27 octubre 2012,
sábado. XXIX semana Tiempo ordinario
Efesios 4,7-16:
A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Por eso dice la Escritura: «Subió a lo alto llevando cautivos y dio dones a los hombres.» El «subió» supone que había bajado a lo profundo de la tierra; y el que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos para llenar el universo. Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud. Para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados al retortero por todo viento de doctrina, en la trampa de los hombres, que con astucia conduce al error; sino que, realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo, del cual todo el cuerpo, bien ajustado y unido a través de todo el complejo de junturas que lo nutren, actuando a la medida de cada parte, se procura el crecimiento del cuerpo, para construcción de sí mismo en el amor.Sal 121 R/. Vamos alegres a la casa del Señor
¡Qué alegría cuando me dijeron:«Vamos a la casa del Señor»! ...
Lucas 13,1-9:
En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús les contestó: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.»
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas."»
DE LA PALABRA DEL DIA
A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Ef
4,7
¿Cómo vivir esta Palabra?
Después
de la fuerte llamada a la unidad, Pablo en la Carta a los Efesios prosigue diciendo que Cristo, tras su ascensión al cielo, ha
concedido una variedad de dones para hacer idóneos a los cristianos para la
edificación del cuerpo de Cristo: apóstoles, profetas, evangelizadores,
pastores y maestros (cf 4,7-12). En 1Co12,
Pablo advertía a los cristianos que no hubiera división por los dones; ahora
afirma que los dones ayudan a los ‘santos’ a conseguir la unidad de la fe, en la medida de la plenitud de Cristo, creciendo así hacia Él que es la Cabeza del cuerpo (cf. 4,13-16).
Verdaderamente
es admirable la fantasía divina en la diversidad de dones, funciones, deberes,
carismas, ministerios… Cada uno de nosotros es el destinatario privilegiado de la gracia, del don de Cristo:
un don personalizado, que hay que acoger
con confianza y conocimiento y poner en acto con responsabilidad y no como “niños llevados a la deriva y zarandeados
por cualquier viento de doctrina”(cf 4,14); un don para ser compartido continuamente,
que tiene siempre
una única fuente y meta: Cristo, Hijo de Dios y Cabeza del cuerpo
místico, realizando así el crecimiento del cuerpo para su edificación en el
amor (cf 4, 16).
Que el Señor me ayude hoy a descubrir la
gracia que se me ha dado, el ministerio
al que he sido llamado, la energía que he recibido, la dimensión de mi
colaboración responsable… para edificar
el cuerpo de Cristo, la Iglesia.
Hazme,
Señor, reconocer la belleza y la grandeza de tu llamada, ayúdame a acoger el donde tu
gracia, sostenme en el ministerio diario entre mis hermanos y hermanas, para
que todos lleguemos a la unidad de la fe y de tu conocimiento.
La voz de Santa Teresa del Niño Jesús y
de la Sagrada Faz
“Considerando el cuerpo
místico de la Iglesia no me encontraba en ninguno de los miembros que san Pablo
había descrito, o mejor, quería verme en
todos. La caridad me ofreció la clave de mi vocación. En el
corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré
el amor”, (De su autobiagrafía).