VIERNES 29 mayo 2015

Octava semana del Tiempo Ordinario

Eclesiástico 44,1.9-13:

Hagamos el elogio de los hombres de bien, de la serie de nuestros antepasados. Hay quienes no dejaron recuerdo, y acabaron al acabar su vida: fueron como si no hubieran sido, y lo mismo sus hijos tras ellos. No así los hombres de bien, su esperanza no se acabó; sus bienes perduran en su descendencia, su heredad pasa de hijos a nietos. Sus hijos siguen fieles a la alianza, y también sus nietos, gracias a ellos. Su recuerdo dura por siempre, su caridad no se olvidará.


Salmo 149,1-2.3-4.5-6a.9b R/. El Señor ama a su pueblo

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey. R/.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes. R/.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca;
es un honor para todos sus fieles. R/.


evangelio según san Marcos 11,11-26:

Al día siguiente, cuando salió de Betania, sintió hambre. Vio de lejos una higuera con hojas y se acercó para ver si encontraba algo; al llegar no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos.
Entonces le dijo: «Nunca jamás coma nadie de ti.» Los discípulos lo oyeron.
Llegaron a Jerusalén, entró en el templo y se puso a echar a los que traficaban allí, volcando las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y no consentía a nadie transportar objetos por el templo.
Y los instruía, diciendo: «¿No está escrito: "Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblos" Vosotros, en cambio, la habéis convertido en cueva de bandidos.»
Se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas y, como le tenían miedo, porque todo el mundo estaba asombrado de su doctrina, buscaban una manera de acabar con él. Cuando atardeció, salieron de la ciudad. A la mañana siguiente, al pasar, vieron la higuera seca de raíz.
Pedro cayó en la cuenta y dijo a Jesús: «Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.»
Jesús contestó: «Tened fe en Dios. Os aseguro que si uno dice a este monte: "Quítate de ahí y tirate al mar", no con dudas, sino con fe en que sucederá lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: Cualquier cosa que pidáis en la oración, creed que os la han concedido, y la obtendréis. Y cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA

Jesús ya llega a Jerusalén. Saltándonos la escena de la entrada solemne -que leemos el Domingo de Ramos- escuchamos hoy la acción simbólica en torno a la higuera estéril y la otra acción, no menos simbólica y valiente, de Jesús arrojando a los mercaderes del Templo.

La higuera no tenía frutos. No era tiempo de higos o ya se le habían gastado. Jesús, con todo, se queja de esa esterilidad. Su lamento nos recuerda el poema de la viña estéril de Isaías 5: «Una viña tenía mi amigo... esperó que diese uvas, pero dio agraces». Jesús pronuncia unas palabras duras contra la higuera: «nunca jamás coma nadie de ti». En efecto, al día siguiente, la higuera se había secado. Si Jesús hizo este gesto es porque apuntaba a otra clase de esterilidad: es el pueblo de Israel, sobre todo sus dirigentes, el árbol que no da los frutos que Dios pedía. Israel ha fracasado. Israel es la higuera seca.

En medio del episodio de la higuera, entre su inicio y su conclusión al día siguiente, Marcos coloca la escena del Templo y el gesto violento de Jesús. También aquí no había motivo evidente para la ira de Jesús: los mercaderes que vendían animales para el sacrificio o cambiaban monedas, estaban en el atrio, contaban con todos los permisos de los responsables y no parecían estorbar el culto.

Lo que hace Jesús es, de nuevo, un gesto simbólico, tal vez no tanto contra los mercaderes, sino contra los responsables del Templo: lo que denuncia es la hipocresía del culto, hecho de cosas exteriores pero sin obras coherentes en la vida. Ya los profetas, como Jeremías, habían atacado la excesiva confianza que tenían los judíos en el Templo y en la realización -eso sí, meticulosa- de sus ritos. El culto tiene que ir acompañado de la fidelidad a la Alianza.

También quiere subrayar Jesús que el culto del Templo debería ser más universal, sin poner trabas a los extranjeros. Los mercaderes hacían que los que venían de fuera tuvieran que cambiar la moneda pagana -considerada impura- por la judía, para poderla ofrecer en el Templo. No sería extraño que en este comercio hubiera además abusos y trampas, aprovechándose de los forasteros. Jesús quiere que el Templo sea «casa de oración para todos los pueblos», lugar de oración auténtica. y no una «cueva de bandidos» y de ajetreo de cosas y comercio.

Hoy va de quejas por parte de Jesús. Y lo peor es que también podría estar defraudado de nosotros, por nuestra esterilidad o por el clima de nuestras celebraciones litúrgicas.

¿Se podría decir de nosotros, de cada uno y de la comunidad, que somos una higuera estéril'? Valdría la pena que hiciéramos un alto en nuestro camino y nos dejáramos interpelar por Cristo. Porque seria triste defraudar a Dios, no dando frutos o dándolos de escasa calidad. El aviso lo irá repitiendo Jesús en días sucesivos, por ejemplo con la parábola de los viñadores que no hacen producir el campo arrendado. No podemos contentarnos con pensar que los que se sientan en el banquillo de los acusados son los israelitas. Somos también nosotros, en la medida en que no demos los frutos que Dios esperaba.

Nuestro examen tendría que dirigirse también a nuestra manera de realizar el culto.

JUEVES 28 mayo 2015. JESUCRISTO SUMO SACERDOTE

Octava semana del Tiempo Ordinario

Isaías 52,13–53,12:

Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quién creyó nuestro anuncio?, ¿a quién se reveló el brazo del Señor? Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.


Salmo 39 R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

Cuántas maravillas has hecho, Señor, Dios mío,
cuántos planes en favor nuestro;
nadie se te puede comparar.
Intento proclamarlas, decirlas,
pero superan todo número. R/.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio. R/.

Entonces yo digo: «Aquí estoy,
como está escrito en mi libro,
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios;
Señor, tú lo sabes. R/.

No he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea. R/.


evangelio según san Lucas 22, 14-20

Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo: «He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer, hasta que se cumpla en el reino de Dios.»
Y, tomando una copa, pronunció la acción de gracias y dijo: «Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.»
Y, tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.»
Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo: «Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA


La Pascua antigua ha quedado atrás y no volverá a celebrarse sino en la Pascua de Cristo, en el Reino de Dios, que ya se ha iniciado entre nosotros. Celebrar nosotros el Memorial de la Pascua de Cristo no es sólo un contemplar a Cristo bajo una nueva presencia. Él está con nosotros en la Eucaristía para que nos encontremos real y personalmente con Él al paso de la historia. Su presencia en la Eucaristía es una presencia real con toda su fuerza salvadora. Participar de la Eucaristía nos hace entrar en la nueva alianza inaugurada por Jesús, en que, unidos a Él, somos hechos hijos de Dios y el Padre Dios nos contempla con el mismo amor con que contempla a su Hijo unigénito.

El Señor nos reúne para que en la Eucaristía para que celebremos, unidos a Él, la Pascua Nueva, la del Reino de Dios entre nosotros. Celebramos la Victoria de Jesús sobre el pecado y la muerte. Celebramos nuestra liberación de las diversas esclavitudes a las que el maligno nos había sometido. Celebramos nuestro peregrinar hacia la Patria eterna. Celebramos el ser el Nuevo Pueblo de Dios, el de sus hijos que se dejan guiar por Cristo, único Camino de salvación para nosotros. La Eucaristía nos pone en camino como testigos del Reino, pues la salvación no es ya una promesa, sino una realidad cumplida por Dios entre nosotros y para nosotros. Y nosotros hemos de proclamar este Misterio de amor y de salvación a la humanidad entera.

La Iglesia de Cristo continúa la obra sacerdotal de Jesús en el mundo y su historia. A nosotros nos corresponde continuar consagrándolo todo a Dios. El Sacrificio redentor de Cristo debe no sólo ser anunciado, sino vivido por la Iglesia, como la mejor muestra del Evangelio proclamado con la vida misma. ¿En verdad somos alimento, pan de vida para los demás? ¿En verdad somos capaces de llegar hasta derramar nuestra sangre con tal de que el perdón de los pecados llegue a todos? ¿Estamos dispuestos a vivir conforme a la voluntad de Dios sobre nosotros y no conforme a nuestros propios intereses? ¿Encaminamos a los demás hacia la posesión de los bienes definitivos? 

 El Señor quiere que santifiquemos a todo y a todos. Ojalá y seamos ese Sacramento de Salvación para todos los pueblos.

Que Dios nos conceda, por intercesión de María, nuestra Madre, la gracia de saber vivir santamente, redimidos y perdonados por Cristo; y la gracia de colaborar con un nuevo ardor para que la salvación llegue hasta el último rincón de la tierra. 

MIÉRCOLES 27 mayo 2015

Octava semana del Tiempo Ordinario

Eclesiástico 36,1-2a.5-6.13-19:

Sálvanos, Dios del universo, infunde tu terror a todas las naciones, para que sepan, como nosotros lo sabemos, que no hay Dios fuera de ti. Renueva los prodigios, repite los portentos. Reúne a todas las tribus de Jacob y dales su heredad como antiguamente. Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre, de Israel, a quien nombraste tu primogénito; ten compasión de tu ciudad santa, de Jerusalén, lugar de tu reposo. Llena a Sión de tu majestad, y al templo, de tu gloria. Da una prueba de tus obras antiguas, cumple las profecías por el honor de tu nombre, recompensa a los que esperan en ti y saca veraces a tus profetas, escucha la súplica de tus siervos, por amor a tu pueblo, y reconozcan los confines del orbe que tú eres Dios eterno.

Sal 78,8.9.11.13 R/. Muéstranos, Señor, la luz de tu misericordia

No recuerdes contra nosotros
las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados. R/.

Socórrenos, Dios, salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre. R/.

Llegue a tu presencia el gemido del cautivo:
con tu brazo poderoso,
salva a los condenados a muerte. R/.

Mientras, nosotros, pueblo tuyo,
ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias siempre,
contaremos tus alabanzas
de generación en generación. R/.

Lectura del santo evangelio según san Marcos 10,32-45:

En aquel tiempo, los discípulos iban subiendo camino de Jerusalén, y Jesús se les adelantaba; los discípulos se extrañaban, y los que seguían iban asustados.
Él tomó aparte otra vez a los Doce y se puso a decirles lo que le iba a suceder: «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán; y a los tres días resucitará.»
Se le acercaron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.»
Les preguntó: «¿Qué queréis que haga por vosotros?»
Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.»
Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?»
Contestaron: «Lo somos.»
Jesús les dijo: «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mi concederlo; está ya reservado.»
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.
Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA

Por si también nosotros ambicionamos, más o menos conscientemente, puestos de honor o intereses personales en nuestro seguimiento a Jesús, nos viene bien su lección.

La autoridad no la tenemos que entender como la de «los que son reconocidos como jefes de los pueblos», porque esos, según la dura descripción de Jesús «los tiranizan y los oprimen». Para nosotros, «nada de eso». Los cristianos tenemos que entender toda autoridad como servicio y entrega por los demás: «el que quiera ser primero, sea esclavo de todos». Cuando nos examinamos sinceramente sobre este punto, a veces descubrimos que tendemos a dominar y no a servir, que en el pequeño o grande territorio de nuestra autoridad nos comportamos como los que tiranizan y oprimen. 

Tendríamos que imitar a Jesús, que estaba en medio de los suyos como quien sirve.
Pero además, y yendo a la raíz de la lección, debemos preguntarnos si aceptamos el evangelio de Jesús con todo incluido, también con la cruz y la «subida» a Jerusalén, sólo en sus aspectos más fáciles. El mundo de hoy nos invita a rehuir el dolor y el sufrimiento.

Lo que cuenta es el placer inmediato. Pero un cristiano se entiende que tiene que asumir a Cristo con todas las consecuencias: «que cargue cada día con su cruz y me siga». Ser cristiano es seguir el camino de Cristo e ir teniendo los mismos sentimientos de Cristo. El va hacia Jerusalén. 

Nosotros no hemos de rehuir esa dirección.
Igual que el amor o la amistad verdadera, también el seguimiento de Cristo exige muchas veces renuncia, esfuerzo, sacrificio. Como tiene que sacrificarse el estudiante para aprobar, el atleta para ganar, el labrador para cosechar, los padres para sacar la familia adelante.

Depende del ideal que se tenga. Para un cristiano el ideal es colaborar con Cristo en la salvación del mundo. Por eso, en la vida de comunidad muchas veces debemos estar dispuestos al trabajo y a la renuncia por los demás, sin pasar factura. La filosofía de la cruz no se basa en la cruz misma, con una actitud masoquista, sino en la construcción de un mundo nuevo, que supone la cruz. Lo que parece una paradoja -buscar los últimos lugares, ser el esclavo de todos- sólo tiene sentido desde esta perspectiva y este ejemplo de Jesús.


MARTES 26 mayo 2015

Octava semana del Tiempo Ordinario


Eclesiástico 35,1-15:

El que observa la ley hace una buena ofrenda, el que guarda los mandamientos ofrece sacrificio de acción de gracias; el que hace favores ofrenda flor de harina, el que da limosna ofrece sacrificio de alabanza. Apartarse del mal es agradable a Dios, apartarse de la injusticia es expiación. No te presentes a Dios con las manos vacías; esto es lo que pide la ley. La ofrenda del justo enriquece el altar, y su aroma llega hasta el Altísimo. El sacrificio del justo es aceptado, su ofrenda memorial no se olvidará. Honra al Señor con generosidad y no seas mezquino en tus ofrendas; cuando ofreces, pon buena cara, y paga de buena gana los diezmos. Da al Altísimo como él te dio: generosamente, según tus posibilidades, porque el Señor sabe pagar y te dará siete veces más. No lo sobornes, porque no lo acepta, no confíes en sacrificios injustos; porque es un Dios justo, que no puede ser parcial.

Sal 49,5-6.7-8.14.23 R/. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios

Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio.
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar. R/.

«Escucha, pueblo mío, me voy a hablarte;
Israel, voy a dar testimonio contra ti;
yo, Dios, tu Dios.
No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.» R/.

«Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,
cumple tus votos al Altísimo.
El que me ofrece acción de gracias,
ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios.» R/.


evangelio según san Marcos 10,28-31:

En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.» 
Jesús dijo: «Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más –casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones–, y en la edad futura, vida eterna. Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros.»

PARA VIVIR ESTA PALABRA

Del Sirácida:

¿Qué es más importante, los sacrificios rituales del Templo o una vida según la voluntad de Dios? La comparación entre la «liturgia» y la «caridad» se plantea muchas veces, tanto en el AT como en el NT. Aquí el Sirácida trata de conseguir un equilibrio entre las dos dimensiones en la vida del creyente.
Sí, tienen sentido los sacrificios rituales en el Templo. El sabio enumera diversas clases de sacrificios: los de comunión, los de flor de harina, los de alabanza, los de expiación.
Recomienda que se hagan las ofrendas que recomienda la ley: «no te presentes a Dios con las manos vacías», «el sacrificio del justo es aceptado» por Dios. Estas ofrendas no tienen que ser raquíticas y además valen el doble si se hacen de buen grado: «Honra al Señor con generosidad ... cuando ofreces, pon buena cara». Dios no se dejará ganar en generosidad: «El Señor sabe pagar y te dará siete veces más».

Pero a la vez el Sirácida afirma que lo principal no son los sacrificios rituales, externos, sino la ofrenda interna, total, del creyente. A Dios no le pueden resultar agradables los ritos externos si a la vez no guardamos sus mandamientos, o no tenemos una actitud de acción de gracias, o no damos limosna y hacemos favores a los demás, o si no nos apartamos del mal y la injusticia. Si creemos que con unas ofrendas podemos comprar a Dios, estamos equivocados: «No le sobornes, porque no lo acepta».


SOBRE EL evangelio
Ayer el joven rico se marchó triste, sin decidirse a seguir a Jesús. Hoy Pedro, que sí le ha seguido, se lo recuerda: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». El resto ya se sobreentiende (y Mateo lo explícita en su evangelio): ¿qué recibiremos en cambio?
La respuesta de Jesús es esperanzadora y misteriosa a la vez: «Recibirá en este tiempo cien veces más y en la edad futura vida eterna». No se trata de cantidades aritméticas y tantos por ciento. La respuesta se refiere a la nueva familia que se crea en torno a Jesús: dejamos un hermano y encontramos cien. Ya habla Jesús cuáles eran los lazos de esta nueva familia: «¿Quién es mi madre y mis hermanos? Quien cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3,34s).

De un modo especial esta experiencia la tienen los que han abrazado la vida religiosa o el ministerio ordenado dentro de la comunidad como estado permanente de vida. Han entrado en la dinámica de este otro género de familia y parentesco: los hermanos y los hijos los cuentan por centenares y miles. No han formado familia propia, pero no por eso han dejado de amar: al contrario, están más plenamente disponibles para todos, movidos de un amor universal, no por una paga a corto plazo.


LUNES 25 mayo 2015

Octava semana del Tiempo Ordinario


Eclesiástico 17,20-28:

A los que se arrepienten Dios los deja volver y reanima a los que pierden la paciencia. Vuelve al Señor, abandona el pecado, suplica en su presencia y disminuye tus faltas; retorna al Altísimo, aléjate de la injusticia y detesta de corazón la idolatría. En el Abismo, ¿quién alaba al Señor, como los vivos, que le dan gracias? El muerto, como si no existiera, deja de alabarlo, el que está vivo y sano alaba al Señor. ¡Qué grande es la misericordia del Señor, y su perdón para los que vuelven a él!

Salmo 31,1-2.5.6.7 R/. Alegraos, justos, y gozad con el Señor

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito. R/.

Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R/.

Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará. R/.

Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación. R/.



evangelio según san Marcos 10,17-27:

En aquel tiempo, cuando salta Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?»
Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.»
Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.»
Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.» A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico.
Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!» Los discípulos se extrañaron de estas palabras.
Jesús añadió: «Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por todo el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.»
Ellos se espantaron y comentaban: «Entonces, ¿quién puede salvarse?»
Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.»




PARA VIVIR ESTA PALABRA

El sabio, en esta breve página, llena de ternura, nos invita a convertirnos a Dios, mientras sea tiempo: después de la muerte ya no podremos alabar a Dios ni darle gracias ni convertirnos. Conviene recordar que en el AT no tenían idea clara de la otra vida: todo se resuelve en esta.

El motivo fundamental con el que quiere animar a los pecadores a que se conviertan es la bondad de Dios: «A los que se arrepienten Dios los deja volver... qué grande es la misericordia del Señor y su perdón para los que vuelven a él».
Por tanto nuestra actitud más sabia es la de convertirnos: o sea, «volver», «retornar a Dios», «abandonar el pecado», «alejarnos de la injusticia y de la idolatría».

A eso nos invita también el salmo, que rezuma confianza en la bondad perdonadora de Dios y que podríamos rezar hoy por nuestra cuenta, por ejemplo después de la comunión: «Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito... tú perdonaste mi culpa y mi pecado...tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación».

Dios nos espera también a nosotros. Para «convertirse» no hace falta ser grandes pecadores. Convertirse significa cambiar de dirección, volver la cara hacia Dios. Eso lo debemos hacer también los que sencillamente andamos distraídos, mirando hacia otro lado o caminando por otros caminos; los que podemos haber caído en la mediocridad, en la rutina y en la dejadez espiritual.


La escena de Jesús con el joven "apegado" a sus riquezas es toda una lección para todos. Y es que Jesús no pide «cosas», sino que pide la entrega absoluta. No se trata de «tener» o no tener, sino de «ser» y «seguir» vitalmente: «que cargue con su cruz cada día y me siga», «el que quiera guardar su vida, la perderá». A todos nos cuesta renunciar a lo que estamos apegados: las riquezas o las ideas o la familia o los proyectos o la mentalidad.

Cuando estamos llenos de cosas, menos agilidad para avanzar por el camino. El atleta que quiera correr con una maleta a cuestas conseguirá pocas medallas. Es el ejemplo que nos dio el mismo Jesús: «el cual, siendo de condición divina, se despojó de sí mismo, tomando la condición de siervo, y se humilló hasta la muerte y muerte de cruz» (Fil 2,6-7).  Era rico y se hizo pobre por nosotros.

Los que han abrazado la vida religiosa han decidido imitar a Jesús más de cerca: han vendido todo y le han seguido. Si han querido hacer los votos de pobreza, castidad y obediencia, ha sido para poder caminar más ágilmente por el camino de las bienaventuranzas, para poder amar más, para estar disponibles para los demás, para ser libres interiormente, como Jesús. Todo ello, fiados no en sus fuerzas, sino en las de Dios: «es imposible para los hombres, no para Dios».

Todo cristiano puede seguir el camino de las bienaventuranzas. No se trata de que el discípulo de Jesús no pueda tener nada propio, sino de que no se apegue a lo que posee.

Que no intente servir a dos señores. Que lo relativice todo, para conseguir el tesoro y los valores que valen la pena, los que ofrece Cristo.


DOMINGO 24 mayo 2015, Solemnidad de Pentecostés y de María Auxiliadora  

Día de Pentecostés, en el que se concluyen los cincuenta días de la
Pascua y se conmemoran, junto con la efusión del Espíritu Santo sobre los discípulos

en Jerusalén, los orígenes de la Iglesia y el inicio de la misión apostólica

lecturas:
- Hch 2, 1-11. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar.
- Salmo 103. R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
- 1 Cor 12, 3b-7. 12-13. Hemos sido bautizados en un mismo espíritu,
para formar un solo cuerpo.
- Jn 20, 19-23. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo.

o bien:

- Gál 5, 16-25. El fruto del Espíritu.
- Jn 15, 26-27; 16, 12-15. El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena.


El Espíritu Santo es la fuerza viva de la Iglesia. La solemnidad de Pentecostés corona los cincuenta días de la fiesta de la Pascua. Es la plenitud de la Pascua. Jesús había prometido a sus apóstoles el Espíritu Santo, y hoy cumple su promesa. El Espíritu Santo estuvo presente en el comienzo de la vida pública de Jesús, y estuvo presente también en el inicio de la actividad misionera de la Iglesia (1 Lect.). El Espíritu se da a la Iglesia en multiplicidad de dones (2 Lect.). Con los dones del Espíritu la Iglesia lucha contra el mal y se convierte en fuerza viva y liberadora (Ev.).

Acabado el tiempo de Pascua, se apaga el cirio pascual, que es conveniente colocar en un lugar digno del baptisterio, para que, en la celebración del Bautismo, enciendan en su llama los cirios de los bautizados

PARA VIVIR ESTA PALABRA

"Estaban los discípulos en casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos". Es una descripción muy clara de una comunidad que no ha experimentado el Espíritu de Jesucristo resucitado.

Todavía estaban con el desconcierto de la pasión y de la muerte de Jesús. Pasión y muerte que para ellos fue también un escándalo. Por eso cuando experimentan y creen en Jesucristo resucitado "se llenaron de alegría". Alegría, gozo, paz, son "dones" del Espíritu Santo.

Podríamos preguntarnos hoy, nosotros que somos la comunidad que vivimos y creemos en el Espíritu de Jesús resucitado, por nuestros miedos. Miedo porque quizás somos pocos; miedo porque parece que en nuestra sociedad vamos perdiendo influencia; miedo porque no vemos el camino claro; miedo porque tenemos pocas vocaciones... ¡Como si no tuviéramos la fuerza del Espíritu!

