-18. 21b 22. 27
Queridos hermanos:
Todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba, del Padre de los Astros, en el cual no hay fases ni períodos de sombra.
Por propia iniciativa, con la Palabra de la verdad, nos engendró, para que seamos como la primicia de sus criaturas.
Aceptad dócilmente la Palabra que ha sido plantada y es capaz de salvaros. Llevadla a la práctica y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos.
La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo.
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 7, 1-8a. 14-15. 21-23
En aquel tiempo se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos letrados de Jerusalén y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras (es decir, sin lavarse las manos).
(Los fariseos, como los demás judíos no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.)
Según eso, los fariseos y los letrados preguntaron a Jesús:
–¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen tus discípulos la tradición de los mayores?
Él les contestó:
–Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito:
Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.
Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.
En otra ocasión llamó Jesús a la gente y les dijo:
–Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro del corazón del hombre salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.
NO AFERRARNOS A TRADICIONES HUMANAS. José Antonio PagolaNo sabemos cuándo ni dónde ocurrió el enfrentamiento. Al evangelista solo le interesa evocar la atmósfera en la que se mueve Jesús, rodeado de maestros de la ley, observantes escrupulosos de las tradiciones, que se resisten ciegamente a la novedad que el Profeta del amor quiere introducir en sus vidas. Los fariseos observan indignados que sus discípulos comen con manos impuras. No lo pueden tolerar: «¿Por qué tus discípulos no siguen las tradiciones de los mayores?». Aunque hablan de los discípulos, el ataque va dirigido a Jesús. Tienen razón. Es Jesús el que está rompiendo esa obediencia ciega a las tradiciones al crear en torno suyo un «espacio de libertad» donde lo decisivo es el amor. Aquel grupo de maestros religiosos no ha entendido nada del reino de Dios que Jesús les está anunciando. En su corazón no reina Dios. Sigue reinando la ley, las normas, los usos y las costumbres marcadas por las tradiciones. Para ellos lo importante es observar lo establecido por «los mayores». No piensan en el bien de las personas. No les preocupa «buscar el reino de Dios y su justicia». El error es grave. Por eso, Jesús les responde con palabras duras: «Vosotros dejáis de lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres». Los doctores hablan con veneración de «tradición de los mayores» y le atribuyen autoridad divina. Pero Jesús la califica de «tradición humana». No hay que confundir jamás la voluntad de Dios con lo que es fruto de los hombres. Sería también hoy un grave error que la Iglesia quedara prisionera de tradiciones humanas de nuestros antepasados, cuando todo nos está llamando a una conversión profunda a Jesucristo, nuestro único Maestro y Señor. Lo que nos ha de preocupar no es conservar intacto el pasado, sino hacer posible el nacimiento de una Iglesia y de unas comunidades cristianas capaces de reproducir con fidelidad el Evangelio y de actualizar el proyecto del reino de Dios en la sociedad contemporánea. Nuestra responsabilidad primera no es repetir el pasado, sino hacer posible en nuestros días la acogida de Jesucristo, sin ocultarlo ni oscurecerlo con tradiciones humanas, por muy venerables que nos puedan parecer. |
Sábado 29 de agosto de 2015
Martirio de San Juan Bautista
Vigésimo primera Semana del Tiempo Ordinario
de la primera carta del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 4,13-18
Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza.
Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él.
Esto es lo que os decimos como palabra del Señor.
Nosotros, los que vivimos y quedamos para cuando venta el Señor, no aventajaremos a los difuntos.
Pues él mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar.
Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire.
Y así estaremos siempre con el Señor.
Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.
Salmo 95, 1 y 3. 4-5. 11-12a. 12b-13 (R.: 13b) R.: El Señor llega a regir la tierra
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al señor, toda la tierra.
Contad a los pueblos su gloria
sus maravillas a todas las naciones. R
Porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues lo dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo. R
Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuando lo llena;
vitoreen los campos y cuando hay en ellos. R
Aclamen los árboles del bosque,
delante del Señor, que ya llega
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad. R
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 17-29
En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo habla metido en la cárcel, encadenado.
El motivo era que Herodes se habla casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.
Herodías aborrecia a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.
La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:
-«Pídeme lo que quieras, que te lo doy.»
Y le juró:
-«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.»
Ella salió a preguntarle a su madre:
-«¿Qué le pido?»
La madre le contestó:
-«La cabeza de Juan, el Bautista.»
Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
-«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista.»
El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.
Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.
PARA VIVIR ESTA PALABRA
El corazón de Herodías estaba envenenado: “Aborrecía a Juan” hasta el punto de “querer quitarlo de en medio”. Ya nos lo había dicho Jesús: “Porque del corazón salen pensamientos perversos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, difamaciones, blasfemias” (Mt 15,19). Exactamente lo que le pasó a Herodías con su corazón; a Salomé con su petición; a Herodes Antipas con su debilidad.
La tristeza de Antipas parece que fue sincera. Pero ineficaz. Con la ineficacia de la cobardía. El respeto humano de los débiles que teme quedar mal ante los hombres y no tiene la valentía de defender los verdaderos valores e imperativos de una conciencia recta. La cobardía lleva la voluntad del que debiera gobernar con justicia a cometer un crimen.
“Juan era un hombre honrado y santo”
Como contrapartida, Juan era un hombre honrado y santo, un hombre bueno y justo. Y, por serlo, llevaba unos 10 meses en las mazmorras de Maqueronte encadenado, hasta que llegó uno de la guardia de Herodes, no a soltarle, sino a decapitarle, por la venganza de Herodías, los caprichos de Salomé y la incoherencia del mismo Herodes, que “respetaba a Juan sabiendo que era un hombre honrado y bueno, y lo defendía”, hasta que dejó de hacerlo por un desgraciado juramento que nunca tenía que haber hecho, y, aunque así fuera, nunca tenía que haber cumplido.
Juan era de los que tienen un corazón limpio, que les permite ver a Dios, obrar el bien, ser honrados, justos y buenos y tratar de que lo sean los demás. En concreto, Juan recibió la misión de ser el Precursor del Mesías, de señalarlo con el dedo para evitar equívocos, y, porque poseía el Espíritu y su don de discernimiento, no se equivocó lo más mínimo. Cumplió su misión con transparencia, coherencia e integridad. Así vivió y así murió.
Que su ejemplo nos ayude a imitarle; que su intercesión nos ayude a vivir del Espíritu como él. Y que, como él, y por el Espíritu, tengamos paz y fidelidad, sabedores de que seguirán existiendo arbitrarias Herodías, volubles Salomés e incoherentes Herodes.
Viernes 28 de agosto de 2015
San Agustín
Vigésimo primera Semana del Tiempo Ordinario
de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 4, 1-8
Hermanos, por Cristo Jesús os rogamos y exhortamos:
Habéis aprendido de nosotros cómo proceder para agradar a Dios; pues proceded así y seguid adelante. Ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús. Esto quiere Dios de vosotros: una vida sagrada, que os apartéis del desenfreno, que sepa cada cual controlar su propio cuerpo santa y respetuosamente, sin dejarse arrastrar por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios. Y que en este asunto nadie ofenda a su hermano ni se aproveche con engaño, porque el Señor venga todo esto, como ya os dijimos y aseguramos. Dios no nos ha llamado a una vida impura, sino sagrada. Por consiguiente, el que desprecia este mandato no desprecia a un hombre, sino a Dios, que os ha dado su Espíritu Santo.
Sal 96, 1 y 2b. 5-6. 10. 11-12 R. Alegraos, justos, con el Señor.
El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Justicia y derecho sostienen su trono. R.
Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria. R.
El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados. R.
Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre. R.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 1-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-«Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo.
Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas.
Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.
El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A medianoche se oyó una voz:
¨¡ Que llega el esposo, salid a recibirlo!
Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas.
Y las necias dijeron a las sensatas:
"Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámpa-ras."
Pero las sensatas contestaron:
"Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis."
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.
Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo:
"Señor, señor, ábrenos."
Pero él respondió:
"Os lo aseguro: no os conozco."
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»
PARA VIVIR ESTA PALABRA
Sigue la enseñanza de Jesús sobre la vigilancia. Ayer ponía el ejemplo del ladrón que puede venir en cualquier momento, y el del amo de la casa, que deseará ver a los criados preparados cuando vuelva. Hoy son las diez jóvenes que acompañarán, como damas de honor, a la novia cuando llegue el novio.
La parábola es sencilla, pero muy hermosa y significativa. Naturalmente, como pasa siempre en las parábolas, hay detalles exagerados o inusuales, que sirven para subrayar más la enseñanza que Jesús busca. Así, la tardanza del novio hasta medianoche, o la negativa de las jóvenes sensatas a compartir su aceite con las demás, o la idea de que puedan estar abiertas las tiendas a esas horas, o la respuesta tajante del novio, que cierra bruscamente la puerta, contra todas las reglas de la hospitalidad oriental...
Jesús quiere transmitir esta idea: que todas tenían que haber estado preparadas y despiertas cuando llegó el novio. Su venida será imprevista. Nadie sabe el día ni la hora. Israel -al menos sus dirigentes- no supieron estarlo y desperdiciaron la gran ocasión de la venida del Novio, Jesús, el Enviado de Dios, el que inauguraba el Reino y su banquete festivo.
«Velad, porque no sabéis el día ni la hora». ¿Estamos siempre preparados y en vela? ¿llevamos aceite para nuestra lámpara? La pregunta se nos hace a nosotros, que vamos adelante en nuestra historia, se supone que atentos a la presencia del Señor Resucitado -el Novio en nuestra vida, preparándonos al encuentro definitivo con él.
Que no falte aceite en nuestra lámpara. Es lo que tenían que haber cuidado las jóvenes antes de echarse a dormir. Como el conductor que controla el aceite y la gasolina del coche antes del viaje. Como el encargado de la economía a la hora de hacer sus presupuestos.
Se trata de estar alerta y ser conscientes de la cercanía del Señor a nuestras vidas. Todos somos invitados a la boda, pero tenemos que llevar aceite.
No hace falta, tampoco aquí, que pensemos necesariamente en el fin del mundo, o sólo en la hora de nuestra muerte. La fiesta de boda a la que estamos invitados sucede cada día, en los pequeños encuentros con el Señor, en las continuas ocasiones que nos proporciona de saberle descubrir en los sacramentos, en las personas, en los signos de los tiempos. Y como «no sabemos ni el día ni la hora» del encuentro final, esta vigilancia diaria, hecha de amor y seriedad, nos va preparando para que no falte aceite en nuestra lámpara. Al final, Jesús nos dirá qué clase de aceite debíamos tener: si hemos amado, si hemos dado de comer, si hemos visitado al enfermo. El aceite de la fe, del amor y de las buenas obras.
