VIVE LA PALABRA
18 julio 2012, miércoles.  XV semana Tiempo ordinario

Evangelio del día
Mateo 11,25-27: 
En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.»

¿Cómo vivir esta Palabra?
Mateo nos describe el contenido de una oración que Jesús dirige al Padre. Es una oración de acción de gracias, en la que subyace una semejanza con el mensaje del Magnificat de María. Madre e Hijo comparten la misma espiritualidad, la de los pobres de Yahweh que ponen su confianza en Dios y saben que Dios prefiere la humildad y sencillez a otras cosas que prefieren el mundo y los que se creen sabios.

Lo sencillo contiene lo fundamental en la vida. La sencillez nos sitúa en una vida sin pretensiones que "no pretende grandezas" como dice el salmo 143;  en una vida agradecida  por lo que hemos recibido. La sencillez nos coloca en la aceptación de nuestra Verdad, en la aceptación de los que nos rodean. Todos somos criaturas y seres humanos, barro y aliento, si bien el cultivo de las virtudes hace que crezcamos o disminuyamos. De ellas la humildad, la sencillez es fundamental porque sabe hacerle espacio a Dios. "El nos hizo y somos suyos".  Me reconozco creado por el Amor y para el Amor.  La sencillez nos ayuda a vivir una vida en orden y con una escala de valores ordenada por las prioridades esenciales, dejando de lado otras cosas no importantes como el acumular. La persona sencilla es generosa, sabe dar y sobre todo darse sin ostentación de ninguna clase. Amar y servir en todo.

La voz de un doctor de la Iglesia
El Señor no dijo: "Se les ha revelado a los necios", sino: a los pequeños, es decir, a los no fingidos, a los sencillos... Es una nueva lección que nos da para que nos apartemos de toda soberbia y sigamos la sencillez.
San Juan Crisóstomo (siglo V)