"Exhaló su aliento sobre ellos". En este "exhalar" de Jesucristo resucitado sobre sus discípulos, contemplamos que son creados de nuevo. En la primera creación se nos dice que "Dios insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente" (/Gn/02/07). Como nosotros por el bautismo y la confirmación hemos recibido el Espíritu para una vida nueva. No la del hombre egoísta y pecador, sino la que valora y vive aquello que no pasará nunca. Nosotros, por el bautismo y la confirmación, nos hacemos portadores del Espíritu para los demás y trabajamos para que se vaya construyendo el pueblo de Dios que es templo del Espíritu.

"Se llenaron todos de Espíritu Santo". El Espíritu Santo, que es el Espíritu de Jesús resucitado, viene como un viento irresistible, que sopla donde quiere. Y la comunidad está reunida, y está reunida "en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús". La comunidad reunida en oración, y "con María la madre de Jesús". Estos son aspectos fundamentales de todo grupo cristiano si quiere ser una comunidad que experimente y viva del Espíritu: comunidad que reza, y en la que "María la madre de Jesús" está muy presente.

 En este año especial 2015, coinciden Pentecostés y María Auxiliadora, un detalle de la Providencia digno de no pasar por alto. Meditar y guardar en el corazón como María, salir al encuentro de los demás con alegría para compartir y servir. 


23 mayo 2015, SABADO VII Semana de Pascua. Vigilia de Pentecostés

Hechos de los apóstoles 28,16-20.30-31

Cuando llegamos a Roma, le permitieron a Pablo vivir por su cuenta en una casa, con un soldado que lo vigilase.
Tres días después, convocó a los judíos principales; cuando se reunieron, les dijo: «Hermanos, estoy aquí preso sin haber hecho nada contra el pueblo ni las tradiciones de nuestros padres; en Jerusalén me entregaron a los romanos. Me interrogaron y querían ponerme en libertad, porque no encontraban nada que mereciera la muerte; pero, como los judíos se oponían, tuve que apelar al César; aunque no es que tenga intención de acusar a mi pueblo. Por este motivo he querido veros y hablar con vosotros; pues por la esperanza de Israel llevo encima estas cadenas.» Vivió allí dos años enteros a su propia costa, recibiendo a todos los que acudían, predicándoles el reino de Dios y enseñando lo que se refiere al Señor Jesucristo con toda libertad, sin estorbos.

Sal 10, 4. 5 y 7: R. Los buenos verán tu rostro, Señor.

El Señor está en su templo santo,
el Señor tiene su trono en el cielo;
sus ojos están observando,
sus pupilas examinan a los hombres. R/.

El Señor examina a inocentes y culpables,
y al que ama la violencia él lo odia.
Porque el Señor es justo y ama la justicia:
los buenos verán su rostro. R/.

Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 20-25

En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús tanto amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado:
«Señor, ¿quién es el que te va a entregar?»
Al verlo, Pedro dice a Jesús: «Señor, y éste ¿qué?» Jesús le contesta: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme.»
Entonces se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino:
«Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?»
Éste es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero.
Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que los libros no cabrían ni en todo el mundo.

PARA VIVIR ESTA PALABRA

La escena de ayer, con el diálogo de Jesús y Pedro, sigue hoy, a partir de la invitación hecha a Pedro: «sígueme».
Este pasaje probablemente se tuvo que añadir en el evangelio de Juan para salir al paso de unos malentendidos que había sobre Juan, el discípulo amado de Jesús, a quien algunos parecían atribuir la inmortalidad o poco menos, y que a otros resultaría extraño que no le hubieran asignado como sucesor de Pedro cuando éste murió mártir en Roma.
Pedro tiene una intervención poco afortunada sobre si también tenía que seguirles Juan. La respuesta de Jesús fue un tanto seca, volviéndole a decir que él le siguiera, sin preocuparse de Juan.

El evangelio de Juan termina afirmando que Jesús «hizo muchas otras cosas», pero que no caben en los libros.
La escena de Pedro preocupado por Juan, que bien pudo ser debida a unos ciertos celos, nos demuestra que la fe va madurando muy poco a poco. Que todos somos débiles, y tendemos a mezclar en nuestra actuación motivos espirituales y otros muy humanos y no tan confesables.

Pero Pedro maduró por obra del Espíritu, y nos dio más tarde magníficos testimonios de su amor a Jesús. Él todavía no sabe que irá a Roma y que allí, después de un apostolado también lleno de valentía y de entrega, confesará con su vida a Cristo ante las autoridades romanas, él que le había negado ante una criada.
Mientras tanto, el evangelio de Juan parece como si no acabara: hay muchas otras cosas de Cristo que no caben en los libros. Ahí estamos nosotros, los que creemos en Jesús dos mil años después, los que no le hemos visto pero le seguimos. 

Los que estamos desplegando la Pascua en la historia que nos toca vivir. Los que hemos celebrado estas siete semanas, que concluirán con el don mejor del Resucitado, su Espíritu. Nosotros, que estamos intentando vivir en cristiano y anunciar ante el mundo que Cristo Jesús es el que da sentido a toda la historia y a nuestra vida. Y que nos estamos dejando llevar por el Espíritu de Jesús a la verdad plena, a la verdad encarnada en cada generación.

Porque la finalidad de todo el evangelio, como dice Juan en su primera conclusión, es que todos crean «que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre» (Jn 20,31).


22 mayo 2015, SABADO VII Semana de Pascua. Vigilia de Pentecostés

Hechos de los apóstoles 25, 13-21

En aquellos días, el rey Agripa llegó a Cesarea con Berenice para cumplimentar a Festo, y se entretuvieron allí bastantes días. Festo expuso al rey el caso de Pablo, diciéndole: -«Tengo aquí un preso, que ha dejado Félix; cuando fui a Jerusalén, los sumos sacerdotes y los ancianos judíos presentaron acusación contra él, pidiendo su condena. Les respondí que no es costumbre romana ceder a un hombre por las buenas; primero el acusado tiene que carearse con sus acusadores, para que tenga ocasión de defenderse. Vinieron conmigo a Cesarea, y yo, sin dar largas al asunto, al día siguiente me senté en el tribunal y mandé traer a este hombre. Pero, cuando los acusadores tomaron la palabra, no adujeron ningún cargo grave de los que yo suponía; se trataba sólo de ciertas discusiones acerca de su religión y de un difunto llamado Jesús, que Pablo sostiene que está vivo. Yo, perdido en semejante discusión, le pregunté si quería ir a Jerusalén a que lo juzgase allí. Pero, corno Pablo ha apelado, pidiendo que lo deje en la cárcel, para que decida su majestad, he dado orden de tenerlo en prisión hasta que pueda remitirlo al César.»

Sal 102, 1-2. 11-12. 19-20ab R. El Señor puso en el cielo su trono.

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.

Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos. R/.

El Señor puso en el cielo su trono,
su soberanía gobierna el universo.
Bendecid al Señor, ángeles suyos,
poderosos ejecutores de sus órdenes. R/.

evangelio según san Juan 21, 15-19

Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con ellos, dice a Simón Pedro: - «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?» Él le contestó: - «Sí, Señor, tú, sabes que te quiero.» Jesús le dice: - «Apacienta mis corderos.» Por segunda vez le pregunta: - «Simón, hijo de Juan, ¿me arnas?» Él le contesta: - «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Él le dice: - «Pastorea mis ovejas.» Por tercera vez le pregunta: - «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: - «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.» Jesús le dice: - «Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.» Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: - «Sígueme.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA

La escena junto al lago de Tiberíades fue una gran lección para Pedro y para nosotros.

Él había afirmado en la Ultima Cena que, aunque todos abandonaran a Jesús, él no lo abandonaría. Pero luego lo negó tres veces, jurando que ni le conocía. Ahora, a la pregunta de Jesús: «Pedro, ¿me amas más que éstos?», tiene que contestar con mucha más humildad: «Señor, tú sabes que te quiero». Se cuida mucho de no añadir que «más que los demás».

Pedro, el apóstol impulsivo, que quería de veras a Jesús, aunque se había mostrado débil por miedo a la muerte, tiene aquí la ocasión de reparar su triple negación con una triple profesión de amor. Jesús le rehabilita delante de todos: «apacienta mis corderos... apacienta mis ovejas». A partir de aquí, como hemos visto en el libro de los Hechos, Pedro dará testimonio de Jesús ante el pueblo y ante los tribunales, en la cárcel y finalmente con su martirio en Roma.

Al final de la Pascua, cada uno de nosotros podemos reconocer que muchas veces hemos sido débiles, y que hemos callado por miedo o vergüenza, y no hemos sabido dar testimonio de Jesús, aunque tal vez no le hayamos negado tan solemnemente como Pedro.
Tenemos la ocasión hoy, y en los dos días que quedan de Pascua, para reafirmar ante Jesús nuestra fe y nuestro amor, y para sacar las consecuencias en nuestra vida, de modo que este testimonio no sólo sea de palabras, sino también de obras: un seguimiento más fiel del Evangelio de Jesús en nuestra existencia.

También a nosotros nos dice el Señor: «sígueme». Desde nuestra debilidad podemos contestar al Resucitado, con las palabras de Pedro: «Señor, tú sabes que te amo». Y también, imitando esta vez a Pablo, podemos reafirmar que «creemos que Jesús, ese a quien el mundo da por difunto, está vivo».

21 MAYO,  MIERCOLES 7ª semana de Pascua

Hechos de los apóstoles 22, 30; 23, 6-11

En aquellos días, queriendo el tribuno poner en claro de qué acusaban a Pablo los judíos, mandó desatarlo, ordenó que se reunieran los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno, bajó a Pablo y lo presentó ante ellos. Pablo sabía que una parte del Sanedrín eran fariseos y otra saduceos y gritó: - «Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo, y me juzgan porque espero la resurrección de los muertos.» Apenas dijo esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos, y la asamblea quedó dividida. (Los saduceos sostienen que no hay resurrección, ni ángeles, ni espíritus, mientras que los fariseos admiten todo esto.) Se armó un griterío, y algunos escribas del partido fariseo se pusieron en pie, porfiando: - «No encontramos ningún delito en este hombre; ¿y si le ha hablado un espíritu o un ángel?» El altercado arreciaba, y el tribuno, temiendo que hicieran pedazos a Pablo, mandó bajar a la guarnición para sacarlo de allí y llevárselo al cuartel. La noche siguiente, el Señor se le presentó y le dijo: - «¡Animo! Lo mismo que has dado testimonio a favor mío en Jerusalén tienes que darlo en Roma.»


Salmo 15, 1-2 y 5. 7-8. 9-10. 11 R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano. R/.

Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R/.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R/.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R/.

evangelio según san Juan 17, 20-26

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: - «Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí. Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA

La unión entre los seguidores de Cristo es una tarea inacabada, una asignatura siempre pendiente, tanto dentro de la Iglesia católica como en sus relaciones con las otras iglesias cristianas.

La consigna del «Ut unum sint», «que sean uno», no la acabamos de obedecer, por nuestra falta de capacidad dialogadora y de humildad.

La Pascua, centrada durante siete semanas en la nueva vida de Cristo y en el don de su Espíritu, debería producir en nosotros el fruto de la unidad. Esta es la petición y el testamento de Cristo en su Ultima Cena, pensando en nosotros, «los que crean en mí por la palabra de ellos».

Deberíamos progresar en la unidad: en nuestro ambiente doméstico, en la comunidad eclesial local, y también en nuestra comprensión y acercamiento a las otras confesiones cristianas, como ya nos encargara el Vaticano II. Si no buscamos nuestro propio interés o victoria, sino que sabemos centrarnos en Cristo y su Espíritu, no deberían ser obstáculo las diferencias de sensibilidad o doctrina entre las varias iglesias o personas.

En la Eucaristía invocamos dos veces al Espíritu. La primera, sobre los dones del pan y del vino, para que él los convierta para nosotros en el Cuerpo y Sangre de Cristo. La segunda invocación es sobre la comunidad: «los que vamos a participar del Cuerpo y Sangre de Cristo». Y lo que se pide que el Espíritu realice sobre la comunidad es: «que congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo», que «formemos un solo cuerpo y un solo espíritu»...

El fruto de la Eucaristía es la unidad. Como lo debe ser de la Pascua que hemos celebrado. Para ser fieles al testamento entrañable del Señor: «que sean uno».


20 MAYO,  MIERCOLES 7ª semana de Pascua


Hechos de los apóstoles 20, 28-38

En aquellos días, decía Pablo a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso: - «Tened cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre. Ya sé que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos feroces, que no tendrán piedad del rebaño. Incluso algunos de vosotros deformarán la doctrina y arrastrarán a los discípulos. Por eso, estad alerta: acordaos que durante tres años, de día y de noche, no he cesado de aconsejar con lágrimas en los ojos a cada uno en particular. Ahora os dejo en manos de Dios y de su palabra de gracia, que tiene poder para construiros y daros parte en la herencia de los santos. A nadie le he pedido dinero, oro ni ropa. Bien sabéis que estas manos han ganado lo necesario para mí y mis compañeros. Siempre os he enseñado que es nuestro deber trabajar para socorrer a los necesitados, acordándonos de las palabras del Señor Jesús: "Hay más dicha en dar que en recibir."» Cuando terminó de hablar, se pusieron todos de rodillas, y rezó. Se echaron a llorar y, abrazando a Pablo, lo besaban; lo que más pena les daba era lo que había dicho, que no volverían a verlo. Y lo acompañaron hasta el barco.

Sal 67, 29-30. 33-35a. 35b y 36c R. Reyes de la tierra, cantad a Dios.

Oh Dios, despliega tu poder,
tu poder, oh Dios, que actúa en favor nuestro.
A tu templo de Jerusalén
traigan los reyes su tributo. R/.

Reyes de la tierra, cantad a Dios,
tocad para el Señor,
que avanza por los cielos,
los cielos antiquísimos,
que lanza su voz, su voz poderosa:
«Reconoced el poder de Dios.» R/.

Sobre Israel resplandece su majestad,
y su poder, sobre las nubes.
¡Dios sea bendito! R/.


evangelio según san Juan 17, 11b-19

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: - «Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad.»



PARA VIVIR ESTA PALABRA

Jesús, en su oración al Padre, se preocupa de sus discípulos y de lo que les va a pasar en el futuro.
Igual que durante su vida él los guardó, para que no se perdiera ni uno (excepción hecha de Judas), pide al Padre que les guarde de ahora en adelante, porque van a estar en medio de un mundo hostil: «no ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal».

Sigue en pie la distinción: los discípulos de Jesús van a estar «en el mundo», son enviados «al mundo» («como tú me enviaste al mundo, así los envio yo al mundo»), pero no deben ser «del mundo» («no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo»).

Jesús quiere que sus discípulos, además, vivan unidos («para que sean uno, como nosotros»), que estén llenos de alegría («para que ellos tengan mi alegría cumplida») y que vayan madurando en la verdad («santifícalos en la verdad»).


También el programa de Jesús para los suyos es denso y dinámico. Y está hablando del futuro de su comunidad. O sea, de nosotros.
Estamos en este mundo concreto, al que tenemos que saber ayudar. No pedimos ser sacados del mundo. Es a esta nuestra generación, no a otras posibles, a la que tenemos que anunciar el mensaje de Cristo, con nuestras palabras y sobre todo con nuestras obras. El Vaticano II nos ha renovado la invitación a dialogar con el mundo, en el que los laicos, por ejemplo, están más sumergidos, pero también los religiosos y los ministros ordenados.

Eso si: se nos encomienda que no seamos «del mundo», o sea, que no tengamos como mentalidad la de este mundo que para el evangelista Juan es siempre sinónimo de la oposición a Dios-, sino la de Cristo. Que no sigamos las bienaventuranzas del mundo, sino las de Cristo. Nuestro punto de referencia debe ser siempre la Verdad, que es la Palabra de Dios. No las verdades a medias o incluso las falacias que a veces nos propone el mundo.

En la Eucaristía, y siempre que rezamos el Padrenuestro, pedimos a Dios: «no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal». Que puede traducirse también «del Maligno».


19 MAYO,  MARTES 7ª semana de Pascua



Hechos de los apóstoles 20, 17-27

En aquellos días, desde Mileto, mandó Pablo llamar a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso. Cuando se presentaron, les dijo: -«Vosotros sabéis que todo el tiempo que he estado aquí, desde el día que por primera vez puse pie en Asia, he servido al Señor con toda humildad, en las penas y pruebas que me han procurado las maquinaciones de los judíos. Sabéis que no he ahorrado medio alguno, que os he predicado y enseñado en público y en privado, insistiendo a judíos y griegos a que se conviertan a Dios y crean en nuestro Señor Jesús. Y ahora me dirijo a Jerusalén, forzado por el Espíritu. No sé lo que me espera allí, sólo sé que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me asegura que me aguardan cárceles y luchas. Pero a mí no me importa la vida; lo que me importa es completar mi carrera, y cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es la gracia de Dios. He pasado por aquí predicando el reino, y ahora sé que ninguno de vosotros me volverá a ver. Por eso declaro hoy que no soy responsable de la suerte de nadie: nunca me he reservado nada; os he anunciado enteramente el plan de Dios.»


Salmo 67, 10-11. 20-21 R. Reyes de la tierra, cantad a Dios.

Derramaste en tu heredad, oh Dios,
una lluvia copiosa, aliviaste la tierra extenuada
y tu rebaño habitó en la tierra que tu bondad,
oh Dios, preparó para los pobres. R.

Bendito el Señor cada día,
Dios lleva nuestras cargas,
es nuestra salvación.
Nuestro Dios es un Dios que salva,
el Señor Dios nos hace escapar de la muerte. R.


evangelio según san Juan 17, 1-11a

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: - «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese. He manifestado tu nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por éstos que tú me diste, y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA

Empieza hoy la llamada «oración sacerdotal» de Jesús en la Ultima Cena. Hasta ahora había hablado a los discípulos. Ahora eleva los ojos al Padre y le dirige la entrañable oración conclusiva de su misión.

«Padre, ha llegado la hora». Durante toda su vida ha ido anunciando esta «hora». Ahora sabemos cuál es: la hora de su entrega pascual en la cruz y de la glorificación que va a recibir del Padre, con la resurrección y la entrada en la vida definitiva, «con la gloria que yo tenía cerca de ti antes que el mundo existiese».

También aquí -en un paralelo interesante con el discurso de despedida de Pablo- Jesús resume la misión que ha cumplido: «yo te he glorificado sobre la tierra», «he coronado la obra que me encomendaste», «he manifestado tu nombre a los hombres», «les he comunicado las palabras que tú me diste y ellos han creído que tú me has enviado». Dentro de poco, en la cruz, Jesús podrá decir la palabra conclusiva que resume su vida entera: «consummatum est: todo está cumplido». Misión cumplida.

Ahora, su oración pide ante todo su «glorificación», que es la plenitud de toda su misión y la vuelta al Padre, del que procedía: «glorifica a tu Hijo». Pero es también una oración por los suyos: «por estos que tú me diste y son tuyos». Les va a hacer falta, por el odio del mundo y las dificultades que van a encontrar: «ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti».

Es la hora de las despedidas: la de Jesús en la Ultima Cena y la de Pablo en Mileto. La oración de Jesús está impregnada de amor a su Padre, de unión íntima con Él, y a la vez de amor y preocupación por los suyos que quedan en este mundo.
Todos nosotros estábamos ya en el pensamiento de Jesús en su oración al Padre.

Sabía de las dificultades que íbamos a encontrar en nuestro camino cristiano. No quiere abandonarnos:
- pide sobre nosotros la ayuda del Padre,
- él mismo nos promete su presencia continuada; el día de la Ascensión nos dirá: «yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo»; como dice el prefacio de la Ascensión, «no se ha ido para desentenderse de este mundo»;

- y además nos da su Espíritu para que en todo momento nos guie y anime, y sea nuestro Abogado y Maestro.
Con todo esto, ¿tenemos derecho a sentirnos solos? ¿tenemos la tentación del desánimo? Entonces ¿para qué hemos estado celebrando durante siete semanas la Pascua de Jesús, que es Pascua de energía, de vida, de alegría, de creatividad, de Espíritu?

18 MAYO,  7ª semana de Pascua


Hechos de los apóstoles 19,1-8

Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó la meseta y llegó a Éfeso. Allí encontró unos discípulos y les preguntó: - «¿Recibisteis el Espíritu Santo al aceptar la fe?» Contestaron: - «Ni siquiera hemos oído hablar de un Espíritu Santo.» Pablo les volvió a preguntar: - «Entonces, ¿qué bautismo habéis recibido?» Respondieron: - «El bautismo de Juan.» Pablo les dijo: - «El bautismo de Juan era signo de conversión, y él decía al pueblo que creyesen en el que iba a venir después, es decir, en Jesús.» Al oír esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús; cuando Pablo les impuso las manos, bajó sobre ellos el Espíritu Santo, y se pusieron a hablar en lenguas y a profetizar. Eran en total unos doce hombres. Pablo fue a la sinagoga y durante tres meses habló en público del reino de Dios, tratando de persuadirlos.

Sal 67, 2-3. 4-5ac. 6-7ab R. Reyes de la tierra, cantad a Dios.

Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos,
huyen de su presencia los que lo odian;
como el humo se disipa, se disipan ellos;
como se derrite la cera ante el fuego,
así perecen los impíos ante Dios. R.

En cambio, los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios, rebosando de alegría.
Cantad a Dios, tocad en su honor,
su nombre es el Señor. R.

Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa morada.
Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los enriquece. R.

 evangelio según san Juan 16,29-33

En aquel tiempo, dijeron los discípulos a Jesús: - «Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que saliste de Dios.» Les contestó Jesús: - ¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA

Los apóstoles creen haber llegado a entender a Jesús: «ahora vemos», «creemos que saliste de Dios».

Pero Jesús parece ponerlo en duda: «¿ahora creéis?». En efecto, él sabe muy bien que dentro de pocas horas le van a abandonar todos, asustados ante el cariz que toman las cosas y que llevarán a su Maestro a la muerte. Allí flaquearán todos.

Jesús les quiere dar ánimos ya desde ahora, antes de que pase. Quiere fortalecer su fe, que va a sufrir muy pronto contrariedades graves. Pero la victoria es segura: «en el mundo tendréis luchas, pero tened valor: yo he vencido al mundo».

¿De veras creemos? La pregunta de Jesús podría ir dirigida hoy a cada uno de nosotros, que decimos que tenemos fe.
Nunca es segura nuestra adhesión a Cristo. Sobre todo cuando se ve confrontada con las luchas que él nos anuncia y de las que tenemos amplia experiencia. ¿Hasta qué punto es sólida nuestra fe en Jesús? ¿aceptamos también la cruz, o no quisiéramos que apareciera en nuestro camino? Nos puede pasar como a Pedro, antes de la Pascua. Todo lo iba aceptando, menos cuando el Maestro hablaba de la muerte, o cuando se humillaba para lavar los pies de los suyos. La cruz y la humillación no entraban en su mentalidad, y por tanto en su fe en Cristo. Luego maduró por obra del Espíritu.

¿Abandonamos a Cristo cuando sus criterios de vida son contrarios a nuestro gusto o a la moda de la sociedad? ¿le seguimos también cuando exige renuncias?