Cuando celebramos la Eucaristía de Jesús, «mientras esperamos su venida gloriosa», se nos provee de esa luz y de esa fuerza que necesitamos para el camino.
Jueves 27 de agosto de 2015
Santa Mónica
Vigésimo primera Semana del Tiempo Ordinario
de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 3, 7-13
Hermanos, en medio de todos nuestros aprietos y luchas, vosotros, con vuestra fe, nos animáis; ahora nos sentimos vivir, sabiendo que os mantenéis fieles al Señor.¿Cómo podremos agradecérselo bastante a Dios? ¡Tanta alegría como gozamos delante de Dios por causa vuestra, cuando pedimos día y noche veros cara a cara y remediar las deficiencias de vuestra fe!Que Dios, nuestro Padre, y nuestro Señor Jesús nos allanen el camino para ir a veros. Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos. Y que así os fortalezca internamente, para que, cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva acompañado de todos sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre.Sal 89, 3-4. 12-13. 14 y 17 R. Sácianos de tu misericordia, Señor, y estaremos alegres.
Tú reduces al hombre a polvo, diciendo:«Retornad, hijos de Adán.»
Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó;
una vela nocturna. R.
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R.
Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos. R.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 24, 42-51
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:-«Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejarla abrir un boquete en su casa.
Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.
¿Dónde hay un criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas?
Pues, dichoso ese criado, si el amo, al llegar, lo encuentra portándose así. Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes.
Pero si el criado es un canalla y, pensando que su amo tardará, empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo hará pedazos, mandándolo a donde se manda a los hipócritas.
Allí será el llanto y el rechinar de dientes.»
PARA VIVIR ESTA PALABRA
Nos quedan tres días de lectura del evangelio de san Mateo. Y los tres tienen un mismo tema: el discurso «escatológico» de Jesús, el quinto y último de los que Mateo nos ofrece en su evangelio, organizando los dichos de Jesús (cf. lo que decíamos el lunes de la décima semana).
El discurso escatológico se refiere a los acontecimientos finales y, en concreto, a la actitud de vigilancia que debemos tener respecto a la venida última de Jesús.
Hoy nos lo dice con dos comparaciones muy expresivas: el ladrón puede venir en cualquier momento, sin avisar previamente; el amo puede regresar a la hora en que los criados menos se lo esperan. En ambos casos, la vigilancia hará que el ladrón o el amo nos encuentren preparados.
Nos va bien que nos recomienden la vigilancia en nuestra vida.
No es que sea inminente el fin del mundo, con la aparición gloriosa de Cristo. Ni que necesariamente esté próxima nuestra muerte. Pero es que la venida del Señor a nuestras vidas sucede cada día, y es esta venida, descubierta con fe vigilante, la que nos hace estar preparados para la otra, la definitiva. Toda la vida está llena de momentos de gracia, únicos e irrepetibles. Los judíos no supieron reconocer la llegada del Enviado: ¿desperdiciamos nosotros otras ocasiones de encuentro con el Señor?
El estudiante estudia desde el principio de curso. El deportista se esfuerza desde que empieza la etapa o el campeonato. El campesino piensa en el resultado final ya desde la siembra. Aunque no sean inminentes ni el examen ni la meta definitiva ni la cosecha. No es de insensatos pensar en el futuro. Es de sabios. Día a día se trabaja el éxito final. Día a día se vive el futuro y, si se aprovecha el tiempo, se hace posible la alegría final.
«Estad en vela»: buena consigna para la Iglesia, pueblo peregrino, pueblo en marcha, que camina hacia la Venida última de su Señor y Esposo. Buena consigna para unos cristianos despiertos, que saben de dónde vienen y a dónde van, que no se dejan arrastrar sin más por la corriente del tiempo o de los acontecimientos, que no se quedan amodorrados por el camino.
Estar en vela no significa vivir con temor, ni menos con angustia, pero sí con seriedad y responsabilidad. Porque todos queremos escuchar, al final, las palabras de Jesús: «muy bien, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor».
Miércoles 26 de agosto de 2015
Vigésimo primera Semana del Tiempo Ordinario
de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (2,1-3a.14-17)
Os rogamos, hermanos, a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras, como si afirmásemos que el día del Señor está encima. Que nadie en modo alguno os desoriente. Dios os llamó por medio del Evangelio que predicamos, para que sea vuestra la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así, pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta. Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele internamente y os dé fuerzas para toda clase de palabras y de obras buenas.
Sal 95,10.11-12a.12b-13 R/. Llega el Señor a regir la tierra
Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.» R/.
Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos. R/.
Aclamen los árboles del bosque,
delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (23,23-26):
En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el décimo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro, y así quedará limpia también por fuera.»
PARA VIVIR LA Palabra
Dos acusaciones más de Jesús contra los fariseos, con los que terminamos esta serie, nada halagüeña para las clases dirigentes de Israel.
Según él, esos letrados y fariseos hipócritas se parecen a «sepulcros encalados», por fuera «con buena apariencia», pero por dentro «llenos de podredumbre». Los sepulcros se blanqueaban, entre otras cosas, para que se pudieran distinguir bien y no tocarlos, porque eso dejaba impura a la persona.
Además, los fariseos levantan mausoleos o adornan los sepulcros de los profetas muertos por sus antepasados: pero ellos mismos rechazan a los profetas vivientes, y están a punto de asesinar al enviado de Dios, con lo que van a «colmar la medida de sus padres».
Jesús sigue fustigando el pecado de hipocresía: aparecer por fuera lo que no se es por dentro. Como había condenado los árboles que sólo tienen apariencia y no dan fruto, aquí desautoriza a las personas que cuidan su buena opinión ante los demás, pero dentro están llenos de maldad.
¿Se nos podría achacar algo de esto? ¿no andamos preocupados por lo que los demás piensan de nosotros, cuando en lo que tendríamos que trabajar es en mejorar nuestro interior, en la presencia de Dios, a quien no podemos engañar? ¿es auténtica o falsa nuestra apariencia de piedad? ¿seria muy exagerado tacharnos de «sepulcros blanqueados»?
También conviene que nos evaluemos en el otro aspecto que Jesús denuncia: ¿somos de las personas que, de palabra, se distancian de los malos, como los fariseos de sus antepasados («nosotros no hubiéramos hecho eso de ninguna manera»), pero en realidad somos tan malos o peores que ellos, cuando se nos presenta la ocasión? Se podría decir algo así de la Iglesia, que denuncia, y con razón, los defectos de la sociedad, pero que puede caer en las mismas faltas que critica, como la ambición o la violencia o el interés por el poder? Y también de cada uno de nosotros, los «buenos», siempre tentados de creernos los mejores, los perfectos, cuando en realidad ....
Martes 25 de agosto de 2015
Vigésimo primera Semana del Tiempo Ordinario
de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 2, 1-8
Sabéis muy bien, hermanos, que nuestra visita no fue inútil.
A pesar de los sufrimientos e injurias padecidos en Filipos, que ya conocéis, tuvimos valor -apoyados en nuestro Dios- para predicaros el Evangelio de Dios en medio de fuerte oposición. Nuestra exhortación no procedía de error o de motivos turbios, ni usaba engaños, sino que Dios nos ha aprobado y nos ha confiado el Evangelio, y así lo predicamos, no para contentar a los hombres, sino a Dios, que aprueba nuestras intenciones.
Como bien sabéis, nunca hemos tenido palabras de adulación ni codicia disimulada. Dios es testigo. No pretendimos honor de los hombres, ni de vosotros, ni de los demás, aunque, como apóstoles de Cristo, podíamos haberos hablado autoritariamente; por el contrario, os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos.
Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor.
Salmo 138, 1-3. 4-6 R. Señor, tú me sondeas y me conoces.
Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares. R.
No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa,
es sublime, y no lo abarco. R.
Evangelio: Mateo 23, 23-26.
En aquel tiempo, habló Jesús diciendo:
-«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el décimo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad!
Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello.
¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello!
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro, y así quedará limpia también por fuera.»
PARA VIVIR ESTA PALABRA
Con relación al «fin del mundo» (1ª lectura), estamos en las manos de Dios. Jesús mismo nos dijo que no sabíamos el día ni la hora (cf. Mt 25,13). Vale para nosotros el consejo de Pablo: «manteneos firmes y conservad las tradiciones», «Dios nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza», y nos da fuerzas «para toda clase de palabras y de obras buenas». O sea, hay mucho que hacer todavía, antes del final.
Nos conviene mirar hacia delante, porque eso nos ayuda a enderezar nuestra ruta y a motivar nuestro trabajo. Pero sin ansias ni alarmas. Con vigilancia y con tensión, pero no con angustia. Por una parte, no sabemos cuándo será la Venida del Señor. Y, por otra, sabemos que viene cada día, si le sabemos descubrir. La fecha final no importa mucho. Lo que sí importa es cómo vamos haciendo el camino, con conciencia de pueblo peregrino, sin ciudadanía definitiva en este mundo, y cómo nos preparamos para el encuentro final.
Mateo 23,23-26
Uno de los defectos de los fariseos era el dar importancia a cosas insignificantes, poco importantes ante Dios, y descuidar las que verdaderamente valen la pena.
Jesús se lo echa en cara: «pagáis el diezmo de la menta... y descuidáis el derecho, la compasión y la sinceridad». De un modo muy expresivo les dice: «filtráis el mosquito y os tragáis el camello». El diezmo lo pagaban los judíos de los productos del campo (cf. Dt 14,22-29), pero pagar el diezmo de esos condimentos tan poco importantes (la menta, el anís y el comino) no tiene relevancia, comparado con las actitudes de justicia y caridad que debemos mantener en nuestra vida.
Otra de las acusaciones contra los fariseos es que «limpian por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están rebosando de robo y desenfreno». Cuidan la apariencia exterior, la fachada. Pero no se preocupan de lo interior.
Estos defectos no eran exclusivos de los fariseos de hace dos mil años. También los podemos tener nosotros.
En la vida hay cosas de poca importancia, a las que, coherentemente, hay que dar poca importancia. Y otras mucho más trascendentes, a las que vale la pena que les prestemos más atención. ¿De qué nos examinamos al final de la jornada, o cuando preparamos una confesión, o en unos días de retiro: sólo de actos concretos, más o menos pequeños, olvidando las actitudes interiores que están en su raíz: la caridad, la honradez o la misericordia?
Ahora bien, la consigna de Jesús es que no se descuiden tampoco las cosas
Lunes 24 de agosto de 2015
San Bartolomé
Vigésimo primera Semana del Tiempo Ordinario
del libro del Apocalipsis 21,9b-14:
El ángel me habló así: «Ven acá, voy a mostrarte a la novia, a la esposa del Cordero.» Me transportó en éxtasis a un monte altísimo, y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la gloria de Dios. Brillaba como una piedra preciosa, como jaspe traslúcido. Tenía una muralla grande y alta y doce puertas custodiadas por doce ángeles, con doce nombres grabados: los nombres de las tribus de Israel. A oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, y a occidente tres puertas. La muralla tenía doce basamentos que llevaban doce nombres: los nombres de los apóstoles del Cordero.
