VIVE LA PALABRA
20 agosto 2012, lunes.  XX semana del tiempo ordinario
San Bernardo Abad
De la Palabra del día
Ez 24,15-24: Entonces harán lo que yo, Ezequiel, he hecho
Interleccional Dt 32: ¡Despreciaste a la Roca que te engendró!
Mt 19,16-22: Vende tus bienes y tendrás un tesoro en el cielo

¿Cómo vivir esta Palabra?
¿Qué más se le puede pedir a la vida que ser joven y, además, rico? Sin embargo, este joven, a pesar de tener todo asegurado, se siente inseguro de su religión y acude a un ‘gran maestro’ para resolver su angustia. La respuesta de Jesús no podía ser más simple, directa y contundente: respetar la vida en todas sus manifestaciones, desde la más elemental como ‘no matar’, hasta la más compleja como ‘amar al prójimo como a sí mismo’.
 Pero el joven se resiste a aceptar lo que significan los mandamientos y, todavía más, lo que Jesús le pide. No se puede ser joven y rico, y no hacer con ese capital económico y humano algo realmente significativo por los demás. Francisco de Asís, ante un dilema semejante, entregó su vida al servicio de los pobres y sus riquezas en función de su misión. Por el contrario, cuando Jesús le traduce al joven rico las enseñanzas tradicionales en términos de optar por los pobres, el joven huye espantado.
También en nuestros días podemos estar pensando dar a nuestros jóvenes y a nosotros mismos caminos de felicidad porque creemos que les “aseguran” el futuro. Pero puede que no les estemos poniendo a ellos ni a nosotros ante la última y gran verdad: el desprendimiento de todo lo que no es Jesús. No confundir los medios con el Fin. Las cosas, las carreras, los idiomas, … son medios para el Fin, la Meta que es Jesús mismo. Debes progresar en el Amor, en un Amor pleno, disponible a desprenderte de todo lo que él te pida. Fiarte porque su Plan para ti es lo mejor que no puedes ni imagininar. Ahí tienes a María, se desprendió de todo para ser “su sierva” y a dos mil años de distancia es la más feliz
La novedad del evangelio aún no ha sido completamente comprendida, y la llamada a ser libre para amar y transformar este  mundo sigue vigente.
Señor, abre  mis ojos  para que sepan  mirar más allá  de lo inmediato y de lo aparente, para captar el sentido profundo de cuanto estamos viviendo, y señalar,  sobre todo a los jóvenes,  posibles caminos de fe, amor y esperanza.

La voz del santo obispo de Ginebra
Si supiera que hay en mi corazón una sola fibra que no es de Dios, la arrancaría. San Francisco de Sales
VIVE LA PALABRA
19 agosto 2012, domingo.  XX semana del tiempo ordinario
Palabra del día
Prov 9,1-6: Coman de mis manjares y beban el vino que he mezclado
Salmo responsorial 33: ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
Ef 5,15-20: Procuren entender cuál es la voluntad del Señor
Jn 6,51-58: Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida

Comentario de J.A. Pagola.  ALIMENTARNOS DE JESÚS
Según el relato de Juan, una vez más los judíos, incapaces de ir más allá de lo físico y material, interrumpen a Jesús, escandalizados por el lenguaje agresivo que emplea: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?". Jesús no retira su afirmación sino que da a sus palabras un contenido más profundo.
            El núcleo de su exposición nos permite adentrarnos en la experiencia que vivían las primeras comunidades cristianas al celebrar la eucaristía. Según Jesús, los discípulos no solo han de creer en él, sino que han de alimentarse y nutrir su vida de su misma persona. La eucaristía es una experiencia central en sus seguidores de Jesús.
            Las palabras que siguen no hacen sino destacar su carácter fundamental e indispensable: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida". Si los discípulos no se alimentan de él, podrán hacer y decir muchas cosas, pero no han de olvidar sus palabras: "No tenéis vida en vosotros".
            Para tener vida dentro de nosotros necesitamos alimentarnos de Jesús, nutrirnos de su aliento vital, interiorizar sus actitudes y sus criterios de vida. Este es el secreto y la fuerza de la eucaristía. Solo lo conocen aquellos que comulgan con él y se alimentan de su pasión por el Padre y de su amor a sus hijos.
             El lenguaje de Jesús es de gran fuerza expresiva. A quien sabe alimentarse de él, le hace esta promesa: "Ese habita en mí y yo en él". Quien se nutre de la eucaristía experimenta que su relación con Jesús no es algo externo. Jesús no es un modelo de vida que imitamos desde fuera. Alimenta nuestra vida desde dentro.
            Esta experiencia de "habitar" en Jesús y dejar que Jesús "habite" en nosotros puede transformar de raíz nuestra fe. Ese intercambio mutuo, esta comunión estrecha, difícil de expresar con palabras, constituye la verdadera relación del discípulo con Jesús. Esto es seguirle sostenidos por su fuerza vital.
            La vida que Jesús transmite a sus discípulos en la eucaristía es la que él mismo recibe del Padre que es Fuente inagotable de vida plena. Una vida que no se extingue con nuestra muerte biológica. Por eso se atreve Jesús a hacer esta promesa a los suyos: "El que come este pan vivirá para siempre".
            Sin duda, el signo más grave de la crisis de la fe cristiana entre nosotros es el abandono tan generalizado de la eucaristía dominical. Para quien ama a Jesús es doloroso observar cómo la eucaristía va perdiendo su poder de atracción. Pero es más doloroso aún ver que desde la Iglesia asistimos a este hecho sin atrevernos a reaccionar. ¿Por qué?
VIVE LA PALABRA
18 agosto 2012, sábado.  XIX semana del tiempo ordinario

De la Palabra del día
Ez 18,1-10.13b.30-32: Les juzgaré a cada uno según su proceder
Salmo responsorial 50: ¡Oh Dios, crea en mí un corazón puro!
Mateo 19,13-15:  En aquel tiempo, le acercaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y rezara por ellos, pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: «Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos.» Les impuso las manos y se marchó de allí.            
¿Cómo vivir esta Palabra?
Jesús atendía a todos, y con preferencia a los más débiles y marginados de la sociedad: los enfermos, los «pecadores», y en esta ocasión a los niños para que los bendiga. Es un gesto conmovedor de confianza. La fuerza de la bendición, es muy grande. Israel lo sabe y las madres y los padres la solicitaban para sus pequeños. Jesús lo hace con gusto,  comunica a los niños su bendición.
Jesús pone sus manos sobre ellos y ora por ellos, es decir, invoca a favor de ellos la protección y la gracia de Dios. A los discípulos se les acaba pronto la paciencia. A él, no. Los discípulos no conocen la confianza que con razón empuja a la gente hacia Jesús, para llevarles los niños. Y Jesús les dijo: «dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí».
A Jesús les gusta ponerlos como modelos de la actitud que deben tener sus discípulos, como ya vimos el martes de esta semana: (Mt 18, 3-4). Por una parte, volvemos a recoger la lección que Jesús nos da poniendo a los niños como modelos: la sencillez, la limpieza de corazón, la convicción de nuestra debilidad, deben ser nuestras actitudes en la vida humana y cristiana.

Señor, abre  mis ojos  para que sepan  mirar más allá  de lo inmediato y de lo aparente, para captar el sentido profundo de cuanto estamos viviendo, y señalar,  sobre todo a los jóvenes,  posibles caminos de fe, amor y esperanza.

La voz de Teresa de Calculta
En muchos lugares, la gente se hace más consciente de la necesidad de compartir la alegría de amar. Pero, ¿dónde comienza este amor? En casa. No podemos dar lo que no tenemos. Y yo rezo para que este amor pueda comenzar. La oración da un corazón transparente. Y un corazón transparente puede ver a Dios. Sólo podemos ver a Dios si hacemos algo por alguien.