El mismo Jesús nos ha dado ánimos: ninguna dificultad, ni externa ni interna, debería hacernos perder el valor. Unidos a él, participaremos de su victoria contra el mal y el mundo. La última palabra no es la cruz, sino la vida. Y ahí encontraremos la serenidad: «para que encontréis la paz en mí».


17 MAYO, DOMINGO  7º de Pascua: LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Hechos de los Apóstoles 1, 1-11

En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios.
Una vez que comían juntos les recomendó:
–No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.
Ellos lo rodearon preguntándole:
–Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel?
Jesús contestó:
–No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo.
Dicho esto, lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndole irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:
–Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto marcharse.

Salmo 46, 2-3. 6-7. 8-9 R/ Dios asciende entre aclamaciones, el Señor, al son de trompetas.

Pueblos todos batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.

Dios asciende entre aclamaciones,
el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.

Porque Dios es el rey del mundo;
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.

de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 1, 17-23

Hermanos: Que el Dios del Señor nuestro Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos y cual la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nom-bre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro.
Y todo lo puso bajo sus pies y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todo.

Evangelio según San Marcos 16, 15-20

En aquel tiempo se apareció Jesús a los Once, y les dijo:
–Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado.
A los que crean, les acompañaran estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos.
El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la Palabra con los signos que los acompañaban.


CONFIANZA Y RESPONSABILIDAD

Comentario de J. A Pagola

Al evangelio original de Marcos se le añadió en algún momento un apéndice donde se recoge este mandato final de Jesús: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación». El Evangelio no ha de quedar en el interior del pequeño grupo de sus discípulos. Han de salir y desplazarse para alcanzar al «mundo entero» y llevar la Buena Noticia a todas las gentes, a «toda la creación».

Sin duda, estas palabras eran escuchadas con entusiasmo cuando los cristianos estaban en plena expansión y sus comunidades se multiplicaban por todo el Imperio, pero ¿cómo escucharlas hoy cuando nos vemos impotentes para retener a quienes abandonan nuestras iglesias porque no sienten ya necesidad de nuestra religión?

Lo primero es vivir desde la confianza absoluta en la acción de Dios. Nos lo ha enseñado Jesús. Dios sigue trabajando con amor infinito el corazón y la conciencia de todos sus hijos e hijas, aunque nosotros los consideremos «ovejas perdidas». Dios no está bloqueado por ninguna crisis.

No está esperando a que desde la Iglesia pongamos en marcha nuestros planes de restauración o nuestros proyectos de innovación. Él sigue actuando en la Iglesia y fuera de la Iglesia. Nadie vive abandonado por Dios, aunque no haya oído nunca hablar del Evangelio de Jesús.

Pero todo esto no nos dispensa de nuestra responsabilidad. Hemos de empezar a hacernos nuevas preguntas: ¿Por qué caminos anda buscando Dios a los hombres y mujeres de la cultura moderna? ¿Cómo quiere hacer presente al hombre y a la mujer de nuestros días la Buena Noticia de Jesús?
Hemos de preguntarnos todavía algo más: ¿Qué llamadas nos está haciendo Dios para transformar nuestra forma tradicional de pensar, expresar, celebrar y encarnar la fe cristiana de manera que propiciemos la acción de Dios en el interior de la cultura moderna? ¿No corremos el riesgo de convertirnos, con nuestra inercia e inmovilismo, en freno y obstáculo cultural para que el Evangelio se encarne en la sociedad contemporánea?

Nadie sabe cómo será la fe cristiana en el mundo nuevo que está emergiendo, pero, difícilmente será «clonación» del pasado. El Evangelio tiene fuerza para inaugurar un cristianismo nuevo.



16 MAYO, SÁBADO DE LA SEXTA SEMANA DE PASCUA


Hechos de los apóstoles 18,23-28

Pasado algún tiempo en Antioquía, emprendió Pablo otro viaje y recorrió Galacia y Frigia, animando a los discípulos. Llegó a Éfeso un judío llamado Apolo, natural de Alejandría, hombre elocuente y muy versado en la Escritura. Lo habían instruido en el camino del Señor, y era muy entusiasta; aunque no conocía más que el bautismo de Juan, exponía la vida de Jesús con mucha exactitud. Apolo se puso a hablar públicamente en la sinagoga. Cuando lo oyeron Priscila y Aquila, lo tomaron por su cuenta y le explicaron con más detalle el camino de Dios. Decidió pasar a Acaya, y los hermanos lo animaron y escribieron a los discípulos de allí que lo recibieran bien. Su presencia, con la ayuda de la gracia, contribuyó mucho al provecho de los creyentes, pues rebatía vigorosamente en público a los judíos, demostrando con la Escritura que Jesús es el Mesías.


Salmo 46,2-18-9.10 R. Dios es el rey del mundo.

Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra. R.

Porque Dios es el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado. R.

Los príncipes de los gentiles se reúnen
con el pueblo del Dios de Abrahán;
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y él es excelso. R.


evangelio según san Juan 16, 23b-28

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «Yo os aseguro, si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente. Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA


Ahora que Jesús «vuelve al Padre», que es el que le envió al mundo, les promete a sus discípulos que la oración que dirijan al Padre en nombre de Jesús será eficaz. El Padre y Cristo están íntimamente unidos. Los seguidores de Jesús, al estar unidos a él, también lo están con el Padre. El Padre mismo les ama, porque han aceptado a Cristo. Y por eso su oración no puede no ser escuchada, «para que vuestra alegría sea completa».

La eficacia de nuestra oración por Cristo se explica porque los que creemos en él quedamos «incardinados» en su viaje de vuelta al Padre: nuestra unión con Jesús, el Mediador, es en definitiva unión con el Padre. Dentro de esa unión misteriosa -y no en una clave de magia- es como tiene sentido nuestra oración de cristianos y de hijos e hijas.

Cuando oramos, asi como cuando celebramos los sacramentos, nos unimos a Cristo Jesús y nuestras acciones son también sus acciones. Cuando alabamos a Dios, nuestra voz se une a la de Cristo, que está siempre en actitud de alabanza. Cuando pedimos por nosotros mismos o intercedemos por los demás, nuestra petición no va al Padre sola, sino avalada, unida a la de Cristo, que está también siempre en actitud de intercesión por el bien de la humanidad y de cada uno de nosotros. La clave para la oración del cristiano está en la consigna que Jesús nos ha dado: «permaneced en mí y yo en vosotros», «permaneced en mi amor».

Por eso el Padre escucha siempre nuestra oración. No se trata tanto de que él responda a lo que le pedimos. Somos nosotros los que en este momento respondemos a lo que él quería ya antes. Orar es como entrar en la esfera de Dios. De un Dios que quiere nuestra salvación, porque ya nos ama antes de que nosotros nos dirijamos a él. Como cuando salimos a tomar el sol, que ya estaba brillando. Como cuando entramos a bañarnos en el agua de un río o del mar, que ya estaba allí antes de que nosotros pensáramos en ella. Al entrar en sintonía con Dios, por medio de Cristo y su Espíritu, nuestra oración coincide con la voluntad salvadora de Dios, y en ese momento ya es eficaz.


15 mayo JUEVES DE LA VI SEMANA DE PASCUA 

San Isidro Labrador, patrón de Madrid y de los agricultores

Hechos de los apóstoles 18,9-18

Estando Pablo en Corinto, una noche le dijo el Señor en una visión: «No temas, sigue hablando y no te calles, que yo estoy contigo, y nadie se atreverá a hacerte daño; muchos de esta ciudad son pueblo mío.»
Pablo se quedó allí un año y medio, explicándoles la palabra de Dios.
Pero, siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos se abalanzaron en masa contra Pablo, lo condujeron al tribunal y lo acusaron: «Éste induce a la gente a dar a Dios un culto contrario a la Ley.»
Iba Pablo a tomar la palabra, cuando Galión dijo a los judíos: «Judíos, si se tratara de un crimen o de un delito grave, sería razón escucharos con paciencia; pero, si discutís de palabras, de nombres y de vuestra ley, arreglaos vosotros. Yo no quiero meterme a juez de esos asuntos.»
Y ordenó despejar el tribunal. Entonces agarraron a Sostenes, jefe de la sinagoga, y le dieron una paliza delante del tribunal. Galión no hizo caso. Pablo se quedó allí algún tiempo; luego se despidió de los hermanos y se embarcó para Siria con Priscila y Aquila. En Cencreas se afeitó la cabeza, porque había hecho un voto.

Salmo 46,2-3,4-5.6-7 R/. Dios es el rey del mundo

Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra. R/.

Él nos somete los pueblos
y nos sojuzga las naciones;
él nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado. R/.

Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad. R/.


evangelio según san Juan 16,20-23a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA

La tristeza de los discípulos ante la marcha de Jesús está destinada a convertirse en alegría, aunque ellos todavía no entiendan cómo. 

Nosotros, leyéndolo desde la perspectiva de la Pascua, sí que conocemos que la resurrección de Jesús llenará de alegría a la primera comunidad. Precisamente hemos estado leyendo la historia de esta comunidad en el libro de los Hechos: una historia invadida de dinámica energía. Hoy Jesús describe muy expresivamente en qué consiste la alegria para sus seguidores. Es hermosa la comparación que pone, la de la mujer que da a luz: «cuando va a dar a luz, siente tristeza, pero cuando da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre».

Es una alegría profunda, no superficial, que pasa a veces por el dolor y la renuncia, pero que es fecunda en vida. Como la alegría de la Pascua de Cristo, que a través de la muerte alumbra un nuevo mundo y salva a la humanidad.

Si la alegría es un fruto característico de la Pascua que estamos celebrando, podemos preguntarnos cómo estamos de alegría interior en nuestra vida. ¿Es una asignatura aprobada o suspendida en nuestra comunidad? ¿de veras creemos nosotros mismos la Buena Noticia de la Pascua del Señor? ¿es ése el motor que nos mueve en nuestra vida cristiana? ¿o vivimos resignados, indolentes, desalentados, apáticos? ¿se nota que hace seis semanas que estamos celebrando y viviendo la Pascua?

También tendríamos que recordar qué clase de alegría nos propone Jesús: la misma que la de él, que supuso fidelidad y solidaridad hasta la muerte, pero que luego engendró nueva vida. Como el grano de trigo que muere para dar vida. Como la mujer que sufre pero luego se llena de alegría ante la nueva vida que ha brotado de ella. Así la Iglesia ha ido dando a luz nuevos hijos a lo largo de la historia, y muchas veces lo ha hecho con sacrificio.

Nosotros queremos alegría a corto plazo. O alegría sin esfuerzo. Y nada válido se consigue, ni en el orden humano ni en el cristiano, sin esfuerzo, y muchas veces sin dolor y cruz.

Ojalá se pueda decir de nosotros, ahora que estamos terminando la vivencia de la Pascua, que «se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría


mayo JUEVES DE LA VI SEMANA DE PASCUA 


Hechos de los apóstoles 1, 15-17. 20-26

Uno de aquellos días, Pedro se puso en pie en medio de los hermanos y dijo (había reunidas unas ciento veinte personas): -«Hermanos, tenía que cumplirse lo que el Espíritu Santo, por boca de David, había predicho, en la Escritura, acerca de Judas, que hizo de guía a los que arrestaron a Jesús. Era uno de nuestro grupo y compartia el mismo ministerio. En el libro de los Salmos está escrito: "Que su morada quede desierta, y que nadie habite en ella", y también: "Que su cargo lo ocupe otro. " Hace falta, por tanto, que uno se asocie a nosotros como testigo de la resurrección de Jesús, uno de los que nos acompañaron mientras convivió con nosotros el Señor Jesús, desde que Juan bautizaba, hasta el día de su ascensión.» Propusieron dos nombres: José, apellidado Barsabá, de sobrenombre Justo, y Matías. Y rezaron así: -«Señor, tú penetras el corazón de todos; muéstranos a cuál de los dos has elegido para que, en este ministerio apostólico, ocupe el puesto que dejó Judas para marcharse al suyo propio.» Echaron suertes, le tocó a Matías, y lo asociaron a los once apóstoles.


Salmo 112,1-2.3-4.5-6.7-8 R. El Señor lo sentó con los príncipes de su pueblo.

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre. R/.

De la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos. R/.

¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra? R/.

Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo. R/.


santo evangelio según san Juan 15, 9-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA.

«Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado»

Hoy, la Iglesia recuerda el día en el que los Apóstoles escogieron a aquel discípulo de Jesús que tenía que substituir a Judas Iscariote. Como nos dice acertadamente san Juan Crisóstomo en una de sus homilías, a la hora de elegir personas que gozarán de una cierta responsabilidad se pueden dar ciertas rivalidades o discusiones. Por esto, san Pedro «se desentiende de la envidia que habría podido surgir», lo deja a la suerte, a la inspiración divina y evita así tal posibilidad. Continúa diciendo este Padre de la Iglesia: «Y es que las decisiones importantes muchas veces suelen engendrar disgustos».

En el Evangelio del día, el Señor habla a los Apóstoles acerca de la alegría que han de tener: «Que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado» (Jn 15,11). En efecto, el cristiano, como Matías, vivirá feliz y con una serena alegría si asume los diversos acontecimientos de la vida desde la gracia de la filiación divina. De otro modo, acabaría dejándose llevar por falsos disgustos, por necias envidias o por prejuicios de cualquier tipo. La alegría y la paz son siempre frutos de la exuberancia de la entrega apostólica y de la lucha para llegar a ser santos. Es el resultado lógico y sobrenatural del amor a Dios y del espíritu de servicio al prójimo.

Romano Guardini escribía: «La fuente de la alegría se encuentra en lo más profundo del interior de la persona (...). Ahí reside Dios. Entonces, la alegría se dilata y nos hace luminosos. Y todo aquello que es bello es percibido con todo su resplandor». Cuando no estemos contentos hemos de saber rezar como santo Tomás Moro: «Dios mío, concédeme el sentido del humor para que saboree felicidad en la vida y pueda transmitirla a los otros». No olvidemos aquello que santa Teresa de Jesús también pedía: «Dios, líbrame de los santos con cara triste, ya que un santo triste es un triste santo».


13 mayo MIÉRCOLES DE LA VI SEMANA DE PASCUA 

 Fiesta de santa María Mazzarello

Oh Dios,
que nos has dado en santa María Mazzarello,
un ejemplo de humildad y amor demostrado en lo cotidiano,
un modelo luminoso de vida cri
stiana y religiosa salesiana;
concédenos buscar la Verdad,
con sencillez de corazón,
y manifestarla siempre en nuestra vida. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


 Hechos de los apóstoles 17,15.22-18,1

En aquellos días, los que conducían a Pablo lo llevaron hasta Atenas, y se volvieron con encargo de que Silas y Timoteo se reuniesen con Pablo cuanto antes. Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo: - «Atenienses, veo que sois casi nimios en lo que toca a religión. Porque, paseándome por ahí y fijándome en vuestros monumentos sagrados, me encontré un altar con esta inscripción: "Al Dios desconocido." Pues eso que veneráis sin conocerlo, os lo anuncio yo. El Dios que hizo el mundo y lo que contiene, él es Señor de cielo y tierra y no habita en templos construidos por hombres, ni lo sirven manos humanas; como si necesitara de alguien, él que a todos da la vida y el aliento, y todo. De un solo hombre sacó todo el género humano para que habitara la tierra entera, determinando las épocas de su historia y las fronteras de sus territorios. Quería que lo buscasen a él, a ver si, al menos a tientas, lo encontraban; aunque no está lejos de ninguno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos; así lo dicen incluso algunos de vuestros poetas: "Somos estirpe suya." Por tanto, si somos estirpe de Dios, no podemos pensar que la divinidad se parezca a imágenes de oro o de plata o de piedra, esculpidas por la destreza y la fantasía de un hombre. Dios pasa por alto aquellos tiempos de ignorancia, pero ahora manda a todos los hombres en todas partes que se conviertan. Porque tiene señalado un día en que juzgará el universo con justicia, por medio del hombre designado por él; y ha dado a todos la prueba de esto, resucitándolo de entre los muertos.» Al oír «resurrección de muertos" unos lo tomaban a broma, otros dijeron: - «De esto te oiremos hablar en otra ocasión.» Pablo se marchó del grupo. Algunos se le juntaron y creyeron, entre ellos Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más. Después de esto, dejó Atenas y se fue a Corinto.

Salmo 148,1-2.11-12.13.14 R. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo, todos sus ángeles;
alabadlo, todos sus ejércitos. R.

Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños. R.

Alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra. R.

Él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido. R.

 evangelio según san Juan 16,12-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que toma de lo mío y os lo anunciará.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA

El Espíritu Santo, además de ser nuestro defensor y abogado, es también nuestro maestro.
En vida de Jesús, sus seguidores muchas veces no captaron bien lo que les decía: qué clase de mesianismo era el suyo, cómo se podía entender la metáfora del templo destruido y reedificado, por qué entraba en su camino redentor la muerte y la resurrección, qué significaba la Eucaristía que prometía. Cristo es la verdad, y la verdad plena. Pero la inteligencia de esa verdad por parte de los suyos se deberá al Espíritu, después de la Pascua y de Pentecostés: «cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena».

Es una verdad que brota de esa admirable unión que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu: el Espíritu «recibirá de mí», pero a su vez Jesús está unido al Padre, porque «todo lo que tiene el Padre es mío».
Para entender la obra del Espíritu basta recordar la maduración que supuso la Pascua y luego Pentecostés en la fe de Pedro y los suyos. No sólo en su fortaleza de ánimo y en su decisión, sino también en la comprensión de la persona y la doctrina de Jesús. ¿No ha sido todo el libro de los Hechos una prueba de cómo el Espíritu iba conduciendo a aquellas comunidades hacia esa verdad plena, por ejemplo en el aspecto de la universalidad de la salvación cristiana?

El Catecismo de la Iglesia Católica presenta al Espíritu como nuestro pedagogo y maestro.

Cuando se proclama la Palabra de Dios, «el Espíritu Santo es quien da a los lectores y a los oyentes la inteligencia espiritual de la Palabra de Dios... pone a los fieles y a los ministros en relación viva con Cristo, Palabra e Imagen del Padre, a fin de que puedan hacer pasar a su vida el sentido de lo que oyen, contemplan y realizan en la celebración» (1101).

«Es el Espíritu quien da la gracia de la fe, la fortalece y la hace crecer en la comunidad» (1102). «En la liturgia de la Palabra, el Espíritu Santo recuerda a la asamblea todo lo que Cristo ha hecho por nosotros... y despierta así la memoria de la Iglesia» (1103).

Es bueno recordar que en la comunidad cristiana la verdad, como la vida, siguen dinámicamente activas, en continuado progreso. Sin contentarnos nunca con lo ya conseguido. La actuación del Espíritu no se entiende tanto en el sentido de «verdades nuevas», sine de que la verdad tiene que profundizarse y adaptarse a las varias circunstancias de la historia, aunque conserve la identidad y la fuerza del Evangelio de Jesús. El Espíritu sigue animando, guiando, iluminando: es el Maestro interior de todos los cristianos y de modo particular el Maestro de los responsables de la Iglesia, sobre todo cuando se reúnen para discernir juntos los caminos del Señor, como sucedió en Jerusalén, y a lo largo de la historia en tantos concilios y sínodos universales o locales. En el «concilio de Jerusalén» ya vimos que la conciencia de los presentes era que el Espíritu les estaba llevando a esta plenitud y adaptación de la verdad: «hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros...».

En toda la Cincuentena, pero sobre todo en sus últimas semanas, haremos bien en pensar más en el Espíritu como presente en nuestra vida: el Espíritu que nos quiere llevar a la plenitud de la vida pascual y de la verdad de Jesús.




12 mayo MARTES DE LA VI SEMANA DE PASCUA - 

3º día del triduo de santa María Mazzarello

Hechos de los apóstoles 16, 22-34

En aquellos días, la plebe de Filipos se amotinó contra Pablo y Silas, y los magistrados dieron orden de que los desnudaran y los apalearan; después de molerlos a palos, los metieron en la cárcel, encargando al carcelero que los vigilara bien; según la orden recibida, los metió en la mazmorra y les sujetó los pies en el cepo. A eso de media noche, Pablo y Silas oraban cantando himnos a Dios. Los otros presos escuchaban. De repente, vino una sacudida tan violenta que temblaron los cimientos de la cárcel. Las puertas se abrieron de golpe, y a todos se les soltaron las cadenas. El carcelero se despertó y, al ver las puertas de la cárcel de par en par, sacó la espada para suicidarse, imaginando que los presos se habían fugado. Pablo lo llamó a gritos: - «No te hagas nada, que estamos todos aquí.» El carcelero pidió una lámpara, saltó dentro, y se echó temblando a los pies de Pablo y Silas; los sacó y les preguntó: - «Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?» Le contestaron: - «Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia.» Y le explicaron la palabra del Señor, a él y a todos los de su casa. El carcelero se los llevó a aquellas horas de la noche, les lavó las heridas, y se bautizó en seguida con todos los suyos, los subió a su casa, les preparó la mesa, y celebraron una fiesta de familia por haber creído en Dios.


Salno 137, 1-2a. 2bc y 3. 7c-8 R. Señor, tu derecha me salva

Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario. R.

Daré gracias a tu nombre
por tu misericordia y tu lealtad.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R.

Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo:
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R


evangelio según san Juan 16, 5-11

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: "¿Adónde vas?" Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, lo que os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y cuando venga, dejará convicto al mundo con la prueba de un pecado, de una justicia, de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el Príncipe de este mundo está condenado.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA

Jesús, en sus palabras de despedida, aparece a punto de «rendir viaje», volviendo al Padre. El que había «bajado» de Dios (eso es lo que el evangelio de Juan repite en los doce primeros capítulos) se dispone ahora a «subir», a «pasar de este mundo al Padre» (como anuncia Juan desde el capítulo 13, en el inicio de la Ultima Cena). Esta vuelta al Padre es la que da sentido a su misión y a su misma Persona.

La tristeza de los discípulos es lógica. Pero Jesús les da la clave para que la superen: su marcha, a través de la muerte, es la que va a hacer posible su nueva manera de presencia, y el envío de su Espíritu, el Paráclito, o sea, el Abogado y Defensor. El mejor don del Resucitado a los suyos es su Espíritu. Por eso «os conviene que yo me vaya». La actuación del Espíritu va a ser muy dinámica.

Va a revisar el proceso que se ha hecho contra Jesús. Los judíos habían condenado a Jesús como malhechor y como blasfemo. La sentencia era firme y se ejecutó. Pero ahora va a haber como una apelación a un tribunal superior. Dios, al resucitar a Jesús de entre los muertos, inicia el nuevo proceso. 
Y es, según Jesús, el Espíritu, el Abogado, el que va a desenmascarar y argüir la falacia del primer proceso. El que quedará ahora desautorizado y condenado es el mundo, mientras que Jesús no sólo será absuelto, sino rehabilitado y glorificado delante de toda la humanidad.
Es un proceso que todavía está en pie. Que sólo llegará a término al final de los tiempos, cuando, según el Apocalipsis, sea definitiva la victoria del Cordero y se consuma el hundimiento del Maligno con sus fuerzas.