Salmo 144,10-11.12-13ab.17-18 R/. Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria de tu reinado
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.
Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y la majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. R/.
El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R/.
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.
Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y la majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. R/.
El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan 1,45-51:
En aquel tiempo, Felipe encuentra a Natanael y le dice: «Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret.»
Natanael le replicó: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?»
Felipe le contestó: «Ven y verás.»
Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.»
Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?»
Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.»
Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.»
Jesús le contestó: « ¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has ver cosas mayores.» Y le añadió: «Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»
PARA VIVIR ESTA PALABRA
Podía haber sido de otra manera. Pero Dios lo dispuso así. Nos envió a su propio Hijo, a Cristo Jesús, para que nos regalase su misma vida divina: “A cuantos le recibieron les dio el poder de venir a ser hijos de Dios”. Nos hizo a todos hijos y hermanos y así fundó la comunidad de sus seguidores, la iglesia. Y Jesús eligió a doce amigos, a los que llamó apóstoles, con los que convivió durante un cierto tiempo, con intensidad. Les declaró sus intenciones, les habló de su Padre Dios, de su proyecto sobre toda la humanidad, al que llamó reino de Dios, esa comunidad de personas, de hijos y hermanos, que dejan que Dios sea el Rey y Señor de sus vidas y guíe siempre sus pasos.
Les instruyó debidamente, al tiempo que les fue demostrado su gran amor hacia ellos. “Como el Padre me ha amado así os he amado yo”, y les aseguró que nada ni nadie les podrá separar de su amor. Cuando, a través de su vida, muerte y resurrección, les convenció de su verdad, de que lo suyo era buena noticia, les pidió que la divulgasen por todo el mundo para colmar de alegría, de sentido y de esperanza a todos sus oyentes.
Todos sus apóstoles, esos doce cimentos, de los que nos habla la primera lectura, donde fundamentó su obra, su iglesia, después de la muerte y resurrección de su Maestro Jesús, dedicaron su vida a difundir la buena noticia de Jesús, al tiempo que iban nombrando sucesores suyos que perpetuasen su obra, la obra de Jesús.
El evangelio nos cuenta el inicio de la relación de Jesús con Natanael, San Bartolomé, uno de los doce, cuya fiesta celebramos hoy. Una relación en la que, poco a poco, rindió emocionado toda su persona a Jesús y a su proyecto evangelizador. Según una tradición, recogida por Eusebio de Cesarea, Bartolomé marchó a predicar el evangelio a la India donde murió mártir
Natanael le replicó: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?»
Felipe le contestó: «Ven y verás.»
Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.»
Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?»
Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.»
Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.»
Jesús le contestó: « ¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has ver cosas mayores.» Y le añadió: «Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»
XXI Domingo del tiempo ordinario
23/08/2015
Lectura del Libro de Josué 24, 1-2a. 15-17. 18b
En aquellos días Josué reunió todas las tribus de Israel en Siquén y llamó a los ancianos, a los jefes, a los jueces, a los magistrados para que se presentasen ante Dios. Josué dijo a todo el pueblo:–Si no os parece bien servir al Señor, escoged a quién servir: a los dioses a quienes sirvieron vuestros antepasados al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitáis. Yo y mi casa serviremos al Señor.
El pueblo respondió:
–¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de Egipto, de la esclavitud; él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre los pueblos por donde cruzamos. Nosotros serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios.
Salmo. 33, 2-3. 16-17. 18-19. 20-21. 22-23 R: Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en todo momento,su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.
Los ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor;
él cuida de todos sus huesos,
y ni uno solo se quebrara.
La maldad da muerte al malvado,
y los que odian al justo serán castigados.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a el.
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 5, 21-32
Hermanos:Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano.
Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo.
Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia:
Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son.
Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.» Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
Lectura del santo Evangelio según San Juan 6, 61-70
En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron:–Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso ?
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban les dijo:
–¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del Hombre subir adonde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo:
–Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.
Desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce:
–¿También vosotros queréis marcharos?
Simón Pedro le contestó:
–Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.
¿POR QUÉ NOS QUEDAMOS?
José Antonio Pagola
Durante estos años se han multiplicado los análisis y estudios sobre la crisis de las Iglesias cristianas en la sociedad moderna. Esta lectura es necesaria para conocer mejor algunos datos, pero resulta insuficiente para discernir cuál ha de ser nuestra reacción. El episodio narrado por Juan nos puede ayudar a interpretar y vivir la crisis con hondura más evangélica. Según el evangelista, Jesús resume así la crisis que se está creando en su grupo: «Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, algunos de vosotros no creen». Es cierto. Jesús introduce en quienes le siguen un espíritu nuevo; sus palabras comunican vida; el programa que propone puede generar un movimiento capaz de orientar el mundo hacia una vida más digna y plena. Pero, no por el hecho de estar en su grupo, está garantizada la fe. Hay quienes se resisten a aceptar su espíritu y su vida. Su presencia en el entorno de Jesús es ficticia; su fe en él no es real. La verdadera crisis en el interior del cristianismo siempre es esta: ¿creemos o no creemos en Jesús? El narrador dice que «muchos se echaron atrás y no volvieron a ir con él». En la crisis se revela quiénes son los verdaderos seguidores de Jesús. La opción decisiva siempre es esa: ¿Quiénes se echan atrás y quiénes permanecen con él, identificados con su espíritu y su vida? ¿Quién está a favor y quién está en contra de su proyecto? El grupo comienza a disminuir. Jesús no se irrita, no pronuncia ningún juicio contra nadie. Solo hace una pregunta a los que se han quedado junto a él: «¿También vosotros queréis marcharos?». Es la pregunta que se nos hace hoy a quienes seguimos en la Iglesia: ¿Qué queremos nosotros? ¿Por qué nos hemos quedado? ¿Es para seguir a Jesús, acogiendo su espíritu y viviendo a su estilo? ¿Es para trabajar en su proyecto? La respuesta de Pedro es ejemplar: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna». Los que se quedan, lo han de hacer por Jesús. Solo por Jesús. Por nada más. Se comprometen con él. El único motivo para permanecer en su grupo es él. Nadie más. Por muy dolorosa que nos parezca, la crisis actual será positiva si los que nos quedamos en la Iglesia, muchos o pocos, nos vamos convirtiendo en discípulos de Jesús, es decir, en hombres y mujeres que vivimos de sus palabras de vida. |
Sábado 22 de agosto de 2015
Santa María Reina. Vigésima semana del Tiempo Ordinario
del libro de Rut 2,1-3.8-11;4,13-17
Noemí tenía, por parte de su marido, un pariente de muy buena posición, llamado Boaz, de la familia de Elimelec.
Rut, la moabita, dijo a su suegra Noemí: «Déjame ir al campo, a espigar donde me admitan por caridad.»
Noemí le respondió: «Anda, hija.»
Ella marchó y fue a espigar en las tierras, siguiendo a los segadores. Fue a una de las tierras de Boaz, de la familia de Elimelec.
Boaz dijo a Rut: «Escucha, hija. No vayas a espigar a otra parte, no te vayas de aquí ni te alejes de mis tierras. Fíjate en qué tierra siegan los hombres y sigue a las espigadoras. Dejo dicho a mis criados que no te molesten. Cuando tengas sed, vete donde los botijos y bebe de lo que saquen los criados.»
Rut se echó, se postró ante él por tierra y le dijo: «Yo soy una forastera; ¿por qué te he caído en gracia y te has interesado por mí?»
Boaz respondió: «Me han contado todo lo que hiciste por tu suegra después que murió tu marido: que dejaste a tus padres y tu pueblo natal y has venido a vivir con gente desconocida.»
Así fue como Boaz se casó con Rut. Se unió a ella; el Señor hizo que Rut concibiera y diese a luz un hijo.
Las mujeres dijeron a Noemí: «Bendito sea Dios, que te ha dado hoy quien responda por ti. El nombre del difunto se pronunciará en Israel. Y el niño te será un descanso y una ayuda en tu vejez; pues te lo ha dado a luz tu nuera, la que tanto te quiere, que te vale más que siete hijos.»
Noemi tomó al niño, lo puso en su regazo y se encargó de criarlo.
Las vecinas le buscaban un nombre, diciendo: «¡Noemí ha tenido un niño!»
Y le pusieron por nombre Obed. Fue el padre de Jesé, padre de David.
Rut, la moabita, dijo a su suegra Noemí: «Déjame ir al campo, a espigar donde me admitan por caridad.»
Noemí le respondió: «Anda, hija.»
Ella marchó y fue a espigar en las tierras, siguiendo a los segadores. Fue a una de las tierras de Boaz, de la familia de Elimelec.
Boaz dijo a Rut: «Escucha, hija. No vayas a espigar a otra parte, no te vayas de aquí ni te alejes de mis tierras. Fíjate en qué tierra siegan los hombres y sigue a las espigadoras. Dejo dicho a mis criados que no te molesten. Cuando tengas sed, vete donde los botijos y bebe de lo que saquen los criados.»
Rut se echó, se postró ante él por tierra y le dijo: «Yo soy una forastera; ¿por qué te he caído en gracia y te has interesado por mí?»
Boaz respondió: «Me han contado todo lo que hiciste por tu suegra después que murió tu marido: que dejaste a tus padres y tu pueblo natal y has venido a vivir con gente desconocida.»
Así fue como Boaz se casó con Rut. Se unió a ella; el Señor hizo que Rut concibiera y diese a luz un hijo.
Las mujeres dijeron a Noemí: «Bendito sea Dios, que te ha dado hoy quien responda por ti. El nombre del difunto se pronunciará en Israel. Y el niño te será un descanso y una ayuda en tu vejez; pues te lo ha dado a luz tu nuera, la que tanto te quiere, que te vale más que siete hijos.»
Noemi tomó al niño, lo puso en su regazo y se encargó de criarlo.
Las vecinas le buscaban un nombre, diciendo: «¡Noemí ha tenido un niño!»
Y le pusieron por nombre Obed. Fue el padre de Jesé, padre de David.
Sal 127,1-2.3.4.5 R/. Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor
Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R/.
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 23,1-12:
En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
PARA VIVIR ESTA PALABRA: Mateo 23,1-12
Ayer los fariseos le preguntaban a Jesús, seguramente con no muy buena intención, cuál era el mandamiento principal. Hoy escuchan un ataque muy serio de Jesús sobre su conducta: «haced lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen».
Los fariseos eran buenas personas, deseosas de cumplir la ley, pero en su conducta mantenían unas actitudes que Jesús desenmascara repetidamente. Su lista empieza hoy y sigue durante tres días de la semana próxima:
- se presentan delante de Dios como los justos y cumplidores;
- se creen superiores a los demás;
- dan importancia a la apariencia, a la opinión que otros puedan tener de ellos, y no a lo interior;
- les gustan los primeros lugares en todo;
- y que les llamen «maestro», «padre» y «jefe»;
- quedan bloqueados por detalles insignificantes y descuidan valores fundamentales en la vida;
- son hipócritas: aparentan una cosa y son otra;
- no cumplen lo que enseñan: obligan a otros a llevar fardos pesados, pero ellos no mueven ni un dedo para ayudarles...
El estilo que enseña Jesús a los suyos es totalmente diferente. Quiere que seamos árboles que no sólo presenten una apariencia hermosa, sino que demos frutos. Que no sólo «digamos», sino que «cumplamos la voluntad de Dios». Exactamente como él, que predicaba lo que ya cumplía. Así empieza el Libro de los Hechos: «El primer libro (el del evangelio) lo escribí sobre todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el principio» (Hch 1, 1).
Hizo y enseñó. ¿Se podría decir lo mismo de nosotros, sobre todo si somos personas que enseñan a los demás y tratan de educarles o animarles en la fe cristiana?
Repasemos, como mirándonos a un espejo, esta lista de defectos y con sinceridad respondámonos a nosotros mismos. Porque puede ser que también caigamos en lo de buscar los primeros lugares y lo de cuidar la apariencia exterior, y lo de no cumplir lo que recomendamos a los demás...
Vigésima semana del Tiempo Ordinario
del libro de Rut 1,1.3-6 14b-16.22
En tiempo de los jueces, hubo hambre en el país, y un hombre emigró, con su mujer Noemí y sus dos hijos, desde Belén de Judá a la campañía de Moab. Elimelec, el marido de Noemí, murió, y quedaron con ella sus dos hijos, que se casaron con dos mujeres moabitas: una se llamaba Orfá y la otra Rut. Pero, al cabo de diez años de residir allí, murieron también los dos hijos, y la mujer se quedó sin marido y sin hijos. Al enterarse de que el Señor habla atendido a su pueblo dándole pan, Noerm, con sus dos nueras, emprendió el camino de vuelta desde la campiña de Moab. Orfá se despidió de su suegra y volvió a su pueblo, mientras que Rut se quedó con Noemí.
Noemí le dijo: «Mira, tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a su dios. Vuélvete tú con ella.»
Pero Rut contestó: «No insistas en que te deje y me vuelva. Donde tú vayas, iré yo; donde tú vivas, viviré yo; tu pueblo es el mío, tu Dios es mi Dios.»
Así fue como Noemí, con su nuera Rut, la moabita, volvió de la campiña de Moab. Empezaba la siega de la cebada cuando llegaron a Belén.
Noemí le dijo: «Mira, tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a su dios. Vuélvete tú con ella.»
Pero Rut contestó: «No insistas en que te deje y me vuelva. Donde tú vayas, iré yo; donde tú vivas, viviré yo; tu pueblo es el mío, tu Dios es mi Dios.»
Así fue como Noemí, con su nuera Rut, la moabita, volvió de la campiña de Moab. Empezaba la siega de la cebada cuando llegaron a Belén.
Sal 145,5-6ab.6c-7.8-9a.9be-10 R/. Alaba, alma mía, al Señor
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él. R/.
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 22,34-40:
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús habla hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo: «"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»
Él le dijo: «"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»
PARA VIVIR ESTA PALABRA: Mateo 22,34-40
Fue buena idea la de preguntar a Jesús cuál es el mandamiento principal. Porque los judíos contaban hasta 365 leyes negativas y 248 positivas, suficientes para desorientar a las personas de mejor buena voluntad, a la hora de centrarse en lo esencial.
La respuesta de Jesús es clara: el mandamiento principal es amar. Amar a Dios (lo cita del libro del Deuteronomio: Dt 6) y amar al prójimo «como a ti mismo» (estaba ya en el Levítico: Lv 19). Lo que hace Jesús es unir los dos mandamientos y relacionarlos: «estos dos mandamientos sostienen la ley entera y los profetas».
b) Lo principal para un cristiano sigue siendo amar. Tienen sentido cumplir y trabajar y rezar y ofrecer y ser fieles. Pero el amor es lo que da sentido a todo lo demás. Nos interesa, de cuando en cuando, volver a lo esencial.
También nosotros tenemos, en el Código de Derecho Canónico, muchas normas, necesarias para la vida de la comunidad en sus múltiples aspectos. Pero Jesús nos enseña dónde está lo principal y la raíz de lo demás: el amor. Está muy bien que el Código actual (1983), en su último canon, hablando del sistema a seguir para el traslado de los párrocos, afirme un principio general muy cercano a la consigna de Jesús: «guardando la equidad canónica y teniendo en cuenta la salvación de las almas, que debe ser siempre la ley suprema de la Iglesia» (c. 1752).
¿Puedo decir, cuando me examino al final de cada jornada o en los días de retiro, que mi vida está movida por el amor? ¿que, entre tantas cosas que hago, lo que me caracteriza más es el amor a Dios y al prójimo, o, al contrario, mi egoísmo y la falta de amor?
San Pablo nos recomendó: «con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor, pues el que ama al prójimo ha cumplido la ley... todos los demás preceptos se resumen en esta fórmula: amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Rm 13,8-9). Y Jesús nos advirtió que, al final de nuestra vida, seremos examinados precisamente de esto: si dimos agua al sediento y visitamos al enfermo... Seremos examinados del amor.
Jueves 20 de agosto de 2015. Memoria de san Bernardo
Vigésima semana del Tiempo Ordinario
del libro de los Jueces 11.29-39a
En aquellos días, el espíritu del Señor vino sobre Jefté, que atravesó Galaad y Manasés, pasó a Atalaya de Galaad, de allí marchó contra los amonitas, e hizo un voto al Señor: «Si entregas a los amonitas en mi poder, el primero que salga a recibirme a la puerta de mi casa, cuando vuelva victorioso de la campaña contra los amonitas, será para el Señor, y lo ofreceré en holocausto.»Luego marchó a la guerra contra los amonitas. El Señor se los entregó; los derrotó desde Aroer hasta la entrada de Minit (veinte pueblos) y hasta Pradoviñas. Fue una gran derrota, y los amonitas quedaron sujetos a Israel. Jefté volvió a su casa de Atalaya. Y fue precisamente su hija quien salió a recibirlo, con panderos y danzas; su hija única, pues Jefté no tenía más hijos o hijas.
En cuanto la vio, se rasgó la túnica, gritando: «¡Ay, hija mía, qué desdichado soy! Tú eres mi desdicha, porque hice una promesa al Señor y no puedo volverme atrás.»
Ella le dijo: «Padre, si hiciste una promesa al Señor, cumple lo que prometiste, ya que el Señor te ha permitido vengarte de tus enemigos.»
Y le pidió a su padre: «Dame este permiso: déjame andar dos meses por los montes, llorando con mis amigas, porque quedaré virgen.»
Su padre le dijo: «Vete.»
Y la dejó marchar dos meses, y anduvo con sus amigas por los montes, llorando porque iba a quedar virgen. Acabado el plazo de los dos meses, volvió a casa, y su padre cumplió con ella el voto que habla hecho.
Salmo 39,5.7-8a.8b-9.10 R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Dichoso el hombre que ha puestosu confianza en el Señor,
y no acude a los idólatras,
que se extravían con engaños. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 22,1-14:
En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda." Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda." Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»
PARA VIVIR ESTA PALABRA: Mateo 22,1-14:
Saltando otras parábolas (como la de los viñadores homicidas y la de los hijos que dicen sí o no y, luego, hacen lo contrario), escuchamos en Mateo otra parábola: la de los invitados a la boda.
La intención es clara: el pueblo de Israel ha sido el primer invitado, porque es el pueblo de la promesa y de la Alianza. Pero dice que no, se resiste a reconocer en Jesús al Mesías, no sabe aprovechar la hora de la gracia. Y entonces Dios invita a otros al banquete que tiene preparado. Cuando Mateo escribe el evangelio, Jerusalén ya ha sido destruida y van entrando paganos en la Iglesia.
De nuevo, como en la parábola de ayer -los de la hora undécima- se trata de la gratuidad de Dios a la hora de su invitación a la fiesta.
La parábola tiene un apéndice sorprendente: el amo despacha y castiga a uno de los comensales que no ha venido con vestido de boda. No basta con entrar en la fiesta: se requiere una actitud coherente con la invitación. Como cuando a cinco de las muchachas, invitadas como damas de honor de la novia, les faltó el aceite y no pudieron entrar.
Esta parábola nos sugiere una primera reflexión: la visión optimista que Jesús nos da de su Reino. ¿Nos hubiéramos atrevido nosotros a comparar a la Iglesia, sin más, a un banquete de bodas? ¿no andamos más bien preocupados por la ortodoxia o la ascética o la renuncia de la cruz? Pues Jesús la compara con la fiesta y la boda y el banquete. La boda de Dios con la humanidad, la boda de Cristo con su Iglesia.
Aunque muchos no acepten la invitación -llenos de sí mismos, o bloqueados por las preocupaciones de este mundo-, Dios no cede en su programa de fiesta. Invita a otros: «la boda está preparada... convidadlos a la boda».
El cristianismo es, ante todo, vida, amor, fiesta. El signo central que Jesús pensó para la Eucaristía, no fue el ayuno, sino el «comer y beber», y no beber agua, la bebida normal entonces y ahora, sino una más festiva, el vino.
También podemos recoger el aviso de Jesús sobre el vestido que se necesita para esta fiesta. No basta entrar en la Iglesia, o pertenecer a una familia cristiana o a una comunidad religiosa. Se requiere una conversión y una actitud de fe coherente con la invitación: Jesús pide a los suyos, no sólo palabras, sino obras, y una «justicia» mayor que la de los fariseos.
Cuando Jesús alaba a los paganos en el evangelio, como al centurión o a la mujer cananea o al samaritano, es porque ve en ellos una fe mayor que la de los judíos: ése es el vestido para la fiesta.
Y es que no hay nada más exigente que la gratuidad y la invitación a una fiesta. Todo don es también un compromiso. Los que somos invitados a la fiesta del banquete -a la hora primera o a la undécima, es igual- debemos «revestirnos de Cristo» (Ga 3,27), «despojarnos del hombre viejo, con sus obras, y revestirnos del hombre nuevo» (Col 3,10).
Miércoles 19 de agosto de 2015
Vigésima semana del Tiempo Ordinario
del libro de los Jueces 9,6-15
En aquellos días, los de Siquén y todos los de El Terraplén se reunieron para proclamar rey a Abimelec, junto a la encina de Siquén.