A nosotros nos encantaría poder ver a Jesús, experimentar claramente su presencia en medio de nosotros. Como les hubiera encantado a sus apóstoles no haber oído nada sobre su marcha o su Ascensión. A todos nos gustan las «seguridades», las comprobaciones visibles a corto plazo.
Y sin embargo, en su Ascensión, el Señor no abandonó a su Iglesia. Nos ha prometido una doble presencia que tendría que llenarnos de ánimos:

- la del mismo Cristo, ahora Resucitado, que no ha dejado de estarnos presente («yo estoy con vosotros todos los días»): lo que pasa es que lo que antes era presencia visible, ahora sigue siendo real, pero invisible. Su «ausencia» es «presencia de otra forma», porque él ya está en la existencia escatológica, definitiva, pascual;

- y la presencia de su Espíritu, que actúa de abogado y defensor, de animador de nuestra comunidad, de eficaz protagonista de los sacramentos, de maestro que hace madurar la memoria y la fe de los cristianos.

Si creyéramos en verdad esto -y hacia el final de la Pascua ya sería hora de que nos hubiéramos dejado convencer de la presencia del Resucitado entre nosotros y del protagonismo de su Espíritu- no caeríamos en el desaliento ni la tristeza, ni nos conformaríamos con una vida "cobarde" y perezosa.

11 mayo LUNES DE LA VI SEMANA DE PASCUA - 2º día del triduo de santa María Mazzarello

- Hch 16, 11-15. El Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo.

- Salmo 149. R. El Señor ama a su pueblo.

- Juan 15, 26-16, 4a. El Espíritu de la verdad dará testimonio de mí.


Hechos de los apóstoles 16,11-15

En aquellos días, zarpamos de Troas rumbo a Samotracia; al día siguiente salimos para Neápolis y de allí para Filipos, colonia romana, capital del distrito de Macedonia. Allí nos detuvimos unos días. El sábado salimos de la ciudad y fuimos por la orilla del río a un sitio donde pensábamos que se reunían para orar; nos sentamos y trabamos conversación con las mujeres que habían acudido. Una de ellas, que se llamaba Lidia, natural de Tiatira, vendedora de púrpura, que adoraba al verdadero Dios, estaba escuchando; y el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo. Se bautizó con toda su familia y nos invitó: - «Si estáis convencidos de que creo en el Señor, venid a hospedaros en mi casa.» Y nos obligó a aceptar.

Salmo 149, 1-2. 3-4. 5-6a y 9b R. El Señor ama a su pueblo.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey. R.

evangelio según san Juan 15,26-16,4a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «Cuando venga el Defensor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo. Os he hablado de esto, para que no tambaleéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho.»


PARA VIVIR LA PALABRA

Ya el sábado pasado escuchábamos cómo Jesús, en su cena de despedida, avisaba a los suyos que serían odiados por el mundo, porque el mundo ama a los suyos, y los discípulos de Jesús, en principio, aunque «están en» el mundo, no «son del» mundo. Ahora les sigue anunciando dificultades: les excomulgarán de las sinagogas, y «llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios». 

Este sufrimiento de los cristianos se ve como una continuación del mismo de Cristo, a quien tampoco le aceptó el mundo. A ellos también les perseguirán: «el siervo no puede ser más que el señor». Lo que no quiere Jesús es que cuando llegue esa hora «se tambalee vuestra fe», sino que «os acordéis de que yo os lo había dicho».

El encargo fundamental para los cristianos es que den testimonio de Jesús. 

Pero hay un factor muy importante para que esto sea posible: para esa hora del mal y del odio, les promete la fuerza de su Espíritu, que van a necesitar para poder dar ese testimonio. Al Espíritu -de quien desde ahora hasta Pentecostés las lecturas van a hablar con más frecuencia- le llama«Paráclito», palabra griega («para-cletos»), que significa defensor, abogado (la palabra latina que mejor traduce el «para-cletos» griego es «ad-vocatus»). Le llama también «Espíritu de la Verdad», que va a dar testimonio de Jesús. Con la ayuda de ese Abogado sí que podrán dar también ellos testimonio en este mundo.

Que como seguidores de Jesús iban a tener dificultades lo experimentaron los cristianos ya desde el principio. El libro de los Hechos, que hemos ido leyendo en el Tiempo Pascual, nos ha narrado una sucesión de persecuciones, detenciones, azotes, y hasta la muerte, como la de Esteban.

Dar testimonio del Evangelio de Jesús comporta muchas veces sufrimiento y martirio. Pero también ahora tenemos la ayuda del Espíritu, el abogado, el defensor. Con su fuerza podemos librar la batalla entre el bien y el mal, y permanecer fieles a Cristo en medio de un mundo que a veces se muestra claramente contrario a su Evangelio, y dar testimonio de Cristo en nuestro ambiente, siendo de palabra y de obra fieles a su estilo de vida y a sus convicciones.



DOMINGO 6º DE PASCUA. 10 mayo  de 2015

Evangelio según San Juan 15, 9-17

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
–Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido; y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure.De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.


NO DESVIARNOS DEL AMOR. 

José Antonio Pagola
El evangelista Juan pone en boca de Jesús un largo discurso de despedida en el que se recogen, con una intensidad especial, algunos rasgos fundamentales que han de recordar sus discípulos a lo largo de los tiempos para ser fieles a su persona y a su proyecto. También en nuestros días.
«Permaneced en mi amor». Es lo primero. No se trata solo de vivir en una religión, sino de vivir en el amor con que nos ama Jesús, el amor que recibe del Padre. Ser cristiano no es en primer lugar un asunto doctrinal, sino una cuestión de amor. A lo largo de los siglos, los discípulos conocerán incertidumbres, conflictos y dificultades de todo orden. Lo importante será siempre no desviarse del amor.
Permanecer en el amor de Jesús no es algo teórico ni vacío de contenido. Consiste en «guardar sus mandamientos», que él mismo resume enseguida en el mandato del amor fraterno: «Este es mi mandamiento; que os améis unos a otros como yo os he amado». El cristiano encuentra en su religión muchos mandamientos. Su origen, su naturaleza y su importancia son diversos y desiguales. Con el paso del tiempo, las normas se multiplican. Solo del mandato del amor dice Jesús: «Este mandato es el mío». En cualquier época y situación, lo decisivo para el cristianismo es no salirse del amor fraterno.
Jesús no presenta este mandato del amor como una ley que ha de regir nuestra vida haciéndola más dura y pesada, sino como una fuente de alegría: «Os hablo de esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud». Cuando entre nosotros falta verdadero amor, se crea un vacío que nada ni nadie puede llenar de alegría.
Sin amor no es posible dar pasos hacia un cristianismo más abierto, cordial, alegre, sencillo y amable donde podamos vivir como «amigos» de Jesús, según la expresión evangélica. No sabremos cómo generar alegría. Aún sin quererlo, seguiremos cultivando un cristianismo triste, lleno de quejas, resentimientos, lamentos y desazón.
A nuestro cristianismo le falta, con frecuencia, la alegría de lo que se hace y se vive con amor. A nuestro seguimiento a Jesucristo le falta el entusiasmo de la innovación, y le sobra la tristeza de lo que se repite sin la convicción de estar reproduciendo lo que Jesús quería de nosotros..



SÁBADO 9 mayo de 2015 .  5ª SEMANA DE PASCUA

Hechos de los apóstoles 16, 1-10


En aquellos días, Pablo fue a Derbe y luego a Listra. Había allí un discípulo que se llamaba Timoteo, hijo de un griego y de una judía creyente. Los hermanos de Listra y de Iconio daban buenos informes de él. Pablo quiso llevárselo y lo circuncidó, por consideración a los judíos de la región, pues todos sabían que su padre era griego.
Al pasar por las ciudades, comunicaban las decisiones de los apóstoles y presbíteros de Jerusalén, para que las observasen. Las Iglesias se robustecían en la fe y crecían en número de día en día.
Como el Espíritu Santo les impidió anunciar la palabra en la provincia de Asia, atravesaron Frigia y Galacia. Al llegar a la frontera de Misia, intentaron entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo consintió. Entonces dejaron Misia a un lado y bajaron a Troas.
Aquella noche Pablo tuvo una visión: se le apareció un macedonio, de pie, que le rogaba: «Ven a Macedonia y ayúdanos.»
Apenas tuvo la visión, inmediatamente tratamos de salir para Macedonia, seguros de que Dios nos llamaba a predicarles el Evangelio.


Salmo 99, 1-2. 3-5 R. Aclama al Señor, tierra entera

Aclama al Señor,
tierra entera, servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R.

El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades. R.


Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 18-21

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros.
Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.
Recordad lo que os dije: "No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra."
Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA

Jesús ha hablado hasta ahora mucho del amor. Ahora aparece la palabra «odio». Anuncia de antemano a sus seguidores que el mundo les odiará.

Va a ser una historia de lucha entre el bien y el mal. Como lo ha sido en la persona de Cristo, el maestro, lo será del mismo modo con sus seguidores: «si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros».

Y es que de por medio está el gran contraste: ser del mundo o no serlo. Hay diferencia entre «estar en el mundo» y «ser del mundo», o sea, compartir los criterios del mundo. El «mundo» para Juan es siempre el conjunto de las fuerzas del mal, opuestas al Reino que quiere establecer Jesús.

Las palabras de Jesús en la Ultima Cena nos avisan también a nosotros de que va a ser difícil nuestra relación con el mundo. Como lo fue para Cristo Jesús. Como lo ha sido a lo largo de los dos mil años de la historia para la comunidad cristiana.

«Si fuerais del mundo, el mundo os amaría, pero como no sois del mundo por eso el mundo os odia». Según esto, debería ser mala señal que la sociedad nos aceptara demasiado fácilmente: sería señal de que nos hemos amoldado de alguna manera a la manera de pensar del mundo y no le resultamos «incómodos».

Todos somos conscientes de que las bienaventuranzas de este mundo no coinciden en absoluto con las de Jesús, y que nos hace falta lucidez para discernir en cada caso. ¿A cuáles nos apuntamos? ¿nos dejamos manipular, por las verdades de este mundo y por sus promesas a corto plazo, por cobardía y por pereza, o nos mantenemos fieles a Jesús, el único que «tiene palabras de vida.


VIERNES 8 mayo de 2015 .  5ª SEMANA DE PASCUA


Hechos de los apóstoles 15,22-31

En aquellos días, los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron elegir algunos de ellos y mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas Barsabá y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y les entregaron esta carta:

«Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia convertidos del paganismo.
Nos hemos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alarmado e inquietado con sus palabras. Hemos decidido, por unanimidad, elegir algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, que han dedicado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo. En vista de esto, mandamos a Silas y a Judas, que os referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de la fornicación. Haréis bien en apartaros de todo esto. Salud.»
Los despidieron, y ellos bajaron a Antioquía, donde reunieron a la Iglesia y entregaron la carta. Al leer aquellas palabras alentadoras, se alegraron mucho.


Salmo 56  R. Te daré gracias ante los pueblos, Señor.

Mi corazón está firme,
Dios mío, mi corazón está firme.
Voy a cantar v a tocar:
despierta, gloria mía;
despertad, cítara y arpa;
despertaré a la aurora. R

Te daré gracias ante los pueblos,
Señor; tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad,
que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad,
que alcanza a las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria. R.


Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 12-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «Este es mí mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA

El pensamiento de Jesús, en la última cena, progresa como en círculos. Ya había insistido en que sus seguidores deben «permanecer» en él, y que en concreto deben «permanecer en su amor, guardando sus mandamientos».

Ahora añade matices entrañables: «no os llamo siervos, sino amigos», «no sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido». Y sobre todo, señala una dirección más comprometida de este seguimiento: «éste es mi mandamiento, que os améis unos a otros como yo os he amado». Antes había sacado la conclusión más lógica: si él ama a los discípulos, estos deben permanecer en su amor, deben corresponderle amándole. Ahora aparece otra conclusión más difícil: deben amarse unos a otros.

No es un amor cualquiera el que encomienda. Se pone a sí mismo como modelo. Y él se ha entregado por los demás, a lo largo de su vida, y lo va a hacer más plenamente muy pronto: «nadie tiene amor más grande que el que la vida por sus amigos».

«Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado». La palabra de Jesús no necesita muchas explicaciones. El fruto de la Pascua que aquí se nos propone es el amor fraterno. Un amor que ciertamente no es fácil. Como no lo fue el amor de Jesús a los suyos, por los que, después de haber entregado sus mejores energías, ofrece su vida. Es el amor concreto, sacrificado, del que se entrega: el de Cristo, el de los padres que se sacrifican por los hijos, el dei amigo que ayuda al amigo aunque sea con incomodidad propia, el de tantas personas que saben buscar el bien de los demás por encima del propio, aunque sea con esfuerzo y renuncia.

En la vida social-comunitaria -y todos estamos de alguna manera sumergidos en relaciones con los demás- es éste el aspecto que más nos cuesta imitar de Cristo Jesús. Saber amar como lo ha hecho él, saliendo de nosotros mismos y amando no de palabra, sino de obra, con la comprensión, con la ayuda oportuna, con la palabra amable, con la tolerancia, con la donación gratuita de nosotros mismos.

Cuando vamos a comulgar, cada vez somos invitados a preparar nuestro encuentro con el Señor con un gesto de comunión fraterna: «daos fraternalmente la paz». No podemos decir «amén» a Cristo si no estamos dispuestos a decir «amén» al hermano que tenemos cerca, con el que vivimos, aunque tenga temperamento distinto o incluso insoportable. No podemos comulgar con Cristo si no estamos dispuestos a crecer en fraternidad con los demás.

El Cristo a quien comemos en la Eucaristía es el «Cuerpo entregado por», «la Sangre derramada por». La actitud de amor a los demás es consustancial con el sacramento que celebramos y recibimos.


JUEVES 7 mayo de 2015 .  5ª SEMANA DE PASCUA


Hechos de los apóstoles 15, 7-21


En aquellos días, después de una fuerte discusión, se levantó Pedro y dijo a los apóstoles y a los presbíteros:
-«Hermanos, desde los primeros días, como sabéis, Dios me escogió entre vosotros para que los gentiles oyeran de mi boca el mensaje del Evangelio, y creyeran. Y Dios, que penetra los corazones, mostró su aprobación dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros. No hizo distinción entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe. ¿Por qué provocáis a Dios ahora , imponiendo a esos discípulos una carga que ni nosotros ni nuestros padres hemos podido soportar? No; creemos que lo mismo ellos que nosotros nos salvamos por la gracia del Señor Jesús. »
Toda la asamblea hizo silencio para escuchar a Bernabé y Pablo, que les contaron los signos y prodigios que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles. Cuando terminaron, Santiago resumió la discusión, diciendo:
- «Escuchadme, hermanos: Simón ha contado la primera intervención de Dios para escogerse un pueblo entre los gentiles. Esto responde a lo que dijeron los profetas:
"Después volveré para levantar de nuevo la choza caída de David; levantaré sus ruinas y la pondré en pie, para que los demás hombres busquen al Señor, y todos los gentiles que llevarán mi nombre: lo dice el Señor, que lo anunció desde antiguo."
Por eso, a mi parecer, no hay que molestar a los gentiles que se convierten a Dios; basta escribirles que no se contaminen con la idolatría ni con la fornicación y que no coman sangre ni animales estrangulados. Porque durante muchas generaciones, en la sinagoga de cada ciudad, han leído a Moisés todos los sábados y lo han explicado.»


Salmo 95, 1-2a. 2b-3. 10 R. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor,
toda la tierra; cantad al Señor,
bendecid su nombre. R.

Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R.

Decid a los pueblos:
«El Señor es rey,
él afianzó el orbe,
y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.» R.


Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 9-11

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA

Con la metáfora de la vid y los sarmientos Jesús invitaba a «permanecer en él», para poder dar fruto. Hoy continúa el mismo tema, pero avanzando cíclicamente y concretando en qué consiste este «permanecer» en Cristo: se trata de «permanecer en su amor, guardando sus mandamientos».

Se establece una misteriosa y admirable relación triple. La fuente de todo es el Padre. El Padre ama a Jesús y Jesús al Padre. Jesús, a su vez, ama a los discípulos, y éstos deben amar a Jesús y permanecer en su amor, guardando sus mandamientos, lo mismo que Jesús permanece en el amor al Padre, cumpliendo su voluntad.

Y esto lleva a la alegría plena: «que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud». La alegría brota del amor y de la fidelidad con que se guardan en la vida concreta las leyes del amor.

Uno de los frutos más característicos de la Pascua debe ser la alegría. Y es la que Cristo Jesús quiere para los suyos. Una alegría plena. Una alegría honda, no superficial ni blanda. La misma alegría que llena el corazón de Jesús, porque se siente amado por el Padre, cuya voluntad está cumpliendo, aunque no sea nada fácil, para la salvación del mundo. Ahora nos quiere comunicar esta alegría a nosotros.

Esta alegría la sentiremos en la medida en que «permanecemos en el amor» a Jesús, «guardando sus mandamientos», siguiendo su estilo de vida, aunque resulte contra corriente. Es como la alegría de los amigos o de los esposos, que muchas veces supone renuncias y sacrificios. O la alegría de una mujer que da a luz: lo hace en el dolor, pero siente una alegría insuperable por haber traído una nueva vida al mundo (es la comparación que pronto leeremos que trae el mismo Jesús, explicando qué alegría promete a sus seguidores).

Popularmente decimos que «obras son amores», y es lo que Jesús nos recuerda. La Pascua que estamos celebrando nos hará crecer en alegría si la celebramos no meramente como una conmemoración histórica -en tal primavera como esta resucitó Jesús- sino como una sintonía con el amor y la fidelidad del Resucitado. Entonces podremos cantar Aleluya no sólo con los labios, sino desde dentro de nuestra vida.


MIÉRCOLES 6 mayo de 2015 .  5ª SEMANA DE PASCUA

Fiesta de santo Domingo Savio, alumno de don Bosco. Un santo de 15 años

Hechos de los apóstoles 15, 1-6


En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme a la tradición de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia. La Iglesia los proveyó para el viaje; atravesaron Fenicia y Samaria, contando a los hermanos cómo se convertían los gentiles y alegrándolos mucho con la noticia. Al llegar a Jerusalén, la Iglesia, los apóstoles y los presbíteros los recibieron muy bien; ellos contaron lo que Dios había hecho con ellos.
Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían abrazado la fe, intervinieron, diciendo:
- «Hay que circuncidarlos y exigirles que guarden la ley de Moisés.»
Los apóstoles y los presbíteros se reunieron a examinar el asunto.


Salmo 121, 1-2. 4-5 R. Vamos alegres a la casa del Señor

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestro pies tus umbrales, Jerusalén. R.

Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R.


Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador.
A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Corno el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí lo tiran fuera, corno el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mi, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»


La metáfora de la vid y los sarmientos nos recuerda, por una parte, una gozosa realidad: la unión íntima y vital que Cristo ha querido que exista entre nosotros y él. Una unión más profunda que la que se expresaba en otras comparaciones: entre el pastor y las ovejas, o entre el maestro y los discípulos. Es un «trasvase» íntimo de vida desde la cepa a los sarmientos, en una comparación paralela a la de la cabeza y los miembros, que tanto gusta a Pablo. El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que esta comunión la realiza el Espíritu: «La finalidad de la misión del Espíritu Santo es poner en comunión con Cristo para formar su Cuerpo. El Espíritu es como la savia de la vid del Padre que da su fruto en los sarmientos» (CEC 1108).

Esta unión tiene consecuencias importantes para nuestra vida de fe: «el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante».
Pero, por otra parte, también existe la posibilidad contraria: que no nos interese vivir esa unión con Cristo. Entonces no hay comunión de vida, y el resultado será la esterilidad: «porque sin mí no podéis hacer nada», «al que no permanece en mí, lo tiran fuera y se seca», «como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí». Es bueno que hoy nos preguntemos: ¿por qué no doy en mi vida los frutos que seguramente espera Dios de mí? ¿qué grado de unión mantengo con la cepa principal, Cristo?


MARTES 5 mayo de 2015 .  5ª SEMANA DE PASCUA


Hechos de los apóstoles 14, 19-28

En aquellos días, llegaron unos judíos de Antioquía y de Iconio y se ganaron a la gente; apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad, dejándolo por muerto. Entonces lo rodearon los discípulos; él se levantó y volvió a la ciudad.

Al día siguiente, salió con Bernabé para Derbe; después de predicar el Evangelio en aquella ciudad y de ganar bastantes discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquia, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios.

En cada Iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor, en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Predicaron en Perge, bajaron a Atalía y allí se embarcaron para Antioquia, de donde los habían enviado, con la gracia de Dios, a la misión que acababan de cumplir. Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe. Se quedaron allí bastante tiempo con los discípulos.

Sal 144, 10-11. 12-13ab, 21 R. Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria de tu reinado

Que todas tus criaturas te den gracias,
Señor, que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R.

Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. R.

Pronuncie mi boca la alabanza del Señor,
todo viviente bendiga su santo nombre por siempre jamás. R.

Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 27-31a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.
Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el Príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mi, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me manda yo lo hago. Levantaos, vámonos de aquí.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA

En el clima de despedida de Jesús, hay una preocupación lógica por el futuro. Y Jesús les tranquiliza: «la paz os dejo, mi paz os doy». Una paz que viene de lo alto: «no os la doy yo como la da el mundo».

La consigna de Jesús es clara: «no tiemble vuestro corazón ni se acobarde». Es verdad que «me voy», pero «vuelvo a vuestro lado: si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre».

La paz y la seguridad que Jesús promete a los suyos deriva de la unión íntima que él tiene con el Padre: él ama al Padre, cumple lo que le ha encargado el Padre y ahora vuelve al Padre. Desde esa existencia postpascual es como «volverá» a los suyos y les apoyará y les dará su paz.

Las palabras de Jesús en el evangelio de hoy las recordamos cada día en la misa, antes de comulgar: «Señor Jesucristo, que dijiste a los apóstoles: la paz os dejo, mi paz os doy...».

También ahora necesitamos esta paz. Porque puede haber tormentas y desasosiegos más o menos graves en nuestra vida personal o comunitaria. Como en la de los apóstoles contemporáneos de Jesús. Y sólo nos puede ayudar a recuperar la verdadera serenidad interior la conciencia de que Jesús está presente en nuestra vida.

Esta presencia siempre activa del Resucitado en nuestra vida la experimentamos de un modo privilegiado en la comunión. Pero también en los demás momentos de nuestra jornada: «yo estoy con vosotros todos los días», «donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo», «lo que hiciereis a uno de ellos, a mí me lo hacéis». La presencia del Señor es misteriosa y sólo se entiende a partir de su ida al Padre, de su existencia pascual de Resucitado: «me voy y vuelvo a vuestro lado».

A veces podemos experimentar más la ausencia de Cristo que su presencia. Puede haber «eclipses» que nos dejan desconcertados y llenos de temor y cobardía. Como también en el horizonte de la última cena se cernía la «hora del príncipe de este mundo», que llevaría a Cristo a la muerte. Pero la muerte no es la última palabra. Por eso estamos celebrando la alegría de la Pascua. También Cristo encontró la paz y el sentido pleno de su vida en el cumplimiento de la voluntad de su Padre, aunque le llevara a la muerte.

Escuchemos la palabra serenante del Señor: «no tiemble vuestro corazón ni se acobarde». Si estamos celebrando bien la Cincuentena Pascual, deberíamos haber crecido ya notoriamente en la paz que nos comunica el Resucitado, venciendo toda turbación y miedo.