En cuanto se enteró Yotán, fue y, en pie sobre la cumbre del monte Garizín, les gritó a voz en cuello: «¡Oídrne, vecinos de Siquén, así Dios os escuche! Una vez fueron los árboles a elegirse rey, y dijeron al olivo: "Sé nuestro rey." Pero dijo el olivo: "¿Y voy a dejar mi aceite, con el que engordan dioses y hombres, para ir a mecerme sobre los árboles?" Entonces dijeron a la higuera: "Ven a ser nuestro rey." Pero dijo la higuera: ¿Y voy a dejar mi dulce fruto sabroso, para ir a mecerme sobre los árboles? " Entonces dijeron a la vid: "Ven a ser nuestro rey." Pero dijo la vid: "¿Y voy a dejar mi mosto, que alegra a dioses y hombres, para ir a mecerme sobre los árboles?" Entonces dijeron a la zarza: "Ven a ser nuestro rey." Y les dijo la zarza: "Si de veras queréis ungirme rey vuestro, venid a cobijaros bajo mí sombra; y si no, salga fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano."»
Salmo 20,2-3.4-5.6-7 R/. Señor, el rey se alegra por tu fuerza
Señor, el rey se alegra por tu fuerza,
¡y cuánto goza con tu victoria!
Le has concedido el deseo de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios. R/.
Te adelantaste a bendecirlo con el éxito,
y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.
Te pidió vida, y se la has concedido,
años que se prolongan sin término. R/.
Tu victoria ha engrandecido su fama,
lo has vestido de honor y majestad.
Le concedes bendiciones incesantes,
lo colmas de gozo en tu presencia. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 20,1-16
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»
PARA VIVIR ESTA PALABRA
Hoy escuchamos la desconcertante parábola de los trabajadores de la viña, que trabajan un número desigual de horas y, sin embargo, reciben el mismo jornal.
La idea central no es el paro obrero (aunque Dios parece preocupado de que nadie se quede sin trabajo, sea cual sea la hora) ni la cuestión de los salarios ni la justicia social. La parábola no se fija en los trabajadores, sino en la actuación de Dios. Él da a todos según justicia, pero también es generoso con los últimos, aunque hayan trabajado menos.
Cuando Mateo escribió su evangelio, muchos paganos se iban incorporando a la Iglesia de Cristo, y podían suscitar, entre los provenientes del pueblo judío, el interrogante de cómo los últimos llegados recibían la misma herencia y paga. Es la sorpresa que Jesús describe en quienes habían trabajado desde primera hora de la mañana. La respuesta es el amor gratuito de Dios, que sobrepasa las medidas de la justicia y actúa libremente, también con los de la hora undécima. El tema no es si a los primeros les paga lo justo. Sino que Dios quiere pagar a los últimos también lo mismo, aunque parezca que no se lo hayan merecido tanto.
Los caminos de Dios son sorprendentes. No siguen nuestra lógica.
Él sigue llamando a su viña a jóvenes y mayores, a fuertes y a débiles, a hombres y mujeres, a religiosos y laicos. ¿Tendremos envidia de que Dios llame a otros «distintos», o que premie de la misma manera a quienes no tienen tantos méritos como creamos tener nosotros?
Abrahán fue llamado a los setenta y cinco años. Samuel, cuando era un jovencito.
Mateo, desde su mesa de recaudador. Pedro tuvo que abandonar su barca. Algunos de nosotros hemos sido llamados desde muy niños, porque las condiciones de una familia cristiana lo hicieron posible. Otros han escuchado la voz de Dios más tarde. El ladrón bueno ha sido considerado como el prototipo de quienes han recibido el premio del cielo, habiendo sido llamados en la hora undécima.
Si nos sentimos demasiado «de primera hora», mirando por encima del hombro a quienes se han incorporado al trabajo a horas más tardías, estamos adoptando la actitud de los fariseos, que se creían superiores a los demás.
Esto no es, naturalmente, una invitación a llegar tarde y trabajar lo menos posible. Sino un aviso de que el premio que esperamos de Dios no es cuestión de derechos y méritos, sino de gratuidad libre y amorosa por su parte. La parábola parece una respuesta a la pregunta de Pedro, uno de los de la primera hora, que todavía no estaba purificado en sus intenciones al seguir al Mesías: «a nosotros ¿qué nos va a tocar?».
Martes 18 de agosto de 2015. Vigésima semana del Tiempo Ordinario
del libro de los Jueces 6,11-24a
En aquellos días, el ángel del Señor vino y se sentó bajo la encima, de Ofrá, propiedad de Joás de Abiezer, mientras su hijo Gedeón estaba trillando a látigo en el lagar, para esconderse de los madianitas.
El ángel del Señor se le apareció y le dijo: «El Señor está contigo, valiente.»
Gedeón respondió: «Perdón, si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ha venid, encima todo esto? ¿Dónde han quedado aquellos prodigios que nos contaban nuestros padres: "De Egipto nos sacó el Señor". La verdad es que ahora el Señor nos ha desamparado y nos ha entregado a los madianitas.»
El Señor se volvió a él y le dijo: «Vete, y con tus propias fuerzas salva a Israel de los madianitas. Yo te envío.»
Gedeón replicó: «Perdón, ¿cómo puedo yo librar a Israel? Precisamente mí familia es la menor de Manasés, y yo soy el más pequeño en la casa de mi padre.»
El Señor contestó: «Yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre.»
Gedeón insistió: «Si he alcanzado tu favor, dame una señal de que eres tú quien habla conmigo. No te vayas de aquí hasta que yo vuelva con una ofrenda y te la presente.»
El Señor dijo: «Aquí me quedaré hasta que vuelvas.» Gedeón marchó a preparar un cabrito y unos panes ázimos con media fanega de harina; colocó luego la carne en la cesta y echó el caldo en el puchero; se lo llevó al Señor y se lo ofreció bajo la encina.
El ángel del Señor le dijo: «Coge la carne y los panes ázimos, colócalos sobre esta roca y derrama el caldo.» Así lo hizo.
Entonces el ángel del Señor alargó la punta del cayado que llevaba, tocó la carne y los panes, y se levantó de la roca una llamarada que los consumió. Y el ángel del Señor desapareció.
Cuando Gedeón vio que se trataba del ángel del Señor, exclamó: «¡Ay Dios mío, que he visto al ángel del Señor cara a cara!»
Pero el Señor le dijo: «¡Paz, no temas, no morirás!»
Entonces Gedeón levantó allí un altar al Señor y le puso el nombre de «Señor de la Paz.»
Salmo 84,9.11-12.13-14 R/. El Señor anuncia la paz a su pueblo
Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos
y a los que se convierten de corazón.» R/.
La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. <R/.
El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 19, 23-30.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Lo repito: Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.»
Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: «Entonces, ¿quién puede salvarse?»
Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo.»
Entonces le dijo Pedro: «Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?»
Jesús les dijo: «Os aseguro: cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel. El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros.»
PARA VIVIR ESTA PALABRA
Lo del camello que quiere pasar por el ojo de una aguja se ve que era un proverbio popular para indicar algo imposible. Lo mismo vendría a ser si se interpreta, como algunos quieren, no de un camello, sino de una maroma (en hebreo ambas palabras son parecidas).
Lo que asusta a sus oyentes es que Jesús aplique este dicho a los ricos que quieren salvarse. Si uno está tan lleno de cosas que no necesita nada más, si se siente tan satisfecho de sí mismo, y no se puede desprender de su ansia de poseer y de la idolatría del dinero, ¿cómo puede aceptar como programa de vida el Reino que Dios le propone?
Las riquezas son buenas en sí, a no ser que se hayan acumulado injustamente. Pero lo que no es bueno es ser esclavo del dinero y no utilizarlo para lo que Dios quiere.
El comentario de Jesús sigue a la breve escena de ayer la del joven que no se decidió a abandonar sus riquezas para seguir a Jesús. Por eso Pedro le replica que ellos lo han abandonada «todo» y le han seguido. Se ve en seguida que, ni por parte de Pedro ni de los demás, es muy gratuito este seguimiento: «¿qué nos va a tocar?». Y Jesús les promete un premio cien veces mayor que lo que han dejado.
Nosotros, probablemente, no somos ricos en dinero. Pero podemos tener alguna clase de «posesiones» que nos llenan, que nos pueden hacer autosuficientes y hasta endurecer nuestra sensibilidad, tanto para con los demás como para con Dios, porque, en vez de poseer nosotros esos bienes, son ellos las que nos poseen a nosotros. No se puede servir a Dios y a Mammón, al dinero, como nos dijo Jesús en el sermón de la montaña (Mt 6,24)
Este aviso nos debe hacer pensar. Nuestro seguimiento de Jesús debería ser gratuito y desinteresado, sin preocuparnos de si llegaremos a ocupar los tronos para juzgar a las tribus de Israel (una alusión a Daniel 7,9), ni de la contabilidad exacta del ciento por uno de cuanto hemos abandonado. No vamos preguntando cada día: «¿qué nos vas a dar?».
Seguimos a Jesús por amor, porque nos sentimos llamados por él a colaborar en esta obra tan noble de la salvación del mundo. No por ventajas económicas ni humanas, ni siquiera espirituales, aunque estamos seguros de que Dios nos ganará en generosidad.
Lunes 17 de agosto de 2015
Vigésima semana del Tiempo Ordinario
Jueces 2,11-19
En aquellos días, los israelitas hicieron lo que el Señor reprueba, dieron culto a los ídolos; abandonaron al Señor, Dios de sus padres, que los habla sacado de Egipto, y se fueron tras los otros dioses, dioses de las naciones vecinas, y los adoraron, irritando al Señor. Abandonaron al Señor y dieron culto a Baal. y a Astarté. El Señor se encolerizó contra Israel: los entregó a bandas de saqueadores que los saqueaban, los vendió a los enemigos de alrededor, y los israelitas no podían resistirles. En todo lo que emprendían, la mano del Señor se les ponía en contra, exactamente como él les habla dicho y jurado, llegando así a una situación desesperada. Entonces el Señor hacía surgir jueces, que los libraban de las bandas de salteadores; pero ni a los jueces hacían caso, sino que se prostituían con otros dioses, dándoles culto, desviándose muy pronto de la senda por donde habían caminado sus padres, obedientes al Señor. No hacían como ellos. Cuando el Señor hacia surgir jueces, el Señor estaba con el juez; y, mientras vivía el juez, los salvaba de sus enemigos, porque le daba lástima oírlos gemir bajo la tiranía de sus opresores. Pero, en cuanto moría el juez, recalan y se portaban peor que sus padres, yendo tras otros dioses, rindiéndoles adoración; no se apartaban de sus maldades ni de su conducta obstinada.
Salmo 105 R/. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo
No exterminaron a los pueblos
que el Señor les había mandado;
emparentaron con los gentiles,
imitaron sus costumbres. R/.
Adoraron sus ídolos y cayeron en sus lazos;
inmolaron a los demonios sus hijos y sus hijas. R/.
Se mancharon con sus acciones
y se prostituyeron con sus maldades.
La ira del Señor se encendió contra su pueblo,
y aborreció su heredad. R/.
Cuántas veces los libró;
mas ellos, obstinados en su actitud,
perecían por sus culpas;
pero él miró su angustia,
y escuchó sus gritos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 19,16-22
En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó: «Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?»
Jesús le contestó: «¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.»
Él le preguntó: «¿Cuáles?»
Jesús le contestó: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo.»
El muchacho le dijo: «Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?»
Jesús le contestó: «Si quieres llegar a la plenitud, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo– y luego vente conmigo.»
Al oír esto, el joven se fue triste, porque era rico.
PARA VIVIR ESTA PALABRA
Jesús se dirige hacia Jerusalén, y cerca de la ciudad se tratan dos grandes problemas de la existencia humana que se encuentran en este capítulo de san Mateio: el problema del matrimonio, del divorcio y del celibato, en la primera parte, y después el problema de la riqueza, que nos trae el texto de hoy. Entre los dos, como intermedio y punto de referencia, encontramos la frase de Jesús respecto de los pequeños: "El que no se haga como estos pequeños no entrará en el reino".
Uno viene y dice: Maestro, ¿qué tengo que hacer para poseer la vida eterna?. Si reflexionamos bien, esta pregunta es de por sí muy significativa, porque ninguno de nosotros, como nos enseña la sicología moderna, abre la boca sin revelarse a sí mismo, sin revelar su mundo interior.
Este hombre pregunta: "¿Qué tengo que hacer?" Aquí ya nos parece un hombre muy preocupado del "hacer": qué tengo que hacer yo, qué bienes tengo que emplear. Después sabremos que es rico: es un hombre acostumbrado a comprar, sabe que todo tiene un precio, que el hombre rico puede hacer muchas cosas. Cree que tiene mucha confianza en la eficiencia: Señor, ponme una meta, aunque sea alta, de modo que yo pueda intentar. Un hombre que dice inmediatamente cuánto cuesta, estoy dispuesto a pagar. Es, pues, un hombre práctico.
"Para poseer la vida". Aquí también el verbo significa: para que yo la tenga en mano, esté seguro de tenerla. Es un hombre acostumbrado a comprar y a poseer mediante el dinero, por tanto hasta la vida eterna la quiere con seguridad.
Jesús, con mucha amabilidad, no lo rechaza,
Jesús le contesta comenzando a corregirlo con amabilidad. La frase es muy misteriosa, y los exégeta se ponen también aquí sus problemas. Dice: "¿Qué me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno sólo es el bueno". Este es un hombre bastante preocupado de las cosas y Jesús le dice: cuidado, el bien no es una cosa, sino una persona. Tú te preocupas por hacer una cierta cantidad, en cambio estamos en el mundo de las relaciones, de las cualidades. No se trata de un bien, sino de una persona buena. Jesús no continúa, se limita a hacer benévola corrección a esta actitud demasiado mercantil de quien lo ha interrogado; vuelve sobre la pregunta, corrigiéndola también, no "si quieres poseer la vida", sino "si quieres entrar en la vida". Dios te ofrece la vida, por tanto, no es que tú puedas poseerla; sino, si quieres participar en ella, observa los mandamientos.
La última pregunta: "¿qué me falta aún?", expresa la insatisfacción del que está lleno de sí, pero sigue sintiendo un vacío de algo más. Jesús le propone al joven romper con todas las ataduras que genera el dinero y lo invita a que libre de todo esto lo pueda seguir. Jesús invita al joven a que venda primero sus bienes, que elija la pobreza y que después lo siga. De esta manera la pobreza se presenta como parte de un programa permanente de un estilo de vida. Seguir a Jesús es la realización del ideal de ser perfecto.
Pero el joven se fue triste. Son las “muchas posesiones” las que le impiden dar la respuesta adecuada. Imposibilitado de realizar obras gratuitas, encerrado en el círculo del poseer, no puede experimentar al Dios gratuito ni el camino de Jesús marcado por la gratuidad y el don.
De esta forma todo cristiano es llamado a reflexionar sobre el camino que se le exige para encontrar la plenitud de su vida y el medio de conseguirla. A cada uno se le advierte el peligro que encierra el afán de posesión si se quiere ir detrás de Jesús y aceptar el don generoso de su Reino. El camino para todos es el "desprendimiento". Al final de la vida nos desprenderemos de todo ¡hasta de nuestro cuerpo! Como dice el Papa Francisco, "nunca he visto detrás de un coche fúnebre un camión de mudanzas". Mejor desprendernos mientras estamos a tiempo y hacer la experiencia de vivir "en plenitud" porque "me basta tu Gracia" aqui mientras estamos a tiempo.
Jesús lo hizo primero, va por delante. Nace pobre, vivió desprendido de todo y murió sin nada en la cruz.
XX Domingo del tiempo ordinario
16/08/2015
Uno viene y dice: Maestro, ¿qué tengo que hacer para poseer la vida eterna?. Si reflexionamos bien, esta pregunta es de por sí muy significativa, porque ninguno de nosotros, como nos enseña la sicología moderna, abre la boca sin revelarse a sí mismo, sin revelar su mundo interior.
Este hombre pregunta: "¿Qué tengo que hacer?" Aquí ya nos parece un hombre muy preocupado del "hacer": qué tengo que hacer yo, qué bienes tengo que emplear. Después sabremos que es rico: es un hombre acostumbrado a comprar, sabe que todo tiene un precio, que el hombre rico puede hacer muchas cosas. Cree que tiene mucha confianza en la eficiencia: Señor, ponme una meta, aunque sea alta, de modo que yo pueda intentar. Un hombre que dice inmediatamente cuánto cuesta, estoy dispuesto a pagar. Es, pues, un hombre práctico.
"Para poseer la vida". Aquí también el verbo significa: para que yo la tenga en mano, esté seguro de tenerla. Es un hombre acostumbrado a comprar y a poseer mediante el dinero, por tanto hasta la vida eterna la quiere con seguridad.
Jesús, con mucha amabilidad, no lo rechaza,
Jesús le contesta comenzando a corregirlo con amabilidad. La frase es muy misteriosa, y los exégeta se ponen también aquí sus problemas. Dice: "¿Qué me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno sólo es el bueno". Este es un hombre bastante preocupado de las cosas y Jesús le dice: cuidado, el bien no es una cosa, sino una persona. Tú te preocupas por hacer una cierta cantidad, en cambio estamos en el mundo de las relaciones, de las cualidades. No se trata de un bien, sino de una persona buena. Jesús no continúa, se limita a hacer benévola corrección a esta actitud demasiado mercantil de quien lo ha interrogado; vuelve sobre la pregunta, corrigiéndola también, no "si quieres poseer la vida", sino "si quieres entrar en la vida". Dios te ofrece la vida, por tanto, no es que tú puedas poseerla; sino, si quieres participar en ella, observa los mandamientos.
La última pregunta: "¿qué me falta aún?", expresa la insatisfacción del que está lleno de sí, pero sigue sintiendo un vacío de algo más. Jesús le propone al joven romper con todas las ataduras que genera el dinero y lo invita a que libre de todo esto lo pueda seguir. Jesús invita al joven a que venda primero sus bienes, que elija la pobreza y que después lo siga. De esta manera la pobreza se presenta como parte de un programa permanente de un estilo de vida. Seguir a Jesús es la realización del ideal de ser perfecto.
Pero el joven se fue triste. Son las “muchas posesiones” las que le impiden dar la respuesta adecuada. Imposibilitado de realizar obras gratuitas, encerrado en el círculo del poseer, no puede experimentar al Dios gratuito ni el camino de Jesús marcado por la gratuidad y el don.
De esta forma todo cristiano es llamado a reflexionar sobre el camino que se le exige para encontrar la plenitud de su vida y el medio de conseguirla. A cada uno se le advierte el peligro que encierra el afán de posesión si se quiere ir detrás de Jesús y aceptar el don generoso de su Reino. El camino para todos es el "desprendimiento". Al final de la vida nos desprenderemos de todo ¡hasta de nuestro cuerpo! Como dice el Papa Francisco, "nunca he visto detrás de un coche fúnebre un camión de mudanzas". Mejor desprendernos mientras estamos a tiempo y hacer la experiencia de vivir "en plenitud" porque "me basta tu Gracia" aqui mientras estamos a tiempo.
De esta forma todo cristiano es llamado a reflexionar sobre el camino que se le exige para encontrar la plenitud de su vida y el medio de conseguirla. A cada uno se le advierte el peligro que encierra el afán de posesión si se quiere ir detrás de Jesús y aceptar el don generoso de su Reino. El camino para todos es el "desprendimiento". Al final de la vida nos desprenderemos de todo ¡hasta de nuestro cuerpo! Como dice el Papa Francisco, "nunca he visto detrás de un coche fúnebre un camión de mudanzas". Mejor desprendernos mientras estamos a tiempo y hacer la experiencia de vivir "en plenitud" porque "me basta tu Gracia" aqui mientras estamos a tiempo.
Jesús lo hizo primero, va por delante. Nace pobre, vivió desprendido de todo y murió sin nada en la cruz.
Clausura de la Celebración del Bicentenario de san Juan Bosco: Gran Fiesta en Turín y en todo el mundo ¡Felicidades a toda la Familia Salesiana! ¡Feliz cumpleaños don Bosco!
del Libro de los Proverbios 9, 1-6
La Sabiduría se ha construido su casa plantando siete columnas; ha preparado el banquete, mezclado el vino y puesto la mesa; ha despachado sus criadas para que lo anuncien en los puntos que dominan la ciudad:
«Los inexpertos, que vengan aquí, voy a hablar a los faltos de juicio: Venid a comer mi pan y a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la prudencia.»
Sal. 33, 2-3. 10-11. 12-13. 14-15 R: Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
Que los humildes lo escuchen y se alegren.
Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que lo temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada.
Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor;
¿Hay alguien que ame la vida
y desee días de prosperidad?
Guarda tu lengua del mal,
tus labios, de la falsedad;
apártate del mal, obra el bien,
busca la paz y corre tras ella.
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 5, 15-20
Hermanos:
Fijaos bien cómo andáis; no seáis insensatos, sino sensatos. Sabed comprar la ocasión, porque vienen días malos. Por eso, no estéis aturdidos, daos cuenta de lo que el Señor quiere.
No os emborrachéis con vino, que lleva al libertinaje; sino dejaos llenar del Espíritu. Recitad, alternando, salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y tocad con toda el alma para el Señor.