LUNES 4 mayo de 2015

5ª SEMANA DE PASCUA

Hechos de los apóstoles 14,15-18

En aquellos días, se produjeron en Iconio conatos de parte de los gentiles y de los judíos, a sabiendas de las autoridades, para maltratar y apedrear a Pablo y a Bernabé; ellos se dieron cuenta de la situación y se escaparon a Licaonia, a las ciudades de Listra y Derbe y alrededores, donde predicaron el Evangelio. Había en Listra un hombre lisiado y cojo de nacimiento, que nunca había podido andar.
Escuchaba las palabras de Pablo, y Pablo, viendo que tenía una fe capaz de curarlo, le gritó, mirándolo: «Levántate, ponte derecho.»
El hombre dio un salto y echó a andar.
Al ver lo que Pablo había hecho, el gentío exclamó en la lengua de Licaonia: «Dioses en figura de hombres han bajado a visitarnos.»
A Bernabé lo llamaban Zeus y a Pablo, Hermes, porque se encargaba de hablar. El sacerdote del templo de Zeus que estaba a la entrada de la ciudad trajo a las puertas toros y guirnaldas y, con la gente, quería ofrecerles un sacrificio.
Al darse cuenta los apóstoles Bernabé y Pablo, se rasgaron el manto e irrumpieron por medio del gentío, gritando: «Hombres, ¿qué hacéis? Nosotros somos mortales igual que vosotros; os predicamos el Evangelio, para que dejéis los dioses falsos y os convirtáis al Dios vivo que hizo el cielo, la tierra y el mar y todo lo que contienen. En el pasado, dejó que cada pueblo siguiera su camino; aunque siempre se dio a conocer por sus beneficios, mandándoos desde el cielo la lluvia y las cosechas a sus tiempos, dándoos comida y alegría en abundancia.»
Con estas palabras disuadieron al gentío, aunque a duras penas, de que les ofrecieran sacrificio.


Salmo 113B,1-2.3-4.15-16 R/. No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria

No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria,
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios»? R/.

Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas. R/.

Benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres. R/.

Evangelio según san Juan 14, 21-26

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.»
Le dijo Judas, no el Iscariote: «Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?»
Respondió Jesús y le dijo: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA

Toda la semana seguimos escuchando el discurso de Jesús en su Ultima Cena. A veces el evangelio nos invita a creer en Jesús. Hoy nos invita a amarle y a seguir sus caminos. Cuando Jesús se vaya -y en esta cena se está despidiendo de sus discípulos- ¿cómo se podrá decir que permanecemos en él, que creemos en él y le amamos de veras? Jesús nos da la pista: «el que me ama guardará mi palabra», «el que no me ama no guardará mis palabras».

Pero este amor tiene consecuencias inesperadas, una admirable intercomunión con Cristo y con el Padre: «al que me ama lo amará mi Padre y lo amaré yo», «mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él».

Y aún más: Jesús nos anuncia al Espíritu Santo como protagonista en nuestra vida de fe. Le llama «Paráclito», o sea, Abogado, Defensor. Le llama Maestro («él os enseñará todo»), y también «Memoria» («os irá recordando todo lo que os he dicho»).

Pascua es algo más que alegrarnos por la resurrección de Jesús. El Resucitado nos invita a una comunión vital: nuestra fe y nuestro amor a Jesús nos introduce en un admirable intercambio. Dios mismo hace su morada en nosotros, nos convertimos en templos de Dios y de su Espíritu.

Nos invita también a permanecer atentos al Espíritu, nuestro verdadero Maestro interior, nuestra memoria: el que nos va revelando la profundidad de Dios, el que nos conecta con Cristo. El Catecismo de la Iglesia Católica dedica unos números sabrosos (1091-1112) al papel del Espíritu en nuestra vida de fe. Lo llama «pedagogo» de nuestra fe, porque él es quien nos prepara para el encuentro con Cristo y con el Padre, el que suscita nuestra fe y nuestro amor, y el que «recuerda a la asamblea todo lo que Cristo ha hecho por nosotros: él despierta la memoria de la Iglesia».

La Pascua la estamos celebrando y viviendo bien si se nota que vamos entrando en esta comunión de vida con el Señor y nos dejamos animar por su Espíritu.


DOMINGO 3 mayo de 2015

LECTIO del  5º domingo de Pascua: Juan 15, 1-8

Lectura del Evangelio según san Juan:

"Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la palabra que os he dicho.     
Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. 
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis.  La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos”. Palabra de Dios.

Meditación.

Estos versículos forman parte del gran discurso de Jesús a sus discípulos en el momento íntimo de la última cena y comienza con el versículo 3 del cap. 13 prolongándose hasta todo el cap. 17. Se trata de una unidad muy estrecha, profunda e indisoluble, que no tiene par en todos los Evangelios y que recapitula en sí toda la revelación de Jesús en la vida divina y en el misterio de la Trinidad.

El Señor deja a los suyos una presencia nueva, un modo nuevo de existir: a través de la parábola de “la vid y de sus sarmientos” y a través, del  verbo “permanecer”, repetido muchas veces, Jesús da comienzo a esta su historia nueva con cada uno de nosotros, que se llama inhabitación, porque vuelve al Padre, pero permanece dentro de nosotros.

La vid evoca el vino, ese fruto tan bueno y que marca buenos momentos de fiesta y convivencia alegre. Es símbolo de la alianza que Jesús cumple con nosotros, nueva y eterna, alianza de amor, que nada ni nadie podrá romper.
¿Estoy dispuesto a permanecer dentro de este abrazo, dentro de este sí continuo de mi vida, que se deja entrelazar con la suya?

Por eso en el capítulo 2 de san Juan, es tan importante “el vino” que María pide a su Hijo, porque aquellos novios “no tienen vino”. Es el vino de la nueva alianza, un vino mejor que el servido antes (Antigua Alianza – Antiguo Testamento)

Jesús define a su Padre como "agricultor" o "viñador", utilizando un término que lleva dentro de sí toda la fuerza del amor del que se dedica al trabajo de la tierra; expresa un doblarse sobre la tierra, un intercambio vital. ¡El Padre hace exactamente esto con nosotros! San Pablo dice sin embargo: "El agricultor, que se fatiga, debe ser el primero en recoger los frutos de la tierra" (2 Tim 2,6) y con él Santiago nos recuerda que "el agricultor espera pacientemente los frutos de la tierra". (Sant 5,7). ¿Desilusionaré, yo tierra, la esperanza del Padre que me cultiva cada día, cavando la tierra, limpiándome de piedras, poniéndome buen abono y construyéndome una valla alrededor, para que yo permanezca protegido? ¿A quién consigno yo los frutos de mi existencia? ¿Para qué existo yo, para quién decido y escojo el vivir de cada día, cada mañana, cuando me levanto?

Me detengo en los dos verbos, que se repiten con mucha frecuencia: "dar fruto" y "permanecer"; entiendo que estas dos realidades son símbolo de la misma vida y están las dos entrelazadas, una depende de la otra. Solamente permaneciendo es posible dar fruto y, en realidad, el único verdadero fruto que nosotros, sus discípulos, podemos llevar en este mundo es precisamente el permanecer. ¿Dónde permanezco yo, cada día, por todo el día? ¿Con quien permanezco?

Como sarmiento, busco el modo de estar siempre más injertado en mi Vid, que es el Señor Jesús. Bebo, en este momento, de su Palabra y de su savia buena, tratando de penetrar más en profundidad para absorber el escondido alimento, que me transmite la verdadera vida. Estoy atento a las palabras, a los verbos, a las expresiones que Jesús usa y que me reclaman a otros pasajes de las divinas Escrituras y me dejo, así, purificar.

La viña, la vid verdadera y el buen fruto
Viña de Dios es Israel, viña predilecta, escogida, plantada sobre una fértil colina, en un lugar con tierra limpia, labrada, libre de piedras, custodiada, cuidada, amada, extendida y que el mismo Dios la ha plantado (cfr Is 5,1s: Jer 2, 21). Es tan amada esta viña, que nunca ha dejado de resonar, para ella, el cántico de amor de su amado (Cantar de los Cantares).

Es el Señor Jesús quien nos atrae de amor en amor, hacia una comunión siempre más fuerte hasta la identificación: "Yo soy esta viña, pero lo soy también vosotros en mi". Por tanto está claro: la viña es Israel, es Jesús y somos nosotros. Siempre la misma, siempre nueva, siempre más elegida y predilecta, amada, cuidada, custodiada, visitada: visitada con las lluvias y visitada con la Palabra; enviada por los profetas día a día, visitada con el envío del Hijo, el Amor, que espera amor, o sea, el fruto. "El esperó que produjese uva, pero dió uvas agrias" (Is 5,2); la desilusión está siempre al acecho. Pero Él quiere que "llevemos frutos de toda clase de obra buena" (Col 1, 10).


La poda como purificación que da gozo

En este pasaje evangélico, el Señor me ofrece otro camino que recorrer detrás de Él y junto a Él: es un camino de purificación, de renovación, de resurrección y vida nueva: está oculto por el vocablo "podar", pero puedo descubrirlo mejor, de iluminarlo gracias a su misma Palabra, que es la única maestra, la única guía segura. El texto griego usa el término "purificar", para indicar esta acción del viñador con sus vides; cierto, queda claro que Él poda, que corta con la espada afilada de su Palabra (Heb 4, 12) y que nos hace sangrar, a veces; pero es más cierto todavía, que permanece su amor, que penetra, cada vez más y así nos purifica.  
Jesús realiza una purificación íntima, total, la del corazón y la conciencia, que cantaba Ezequiel: "Os purificaré de todos vuestros ídolos; os daré un corazón nuevo…Cuando yo os purifique de todas vuestras iniquidades, os haré habitar en vuestras ciudades y vuestras ruinas serán reconstruidas…(Ezequiel 36, 25ss.33).


Vivir unidos/as a Jesús en todo

La imagen es sencilla y de gran fuerza expresiva. Jesús es la «vid verdadera», llena de vida; los discípulos son «sarmientos» que viven de la savia que les llega de Jesús; el Padre es el «viñador» que cuida personalmente la viña para que dé fruto abundante.
Ser cristiano exige hoy una experiencia vital de Jesucristo, un conocimiento interior de su persona y una pasión por su proyecto, que no se requerían para ser practicante dentro de una sociedad de cristiandad. Si no aprendemos a vivir de un contacto más inmediato y apasionado con Jesús, la decadencia de nuestro cristianismo se puede convertir en una enfermedad mortal.
Los cristianos vivimos hoy preocupados y distraídos por muchas cuestiones. Pero no hemos de olvidar lo esencial. Todos somos «sarmientos». Solo Jesús es «la verdadera vid». Lo decisivo en estos momentos es «permanecer en él»: aplicar toda nuestra atención al Evangelio; alimentar en nuestros grupos, redes, comunidades y parroquias el contacto vivo con él; no desviarnos de su proyecto.



Sábado 2 mayo de 2015
Cuarta Semana de Pascua

Hechos de los apóstoles 13, 44-52

El sábado siguiente, casi toda la ciudad acudió a oír la palabra de Dios. Al ver el gentío, a los judíos les dio mucha envidia y respondían con insultos a las palabras de Pablo. Entonces Pablo y Bernabé dijeron sin contemplaciones:
-«Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: "Yo te haré luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el extremo de la tierra."»
Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la palabra del Señor; y los que estaban destinados a la vida eterna creyeron.
La palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región. Pero los judíos incitaron a las señoras distinguidas y devotas y a los principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron del territorio.
Ellos sacudieron el polvo de los pies, como protesta contra la ciudad, y se fueron a Iconio. Los discípulos quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo.

Salmo Sal 97, 1-2ab. 2cd. 3ab. 3cd-4 R. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R.


Evangelio según san Juan 14, 7-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Si me conocéis a mi, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.»
Felipe le dice:
- «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.» 
Jesús le replica:
- «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mi, hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mi. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mi, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre; y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.»

PARA VIVIR ESTA PALABRA

En el evangelio de hoy nos encontramos en el corazón mismo de la revelación que Jesús hace de su propia persona: su relación con el Padre.
La pregunta de Felipe -siempre hay preguntas sencillas de alguien que a Juan le sirven para seguir profundizando en la manifestación de Jesús- conduce a la afirmación más decisiva: «yo estoy en el Padre y el Padre en mí... el Padre permanece en mí y él mismo hace las obras».

Las consecuencias son riquísimas. Al Padre nadie le ha visto: pero el que ha visto a Jesús, ya ha visto al Padre. El que cree y acepta a Cristo, ha creído y aceptado al mismo Dios. Jesús es la puerta, el camino, la luz, y en él tenemos acceso a Dios Padre. También el éxito de nuestra oración queda asegurado: «lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré».

Tenemos en Jesús al mediador más eficaz: su unión íntima con el Padre hará que nuestra oración sea siempre escuchada, si nosotros estamos unidos a Jesús.

Nosotros, como Felipe, no hemos visto al Padre. Y además, a diferencia de Felipe, no hemos visto tampoco a Jesús. Aunque él ya nos dijo que «dichosos los que crean sin haber visto».
Pero nosotros sí creemos en él. Le seguimos como al verdadero Maestro. Le comemos como al verdadero Pan. Nos dejamos guiar por él, que es la verdadera Luz. Y sabemos que estamos en el recto camino para la vida, para llegar a Dios.

En la Eucaristía tenemos una experiencia sacramental de la presencia de Cristo Jesús en nuestra vida: una experiencia que nos ayuda a saberle «ver» también presente a lo largo de nuestros días, en la persona del prójimo, en nuestro trabajo, en nuestras alegrías y dolores. Convencidos de que unidos a él, «también haremos las obras que él hace, y aún mayores», como nos ha dicho hoy.

«Señor Jesús, Hijo de María, concédenos vivir en plenitud el misterio pascual, para que demos fruto abundante de vida cristiana» 

Viernes 1 de mayo de 2015

Cuarta Semana de Pascua

Evangelio según san Juan 14, 1-6

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.» Tomás le dice: - «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» Jesús le responde: - «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí.»

PARA VIVIR ESTA PALABRA

En el discurso de la Ultima Cena, Jesús anima a los suyos pensando ya en lo que pasará después de la Pascua. Se está presintiendo la despedida: ¿qué será de los discípulos después de la marcha de Jesús?

Ante todo les invita a que no tengan miedo: «no perdáis la calma: creed en Dios y creed también en mí». El se va, pero eso les conviene: va a prepararles el camino. Ellos también están destinados a ir a donde va él, a «las muchas estancias que hay en la casa del Padre».

Esta vez la autorrevelación de Jesús, que tan polifacética aparece en el evangelio -estas semanas le hemos oído decir que es el pan, la puerta, el pastor, la luz-, se hace con el símil tan dinámico y expresivo del camino. Ante la pregunta de Tomás, «no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?», Jesús aprovecha, como siempre, para manifestarnos algo de su ser,  del «yo soy»: «yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie va al Padre, sino por mí».

Al igual que había dicho que él es la puerta, por la que hay que entrar, ahora dice que es el camino, el medio o la dirección o el modo o estilo de vida por el que hay que "transitar", para saber llegar al Padre y a la vida. Es el puente, la senda entre la humanidad y la divinidad. El está en las dos "orillas", por Él llegamos al Padre invisible.  Además, las categorías de la verdad y de la vida completan la presentación de la persona de Jesús.

En la Pascua es cuando más claro vemos que Cristo es nuestro camino. Una metáfora hermosa y llena de fuerza, que ahora se repite mucho en los cantos de la comunidad cristiana («camina, pueblo de Dios», «somos un pueblo que camina»...). Cristo como camino es a la vez compromiso -porque tenemos que seguir tras él- y tranquilidad -«no perdáis la calma»- porque no vamos sin rumbo: él nos señala el camino, él es el camino.

Nosotros somos personas que hace tiempo hemos optado por seguirle a él en nuestra vida. No sólo por haber sido bautizados, sino porque conscientemente una y otra vez hemos reafirmado nuestra fe y nuestro seguimiento de él. Pero el símil del camino nos puede ayudar a preguntarnos:

 ¿de veras seguimos con fidelidad rectilínea el camino central, que es Jesús? ¿o a veces nos gusta probar otros caminos y atajos que nos pueden parecer más atractivos a corto plazo, más fáciles y agradables?

Que él es el único camino debería notarse en los mil pequeños detalles de cada día, porque intentamos continuamente seguir su estilo de vida en nuestro trato con los demás, en las opciones o elecciones que realizamos, en nuestra vivencia de la historia, en nuestra manera de juzgar los acontecimientos. Cristo es el que va delante de nosotros. Seguir sus huellas es seguir su camino.

Jueves 30 de abril de 2015
Cuarta Semana de Pascua

evangelio según san Juan 13,16-20:

Cuando Jesús acabó de lavar los pies a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro, el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: "El que compartía mi pan me ha traicionado." Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy. Os lo aseguro: El que recibe a mi enviado me recibe a mí; y el que a mí me recibe recibe al que me ha enviado.»

PARA VIVIR ESTA PALABRA

A partir de hoy, y hasta el final de la Pascua, leemos los capítulos que Juan dedica a la última Cena de Jesús con sus discípulos.
Esta cena empezó con un gesto simbólico muy elocuente: el lavatorio de los pies, una gran lección de fraternidad y de actitud de servicio para con los demás. Es una página entrañable que leemos el Jueves Santo. Aquí escuchamos la consecuencia que Jesús quiere que saquen sus discípulos.

El siervo tiene que imitar lo que hace su amo. El discípulo, lo que ha aprendido de su maestro. Ellos han visto cómo Jesús se ha ceñido la toalla, ha tomado en sus manos la jofaina y ha ido lavándoles los pies uno a uno. Es lo mismo que tienen que hacer ellos: «dichosos vosotros si lo ponéis en práctica».

También empieza a anunciar cómo uno de ellos, Judas, le va a traicionar. Y repite la idea de que así como el Padre le ha enviado a él, él les envía a ellos a este mundo. El que recibe a los enviados de Cristo, le recibe a él, y por tanto recibe al que le ha enviado, al Padre. La afirmación de la identidad de Jesús se repite también aquí: «para que creáis que yo soy».

Es fácil admirar el gesto del lavatorio de los pies hecho por Jesús. Y reflexionar sobre cómo ha entendido él la autoridad: «no he venido a ser servido, sino a servir». Pero lo que nos pide la Palabra de Dios no son afirmaciones lógicas y bonitas, sino el seguimiento de Jesús, la imitación de sus actitudes. En este caso, la imitación, en nuestra vida de cada día, de su actitud de servidor de los demás.

Miércoles 29 de abril de 2015
Cuarta Semana de Pascua

SANTA CATALINA DE SIENA

Sus cortos 33 años de vida fueron de gran impacto para la Iglesia. Santa Catalina es una de las tres doctoras de la Iglesia, a pesar de que nunca tuvo una preparación académica formal y no sabía leer ni escribir (las otras dos doctoras son Santa Teresa de Avila y Santa Teresita del Niño Jesús). Sta. Catalina fue el instrumento que utilizó el Señor para que regresara el Papado de Aviñón (Francia), a Roma. Santa Catalina tenía un profundo amor a la Eucaristía, a la Stma. Virgen y a los pobres. Tuvo muchas experiencias místicas, entre ellas: El desposorio con Cristo, profecías, estigmas y ayunos de largos períodos, en los cuales se alimentaba solamente de la Eucaristía

de la primera carta del apóstol san Juan 1, 5-2, 2

Queridos hermanos: Os anunciamos el mensaje que hemos oído a Jesucristo: Dios es luz sin tiniebla alguna. Si decimos que estamos unidos a él, mientras vivimos en las tinieblas, mentimos con palabras y obras. Pero, si vivimos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos unidos unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia los pecados. Sí decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y no poseemos su palabra. Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

Sal 102, 1-2. 3-4. 8-9. 13-14. 17-18a R. Bendice, alma mía, al Señor.

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades,
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo. R.

Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro. R.

Pero la misericordia del Señor dura siempre,
su justicia pasa de hijos a nietos,
para los que guardan la alianza. R.


 evangelio según san Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús: -«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mí yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

PARA VIVIR ESTA PALABRA

Los "cansados y agobiados" (v. 28) son los mismos que los pequeños y los ignorantes de los versículos precedentes. En efecto, el peso o el "yugo" designa con frecuencia en el judaísmo el cumplimiento de la ley.

Los escribas les habían sobrecargado con un número incalculable de prescripciones que los simples y los ignorantes se esforzaban por observar, sin tener la capacidad suficiente para distinguir lo necesario de lo accidental. 

Jesús se presenta como quien propone un yugo fácil de llevar  porque Él también ha formado parte de la comunidad de los pobres, de modo libre y voluntario.

Frente al orgullo de los sabios que creían saberlo todo, Jesús se dirige a los "sin letras", pero como uno de ellos. La gran cátedra es la vida vivida desde abajo, con sus gozos y dificultades. 

Jesús nos revela a un Dios que toma partido en favor de los oprimidos por las cargas que les imponen los sabios y entendidos.

Jesús da respiro y libertad a la vida tan desafortunadamente atormentada por códigos y leyes de tantos.

Martes 28 de abril de 2015
Cuarta Semana de Pascua

evangelio según san Juan 10, 22-30

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: - «¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente.» Jesús les respondió: - «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mi. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.»

 PARA VIVIR ESTA PALABRA

En el evangelio, la revelación de Jesús llega a mayor profundidad en la fiesta de la Dedicación del Templo. No sólo es la puerta y el pastor, no sólo está mostrando ser el enviado de Dios por las obras que hace. Su relación con el Padre, con Dios, es de una misteriosa identificación: «yo y el Padre somos uno». Jesús va manifestando progresivamente el misterio de su propia persona: el «yo soy».

Lo que pasa es que algunos de sus oyentes no quieren creer en él. Y precisamente es la fe en Jesús lo que decide si uno va a tener o no la vida eterna. Los verbos se suceden: escuchar, conocer, creer, seguir. Si alguien se pierde, será porque él quiere. Porque Jesús, que se vuelve a presentar como el Buen Pastor, sí que conoce a sus ovejas, y las defiende, y da la vida por ellas, y no quiere que ninguna se pierda (basta recordar la escena de su detención en el huerto de los olivos: «si me buscáis a mí, dejad a estos que se vayan»). Y les dará la vida eterna. La que él mismo recibe del Padre.

El pasaje del evangelio nos invita a renovar también nosotros nuestra fe y nuestro seguimiento de Jesús. ¿Podemos decir que le escuchamos, que le conocemos, que le seguimos? ¿que somos buenas ovejas de su rebaño? Tendríamos que hacer nuestra la actitud que expresó tan hermosamente Pedro: «Señor, ¿a quién iremos? tú tienes palabras de vida eterna».

En la Eucaristía escuchamos siempre su voz. Hacemos caso de su Palabra. Nos alimentamos con su Cuerpo y Sangre. En verdad, éste es un momento privilegiado en que Cristo es Pastor y nosotros comunidad suya. Eso debería prolongarse a lo largo de la jornada: siguiendo sus pasos, viviendo en unión con él, imitando su estilo de vida.