Celebrad constantemente la Acción de Gracias a Dios Padre, por todos, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo.
Lectura del santo Evangelio según San Juan 6, 51-58
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
–Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan, vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo.
Disputaban entonces los judíos entre sí:
–¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
Entonces Jesús les dijo:
–Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él.
El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come, vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que come este pan vivirá para siempre.
LO DECISIVO ES TENER HAMBRE. Comentario de José Antonio Pagola
El evangelista Juan utiliza un lenguaje muy fuerte para insistir en la necesidad de alimentar la comunión con Jesucristo. Solo así experimentaremos en nosotros su propia vida. Según él, es necesario comer a Jesús: «El que me come, vivirá por mí».
El lenguaje adquiere un carácter todavía más agresivo cuando dice que hay que comer la carne de Jesús y beber su sangre. El texto es rotundo. «Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él».
Este lenguaje ya no produce impacto alguno entre los cristianos. Habituados a escucharlo desde niños, tendemos a pensar en lo que venimos haciendo desde la primera comunión. Todos conocemos la doctrina aprendida en el catecismo: en el momento de comulgar, Cristo se hace presente en nosotros por la gracia del sacramento de la eucaristía.
Por desgracia, todo puede quedar más de una vez en doctrina pensada y aceptada piadosamente. Pero, con frecuencia, nos falta la experiencia de incorporar a Cristo a nuestra vida concreta. No sabemos cómo abrirnos a él para que nutra con su Espíritu nuestra vida y la vaya haciendo más humana y más evangélica.
Comer a Cristo es mucho más que adelantarnos distraídamente a cumplir el rito sacramental de recibir el pan consagrado. Comulgar con Cristo exige un acto de fe y apertura de especial intensidad, que se puede vivir sobre todo en el momento de la comunión sacramental, pero también en otras experiencias de contacto vital con Jesús.
Lo decisivo es tener hambre de Jesús. Buscar desde lo más profundo encontrarnos con él. Abrirnos a su verdad para que nos marque con su Espíritu y potencie lo mejor que hay en nosotros. Dejarle que ilumine y transforme zonas de nuestra vida que están todavía sin evangelizar.
Entonces, alimentarnos de Jesús es volver a lo más genuino, lo más simple y más auténtico de su Evangelio; interiorizar sus actitudes más básicas y esenciales; encender en nosotros el instinto de vivir como él; despertar nuestra conciencia de discípulos y seguidores para hacer de él el centro de nuestra vida. Sin cristianos que se alimenten de Jesús, la Iglesia languidece sin remedio.
El lenguaje adquiere un carácter todavía más agresivo cuando dice que hay que comer la carne de Jesús y beber su sangre. El texto es rotundo. «Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él».
Este lenguaje ya no produce impacto alguno entre los cristianos. Habituados a escucharlo desde niños, tendemos a pensar en lo que venimos haciendo desde la primera comunión. Todos conocemos la doctrina aprendida en el catecismo: en el momento de comulgar, Cristo se hace presente en nosotros por la gracia del sacramento de la eucaristía.
Por desgracia, todo puede quedar más de una vez en doctrina pensada y aceptada piadosamente. Pero, con frecuencia, nos falta la experiencia de incorporar a Cristo a nuestra vida concreta. No sabemos cómo abrirnos a él para que nutra con su Espíritu nuestra vida y la vaya haciendo más humana y más evangélica.
Comer a Cristo es mucho más que adelantarnos distraídamente a cumplir el rito sacramental de recibir el pan consagrado. Comulgar con Cristo exige un acto de fe y apertura de especial intensidad, que se puede vivir sobre todo en el momento de la comunión sacramental, pero también en otras experiencias de contacto vital con Jesús.
Lo decisivo es tener hambre de Jesús. Buscar desde lo más profundo encontrarnos con él. Abrirnos a su verdad para que nos marque con su Espíritu y potencie lo mejor que hay en nosotros. Dejarle que ilumine y transforme zonas de nuestra vida que están todavía sin evangelizar.
Entonces, alimentarnos de Jesús es volver a lo más genuino, lo más simple y más auténtico de su Evangelio; interiorizar sus actitudes más básicas y esenciales; encender en nosotros el instinto de vivir como él; despertar nuestra conciencia de discípulos y seguidores para hacer de él el centro de nuestra vida. Sin cristianos que se alimenten de Jesús, la Iglesia languidece sin remedio.
La Asunción de la Virgen María
15/08/2015
del libro del Apocalipsis 11, 19a; 12, 1. 3-6a. 10ab
Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario apareció el arca de su alianza. Después apareció una figura portentosa en el cielo: Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas.
Apareció otra señal en el cielo: Un enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en las cabezas. Con la cola barrió del cielo un tercio de las estrellas, arrojándolas a la tierra.
El dragón estaba enfrente de la mujer que iba a dar a luz, dispuesto a tragarse el niño en cuanto naciera.
Dio a luz un varón, destinado a gobernar con vara de hierro a los pueblos. Arrebataron al niño y lo llevaron junto al trono de Dios. La mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar reservado por Dios.
Se oyó una gran voz en el cielo:
–«Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo.»
Sal 44, 10be. 11-12ab. 16 R. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.
Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir. R.
Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor. R.
Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real. R.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 20-27a
Hermanos:
Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida.
Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza.
Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Porque Dios ha sometido todo bajo sus pies.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-56
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:
–« ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»
María dijo:
–«Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.»
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.
PARA VIVIR ESTA PALABRA
Los misterios de la Virgen María están estrechamente ligados al Plan Universal de Salvación. La “Virgen María” no es una diosa complementaria que Dios haya colocado junto a Él para ser venerada y reverenciada por sus devotos.
Su función y sentido dentro de la espiritualidad cristiana se cifra en ser “modelo” de fidelidad a los planes de Dios y, por ello, ser “madre” y “maestra” en el acontecer diario de cada cristiano. Los misterios de María son incomprensibles sin una conexión inmediata y directa con el misterio de Cristo y sin una referencia clara y precisa a la historia de los cristianos. En este sentido el misterio de la Asunción de María sólo es comprensible desde la muerte, resurrección y glorificación de Cristo y desde las aspiraciones más congénitas del ser humano que espera y ansía sobrevivir después de la muerte.
Su mensaje podría cifrarse en estas expresiones: Vale la pena vivir, sufrir, trabajar y afrontar cualquier tipo de penalidades y miserias, porque todo ello tendrá un final feliz y dichoso.
La Asunción de María sabe a “Fiesta de la Humanidad” glorificada por el esfuerzo humano y por la participación de los méritos de Cristo. En esta “Fiesta” la vida de los más pobres y sufridos de este mundo aparece iluminada y transformada con un colorido nuevo mediante ese inmenso haz de luz que, desde el misterio de Cristo, se proyecta sobre el sencillo quehacer humano.
Viernes 14 de agosto de 2015. Memoria de san Maximiliano Kolbe
Decimonovena Semana del Tiempo Ordinario
del libro de Josué 24,1-13
En aquellos días, Josué reunió a las tribus de Israel en Siquén. Convocó a los ancianos de Israel, a los cabezas de familia, jueces y alguaciles, y se presentaron ante el Señor.
Josué habló al pueblo: «Así dice el Señor, Dios de Israel: "Al otro lado del río Éufrates vivieron antaño vuestros padres, Teraj, padre de Abrahán y de Najor, sirviendo a otros dioses. Tomé a Abrahán, vuestro padre, del otro lado del río, lo conduje por todo el país de Canaán y multipliqué su descendencia dándole a Isaac. A Isaac le di Jacob y Esaú. A Esaú le di en propiedad la montaña de Seír, mientras que Jacob y sus hijos bajaron a Egipto. Envié a Moisés y Aarón para castigar a Egipto con los portentos que hice, y después os saqué de allí. Saqué de Egipto a vuestros padres; y llegasteis al mar. Los egipcios persiguieron a vuestros padres con caballería y carros hasta el mar Rojo. Pero gritaron al Señor, y él puso una nube oscura entre vosotros y los egipcios; después desplomó sobre ellos el mar, anegándolos. Vuestros ojos vieron lo que hice en Egipto. Después vivisteis en el desierto muchos años. Os llevé al país de los amorreos, que vivían en Transjordania; os atacaron, y os los entregué. Tomasteis posesión de sus tierras, y yo los exterminé ante vosotros. Entonces Balac, hijo de Sipor, rey de Moab, atacó a Israel; mandó llamar a Balaán, hijo de Beor, para que os maldijera; pero yo no quise oír a Balaán, que no tuvo más remedio que bendeciros, y os libré de sus manos. Pasasteis el Jordán y llegasteis a Jericó. Los jefes de Jericó os atacaron: los amorreos, fereceos, cananeos, hititas, guirgaseos, heveos y jebuseos; pero yo os los entregué; sembré el pánico ante vosotros, y expulsasteis a los dos reyes amorreos, no con tu espada ni con tu arco. Y os di una tierra por la que no habíais sudado, ciudades que no habíais construido, y en las que ahora vivís, viñedos y olivares que no habíais plantado, y de los que ahora coméis."»
Sal 135,1-3.16-18.21-22.24 R./ Porque es eterna su misericordia
Dad gracias al Señor porque es bueno. R/.
Dad gracias al Dios de los dioses. R/.
Dad gracias al Señor de los señores. R/.
Guió por el desierto a su pueblo. R/.
Él hirió a reyes famosos. R/.
Dio muerte a reyes poderosos. R/.
Les dio su tierra en heredad. R/.
En heredad a Israel, su siervo. R/.
Y nos libró de nuestros opresores. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 19,3-12
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: «¿Es lícito a uno despedir a su mujer por cualquier motivo?»
Él les respondió: «¿No habéis leído que el Creador, en el principio, los creó hombre y mujer, y dijo: "Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne"? De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.»
Ellos insistieron: «¿Y por qué mandó Moisés darle acta de repudio y divorciarse?»
Él les contestó: «Por lo tercos que sois os permitió Moisés divorciaros de vuestras mujeres; pero, al principio, no era así. Ahora os digo yo que, si uno se divorcia de su mujer –no hablo de impureza– y se casa con otra, comete adulterio.»
Los discípulos le replicaron: «Si ésa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse.»
Pero él les dijo: «No todos pueden con eso, sólo los que han recibido ese don. Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el reino de los cielos. El que pueda con esto, que lo haga.»
PARA VIVIR ESTA PALABRA
La pregunta no es acerca de la licitud del divorcio, que era algo admitido. Sino sobre cuál de las dos interpretaciones era más correcta: la amplia de algunos maestros como Hillel, que multiplicaban los motivos para que el marido pudiera pedir el divorcio (no aparece que lo puediera pedir la mujer), o la más estricta de la escuela de Shammai, que sólo lo admitía en casos extremos, por ejemplo el adulterio.