Lunes 27 de abril de 2015
Cuarta Semana de Pascua

evangelio según san Juan 10,1-10

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido, pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por su nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.»
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos: pero las ovejas no los escuchaorn. Yo soy la puerta: quien entra por mí, se salvará, y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago: yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»

PARA VIVIR ESTA PALABRA

El nombre de pastor es muy expresivo. En el Antiguo Testamento se aplica a Dios con relación a su pueblo, y también a los reyes como David, o a los sacerdotes, y ahora en el evangelio a Cristo Jesús, y más tarde al ministerio de Pedro («apacienta mis ovejas»). A veces se trata de pastores malos (Ez 34). Otras, del auténtico pastor: Yahvé en el AT, 

Jesús en el NT. Jesús enumera las cualidades del buen pastor: se preocupa por sus ovejas, las defiende, las conoce y es conocido por ellas, da la vida por ellas, quiere que también otras ovejas vengan y formen un solo redil. Mientras que el pastor mercenario se busca a sí mismo y no se preocupa de las ovejas. Nadie como Jesús puede decir: «yo soy el Buen Pastor». Él puede hablar de estas cualidades porque las cumple perfectamente en su vida. Un pastor, normalmente, no tiene por qué dar la vida por sus ovejas, ni conocer a todas, ni querer reunir a otras: pero Jesús lleva su condición de Pastor de la humanidad, que le ha encomendado Dios, hasta las últimas consecuencias. Él conoce a sus ovejas de igual manera que el Padre le conoce a él y él conoce al Padre. El mejor modelo de unión.

Jesús, Buen Pastor, es el espejo en que tendríamos que mirarnos todos porque todos tenemos que tener actitudes de "cuidado" con relación a otros: en la Iglesia, en la parroquia, en la comunidad religiosa, en la familia, con los vecinos, compañeros de trabajo, en cualquier grupo cristiano o civil.

Es bueno que hoy hagamos examen de conciencia, pensando ante todo si en verdad somos nosotros mismos ovejas de Cristo: si le conocemos, obedecemos su voz y le seguimos. 

Pero también, en cuanto estamos revestidos de mayor o menor autoridad para con los demás, mirando a las cualidades que Jesús describe y cumple: ¿somos buenos pastores? ¿nos preocupamos de los demás? ¿buscamos su interés, o el nuestro? ¿nos sacrificamos por aquellos de los que somos encargados, hasta dar la vida por ellos? ¿les dedicamos gratuitamente nuestro tiempo? En medio de un mundo en que las personas viven aisladas, encerradas en sí mismas, ¿nos conocemos mutuamente? ¿conocemos a las personas que encontramos, que viven con nosotros, en la familia o en el grupo? ¿o vivimos en la incomunicación y el aislamiento, ignorando o permaneciendo indiferentes ante la persona de los demás?

Cristo es nuestro Pastor. En la Eucaristía nos da su Palabra -se nos da él mismo como la Palabra que ilumina y alimenta- y sobre todo nos da su Cuerpo y su Sangre para que tengamos fuerzas a lo largo de la jornada. Mostrémosle nuestro agradecimiento. Pidámosle que nos ayude a ser buenos seguidores suyos, imitando también su entrega al servicio de los demás.

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4º de Pascua - domingo del Buen pastor

DOMINGO 26 de abril de 2015

Evangelio según San Juan 10, 11-18

En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos:
–Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.
Por eso me ama el Padre: porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para quitarla y tengo poder para recuperarla. Este mandato he recibido del Padre.

ACERCARNOS Y CONOCERNOS. José Antonio Pagola

Cuando entre los primeros cristianos comenzaron los conflictos y disensiones entre grupos y líderes diferentes, alguien sintió la necesidad de recordar que, en la comunidad de Jesús, solo él es el Pastor bueno. No un pastor más, sino el auténtico, el verdadero, el modelo a seguir por todos.

Esta bella imagen de Jesús, Pastor bueno, es una llamada a la conversión, dirigida a quienes reivindican el título de «pastores» en la comunidad cristiana. El pastor que se parece a Jesús, solo piensa en sus ovejas, no «huye» ante los problemas, no las «abandona». Al contrario, está junto a ellas, las defiende, se desvive por ellas, «expone su vida» buscando su bien.

Al mismo tiempo, esta imagen es una llamada a la comunión fraterna entre todos. El Buen Pastor «conoce» a sus ovejas y las ovejas le «conocen» a él. Solo desde esta cercanía estrecha, desde este conocimiento mutuo y esta comunión de corazón, el Buen Pastor comparte su vida con las ovejas. Hacia esta comunión y mutuo conocimiento hemos de caminar también hoy en la Iglesia.

En estos momentos no fáciles para la fe, necesitamos como nunca aunar fuerzas, buscar juntos criterios evangélicos y líneas maestras de actuación para saber en qué dirección hemos de caminar de manera creativa hacia el futuro.

Sin embargo, no es esto lo que está sucediendo. Se hacen algunas llamadas convencionales a vivir en comunión, pero no estamos dando pasos para crear un clima de escucha mutua y diálogo. Al contrario, crecen las descalificaciones y disensiones entre obispos y teólogos; entre teólogos de diferentes tendencias; entre movimientos y comunidades de diverso signo; entre grupos y «blogs» de todo género...

Pero, tal vez, lo más triste es ver cómo sigue creciendo el distanciamiento entre la jerarquía y el pueblo cristiano. Se diría que viven dos mundos diferentes. En muchos lugares los «pastores» y las «ovejas» apenas se conocen. A muchos obispos no les resulta fácil sintonizar con las necesidades reales de los creyentes, para ofrecerles la orientación y el aliento que necesitan. A muchos fieles les resulta difícil sentir afecto e interés hacia unos pastores a los que ven alejados de sus problemas.

Solo creyentes, llenos del Espíritu del Buen Pastor, pueden ayudarnos a crear el clima de acercamiento, mutua escucha, respeto recíproco y diálogo humilde que tanto necesitamos.


Sábado 25 de abril de 2015
San Marcos Evangelista
Tercera Semana de Pascua

evangelio según san Marcos 16,15-20:

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.


PARA VIVIR ESTA PALABRA

Este texto forma parte del apéndice canónico añadido al evangelio de Marcos. Redactado ese apéndice a mitad del siglo segundo, está reconocido y autorizado, y aporta un final coherente con todo el evangelio: después de la pasión del mesías crucificado, los discípulos quedaron traumatizados; “estaban tristes y seguían llorando”, y no creían en el testimonio de María Magdalena (Mc 16,9-13). Hasta que Jesús “se mostró a los once en la mesa, les echó en cara su incredulidad y terquedad” (16,14) y los envió “a proclamar la buena noticia a toda criatura” (16,15). 

Esa buena noticia anunciada por Jesús, culmina en su propia resurrección: Porque Dios es el Abba, el Dios-Amor que da vida. Su reinado ha llegado en Jesús. Y en su persona se anuncia y se da perdón, vida nueva filial y fraterna, salvación. 

Se señalan también los signos de “poder mesiánico” que Jesús promete a quienes crean y se bauticen; signos simbólicamente expresados en el poder sobre lo que amenaza y mata la vida: “serpientes, venenos, enfermedades”(16,17-18).

Los discípulos y discípulas “salieron a predicar por todas partes” y tuvieron la gratificante experiencia de que el Señor confirmaba la palabra de su testimonio con las señales prometidas. La activa presencia del Espíritu, manifestada en esos poderes liberadores de la vida de quienes “creían” en su testimonio, era la nueva presencia del Señor que les acompañaba. Y eso mismo sigue ocurriendo hoy. 


Viernes 24 de abril de 2015

Tercera Semana de Pascua. Conmemoración mensual de María Auxiliadora

Como cada 24 de mes, hoy , la Familia Salesiana, se reunirá para celebrar la Eucaristía con Mª Auxiliadora, Madre y Maestra de todos y todas. ¡Feliz 24! Ya sólo queda un mes para su fiesta.

Evangelio según san Juan 6, 52-59

En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí: - «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» Entonces Jesús les dijo: - «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.» Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.


PARA VIVIR ESTA PALABRA

En el final del discurso de Jesús sobre el Pan de la vida, el tema es ya claramente «eucarístico». Antes hablaba de la fe: de ver y creer en el Enviado de Dios. Ahora habla de comer y beber la Carne y la Sangre que Jesús va a dar para la vida del mundo en la cruz, pero también en la Eucaristía, porque ha querido que la comunidad celebre este memorial de la cruz.

Ahora, la dificultad que tienen sus oyentes (v. 52) es típicamente eucarística: «¿cómo puede éste darnos a comer su carne?». Antes (v. 42) había sido cristológica: «¿cómo dice éste que ha bajado del cielo?».

El fruto del comer y beber a Cristo es el mismo que el de creer en él: participar de su vida. Antes había dicho: «el que cree, tiene vida eterna» (v.47). Ahora: «el que come este pan vivirá para siempre» (v.58).

Hay dos versículos que describen de un modo admirable las consecuencias que la Eucaristía va a tener para nosotros, según el pensamiento de Cristo: «el que come mi carne y bebe mi sangre, permanece (habita) en mí y yo en él» (v. 56): la intercomunicación entre el Resucitado y sus fieles en la Eucaristía. Y añade una comparación que no nos hubiéramos atrevido nosotros a afirmar: «el Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre: del mismo modo, el que me come vivirá por mí». La unión de Cristo con su Padre es misteriosa, vital y profunda. Pues así quiere Cristo que sea la de los que le reciben y le comen. No dice que «vivirá para mi», sino «por mi». Como luego dirá que los sarmientos viven si permanecen unidos a la vid, que es el mismo Cristo.

También el discurso de Jesús ha sido intenso, y nos invita a pensar si nuestra celebración de la Eucaristía produce en nosotros esos efectos que él anunciaba en Cafarnaúm.

Lo de «tener vida» puede ser una frase hecha que no significa gran cosa si la entendemos en la esfera meramente teórica. ¿Se nota que, a medida que celebramos la Eucaristía y en ella participamos de la Carne y Sangre de Cristo, estamos más fuertes en nuestro camino de fe, en nuestra lucha contra el mal? ¿o seguimos débiles, enfermos, apáticos? Lo que dice Jesús: «el que me come permanece en mí y yo en él», ¿es verdad para nosotros sólo durante el momento de la comunión o también a lo largo de la jornada?

Después de la comunión -en esos breves pero intensos momentos de silencio y oración personal- le podemos pedir al Señor, a quien hemos recibido como alimento, que en verdad nos dé su vida, su salud, su fortaleza, y que nos la dé para toda la jornada. Porque la necesitamos para vivir como seguidores suyos día tras día.

Jueves 23 de abril de 2015

Tercera Semana de Pascua

evangelio según san Juan 6,44-51

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: - «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios." Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»

PARA VIVIR ESTA PALABRA

El discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm sigue adelante, progresando hacia su plenitud.

La idea principal sigue siendo también hoy la de la fe en Jesús, como condición para la vida. La frase que la resume mejor es el v. 47: «os lo aseguro, el que cree tiene vida eterna». Ahora bien, a los verbos que encontrábamos ayer-«ver», «venir» y «creer»- hoy se añade uno nuevo: «nadie puede venir a mí si el Padre que me ha enviado no le atrae». La fe es un don de Dios, al que se responde con la decisión personal.

Dentro de este discurso sobre la fe en Jesús hay una objeción de los oyentes -que no se lee en la selección de la Misa- que refleja bien cuál era la intención de Jesús. Murmuraban y se preguntaban: «¿cómo puede decir que ha bajado del cielo?» (v. 42). Lo que escandalizaba a muchos era que Jesús, cuyo origen y padres creían conocer, se presentara como el enviado de Dios, y que hubiera que creer en él para tener vida.

Al final de la lectura de hoy parece que cambia el discurso. Ha empezado a sonar el verbo «comer». La nueva repetición: «yo soy el pan vivo» tiene ahora otro desarrollo: «el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».

Donde Jesús entregó su carne por la vida del mundo fue sobre todo en la cruz. Pero las palabras que siguen, y que leeremos mañana, apuntan también claramente a la Eucaristía, donde celebramos y participamos sacramentalmente de su entrega en la cruz.

Nosotros, cuando celebramos la Eucaristía, acogiendo la Palabra y participando del Cuerpo y Sangre de Cristo, tenemos la suerte de que sí «vemos, venimos y creemos» en él, le reconocemos, y además sabemos que la fe que tenemos es un don de Dios, que es él que nos atrae.

Tenemos motivos para alegrarnos y sentir que estamos en el camino de la vida: que ya tenemos vida en nosotros, porque nos la comunica el mismo Cristo Jesús con su Palabra y con su Eucaristía. La vida que consiguió para nosotros cuando entregó su carne en la cruz por la salvación de todos y de la que quiso que en la Eucaristía pudiéramos participar al celebrar el memorial de la cruz.

Creemos en Jesús y le recibimos sacramentalmente: ¿de veras esto nos está ayudando a vivir la jornada más alegres, más fuertes, más llenos de vida? Porque la finalidad de todo es vivir con él, como él, en unión con él.

Miércoles 22 de abril de 2015
Tercera Semana de Pascua


evangelio según san Juan 6, 35-40

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: - «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis. Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre:'que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.»

PARA VIVIR ESTA PALABRA



El «discurso del Pan de la vida» que Jesús dirige a sus oyentes el día siguiente a la multiplicación de los panes, en la sinagoga de Cafarnaúm, entra en su desarrollo decisivo. Esta catequesis de Jesús tiene dos partes muy claras: una que habla de la fe en él, y otra de la Eucaristía. En la primera afirma «yo soy el Pan de vida»: en la segunda dirá «yo daré el Pan de vida». Ambas están íntimamente relacionadas, y forman parte de la gran página de catequesis que el evangelista nos ofrece en torno al tema del pan.

Hoy escuchamos la primera. Repetimos la última frase de ayer, el v. 35: «yo soy el pan de vida», que es el inicio de este apartado, que tiene como contenido la fe en Jesús. Se nota en seguida, porque los verbos que emplea son «el que viene a mí», «el que cree en mí», «el que ve al Hijo y cree en él». Se trata de creer en el enviado de Dios. Aquí se llama Pan a Cristo no en un sentido directamente eucarístico, sino más metafórico: a una humanidad hambrienta, Dios le envía a su Hijo como el verdadero Pan que le saciará.Como también se lo envía como la Luz, o como el Pastor. Luego pasará a una perspectiva más claramente eucarística, con los verbos «comer» y «beber».

El efecto del creer en Jesús es claro: el que crea en él «no pasará hambre», «no se perderá», «lo resucitaré el último día», «tendrá vida eterna».

La presentación de Jesús por parte del evangelista también nos está diciendo a nosotros que necesitamos la fe como preparación a la Eucaristía. Somos invitados a creer en él, antes de comerle sacramentalmente.

Ver, venir, creer: para que nuestra Eucaristía sea fructuosa, antes tenemos que entrar en esta dinámica de aceptación de Cristo, de adhesión a su forma de vida Por eso es muy bueno que en cada misa, antes de tomar parte en «la mesa de la Eucaristía», comiendo y bebiendo el Pan y el Vino que Cristo nos ofrece, seamos invitados a recibirle y a comulgar con él en «La mesa de la Palabra», escuchando las lecturas bíblicas y aceptando como criterios de vida los de Dios.

El que nos prepara a «comer» y «beber» con fruto el alimento eucarístico es el mismo Cristo, que se nos da primero como Palabra viviente de Dios, para que «veamos», «vengamos» y «creamos» en él. Así es como tendremos vida en nosotros. Es como cuando los discípulos de Emaús le reconocieron en la fracción del pan, pero reconocieron que ya «ardía su corazón cuando les explicaba las Escrituras».

La Eucaristía tiene pleno sentido cuando se celebra en la fe y desde la fe. A su vez, la fe llega a su sentido pleno cuando desemboca en la Eucaristía. Y ambas deben conducir a la vida según Cristo. Creer en Cristo. Comer a Cristo. Vivir como Cristo.

MARTES 21 ABRIL, III SEMANA DE PASCUA

evangelio según san Juan 6, 30-35

En aquel tiempo, dijo la gente a Jesús: - «¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo."» Jesús les replicó: - «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.» Entonces le dijeron: - «Señor, danos siempre de este pan.» Jesús les contestó: - «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA

En el evangelio, la gente sencilla pide «signos» a Jesús. Y casi como provocándole le dicen que Moisés sí había hecho signos: el maná que proporcionó a los suyos en la travesía del desierto. Así ha construido literariamente la escena el evangelista para dar lugar a continuación al discurso de Jesús sobre el pan verdadero.

Todo el discurso siguiente va a ser como una homilía en torno al tema del pan: el pan que multiplicó Jesús el día anterior, el maná que Dios dio al pueblo en el desierto, y el Pan que Jesús quiere anunciar. La frase crucial es una cita del salmo 77, 24: «les diste pan del cielo».

Se establece el paralelismo entre Moisés y Jesús, entre el pan que no sacia y el pan que da vida eterna, entre el pan con minúscula y el Pan con mayúscula. A partir de la experiencia de la multiplicación y del recuerdo histórico del maná, Jesús conduce a sus oyentes hacia la inteligencia más profunda del Pan que Dios les quiere dar, que es él mismo, Jesús. Si en el desierto el maná fue la prueba de la cercanía de Dios para con su pueblo, ahora el mismo Dios quiere dar a la humanidad el Pan verdadero, Jesús, en el que hay que creer. Siempre es parecido el camino: de la anécdota de un milagro hay que pasar a la categoría del «yo soy». Aquí, al «yo soy el pan de vida».

Nosotros tenemos la suerte de la fe. E interpretamos claramente a Jesús como el Pan de la vida, el que nos da fuerza para vivir. El Señor, ahora Glorioso y Resucitado, se nos da él mismo como alimento de vida.

Aquella gente del evangelio, sin saberlo bien, nos han dado la consigna para nuestra oración. Podemos decir como ellos, en nombre propio y de toda la humanidad: «danos siempre de este Pan». Y no sólo en el sentido inmediato del pan humano, sino del Pan verdadero que es Cristo mismo.

Pero los cristianos no nos tendríamos que conformar con saciarnos nosotros de ese Pan. Deberíamos «distribuirlo» a los demás: deberíamos anunciar a Cristo como el que sacia todas las hambres que podamos sentir los humanos. Deberíamos conducir a todos los que podamos, con nuestro ejemplo y testimonio, a la fe en Cristo y a la Eucaristía. El pan que baja del cielo y da vida al mundo.


LUNES 20 ABRIL, III SEMANA DE PASCUA

evangelio según san Juan 6,22-29

Después que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el lago. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del lago notó que allí no habla habido más que una lancha y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos. Entretanto, unas lanchas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan sobre el que el Señor pronunció la acción de gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: - «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?» Jesús les contestó: - «Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.» Ellos le preguntaron: - «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?» Respondió Jesús: - «La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.»

PARA VIVIR ESTA PALABRA

En el evangelio hemos visto cómo la gente busca a Jesús, al día siguiente de la multiplicación de los panes.
Pero Jesús les tiene que echar en cara que la motivación de esta búsqueda es superficial: «me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros». Se quedan en el hecho, pero no llegan al mensaje. Como la samaritana que apetecía el agua del pozo, cuando Jesús le hablaba de otra agua.
Con sus milagros, Jesús quiere que las personas capten su persona, su misterio, su misión. «Que crean en el que Dios ha enviado».
Es admirable, a lo largo del evangelio, ver cómo Jesús, a pesar de la cortedad de sus oyentes, les va conduciendo con paciencia hacia la verdadera fe: «yo soy la luz», «yo soy la vida», «yo soy el Pastor». Aquí, a partir del pan que han comido con gusto, les ayudará a creer en su afirmación: «yo soy el pan que da la vida eterna».
b) Como Jesús, con pedagogía y paciencia, fue conduciendo a la gente a la fe en él, a partir de las apetencias meramente humanas -el pan para saciar el hambre, el mesianismo humano y político que buscaba Pedro-, también nosotros deberíamos ayudar a nuestros hermanos, jóvenes y mayores, a llegar a captar cómo Jesús es la respuesta de Dios a todos nuestros deseos y valores.
Buscar a Jesús porque multiplica el pan humano es flojo, pero es un punto de partida. El hombre de hoy, aunque tal vez no conscientemente, busca felicidad, seguridad, vida y verdad. Como la gente de Cafarnaúm, anda bastante desconcertado, buscando y no encontrando respuesta al sentido de su vida.

Hay buena voluntad en mucha gente. Lo que necesitan es que alguien les ayude. A veces tienen una concepción pobre de la fe cristiana, por temor o por un sentido meramente de precepto, o por interés: algunos buscan a Dios por los favores que de él esperan, sin buscarle a él mismo. Si nosotros los cristianos, con nuestra palabra y nuestras obras, les ayudamos y les evangelizamos, pueden llegar a entender que la respuesta se llama Jesús, y del pan humano y caduco podrán pasar a apreciar el Pan que es Cristo y el Pan que nos da Cristo.



19 abril 2015

DOMINGO 3º DE PASCUA


Evangelio según San Lucas 24, 35-48

En aquel tiempo contaban los discípulos lo que les había acontecido en el camino y cómo reconocieron a Jesús en el partir el pan.
Mientras hablaban, se presentó Jesús en medio de sus discípulos y les dijo:
–Paz a vosotros.
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo:
–¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
–¿Tenéis ahí algo que comer?
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo:
–Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mi, tenía que cumplirse.
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió:
–Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.

CREER POR EXPERIENCIA PROPIA José Antonio Pagola

No es fácil creer en Jesús resucitado. En última instancia es algo que solo puede ser captado y comprendido desde la fe que el mismo Jesús despierta en nosotros. Si no experimentamos nunca «por dentro» la paz y la alegría que Jesús infunde, es difícil que encontremos «por fuera» pruebas de su resurrección.

Algo de esto nos viene a decir Lucas al describirnos el encuentro de Jesús resucitado con el grupo de discípulos. Entre ellos hay de todo. Dos discípulos están contando cómo lo han reconocido al cenar con él en Emaús. Pedro dice que se le ha aparecido. La mayoría no ha tenido todavía ninguna experiencia. No saben qué pensar.

Entonces «Jesús se presenta en medio de ellos y les dice: "Paz a vosotros"». Lo primero para despertar nuestra fe en Jesús resucitado es poder intuir, también hoy, su presencia en medio de nosotros, y hacer circular en nuestros grupos, comunidades y parroquias la paz, la alegría y la seguridad que da el saberlo vivo, acompañándonos de cerca en estos tiempos nada fáciles para la fe.

El relato de Lucas es muy realista. La presencia de Jesús no transforma de manera mágica a los discípulos. Algunos se asustan y «creen que están viendo un fantasma». En el interior de otros «surgen dudas» de todo tipo. Hay quienes «no lo acaban de creer por la alegría». Otros siguen «atónitos».

Así sucede también hoy. La fe en Cristo resucitado no nace de manera automática y segura en nosotros. Se va despertando en nuestro corazón de forma frágil y humilde. Al comienzo, es casi solo un deseo. De ordinario, crece rodeada de dudas e interrogantes: ¿será posible que sea verdad algo tan grande?

Según el relato, Jesús se queda, come entre ellos, y se dedica a «abrirles el entendimiento» para que puedan comprender lo que ha sucedido. Quiere que se conviertan en «testigos», que puedan hablar desde su experiencia, y predicar no de cualquier manera, sino «en su nombre».

Creer en el Resucitado no es cuestión de un día. Es un proceso que, a veces, puede durar años. Lo importante es nuestra actitud interior. Confiar siempre en Jesús. Hacerle mucho más sitio en cada uno de nosotros y en nuestras comunidades cristianas.

18 abril 2015

SÁBADO  DE LA 2ª SEMANA DE PASCUA

evangelio según san Juan 6, 16-21

Al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al lago, embarcaron y empezaron a atravesar hacia Cafárnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando. Habían remado unos cinco o seis kilómetros, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el lago, y se asustaron. Pero él les dijo: - «Soy yo, no temáis.» Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio a donde iban.

PARA VIVIR ESTA PALABRA

Un misterioso suceso en el lago sigue al milagro de la multiplicación de los panes y a la «huida» de Jesús cuando le querían hacer rey.

De noche los discípulos, avezados al trabajo en el lago, experimentan un momento de pánico por la mar encrespada y, además, por la visión de Jesús que se les acerca caminando sobre las aguas. Hasta que oyen las palabras tranquilizadoras: «soy yo, no temáis». Pero el desenlace sigue siendo misterioso: no se nos dice si Jesús sube a la barca o no, sino que llegan a destino y se impone la serenidad. Como en el caso de las pescas milagrosas, cuando no está Jesús con ellos, es inútil su esfuerzo y no tienen paz. Cuando se acerca Jesús, vuelve la calma y el trabajo resulta plenamente eficaz.

También la escena del evangelio se reflejará alguna vez, no sólo en nuestra vida personal, sino en la de la comunidad: la barca puede ser símbolo de nuestra vida o también de la comunidad eclesial.

Cuando se hace de noche en todos los sentidos, cuando arrecia el viento contrario y se encrespan los acontecimientos, cuando se nos junta todo en contra y perdemos los ánimos: cuando pasa esto y a Jesús no lo tenemos a bordo -porque estamos nosotros distraídos o porque él nos esconde su presencia- no es extraño que perdamos la paz y el rumbo de la travesía. Si a pesar de todo, supiéramos reconocer la cercanía del Señor en nuestra historia, sea pacífica o turbulenta, nos resultaría bastante más fácil recobrar la calma.

Cada vez que celebramos la Eucaristía, el Resucitado se nos hace presente en la comunidad reunida, se nos da como Palabra salvadora, y -lo que es el colmo de la cercanía y de la donación- él mismo se nos da como alimento para nuestro camino. Es verdad que su presencia es siempre misteriosa como para los discípulos de entonces. Pero por la fe tenemos que saber oír la frase que tantas veces se repite con sus variaciones en la Biblia: «soy yo, no temáis». Llegaríamos a la playa con tranquilidad, y de cada Misa sacaríamos ánimos y convicción para el resto de la jornada, porque el Señor nos acompaña, aunque no le veamos con los ojos humanos.


17 abril 2015

VIERNES DE LA 2ª SEMANA DE PASCUA

evangelio según san Juan 6, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: -«¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?» Lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer, Felipe le contestó: - «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.» Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: - «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?» Jesús dijo: - «Decid a la gente que se siente en el suelo.» Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: -«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.» Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: - «Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo.» Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.


PARA VIVIR ESTA PALABRA


A partir de hoy, y durante ocho días, escuchamos el capítulo 6 del evangelio de Juan, el discurso del Pan de Vida.

Los evangelistas cuentan repetidas veces el milagro de la multiplicación de los panes. El relato de Juan es importante y programático para entender la persona de Jesús, y en concreto el lugar que el binomio Fe y Eucaristía ocupan en la comunidad cristiana.

La escena cuenta con detalles expresivos: la iniciativa del mismo Jesús conmovido por la fidelidad de la gente, a pesar del no excesivo entusiasmo de sus apóstoles por la idea; su protagonismo, más subrayado en Juan que en los relatos de los otros evangelistas; la cercanía del día de Pascua, matiz simbólico recordado por Juan; la simpática aportación de los cinco panes y los dos peces por parte de un joven; la reacción humana y «política» de la gente que quiere a Jesús como rey, entendiendo mal su mesianismo, la terminología «eucarística» del relato, aunque evidentemente no sea una Eucaristía: el milagro va a ser interpretado -como leeremos los próximos días- como un «signo» revelador de la persona de Jesús, y en último término referido claramente a la Eucaristía que celebra la comunidad cristiana.

En un mundo también ahora desconcertado y hambriento, Cristo Jesús nos invita a la continuada multiplicación de su Pan, que es él mismo, su Cuerpo y su Sangre.

También ahora la Eucaristía se puede entender como relacionada a los dones humanos y limitados, pero dones al fin, que podemos aportar nosotros. Los cinco panes y dos peces del joven pueden compararse a los deseos de justicia y de paz por parte de la humanidad, el amor ecologista a la naturaleza, la igualdad apetecida entre hombres y mujeres, y entre razas y razas, los progresos de la ciencia: Jesús multiplica esos panes y se nos da él mismo como el alimento vital y la respuesta a las mejores aspiraciones de la humanidad.


16 abril 2015

JUEVES DE LA 2ª SEMANA DE PASCUA

Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 31-36

El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica la veracidad de Dios. El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.

PARA VIVIR ESTA PALABRA

Las palabras con las que concluye el diálogo de Jesús con Nicodemo son el resumen de todo el evangelio de Juan:
- Jesús ha venido del cielo, es el enviado de Dios, nos trae sus palabras, que son la verdadera sabiduría y las que dan sentido a la vida: son la mejor prueba del amor que Dios tiene a su Hijo y a nosotros;
- el que acoge a Jesús y su palabra es el que acierta: tendrá la vida eterna que Dios le está ofreciendo a través de su Hijo; el que no le quiera aceptar, él mismo se excluye de la vida.

Nosotros seguramente hemos hecho hace tiempo la opción, en nuestra vida, de acoger a Jesús como el enviado de Dios. Hemos considerado que es él quien da sentido pleno a nuestra existencia, y nos esforzamos por seguir su estilo de vida. Estamos guiándonos, no con los criterios «de la tierra», sino los «del cielo», como decía Jesús a Nicodemo.

Esto supone que nos esforzamos, día tras día, en ir asimilando vitalmente las categorías evangélicas, para no dejarnos llevar de las categorías humanas que se respiran en este mundo, que son «de la tierra» y a veces opuestas a las «de arriba».

Pedro nos ha dicho que Jesús es el Jefe y Salvador, que en él encontramos el perdón de los pecados. El evangelio nos ha repetido que el que cree y sigue a este Jesús posee la vida eterna. Esto nos llena de alegría y a la vez de compromiso.

Si tenemos la posibilidad y la opción de una Eucaristía diaria, ella nos da la mejor ocasión de acudir a la escuela de Jesús, de escuchar su Palabra, de dejarnos iluminar continuamente por los criterios de Dios. Para que nuestra categoría de valores y nuestra manera de pensar y de interpretar a las personas y los hechos de la historia vayan coincidiendo plenamente con la de Dios. Y además, la Eucaristía nos da la fuerza diaria para que podamos realizar esto en la vida.



15 abril 2015

MIÉRCOLES DE LA 2ª SEMANA DE PASCUA

evangelio según san Juan 3, 16-21

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

PARA VIVIR ESTA PALABRA

En el diálogo con Nicodemo, Jesús llega todavía a mayor profundidad en la revelación de su propio misterio. Aquí ya debe ser el mismo evangelista Juan quien introduce su comentario teológico a lo que pudo ser históricamente el diálogo en sí.

La fe en Cristo la presenta en dos vertientes muy claras.

1. Por parte de Dios, el pasaje de hoy nos dice claramente que todo es iniciativa de amor: «tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único». Dios ha demostrado históricamente su amor. Quiere la vida eterna de todos: por eso ha enviado al Hijo. Dios ama. Ama a todos. Al mundo entero. Esta es la perspectiva que lo explica todo: la Navidad (cuántas veces escuchamos en la carta de Juan la afirmación de Dios como amor) y la Pascua, y toda la historia de antes y de después. Lo propio de Dios no es condenar, sino salvar. Como se vio continuamente en la vida de Jesús: vino a salvar y a perdonar. Acogió a los pecadores. Perdonó a la adúltera. La oveja descarriada recibió las mejores atenciones del Buen Pastor, dándole siempre un margen de confianza, para que se salvara.

2º. Pero por parte nuestra está la dramática posibilidad de aceptar o no ese amor de Dios. Una libertad tremenda. El que decide creer en Jesús acepta en sí la vida de Dios. El que no, él mismo se condena, porque rechaza esa vida. Juan lo explica con el símil de la luz y la oscuridad. Hay personas -como muchos de los judíos- que prefieren no dejarse iluminar por la luz, porque quedan en evidencia sus obras. Es una luz que tiene consecuencias en la vida. Y viceversa: la clase de vida que uno lleva condiciona si se acepta o no la luz. La antítesis entre la luz y las tinieblas no se juega en el terreno de los conocimientos. sino en el de las obras.

Cristo ha muerto por todos. Es la prueba del amor que a todos y a cada uno nos tiene Dios Trino. Yo, cada uno de nosotros, soy amado por Dios. He sido salvado por Jesús cuando hace dos mil años se entregó a la muerte y fue resucitado a la nueva vida. Puedo desconfiar de muchas personas y de mí mismo. Pero la Pascua que estamos celebrando me recuerda: tanto me ha amado Dios, que ha entregado por mí a su Hijo. Para que creyendo en él y siguiéndole, me salve y tenga la vida eterna.

Sólo si yo no quiero la salvación o el amor o la luz, quedaré excluido de la vida: pero seré yo mismo el que no quiere entrar a la nueva existencia que me está ofreciendo Dios. (J. Aldazabal)



14 abril 2015
MARTES DE LA 2ª SEMANA DE PASCUA


evangelio según san Juan 3, 5a. 7b-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: -«Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.» Nicodemo le preguntó: - «¿Cómo puede suceder eso?» Le contestó Jesús: - « Y tú, el maestro de Israel, ¿no lo entiendes? Te lo aseguro, de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonio. Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.»



PARA VIVIR ESTA PALABRA

Con afirmaciones cada vez más profundas, Jesús va conduciendo a Nicodemo -y a nosotros- a un conocimiento mejor de lo que significa creer en él. Un conocimiento que nos transmite el que viene de arriba, el enviado de Dios, el que da testimonio del saber profundo de Dios.

Jesús se queja de la poca fe de «los sabios» de Israel representados por Nicodemo. En realidad, la escena está contada por el evangelista como prototípica: Nicodemo habla en cierto modo como portavoz de los judíos («nosotros sabemos...») y es interpelado por Jesús también como representante de todos: «no aceptáis nuestro testimonio... no creéis». Jesús alabó un día a su Padre diciendo: «has escondido estas cosas a los sabios y las has revelado a los sencillos». Algunos son muy sabios en las cosas de aquí abajo, y unos ignorantes en las de arriba, las que más valen la pena.
Sobre todo se trata de captar a Cristo en toda la hondura de su misterio pascual: no sólo como profeta o taumaturgo, sino como el que ha bajado de Dios y, después de su muerte en la cruz, sube de nuevo al cielo. Los que sepan ver y creer en Jesús levantado en la Cruz y glorificado en la Gloria, tendrán vida eterna.

El diálogo de Jesús con Nicodemo nos hace pensar también a nosotros: ¿somos de las personas que prefieren vivir en la oscuridad o en la penumbra, precisamente por no aceptar las consecuencias de aceptar la luz? ¿no es verdad que también los hombres de hoy, incluidos «los sabios», a veces prefieren -o preferimos- no saber, no captar la profundidad de Cristo, porque eso nos obligaría a cambiar, a «renacer»?

Tal vez muchas personas sencillas, sin gran cultura, sin tantos medios espirituales pero que tienen buen corazón y unos ojos lúcidos de fe, sí están mirando a Cristo Jesús con profundidad, y se dejan influir por él, renaciendo continuamente y creciendo en su vida cristiana.


13 abril 2015

LUNES de la 2ª semana de Pascua

¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!

evangelio según san Juan 3,1-8

Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío. Éste fue a ver a Jesús de noche y le dijo: - «Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él.» Jesús le contestó: - «Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios.» Nicodemo le pregunta: - «¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer? » Jesús le contestó: - «Te lo aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: "Tenéis que nacer de nuevo"; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.»

PARA VIVIR ESTA PALABRA

A partir de hoy, durante todo el Tiempo Pascual, leeremos el evangelio de Juan. Empezando durante cuatro días por el capítulo tercero, el diálogo entre Jesús y Nicodemo.

El fariseo, doctor de la ley, está bastante bien dispuesto. Va a visitar a Jesús, aunque lo hace de noche. Sabe sacar unas conclusiones buenas: reconoce a Jesús como maestro venido de Dios, porque le acompañan los signos milagrosos de Dios. Tiene buena voluntad.

Es hermosa la escena. Jesús acoge a Nicodemo. A la luz de una lámpara dialoga serenamente con él. Escucha las observaciones del doctor de la ley, algunas de ellas poco brillantes. Es propio del evangelista Juan redactar los diálogos de Jesús a partir de los malentendidos de sus interlocutores. Aquí Jesús no habla de volver a nacer biológicamente, como no hablaba del agua del pozo con la samaritana, ni del pan material cuando anunciaba la Eucaristía. Pero Jesús no se impacienta. Razona y presenta el misterio del Reino. No impone: propone, conduce.

Jesús ayuda a Nicodemo a profundizar más en el misterio del Reino. Creer en Jesús -que va a ser el tema central de todo el diálogo- supone «nacer de nuevo», «renacer» de agua y de Espíritu. La fe en Jesús -y el bautismo, que va a ser el rito de entrada en la nueva comunidad- comporta consecuencias profundas en la vida de uno. No se trata de adquirir unos conocimientos o de cambiar algunos ritos o costumbres: nacer de nuevo indica la radicalidad del cambio que supone el «acontecimiento Jesús» para la vida de la humanidad.

El evangelio, con sus afirmaciones sobre el «renacer», nos interpela a nosotros igual que a Nicodemo: la Pascua que estamos celebrando ¿produce en nosotros efectos profundos de renacimiento? El día de nuestro Bautismo recibimos por el signo del agua y la acción del Espíritu la nueva existencia del Resucitado. Celebrar la Pascua es revivir aquella gracia bautismal. La noche de Pascua, en la Vigilia, renovamos nuestras promesas bautismales. ¿Fueron unas palabras rutinarias, o las dijimos en serio? ¿hemos entendido la fe en Cristo como una vida nueva que se nos ha dado y que resulta más revolucionaria de lo que creíamos, porque sacude nuestras convicciones y tendencias?

Nacer de nuevo es recibir la vida de Dios. No es como cambiar el vestido o lavarse la cara. Afecta a todo nuestro ser. Ya que creemos en Cristo y vivimos su vida, desde el Bautismo, tenemos que estar en continua actitud de renacimiento, sobre todo ahora en la Pascua: para que esa vida de Dios que hay en nosotros, animada por su Espíritu, vaya creciendo y no se apague por el cansancio o por las tentaciones de la vida.

2º domingo DE PASCUA: de la misericordia

Evangelio según San Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
–Paz a vosotros.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
–Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
–Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedarán retenidos.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
–Hemos visto al Señor.
Pero él les contestó:
–Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
–Paz a vosotros
Luego dijo a Tomás:
–Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás:
–¡Señor mío y Dios mío !
Jesús le dijo:
–¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre.  

PARA VIVIR ESTA PALABRA


Como el Padre me envió, también yo os envío: Jesús es el primer misionero, el “apóstol y sumo sacerdote de la fe que profesamos” (Ap 3,1). Después de la experiencia de la cruz y de la resurrección se actualiza la oración de Jesús al Padre. No se trata de una nueva misión, sino de la misma misión de Jesús que se extiende a todos los que son sus discípulos, unidos a Él como el sarmiento a la vid (15,9), como también a su Iglesia. El Hijo eterno de Dios ha sido enviado para que “el mundo se salve por medio de Él” (Jn 3,17) y toda su existencia terrena, de plena identificación con la voluntad salvífica del Padre, es una constante manifestación de aquella voluntad divina de que todos se salven. Este proyecto histórico lo deja en consigna y herencia a toda la Iglesia y de modo particular, dentro de ella, a los ministros ordenados.
Sopló sobre ellos: el gesto recuerda el soplo de Dios que da la vida al hombre (Gn 2,7); no se encuentra otro en el Nuevo Testamento. Señala el principio de una creación nueva.
Recibid el Espíritu Santo: después que Jesús ha sido glorificado viene dado el Espíritu Santo (Jn 7,39). Aquí se trata de la transmisión del Espíritu para una misión particular, mientras Pentecostés (Act 2) es la bajada del Espíritu Santo sobre todo el pueblo de Dios.
A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos: el poder de perdonar o no perdonar (remitir) los pecados se encuentra también en Mateo de forma más jurídica (Mt 16,19; 18,18). Es Dios quien tiene el poder de perdonar los pecados, según los escribas y fariseos (Mc 2,7), como según la tradición (Is 43,25). Jesús tiene este poder (Lc 5,24) y lo transmite a su Iglesia. Conviene no proyectar sobre este texto, en la meditación, el desarrollo teológico de la tradición eclesial y las controversias teológicas que siguieron. En el IV evangelio la expresión se puede considerar de un modo amplio. Se indica el poder de perdonar los pecados en la Iglesia como comunidad de salvación, de la que están especialmente dotados aquéllos que participan por sucesión y misión del carisma apostólico. En este poder general está también incluso el poder de perdonar los pecados después del bautismo, lo que nosotros llamamos “sacramento de la reconciliación” expresado de diversas formas en el curso de la historia de la Iglesia.
Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré: Tomás no consigue creer a través de los testigos oculares. Quiere hacer su experiencia. El evangelio es consciente de la dificultad de cualquiera para creer en la Resurrección (Lc24), especialmente aquéllos que no han visto al Señor. Tomás es su (nuestro) intérprete. Él está dispuesto a creer, pero quiere resolver personalmente toda duda, por temor a errar. Jesús no ve en Tomás a un escéptico indiferente, sino a un hombre en busca de la verdad y lo satisface plenamente. Es por tanto la ocasión para lanzar una apreciación a hacia los futuros creyentes (versículo 29).
Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente: Jesús repite las palabras de Tomás, entra en diálogo con él, entiende sus dudas y quiere ayudarlo. Jesús sabe que Tomás lo ama y le tiene compasión, porque todavía no goza de la paz que viene de la fe. Lo ayuda a progresar en la fe.
¡Señor mío y Dios mío!: Es la profesión de fe en el Resucitado y en su divinidad como está proclamado también al comienzo del evangelio de Juan (1,1) En el Antiguo Testamento “Señor” y “Dios” corresponden respectivamente a ”Yahvé" Es la profesión de fe pascual en la divinidad de Jesús más explicita y directa. En el ambiente judaico adquiría todavía más valor, en cuanto que se aplicaban a Jesús textos que se refieren a Dios. Jesús no corrige las palabras de Tomás, como corrigió aquéllas de los judíos que lo acusaban de querer hacerse “igual a Dios” (Jn 5,18ss), aprobando así el reconocimiento de su divinidad.

Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído: Jesús nunca soporta a los que están a la búsqueda de signos y prodigios para creer (Jn 4,48) y parece reprochar a Tomás. Encontramos aquí un pasaje hacia una fe más auténtica, un “camino de perfección” hacia una fe a la que se debe llegar también sin las pretensiones de Tomás, la fe aceptada como don y acto de confianza. Como la fe ejemplar de nuestros padres (Ap 11) y como la de María (Lc 1,45). A nosotros, que estamos a más de dos mil años de distancia de la venida de Jesús, se nos dice que, aunque no lo hayamos visto, lo podemos amar y creyendo en Él podemos exultar de “un gozo indecible y glorioso” (1Pt 1,8).



11 abril 2015

Sábado DE PASCUA: FE-licidades!

evangelio según san Marcos 16, 9-15

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron. Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando a una finca. También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: - «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA

Hoy leemos el final del evangelio de Marcos.
Desde luego, los apóstoles no están muy dispuestos a creer fácilmente la gran noticia de la resurrección de Jesús. Parece como si el evangelista quisiera subrayar esta incredulidad.
Primero es una mujer, María Magdalena, la que les anuncia su encuentro con el Resucitado. Y no le creen. Luego son los dos de Emaús, y tampoco a ellos les dan crédito. Finalmente se aparece Jesús a los once, y les echa en cara su incredulidad.
La palabra final que les dirige es el envío misionero: «id al mundo entero y predicad el evangelio a toda la creación».

También nosotros, los cristianos de hoy, hemos recibido el mismo encargo: predicad la buena noticia de Cristo Jesús por toda la tierra.
Pudiera ser que también nosotros, en alguna etapa de nuestra vida, sintiéramos dificultades en nuestra propia fe. A todos nos puede pasar lo que a los apóstoles, que tuvieron que recorrer un camino de maduración desde la incredulidad del principio hasta la convicción que luego mostraron ante el Sanedrín.

Ojalá tuviéramos la valentía de Pedro y Juan, y diéramos en todo momento testimonio vivencial de Cristo. Ojalá pudiéramos decir: «no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído». Para eso hace falta que hayamos tenido la experiencia del encuentro con el Resucitado.

La evangelización, el anuncio de la Buena Noticia de Cristo, ha sido siempre difícil. Desde la primera generación hay quien no quiere escuchar el anuncio de Cristo Resucitado, que comporta un estilo de vida especial y un evangelio que abarca toda la existencia y revoluciona los criterios familiares y sociales. Los profetas que osan dar el testimonio van a parar a la cárcel o a la muerte.

Pero la dificultad mayor no viene de fuera, sino de dentro. Si un cristiano no siente dentro la llama de la fe y no está lleno de la Pascua, no habla, no da testimonio. Mientras que cuando uno tiene la convicción interior no puede dejar de comunicarla. El que tiene una buena noticia no se la puede quedar para sí mismo. El río que lleva agua, la tiene que conducir hacia abajo, por más diques que le pongan. Lo peor es si el río está seco y no lleva agua: entonces no hace falta que le pongan diques, y no podrá dar origen a ningún pantano. Si el cristiano no tiene convicciones ni ha experimentado la presencia del Señor, entonces no hace falta ni que le amenacen: él mismo se callará porque no tiene ninguna noticia que comunicar.

10 abril 2015

VIERNES DE PASCUA: FE-licidades!

evangelio según san Juan 21, 1-14

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discí-pulos suyos. Simón Pedro les dice: - «Me voy a pescar.» Ellos contestan: - «Vamos también nosotros contigo.» Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: - «Muchachos, ¿tenéis pescado?» Ellos contestaron: - «No.» Él les dice: - «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: - «Es el Señor.» Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: - «Traed de los peces que acabáis de coger.» Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: - «Vamos, almorzad.» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

PARA VIVIR ESTA PALABRA


Cuando en vida de Jesús tuvo lugar la primera pesca milagrosa, Pedro fue protagonista, reconociendo a Jesús como el Mesías y arrojándose a sus pies. Allí recibió la llamada a seguirle. Ahora es también él el más decidido en lanzarse al agua y acercarse a Jesús.

Es deliciosa la escena del almuerzo con pescado y pan preparado por Jesús al amanecer de aquel día. Después de que casi todos le abandonaran en su momento crítico de la cruz, y Pedro además le negara tan cobardemente, Jesús tiene con ellos detalles de amistad y perdón que llenaron de alegría a los discípulos.