Jesús deja aparte la casuística y reafirma la indisolubilidad del matrimonio, recordando el plan de Dios: «ya no son dos, sino una sola carne: así pues, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre». Al mismo tiempo, negando el divorcio, Jesús restablece la dignidad de la mujer, que no puede ser tratada, como lo era en aquel tiempo, con esa visión tan machista e interesada. La excepción que admite («no hablo de prostitución») no se sabe bien a qué se puede referir. Pero lo que sí queda muy claro es el principio de que «lo que Dios ha unido el hombre no lo separe».
Jesús remite al plan original de Dios: él es quien ha querido que exista esa atracción y ese amor entre el hombre y la mujer, con una admirable complementariedad y, además, con la apertura al milagro de la vida, en el que colaboran con el mismo Dios. Lo cual nos recuerda la necesidad de que lo tomemos en serio también nosotros, dentro de la comunidad eclesial: la preparación humana y psicológica del matrimonio, su celebración, su acompañamiento después... El amor que quiere Dios es estable, fiel, maduro.
Si el matrimonio se acepta con todas las consecuencias, no buscándose sólo a sí mismo, sino con esa admirable comunión de vida que supone la vida conyugal y, luego, la relación entre padres e hijos, evidentemente es comprometido, además de noble y gozoso.
Podríamos completar hoy nuestra escucha de la Palabra bíblica leyendo lo que el Catecismo dice sobre «el matrimonio en el Señor» (CEC 1612-1617); valora el matrimonio cristiano desde su simbolismo del amor de Dios a Israel y de Cristo a su Iglesia, y alude también, con la cita de ese pasaje de Mt 19, a la cuestión del divorcio.
La lección de la fidelidad estable vale igualmente para los que han optado por otro camino, el del celibato. De eso habla hoy
Jesús cuando afirma que hay quien renuncia al matrimonio y se mantiene célibe «por el Reino de los Cielos». Como hizo él. Como hacen los ministros ordenados y los religiosos: no para no amar, sino para amar más y de otro modo. Para dedicar su vida entera -también como signo-, a colaborar en la salvación del mundo. El celibato lo presenta Jesús como un don de Dios también.
Jueves 13 agosto
Decimonovena Semana del Tiempo Ordinario
Josué, 3,7-10a. 11. 13-17.
En aquellos días, el Señor dijo a Josué: «Hoy empezaré a engrandecerte ante todo Israel, para que vean que estoy contigo como estuve con Moisés. Tú ordena a los sacerdotes portadores del arca de la alianza que cuando lleguen a la orilla se detengan en el Jordán.»
Josué dijo a los israelitas: «Acercaos aquí a escuchar las palabras del Señor, vuestro Dios. Así conoceréis que un Dios vivo está en medio de vosotros, y que va a expulsar ante vosotros a los cananeos. Mirad, el arca de la alianza del Dueño de toda la tierra va a pasar el Jordán delante de vosotros. Y cuando los pies de los sacerdotes que llevan el arca de la alianza del Dueño de toda la tierra pisen el Jordán, la corriente del Jordán se cortará: el agua que viene de arriba se detendrá formando un embalse.»
Cuando la gente levantó el campamento para pasar el Jordán, los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza caminaron delante de la gente. Y, al llegar al Jordán, en cuanto mojaron los pies en el agua –el Jordán va hasta los bordes todo el tiempo de la siega–, el agua que venía de arriba se detuvo, creció formando un embalse que llegaba muy lejos, hasta Adam, un pueblo cerca de Sartán, y el agua que bajaba al mar del desierto, al mar Muerto, se cortó del todo. La gente pasó frente a Jericó. Los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza del Señor estaban quietos en el cauce seco, firmes en medio del Jordán, mientras Israel iba pasando por el cauce seco, hasta que acabaron de pasar todos
Salmo 113A,1-2.3-4.5-6 R/. Aleluya
Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio. R/.
El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos. R/.
¿Qué te pasa, mar, que huyes,
a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos? R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 18,21. -19,1.
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara asi. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo." El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros m¡ Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.»
Cuando acabó Jesús estas palabras, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al otro lado del Jordán.
PARA VIVIR ESTA PALABRA
Si ayer era la corrección fraterna, hoy Jesús, en su «sermón comunitario», sigue dando consignas sobre el perdón de las ofensas.
La propuesta de Pedro ya parecía generosa. Pero Jesús va mucho más allá: setenta veces siete significa siempre.
La parábola exagera a propósito: la deuda perdonada al primer empleado es ingente. La que él no perdona a su compañero, pequeñísima. El contraste sirve para destacar el perdón que Dios concede y la mezquindad de nuestro corazón, porque nos cuesta perdonar una insignificancia.
Lo propio de Dios es perdonar. Lo mismo han de hacer los seguidores de Jesús. El aviso es claro: «lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».
Es el nuevo estilo de vida de Jesús, ciertamente más exigente que el de los diez mandamientos del AT.
¿No es demasiado ya perdonar siete veces? ¿y no será una exageración lo de setenta veces siete? ¿no estaremos favoreciendo que reincida el ofensor? ¿y dónde queda la justicia? Pero Jesús nos dice que sus seguidores deben perdonar. Como él, que murió perdonando a sus verdugos. Pedro, el de la pregunta de hoy, experimentó en su propia persona cómo Jesús le perdonó su pecado.
Podemos perdonar esas pequeñas rencillas con los que conviven con nosotros. Esposos que se perdonan algún fallo. Padres que saben olvidar un mal paso de su hijo o de su hija. Amigos que pasan por alto, elegantemente, una mala pasada de algún amigo.
En el Padrenuestro, Jesús nos enseñó a decir: «perdónanos como nosotros perdonamos». En el sermón de la montaña nos dijo lo de ir a reconciliarnos con el hermano antes de llevar la ofrenda al altar y lo de saludar también al que no nos saluda... Ser seguidores de Jesús nos obliga a cosas difíciles.
Recordemos que una de las bienaventuranzas era: «bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia».
El gesto de paz antes de ir a comulgar tiene esa intención: ya que unos y otros vamos a recibir al mismo Señor, que se entrega por nosotros, debemos estar, después, mucho más dispuestos a tolerar y perdonar a nuestros hermanos.
Miércoles 12 de agosto de 2015
Decimonovena Semana del Tiempo Ordinario
Deuteronomio 34,1-12
En aquellos días, Moisés subió de la estepa de Moab al monte Nebo, a la cima del Fasga, que mira a Jericó; y el Señor le mostró toda la tierra: Galaad hasta Dan, el territorio de Neftall, de Efraín y de Manasés, el de Judá hasta el mar occidental, el Negueb y la comarca del valle de Jericó, la ciudad de las palmeras, hasta Soar; y le dijo: «Ésta es la tierra que prometí a Abrahán, a Isaac y a Jacob, diciéndoles: "Se la daré a tu descendencia." Te la he hecho ver con tus propios ojos, pero no entrarás en ella.»Y allí murió Moisés, siervo del Señor, en Moab, como había dicho el Señor. Lo enterraron en el valle de Moab, frente a Bet Fegor; y hasta el dia de hoy nadie ha conocido el lugar de su tumba. Moisés murió a la edad de ciento veinte años; no había perdido vista ni había decaído su vigor. Los israelitas lloraron a Moisés en la estepa de Moab treinta días, hasta que terminó el tiempo del duelo por Moisés. Josué, hijo de Nun, estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés le había impuesto las manos; los israelitas le obedecieron e hicieron lo que el Señor había mandado a Moisés. Pero ya no surgió en Israel otro profeta como Moisés, con quien el Señor trataba cara a cara; ni semejante a él en los signos y prodigios que el Señor le envió a hacer en Egipto contra el Faraón, su corte y su país; ni en la mano poderosa, en los terribles portentos que obró Moisés en presencia de todo Israel.
Salmo 65 R/. Bendito sea Dios, que me ha devuelto la vida
Aclamad al Señor, tierra entera;tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!» R/.
Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres.
Bendecid, pueblos, a nuestro Dios,
haced resonar sus alabanzas. R/.
Fieles de Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo:
a él gritó mi boca
y lo ensalzó mi lengua. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo18,15-20
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»
Sigue el «discurso eclesial o comunitario» de Jesús, esta vez referido a la corrección fraterna.
La comunidad cristiana no es perfecta. Coexisten en ella el bien y el mal. ¿Cómo hemos de comportarnos con el hermano que falta? Jesús señala un método gradual en la corrección fraterna: el diálogo personal, el diálogo con testigos y, luego, la separación, si es que el pecador se obstina en su fallo.
Todos somos corresponsables en la comunidad. En otras ocasiones, Jesús habla de la misión de quienes tienen autoridad. Aquí afirma algo que se refiere a toda la comunidad: «lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo», «donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».
Cuando un hermano ha faltado, la reacción de los demás no puede ser de indiferencia, que fue la actitud de Caín: «¿soy yo acaso el guardián de mi hermano?». Un centinela tiene que avisar. Un padre no siempre tiene que callar, ni el maestro o el educador permitirlo todo, ni un amigo desentenderse cuando ve que su amigo va por mal camino, ni un obispo dejar de ejercer su guía pastoral en la diócesis. No es que nos vayamos a meter continuamente en los asuntos de otros, pero nos debemos sentir corresponsables de su bien. La pregunta de Dios a Caín nos la dirige también a nosotros: «¿qué has hecho con tu hermano?».
Esta corrección no la ejercitamos desde la agresividad y la condena inmediata, con métodos de espionaje o policíacos, echando en cara y humillando. Nos tiene que guiar el amor, la comprensión, la búsqueda del bien del hermano: tender una mano, dirigir una palabra de ánimo, ayudar a rehabilitarse. La corrección fraterna es algo difícil, en la vida familiar como en la eclesial. Pero cuando se hace bien y a tiempo, es una suerte para todos: «has ganado a un hermano».
Una clave fundamental para esta corrección es la gradación de que nos habla Cristo: ante todo, un diálogo personal, no empezando, sin más, por una desautorización en público o la condena inmediata. Al final, podrá ocurrir que no haya nada que hacer, cuando el que falta se obstina en su actitud. Entonces, la comunidad puede «atar y desatar», y Jesús dice que su decisión será ratificada en el cielo. Se puede llegar a la«excomunión», pero eso es lo último. Antes hay que agotar todos los medios y los diálogos. Somos hermanos en la comunidad.
Corrección fraterna entre amigos, entre esposos, en el ámbito familiar, en una comunidad religiosa, en la Iglesia. Y acompañada de la oración: rezar por el que ha fallado es una de las mejores maneras de ayudarle y, además, nos enseñará a adoptar el tono justo en nuestra palabra de exhortación, cuando tenga que decirse.