Noche de trabajo infructuoso: pero con Jesús, pesca milagrosa. Nosotros también podemos tener noches malas y fracasos en nuestro trabajo, decepciones en nuestro camino. Podemos aprender la lección: cuando no estaba Jesús, los pescadores no lograron nada. Siguiendo su palabra, llenaron la barca.

Ese es el Cristo en quien creemos y a quien seguimos: el Resucitado que se nos aparece misteriosamente -en la Eucaristía, no nos prepara pan y pescado, sino que nos da su Cuerpo y su Sangre- hace eficaz nuestra jornada de pesca y nos invita a comer con él y a descansar junto a él. Podemos sentirnos contentos: «dichosos los invitados a la Cena del Señor».

Por una parte, esto nos invita a no perder nunca la esperanza ni dejarnos llevar del desaliento. Nuestras fuerzas serán escasas, pero en su nombre, con la fuerza del Señor, podemos mucho.

Pero, por otra parte, nos hace pensar que si fuéramos los unos para con los otros como Jesús: si ante el que trabaja sin gran fruto y tiene la tentación de echarlo todo a rodar, fuéramos tan humanos y amables como él, si supiéramos improvisar un desayuno fraterno en ambiente de serenidad y amistad para el que viene cansado, si le dirigiéramos una palabra de interés y de ayuda, sería mucho más fácil seguir trabajando como cristianos o como apóstoles, a pesar de los fracasos o de las dificultades.


9abril 2015

JUEVES DE PASCUA: FE-licidades!

evangelio según san Lucas 24, 35-48

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: - «Paz a vosotros.» Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: - «¿Por qué os alarmáis;" ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.» Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: - «¿Tenéis ahí algo de comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: - «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.» Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: - «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»


PARA VIVIR ESTA PALABRA

La escena del evangelio es también continuación de la de ayer. Los discípulos de Emaús cuentan a la comunidad lo que han experimentado en el encuentro con el Resucitado, al que han reconocido al partir el pan. Y en ese mismo momento se aparece Jesús, saludándoles con el deseo de la paz.

La duda y el miedo de los discípulos son evidentes. Jesús les tiene que calmar: «¿por qué os alarmáis? ¿por qué surgen dudas en vuestro interior?». Y les convence de su realidad comiendo con ellos.

El fruto de esta aparición es que «les abrió el entendimiento», explicándoles las Escrituras. En el AT ya Moisés, los profetas y los salmos habían anunciado lo que ahora estaba pasando. Como a los discípulos de Emaús en el camino, ahora Jesús les hace ver a todo el grupo la unidad del plan salvador de Dios. Las promesas se han cumplido. Y la muerte y resurrección del Mesías son el punto crucial de la historia de la salvación. No nos extraña que Pedro, en sus discursos, utilice la misma argumentación cuando se trata de oyentes que conocen el AT, y que centre su discurso en el acontecimiento pascual del Señor.

También nosotros podemos reconocer a Cristo en la fracción del pan eucarístico, en la Palabra bíblica y en la comunidad reunida. En las circunstancias más adversas y oscuras que se puedan dar -también nosotros muchas veces andamos desconcertados como aquellos discípulos- el Señor se nos hace compañero de camino y  está cerca, el el más cercano a nosotros. Aunque no le reconozcamos fácilmente. En más de una ocasión nos tendrá que decir: «¿por qué te alarmas? ¿por qué surgen dudas en tu interior?».

Tal vez también necesitemos como la primera comunidad una catequesis especial, y que se nos abra el entendimiento, para captar que en el camino mesiánico de Jesús, y también en el nuestro cristiano, entra la muerte y la resurrección, para la redención de todos. 

Ojalá cada Eucaristía sea una «aparición» del Resucitado a nuestra comunidad y a cada uno de nosotros, y después de haberle reconocido con los ojos de la fe en la Fracción del Pan y en la fuerza de su Palabra, salgamos de la celebración a dar testimonio de Cristo en la vida. A los apóstoles, la última palabra que les dirige es: «vosotros sois testigos de esto». Ya desde el principio se les dijo que eso de ser apóstoles era ser «testigos de la resurrección de Cristo» (Hch 1,22). Entonces lo fueron los apóstoles, o los quinientos discípulos. Ahora, lo seguimos siendo nosotros en el mundo de hoy. Tal vez el anuncio de la resurrección de Cristo no nos llevará a la cárcel. Pero sí puede resultar incómodo en un mundo distraído y frío. Depende un poco de nosotros: si nuestro testimonio es vivencial y creíble, podemos influir a nuestro alrededor.

8 ABRIL 2015

MIÉRCOLES DE PASCUA: FE-licidades!


 evangelio según san Lucas 24,13-35:

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?»
Ellos se detuvieron preocupados.
Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?»
Él les preguntó: «¿Qué?»
Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.»
Entonces Jesús les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?»
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.»
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?»
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.»
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.


PARA VIVIR ESTA PALABRA

Cristo Jesús sigue también presente a las generaciones siguientes, los que no hemos tenido la suerte de verle en su vida terrena. Y está presente en los tres grandes momentos en que los discípulos de Emaús le encontraron: en la fracción del pan, en la proclamación de su Palabra y en la Comunidad. Que son precisamente los tres momentos primordiales de nuestra celebración: la Comunidad reunida, la Palabra escuchada y la Eucaristía recibida como alimento: los tres «sacramentos» del Señor Resucitado.

Pascua no es un recuerdo. Es curación, salvación y vida hoy y aquí para nosotros. El Señor Resucitado nos las comunica a través de su Iglesia, cuando proclama la Palabra salvadora y celebra sus sacramentos, en especial la Eucaristía.

También a nosotros nos puede pasar que experimentemos alguna vez la parálisis del mendigo y la desesperanza de los dos discípulos: enfermedades que nos pueden afectar, y que en Pascua el Señor Resucitado quiere curar, si le dejamos.

Muchos cristianos, jóvenes y mayores, experimentamos en la vida, como los dos de Emaús, momentos de desencanto y depresión. A veces por circunstancias personales. Otras, por la visión deficiente que la misma comunidad puede ofrecer. El camino de Emaús puede ser muchas veces nuestro camino. 

Viaje de ida desde la fe hasta la oscuridad, y ojalá de vuelta desde la oscuridad hacia la fe. Cuántas veces nuestra oración podría ser: «quédate con nosotros, que se está haciendo de noche y se oscurece nuestra vida». La Pascua no es para los perfectos: fue Pascua también para el paralítico del templo y para los discípulos desanimados de Emaús.

En medio, sobre todo si alguien nos ayuda, deberíamos tener la experiencia del encuentro con el Resucitado. En la Eucaristía compartida. En la Palabra escuchada. En la comunidad que nos apoya y da testimonio. Y la presencia del Señor curará nuestros males. ¿Nos ayuda alguien en este encuentro? ¿ayudamos nosotros a los demás cuando notamos que su camino es de alejamiento y frialdad?

MARTES DE PASCUA: FE-licidades!


Hechos de los Apóstoles 2,36-41

“El día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos: Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías. Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: ¿Qué tenemos que hacer, hermanos? Pedro les contestó: Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor, Dios nuestro, aunque estén lejos. Con estas y otras muchas razones les urgía, y los exhortaba diciendo: Escapad de esta generación perversa. Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unos tres mil”.

Sal 32, 4-5. 18-19. 20 y 22 R. La misericordia del Señor llena la tierra.

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperarnos de ti. R/.

Evangelio: San Juan 20,11-18

“En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: Mujer, ¿por qué lloras? Ella les contesta: Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto. Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas? Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré. Jesús le dice: ¡María! Ella se vuelve y le dice: ¡Rabboni!, que significa: ¡Maestro! Jesús le dice: Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro. María Magdalena fue y anunció a los discípulos: He visto al Señor y ha dicho esto”.

PARA VIVIR ESTA PALABRA

María de Magdala recibe una misión: no puede quedarse ahí, no puede «retener» para sí al que acaba de encontrar resucitado, sino que tiene que ir a anunciar la buena noticia a todos. Se convierte así, como vimos ayer de las demás mujeres, en «apóstol de los apóstoles».

Ojalá también nosotros, ante el acontecimiento de la Pascua, nos dejemos ganar por Cristo.

La Pascua que hemos empezado a celebrar nos interpela y nos provoca: quiere llenarnos de energía y de alegría. Se tendrá que notar en nuestro estilo de vida que creemos de verdad en la Pascua del Señor: que él ha resucitado, que se nos han perdonado los pecados, que hemos recibido el don del Espíritu y pertenecemos a su comunidad, que es la Iglesia.

Ayudados por la fe, seguramente hemos «oído» que también a nosotros el Señor nos ha mirado y ha pronunciado nuestro nombre, llamándonos a la vida cristiana, o a la vida religiosa o sacerdotal. El popular canto de Gabarain, " TU HAS VENIDO A LA ORILLA..." lleno de sentimiento, está inspirado por tantas escenas del evangelio, además del caso de la Magdalena: «me has mirado a los ojos, sonriendo has dicho mi nombre». Y nosotros nos hemos dejado convencer vitalmente por esa llamada. Como los oyentes de Pedro a los que les llega su predicación al alma y preguntan qué deben hacer.

Somos enviados a anunciar la buena noticia. Pero sólo será convincente nuestro anuncio si brota de la experiencia de nuestro encuentro con el Señor.

Como Pedro y la Magdalena y las demás mujeres han quedado transformados por la Pascua, nosotros, si la celebramos bien, seremos testigos que la contagiamos a nuestro alrededor. Y los demás nos verán en nuestra cara y en nuestra manera de vida esa «libertad verdadera» y esa «alegría del cielo que ya hemos empezado a gustar en la tierra», como ha pedido la oración del día.

Claro que nosotros no acabamos de «ver» ni reconocer al Señor en nuestra vida, mucho menos que los discípulos a quienes se apareció. Pero tenemos el mérito de creer en él sin haberle visto con los ojos de la carne: «dichosos los que crean sin haber visto», como dijo Jesús a Tomás.

En la Eucaristía, tenemos cada día un encuentro pascual con el Resucitado, que no sólo nos saluda, sino que se nos da como alimento y nos transmite su propia vida. Es la mejor «aparición», que no nos permite envidiar demasiado ni a los apóstoles ni a los discípulos de Emaús ni a la Magdalena.

Magdala esta siendo una de las excavaciones últimas que se está realizando en tierra santa. Ver www.magdalacenter.com.
Se puede ir de voluntario a colaborar en estas excavaciones.

LUNES DE PASCUA: FE-licidades!

Hechos 2,14.22-33



El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la palabra: "Judíos y vecinos todos de Jerusalén, escuchad mis palabras y enteraos bien de lo que pasa. Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme al designio previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él: "Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia." Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: El patriarca David murió y lo enterraron, y conservamos su sepulcro hasta el día de hoy. Pero era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo; cuando dijo que "no lo entregaría a la muerte y que su carne no conocería la corrupción", hablaba previendo la resurrección del Mesías. Pues bien, Dios resucitó a este Jesús, de lo cual todos nosotros somos testigos. Ahora, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido, y lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo."

Salmo Responsorial: 15 "Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti."

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: "Tú eres mi bien." El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano. R. Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. R. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha. R.

Evangelio: Mateo 28,8-15

En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: "Alegraos." Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: "No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán." Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: "Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros." Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

PARA VIVIR ESTA PALABRA

No tengáis miedo. Id y comunicad...

También nosotros nos sentimos animados/as por esta palabra, que nos invita ante todo a no perder nunca la esperanza. Y además, a seguir dando testimonio del Resucitado en nuestro mundo.

Primero fueron aquellas mujeres. Y como ellas, cuántas otras, a lo largo de la historia de la Iglesia, han dado parecido testimonio de Cristo Jesús en la comunidad cristiana, en la familia, en la escuela, en los hospitales, en las misiones, en tantos campos de la vida social.
Después de las mujeres vinieron Pedro, Juan y los demás apóstoles, y generaciones y generaciones de cristianos a lo largo de dos mil años. Y ahora, nosotros. En medio de un mundo que sigue prefiriendo la versión del robo, u otras igualmente pintorescas, los cristianos recibimos el encargo de anunciar a Cristo Resucitado, único salvador de la humanidad. 

Ante tantos que sufren desorientación y desencanto, nosotros nos convertimos en testigos de la vida y de la esperanza.
Probablemente, ante las dificultades y la apatía de muchos, también nosotros necesitemos oir la palabra alentadora: «alegraos... no tengáis miedo... seguid anunciando...». 

Nuestro testimonio será creíble si está convertido en vida, si se nos nota en la cara antes que en las palabras. La Resurrección de Jesús no es sólo una noticia, una verdad a creer o un acontecimiento a recordar: es una fuerza de vida que el Resucitado nos quiere comunicar a cada uno de nosotros.

Uno de los momentos privilegiados de nuestro encuentro con él es la Eucaristía. Cada vez que la celebramos deberíamos salir, como las mujeres del evangelio, llenos de la buena noticia y de la experiencia de comunión con el Señor, dispuestos a comunicar con verdadero aire de alegría a nuestra sociedad, a nuestra familia, a nuestra comunidad religiosa, el mensaje de vida que nos ha encargado el Señor resucitado.

También nosotros, como el salmista creyente y como Jesús en el trance de su muerte, podemos decir el salmo 15 con sentido. Si estamos experimentando momentos de desconcierto o de dolor, digámosle a Dios, al inicio de la Pascua: «con él a mi derecha no vacilaré... me enseñarás el sendero de la vida». Las dificultades de la vida pertenecen a nuestro seguimiento de ese Cristo que llegó a la nueva existencia a través de la pasión y de la muerte. Con él estamos destinados todos a la vida
Por eso escuchamos y creemos la consigna del Resucitado: «alegraos».

¡Feliz encuentro con el Resucitado en el camino de la vida!

DOMINGO DE PASCUA: FE-licidades!

evangelio según san Juan 20, 1-9

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo:
–«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

PARA VIVIR ESTA PALABRA

El texto de Juan 20,1-9, que todos los años se proclama en este día de la Pascua, nos propone acompañar a María Magdalena al sepulcro, que es todo un símbolo de la muerte y de su silencio humano; nos insinúa el asombro y la perplejidad de que el Señor no está en el sepulcro; no puede estar allí quien ha entregado la vida para siempre. En el sepulcro no hay vida, y Él se había presentado como la resurrección y la vida (Jn 11,25). María Magdalena fue realizando un proceso de Encuentro con Jesús resucitado en la persona del jardinero que la trató con amabilidad y la llamó por su nombre. ... Y todos podemos  experimentar a Cristo resucitado, porque Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre (Hebreos 13,8).

La experiencia se hace o no se hace, se tiene o no se tiene. No puedes mandar un representante para que haga la experiencia por ti. El cristianismo es una fe, pero penetrada por una experiencia vital, a fin de que la fe no decaiga. La experiencia viva de Cristo resucitado la puede hacer cualquier cristiano. Puesto que es un don que Dios concede, lo primero que habrá que hacer es pedirla. ¡Qué mejor día que el domingo de Pascua para pedir al Señor la gracia de esta experiencia! El cristiano puede disponerse a recibir el don de esta experiencia, mediante el desarrollo de una sensibilidad espiritual creciente. Al contacto con Dios, el hombre va gustando a Dios y las cosas de Dios, va adquiriendo una mayor capacidad de escucha y de docilidad al Espíritu, va sintonizando más con la fe de la Iglesia. Esto constituye el terreno cultivado para que en él pueda nacer y florecer la experiencia de Cristo resucitado. 

Todos sin excepción estamos llamados a hacer esta experiencia. No pensemos que es sólo para unos cuantos místicos, que tienen una cierta propensión a estos estados del alma. Es importante, para todo cristiano, el hacerla, porque, quien la haya hecho, no podrá seguir viviendo de la misma manera, incluso si ya se llevaba una vida cristiana buena. Esa experiencia viva e intensa toca y cambia la mentalidad, las costumbres, el estilo de vida, el modo de relacionarse con los demás, los criterios de acción, las mismas obras, hasta el mismo carácter. Si has hecho ya esta experiencia de Cristo resucitado, creo que estarás de acuerdo conmigo en que con ella nos vienen todos los bienes. Si todavía no la has hecho, pide al Señor que te conceda hacerla cuanto antes. ¡Ojalá sea el don que Dios te concede esta Pascua! 

¡Feliz Pascua! "El resucitado te habita y habita en el otro/a" ¡Vívelo!


VIERNES SANTO,  3 Abril 2015

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18, 1 - 19, 42

En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ –«¿A quién buscáis?»

. Le contestaron:
–«A Jesús, el Nazareno.»

. Les dijo Jesús:
+ –«Yo soy.» ............  

Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe.

Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

PARA VIVIR ESTA PALABRA

Hoy es día de contemplación y silencio, de sobriedad y seriedad. Sobre el calvario moría Dios-hombre, y su madre María, en silencio, al pie de la cruz también sufría. 

Jesucristo es  el hombre por el cual nuestro dolor descansa en el corazón de Dios, en el amor eterno. 

El hombre tiene sed de este amor, sin el cual no es más que un experimento absurdo, por más transformaciones del mundo que lleve a cabo. 

Hoy más que nunca precisamos el consuelo de Aquel en cuyas espaldas están marcados nuestros cardenales. El es el verdadero consuelo, lejos de toda palabrería. 

Dios quiera que nuestros ojos y nuestro corazón se abran a este consuelo; que seamos capaces de vivir en él y sacar fuerzas de él para seguir viviendo; que, en medio del Viernes Santo de la historia, recibamos el misterio pascual del Viernes Santo de Cristo y en él seamos salvados.

JUEVES SANTO, 2 Abril 2015

 evangelio según san Juan 13, 1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.          Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:

«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»
Jesús le replicó:
–«Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.»
Pedro le dijo:
–«No me lavarás los pies jamás.»
Jesús le contestó:
–«Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»
Simón Pedro le dijo:
«Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»
Jesús le dijo:
–«Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos. »
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.»
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
–«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»

PARA VIVIR ESTA PALABRA 

En realidad, días como el Jueves santo hay que vivirlos sin decir muchas cosas. Es más la contemplación del misterio. Todo un dios, ¡el único Dios! ¡arrodillado ante el hombre! ante sus discípulos. 

Un gesto que habla por sí solo y que cada uno/a  hemos de interiorizar cada vez más, para realizarlo con su misma libertad, la libertad de Jesús, que sirve porque nos quiere. No sabe ya como decirlo. Un gesto más que mil palabras. 
A lo mejor, los otros evangelios, los sinópticos, no lo mencionan por vergüenza, porque todo un Maestro se arrodilló ante los discípulos y ni por esa le siguieron hasta la cruz. Le abandonaron.  Y no sólo ellos, también hoy nosotros, sino estamos atentos, si no hacemos memoria. 

La Eucaristía obedece a un encargo: «Haced esto en memoria mía». 

Pero el lavatorio de los pies tiene también la misma recomendación:

 «Lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis: lavaos los pies los unos a los otros». El se entregó hasta el final: hoy se despoja del manto y lava los pies. Mañana se despojará de todo: de la vida misma. Se trata de que aceptemos el doble testamento: la Eucaristía y la caridad. La acción de gracias continua, vivir agradecidos, y el servicio, las oportunidades que la misma vida nos da de servir y estar atentos a los demás, antes que a uno mismo. ¡El lo hizo!


Semana Santa


¿Qué significa para nosotros vivir este tiempo? ¿Qué significa seguir a Jesús en su camino hacia el Calvario, hacia la cruz y la resurrección?
  • Significa salir de nosotros mismos para ir al encuentro de los demás, a la periferia de la existencia, a los más alejados, a los olvidados, a quienes necesitan comprensión, consuelo y ayuda.
  • Vivir este tiempo significa también entrar cada vez más en la lógica de Dios, de la cruz y del Evangelio.
  • Salir siempre con el amor y la ternura de Dios, en el respeto y la paciencia, sabiendo que nosotros ponemos las manos, los pies, el corazón, pero es Dios quien guía y hace fecundas nuestras acciones.       Papa Francisco


Miércoles SANTO, 1 abril 2015

Isaías 50,4-9a

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?


Sal 68, 8-10. 21-22. 31 y 33-34 R. Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor.


Por ti he aguantado afrentas,

la vergüenza cubrió mi rostro.

Soy un extraño para mis hermanos,

un extranjero para los hijos de mi madre;

porque me devora el celo de tu templo,

y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R/.



La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.

Espero compasión, y no la hay;

consoladores, y no los encuentro.

En mi comida me echaron hiel,

para mi sed me dieron vinagre. R/.



Alabaré el nombre de Dios con cantos,

proclamaré su grandeza con acción de gracias.

Miradlo, los humildes, y alegraos,

buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.

Que el Señor escucha a sus pobres,

no desprecia a sus cautivos. R/.


Lectura del santo evangelio según san Mateo 26, 14-25

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: - «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?» Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: - «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?» Él contestó: - «ld a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."» Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo: - «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.» Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro: - «¿Soy yo acaso, Señor?» Él respondió: - «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.» Entonces preguntó judas, el que lo iba a entregar: - «¿Soy yo acaso, Maestro?» Él respondió: - «Tú lo has dicho.»



PARA VIVIR ESTA PALABRA

La comunidad cristiana vio a Jesús descrito en esos cantos del Siervo. Su entrega hasta la muerte no es inútil: así cumple la misión que Dios le ha encomendado, al solidarizarse con toda la humanidad y su pecado.

En el evangelio leemos de nuevo la traición de Judas, esta vez según Mateo, ya que ayer habíamos escuchado el relato de Juan. Precisamente cuando Jesús quiere celebrar la Pascua de despedida de los suyos, como signo entrañable de amistad y comunión, uno de ellos ya ha concertado la traición y las treinta monedas (el precio de un esclavo, según Ex 21,32).

Terminando ya la Cuaresma -concluirá mañana, Jueves Santo, por la tarde, antes de la Misa vespertina- y en puertas de celebrar el misterio de la Pascua del Señor, junto a la admiración contemplativa de su entrega podemos aprender su lección: espejarnos en el Siervo de Isaías y sobre todo en Jesús, que cumple en plenitud el anuncio.

¿Somos buenos oyentes de la palabra, tenemos ya de buena mañana «espabilado el oído» para escuchar la voz de Dios? ¿somos discípulos antes de creernos y actuar como maestros?

Y luego, cuando hablamos a los demás, ¿es para «decir una palabra de aliento a los abatidos»? Es lo que hizo Cristo: escuchaba y cumplía la voluntad de su Padre y, a la vez, comunicaba una palabra de cercanía y esperanza a todos los que encontraba por el camino. ¿Sabemos ayudar a los que se hallan cansados y animar a los desesperanzados? ¿Estamos dispuestos a ofrecer nuestra espalda a los golpes cuando así lo requiere nuestro testimonio de discípulos de Cristo? ¿a recibir los insultos que nos pueden venir de este mundo ajeno al evangelio? ¿o sólo buscamos consuelo y premio en nuestro seguimiento de Cristo?

También nosotros, aprendiendo de Jesús, debemos confiar plenamente en Dios Padre-Madre. Estamos comprometidos con el Reino de Dios, del Amor, y esto supone lucha y ser signo de contradicción. Pero, de la mano de Dios, no debemos darnos nunca por vencidos: ¿quién podrá contra mí? Si alguna vez nos toca «aguantar afrentas» o «recibir insultos», basta que miremos a Cristo en la cruz para aprender generosidad y fidelidad. Incluso cuando alguien nos traicione, como a él.